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Túnez después del 25 de julio

17 agosto 2021
in Artículos de opinión, opiniones de los colaboradores
Tunisia After July 25
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Profesor Mohamed Haddad

Como un buitre que ataca una presa debilitada, el partido islamista Nahda (Renacimiento) aprovechó la posición vulnerable de Túnez después de la revolución de enero de 2011 que destituyó al expresidente Zine al-Abidine Ben Ali. Su ala derecha era la violenta, encarnada por su primer aliado (de hecho, su similar), la llamada alianza al-Karama (Dignidad), que incluye a diputados que han tenido relaciones conflictivas con terroristas y la siniestra “Ligues de Sauvegardes de la Révolution” (Liga de Guardianes de la Revolución) prohibida por orden judicial. Su ala izquierda era la corrupta, encarnada por su segundo aliado, el Partido Qalb Tounes (Corazón de Túnez), creado desde cero por un magnate de los medios, oficialmente procesado por lavado de dinero. Probablemente sea a cambio de su liberación de la prisión que Qalb Tounes fue ofrecido a Rached Ghannouchi, presidente del partido Nahda, para servir como su subordinado.

Poder monopolizador

Solo podemos comprender la ira de los tunecinos en la mañana del 25 de julio de 2021, y su inmensa alegría esa misma noche, explicando qué fue lo que condujo a este extraordinario movimiento de descontento espontáneo y sincero.

Desde 2011, invitado por el Gobierno de transición a participar en la transición democrática, Nahda se dedicó a apoderarse de todos los niveles del poder: político, burocrático, judicial, financiero, diplomático, incluso científico; los centros de investigación y las asociaciones fueron infiltrados y cooptados. No pasaba un día sin que Nahda intentara extender su alcance, de manera visible o no. Así fue como el Palacio de Cartago (sede de la Presidencia de la República) y la Kasbah (sede de la Presidencia del Gobierno) fueron ensombrecidos por un enorme edificio ubicado en el distrito comercial de Túnez, en Montplaisir, que alberga la sede del partido Nahda y la oficina de su líder durante los últimos cuarenta años, Rached Ghannouchi. Directa o indirectamente, este partido ha gobernado Túnez durante más de una década, siguiendo el dicho una vez pronunciado por uno de sus líderes históricos, Abdelfattah Mourou: ejercer el poder ya sea dentro el Gobierno o fuera de él.

El partido Nahda no participó en el primer Gobierno de transición, formalmente, pero ya estaba presionando a su líder, por ejemplo, movilizándose en las calles para asediar sus oficinas en Kasbah. Así, Nahda impulsó la promulgación de una ley de amnistía, gracias a la cual cientos de terroristas salieron de las cárceles, lo que fue el “pecado original” -como calificó un autor a esta decisión del Gobierno posrevolucionario- que puso en marcha el descenso a los infiernos para un gran número de personas, en Túnez y en el extranjero.

En las elecciones de octubre de 2011, el partido Nahda, gracias a contribuciones económicas extremadamente generosas del exterior y al alboroto de empresarios cercanos al régimen depuesto, obtuvo la mayoría de escaños en la Asamblea Constituyente. Entonces se decidió encomendar el Gobierno a dirigentes que no tenían experiencia en la gestión de los asuntos públicos, a punto tal que la persona designada para el cargo de jefe de Gobierno todavía soñaba con encarnar al sexto califato. Obligado a principios de 2014 a renunciar abiertamente al poder, tras una situación de anarquía total, tanto en el ámbito económico como en el de la seguridad, el partido Nahda se mantuvo firme. Todavía tenía mayoría en la Asamblea Constituyente y cientos de sus partidarios ocupaban puestos clave en todo el Estado, incluidos los Ministerios del Interior y Justicia. (El Ministerio de Defensa fue el único que se mostró más o menos resistente a Nahda)

En las elecciones de 2014, el partido Nahda salió perdedor, pero logró participar en el primer Gobierno designado por Béji Caid Sebsi. Este último pretendía encarnar la unidad de la nación a través de la presencia Nahda, que quería que fuera simbólica. Pero no tuvo en cuenta el “maquiavelismo” de Ghannouchi, quien aprovechó la avanzada edad del presidente y las graves divisiones dentro de su partido. La última desgracia y caída de Sebsi fue causada en parte por las maniobras ocultas de Ghannouchi.

En las elecciones de 2019, el Partido Nahda ocupó el primer lugar, pero no logró la mayoría absoluta, habiendo perdido casi la mitad de su electorado en comparación con 2011. No sin avergonzarse, Ghannouchi tomó la presidencia del Parlamento y trató de imponer a un subordinado como jefe de Gobierno. Su estrategia fue exitosa a medias. También falló al no elegir a su amigo Abdelafattah Mourou para la presidencia de la República. Por un proceso de eliminación, Kais Saied llegó a la presidencia, siendo un hombre de fuera del ámbito político (exprofesor de Derecho Constitucional) ganando por un amplio margen -más del 70% de los votos- y adquiriendo una legitimidad indiscutible

Ghannouchi no se tomó demasiado en serio a este novato de la política, y probablemente pensó que podría hacerle a Kais Saied lo que hizo con Béji Caid Sebsi: aislarlo y confinarlo a funciones honorarias, mientras Nahda ejercía el poder real. A sus propios ojos y a los de sus seguidores, así como para muchos tunecinos y en las cancillerías occidentales, Ghannouchi era imbatible. Su omnipotencia parecía eterna. Logró frustrar una moción de censura y guardó silencio ante las demandas de sus compañeros diputados que le pedían que renunciara a la presidencia del Parlamento para no mezclar el liderazgo de su partido con el liderazgo de una institución estatal soberana. Dentro de su propio partido, desafió los estatutos internos que le exigían dejar el cargo de presidente del partido al finalizar su segundo mandato, en 2020.

Circunstancias para el deterioro

En el fondo, la situación se estaba oscureciendo. La economía estaba deteriorada. A finales de esta década, la clasificación de Túnez en el ranking Davos Doing Business cayó del puesto 48 en 2012 al 78 en 2020. La tasa de crecimiento es actualmente negativa. La deuda externa asciende ahora al 102% del PIB, frente al 48% en 2010. El PIB per cápita cayó de 4.140 dólares en 2010 a 3.320 dólares en 2019. La inflación ha aumentado constantemente durante diez años hasta un promedio anual del 5%. La tasa de pobreza es actualmente es del 21%. La tasa de desempleo es del 18% (más del 40% entre los jóvenes). Según un informe reciente de la FAO, medio millón de tunecinos están desnutridos. Más de la mitad de los inmigrantes ilegales que llegan a la costa italiana son tunecinos

A esta gestión catastrófica de la economía se sumó la mala gestión de la crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus. Al comienzo de la pandemia, el Ministro de Salud, Nahdaoui, hizo creer a los tunecinos que la tasa de contagio podría ser cero y mencionó una excepción sanitaria tunecina. Es obvio ahora -si no lo fue entonces- que se trataba de un gran engaño. Túnez ha sido golpeado desproporcionadamente en ambos extremos por la pandemia: más muertes por el virus (20.000 en una población de diez millones, una de las tasas de mortalidad más altas del mundo), y luego la imposición tardía de cuarentenas que han prolongado el dolor económico. Un país que fue presentado por la OMS en las décadas de 1960 y 1970 como un modelo de éxito en las campañas de inmunización masiva, y está ahora fracasando estrepitosamente en la vacunación de su población

Incluso en medio de la agitación económica y en medio de una pandemia, Nahda no detuvo sus juegos políticos. En un momento crítico, el partido Nahda optó por presionar a su exaliado, el presidente de Gobierno, a renunciar, oficialmente por un “conflicto de intereses”, lo cual en realidad fue porque comenzó a obstruir a los islamistas, lo que llevó al país a otra etapa de inestabilidad política.

Fin del juego

Esta crisis de múltiples frentes que asfixiaba y golpeaba a los tunecinos, es lo que llevó a la revuelta contra el sistema. El 25 de julio, aniversario de la proclamación de la República, sería el último día en el poder del partido Nahda. Al igual que Ben Ali en enero de 2011, a pesar de presidir una situación en deterioro, nunca lo vieron venir. Ghannouchi había juzgado mal a Saied, quien ahora destituyó al Gobierno respaldado por Nahda.

Para comprender hasta qué punto Nahda estaba aislado de la realidad, solo es necesario observar la forma en que Ghannouchi llamó a sus seguidores a través de los medios de comunicación para «asediar» el Parlamento y revocar la decisión de Saied, imaginando que podría imitar el llamado del presidente turco Recep Tayyip Erdogan en julio de 2016 para que sus seguidores resistan al intento de golpe militar. A diferencia de Turquía, el esfuerzo de Ghannouchi por movilizar a sus partidarios fracasó: menos de cien personas se presentaron fuera del Parlamento e incluso la mayoría de los diputados de Nahda no se unieron a la protesta. Consciente de lo ridículo que parecía esto, Ghannouchi trató de generar presión externa contra Saied utilizando a los grupos de presión de la Hermandad Musulmana y sus aliados para calificar la suspensión del Parlamento como un «golpe». Esto también falló. Con las manos vacías, Ghannouchi ha tenido que aceptar el veredicto.

Nahda hizo promesas a los tunecinos de que crearían el paraíso en la tierra, y tuvieron diez años para intentarlo. El balance es como se describió anteriormente y los tunecinos han tenido suficiente. Apoyan abrumadoramente lo que hizo Saied; para ellos, esta es una segunda revolución o al menos una oportunidad para recuperar la primera.

Conclusión

Ghannouchi repitió el error de Ben Ali, quedando aislado de la realidad en la medida en que pasó por alto los indicadores cada vez más oscuros que conducían a la revuelta popular. Diez años de control de Nahda sobre Túnez no habían mejorado la situación del país, y tampoco parecían intentarlo más: todas las ideas utópicas se habían ido, ahora se redujeron a una serie interminables maniobras políticas solo para poder quedarse en el poder. Nahda comenzó con falsas promesas y terminaron con falsas promesas, realizadas en mayo después de la visita de Ghannouchi a Catar (un viaje que era ilegal: los funcionarios tunecinos no pueden realizar visitas oficiales a países extranjeros sin la autorización del presidente de la República). Curiosamente, el dinero que Nahda necesitaba para resolver las crisis nunca se materializó por parte de los cataríes, ya que tal vez estos pudieron ver que el poder de su protegido en Túnez se estaba desvaneciendo.

Pase lo que pase en Túnez en el futuro cercano, una cosa parece ser irreversible: el declive de Ghannouchi. Es inteligente en la táctica, pero pobre en la estrategia. Su partido puede ser proscripto dependiendo de lo que revelen los juicios por terrorismo y lavado de dinero. Podría salvarse si la paz social se vuelve a privilegiar sobre la verdad y la justicia. Pero esto probablemente se hará sin su fundador y líder histórico. Habiendo trabajado repetidamente para no ser arrinconado, esta vez sí parece un jaque mate.

 

European Eye on Radicalization tiene como objetivo publicar una diversidad de perspectivas y, como tal, no respalda las opiniones expresadas por los contribuidores. Las opiniones expresadas en este artículo representan únicamente al autor.

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