Durante la última década, Afganistán se ha visto eclipsado por el aumento de la violencia en el mundo árabe. Lo que alguna vez fue objetivo de la atención del mundo, fue ignorado en gran medida por los principales medios de comunicación ocupados cubriendo las decapitaciones y el asalto a ciudades en los desiertos de Irak y Siria. El Estado Islámico (EI) parecía mucho más peligroso de lo que habían sido los talibanes durante su famoso gobierno en Afganistán (1996-2001). Sin embargo, el EI ahora está regresando constantemente al centro de atención, antes de la retirada de las fuerzas estadounidenses, que comenzó a principios del verano y que el presidente Joe Biden prometió que se completará antes del vigésimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre, que desencadenaron la invasión de Afganistán liderada por Estados Unidos, en 2001. En Afganistán, el EI se conoce con el nombre de «provincia de Khorasan» (ISKP), una referencia a una región histórica que incorpora partes de los actuales Afganistán y Pakistán.
El 9 de junio, ISKP atacó a miembros de Halo Charity, una organización internacional de remoción de minas que operaba en la provincia norteña de Baghlan, matando a diez personas e hiriendo a dieciséis. Los talibanes, que acudieron al rescate, les impidieron masacrar a más personas. Durante las oraciones de Eid al-Adha a principios del mes pasado, se dispararon tres misiles al Palacio Presidencial en Kabul, también reivindicados por ISKP. Estos ataques prueban que todas las declaraciones del Gobierno sobre la erradicación del EI en Afganistán son incorrectas. Lejos de estar terminado, ISKP sigue siendo «una seria amenaza», según John T. Godfredy, el enviado especial interino de Estados Unidos para la Coalición Global para derrotar al EI.
La disputa entre talibanes y el EI
Según informes de inteligencia, los combatientes extranjeros vinculados al EI han logrado recientemente escapar del campamento Al-Hol al noreste de Siria e inician su camino hacia Afganistán. La mayoría habían estado cautivos en este campamento controlado por los kurdos desde la derrota del «califato» del EI en su último bastión de Baghuz, en el distrito de Albukamal, en marzo de 2019. No tenían dónde ir ya que sus países de origen no les permitían regresar, ni tampoco Siria e Irak. Afganistán, al parecer, se convertirá en su nuevo hogar y base de operaciones, utilizado para atacar dentro del país mismo, y posiblemente mucho más allá. Lo cierto es que se convertirán en un problema para los talibanes, que han movido cielo y tierra para contener su crecimiento dentro de Afganistán.
De alguna manera, son los talibanes los que plantean el desafío más serio a los planes del EI en Afganistán y viceversa. Los dos hablan el mismo idioma yihadista, después de todo, comparten la misma ideología fundamentalista y reclutan combatientes de la misma comunidad de musulmanes sunitas empobrecidos. A ningún grupo le gusta trabajar con competidores y tratarán de eliminarse unos a otros por las armas cuando sea necesario. El EI es salafista y los talibanes siguen la escuela Hanafi del islam sunita, colocándolos en extremos rivales del espectro religioso, y la experiencia del EI en Siria demuestra que no pueden funcionar bien con otros, incluso con aquellos que comparten una agenda yihadista. El Estado Islámico en Irak mostró tal brutalidad con otros insurgentes islamistas que provocó «el Despertar», y en Siria una década más tarde libró una sangrienta guerra de exterminio contra Jabhat al-Nusra, la rama de Al-Qaeda que ahora se llama Hayat Tahrir al-Sham (HTS).
En 2015, ISKP y los talibanes comenzaron a golpearse mutuamente y estallaron enfrentamientos en la provincia oriental de Nangahar. Ese junio, los talibanes publicaron una carta abierta de su líder adjunto Mullah Akhtar Mohammad Mansoor, advirtiendo al líder del EI y autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi que se mantuviera fuera de Afganistán. También le pidió que dejara de reclutar miembros del Talibán. El fundador del EI en Afganistán, Abdul Raouf Aliza (también conocido como Mullah Abdul Raouf Khadim), fue un exmiembro de los talibanes y exconvicto en Guantánamo. Después de su deserción del EI, Aliza comenzó a reclutar miembros de los talibanes en el EI, dado que estaban debidamente adoctrinados, conocían el terreno de adentro hacia afuera y estaban bien entrenados en la guerra de guerrillas. También sabían exactamente dónde estaban ubicadas las cárceles de los talibanes, junto con sus almacenes de armas, túneles y oro.
A medida que el EI regresa, los talibanes continúan apoderándose de territorio en todo el país, invadiendo más tierras en dos meses de las que han tenido desde su expulsión del poder en 2001. En el momento de redactar este informe, tienen el control de más de la mitad de las capitales de provincia de Afganistán, incluidas las principales ciudades como Kandahar, Herat y Kunduz. Gran parte del oeste, sur y norte de Afganistán se encuentra ahora bajo el dominio de los talibanes, y la capital, Kabul, está aislada y es vulnerable. Este año, antes de la última ofensiva relámpago, que comenzó el 6 de agosto, habían muerto 1.600 civiles y otros 300.000 habían sido desplazados. Esas cifras han aumentado considerablemente y seguirán aumentando en los próximos días.
Herat, en la frontera occidental con Irán, había sido el feudo de Ismail Khan, oficialmente el gobernador de la provincia, un excomandante muyahidín de la época soviética. Khan es la única figura importante de los muyahidines que luchó sistemáticamente contra los talibanes antes de 2001. En el período previo a esta última crisis, Khan había dicho que estaba dispuesto a luchar de nuevo contra los talibanes. Con las fuerzas de Khan ahora rotas y resentidas con los talibanes, hace que el EI sea -potencialmente- una opción atractiva. Este es un patrón que se repetirá en todo el entorno, ya que los señores de la guerra derrotados tendrán que superar su rebeldía y reformar la Alianza del Norte para resistir a los talibanes, o continuar su lucha contra los talibanes a través del vehículo ISKP.
Una hoja de ruta política
Una idea, que actualmente ronda en círculos internacionales y es particularmente popular entre Estados como Rusia, es empoderar a los talibanes para luchar contra el EI. Esto se asemeja a la política del presidente estadounidense Ronald Reagan en la década de 1980, cuando se inclinó hacia el Irak de Saddam Hussein en su larga guerra contra el Irán del ayatolá Khameini. Si tenía que haber un vencedor, Saddam era el mal menor, razonó, e, idealmente, ambos serían destruidos. Esta vez, los talibanes son considerados el mal menor.
Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, llegó a un supuesto acuerdo con los talibanes el 29 de febrero de 2020. Los talibanes prometieron, entre otras cosas, ayudar a frenar la influencia de Al-Qaeda en Afganistán y negociar un acuerdo de reparto del poder con el Gobierno afgano. Mientras tanto, Estados Unidos obligó a liberar a 5.000 yihadistas talibanes de las cárceles gubernamentales.
El acuerdo era una ficción destinada únicamente a encubrir la retirada de las tropas estadounidenses. Los talibanes, después de haber obtenido las concesiones, incluido el regreso de combatientes al campo de batalla y un aire de legitimidad internacional por estar comprometidos con Occidente, nunca implementaron nada de lo que prometieron y, en cambio, se propusieron imponer una solución militar, que podría completarse antes del final de año.
A medida que este proceso se desarrolle, habrá grupos de descontentos por todos lados, los cuales se irán incrementando. Aprovechando tal situación el EI estará listo para reclutarlos con los brazos abiertos.
El factor Hekmatyar
Un hombre que aún podría determinar el curso de la historia entre los talibanes y el EI es Gulbuddin Hekmatyar, el veterano líder de 72 años de Hizb-i-Islami (HII), un señor de la guerra extremadamente influyente, convertido en político y en una figura relevante. Siendo el comandante muyahidín más poderoso de la década de 1980 debido al patrocinio de la agencia de inteligencia de inter-servicios de Pakistán (ISI), que comenzó mucho antes de la invasión soviética de 1979, Hekmatyar cambió de patrón a Irán durante un tiempo. Su figura puede ayudar a estabilizar Afganistán o sumirlo en un mayor caos y una guerra civil, dependiendo de si elige al presidente Ashraf Ghani o al Talibán.
Hubo informes iniciales en 2015 de que Hekmatyar había pedido a sus seguidores que apoyaran al EI contra los talibanes, pero rápidamente refutó la declaración, describiéndola como infundada, y ha actuado contra el EI desde entonces. Hekmatyar, un rostro familiar con un importante alcance de base y un apoyo externo crucial, sin embargo, su visita pública a Pakistán en octubre pasado no agradó a Kabul.
Una opción es que el presidente Ghani designe a Hekmatyar como primer ministro del período interino, pero, dado que Hekmatyar está condicionando su participación a la renuncia de Ghani, esto parece poco probable. Ghani, antropólogo de educación, ha sido elegido dos veces, la última vez en 2019, y aparentemente tiene un mandato hasta 2025; parece decidido a tratar de conservar su cargo hasta entonces, y no está claro que su destitución en esta etapa no acelere la espiral de muerte del Estado afgano.
Otra opción es que Hekmatyar sea acomodado a través del Consejo Superior de Estado (HSC, por sus siglas en inglés) que ha propuesto el presidente Ghani. A principios de este verano, los dos hombres se sentaron para discutir el proyecto, junto con el predecesor de Ghani, Hamid Karzai. Se supone que el consejo de 25 miembros asesorará sobre asuntos políticos y posiblemente, si las cosas continúan como parece que sucederán, asumirá el liderazgo del país después de la desintegración del Estado. Después de aprobar la idea del HSC en principio, Hekmatyar dijo que no se unirá «a menos que se otorguen poderes de toma de decisiones» al nuevo organismo. Después de su reunión con Hekmatyar y Karzai, Ghani se reunió con el excandidato presidencial y jefe del Consejo Superior para la Reconciliación Nacional, Abdullah Abdullah, y con el exlíder yihadista Abdul Rassoul Sayyaf, también para discutir el HSC. Abdullah está preocupado por la propuesta, temiendo que Ashraf quiera que el HSC reemplace al Consejo de Reconciliación que encabeza. Hekmatyar solo lo apoyará si está presidido por él y no por Ghani o Abdullah.
Conclusión
Como en la década de 1990, frente a las rápidas conquistas de los talibanes, los líderes de Afganistán están hablando entre ellos y, en muchos lugares están haciendo alianzas oportunistas con los talibanes para debilitar a sus rivales. Para los talibanes y sus partidarios pakistaníes, esto es música para sus oídos. La diferencia esta vez es el factor Estado Islámico, un elemento incluso más peligroso e incontrolable que Al-Qaeda.
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