Khadija T. Moalla, PhD, especialista en desarrollo, con veinticinco años de experiencia, diez en puestos de liderazgo en las Naciones Unidas y experta en derecho internacional, centrada en cuestiones de igualdad de género, igualdad de la mujer, Estado de derecho y sociedad civil.
“El liderazgo es mi capacidad para crear un nuevo futuro; para escuchar profundamente, hablar responsablemente y transformar narrativas sociales que desempoderan, ¡a través de -y basados en- valores universales”! Así lo dijo la Dra. Mónica Sharma en el taller de Liderazgo Transformacional Radical en Oslo en marzo de 2019.
Si bien es cierto que hacer la pregunta correcta es la mitad de la respuesta, reflejar los desafíos a través de los lentes adecuados y utilizar las herramientas correctas es aún más importante. La búsqueda de la solución tiene que empezar por pensar estratégicamente, y esto requiere abordar la realidad desde nuevas perspectivas y marcos, y hacerlo con integridad y autenticidad. Debe romperse el monopolio de los llamados expertos en posiciones de liderazgo en la mayoría de las instituciones nacionales y mundiales. El campo tiene que ser manejado por un agente de cambio comprometido.
En el caso de Túnez hoy, este enfoque exige desacreditar las falacias dominantes que se están propagando por parte de la Hermandad Musulmana, y de sus colaboradores y partidarios ocultos en Occidente sobre los acontecimientos recientes en este país. La tarea descansa sobre los hombros de agentes de cambio comprometidos, ya sea que vivan en Túnez o en cualquier otro lugar. En esta última lucha contra la Hermandad, nadie puede darse el lujo de permanecer neutral. Todos vivimos en el mismo mundo y todos nos enfrentamos al mismo enemigo, ya sea que se llame a sí mismo Daesh, Al-Shabab, Boko Haram, Al-Qaeda, los talibanes o la Hermandad Musulmana.
El 25 de julio de 2021, aniversario de la proclamación de la República de Túnez, el presidente Kaïs Saïed suspendió el Parlamento durante treinta días, levantó la inmunidad parlamentaria, destituyó al primer ministro y asumió el poder ejecutivo. Como argumentó, estas medidas están en gran parte justificadas por el artículo 80 de la Constitución, que fue adoptada en 2014, en un momento en que la Hermandad Musulmana estaba a cargo de estas cosas.
El artículo 80 afirma que cuando se produzca “un estado de peligro inminente que amenace la integridad del país y la seguridad e independencia del país, [el presidente] tiene derecho a tomar las medidas necesarias por esta situación excepcional, previa consulta al primer ministro y al presidente del Parlamento». Como el presidente del Parlamento y el primer ministro fueron los principales culpables de crear el peligro inminente, la letra de la ley dio paso a su esencia.
La narrativa dominante defendida por la Hermandad Musulmana y sus partidarios se basa en tres falacias principales:
Falacia 1: El pueblo tunecino vivía en democracia y las acciones del presidente equivalen a un golpe de Estado dirigido por un nuevo autócrata.
La democracia en Túnez era una fachada que beneficiaba solo a los ricos, al liderazgo político islamista y a sus aliados, no al pueblo tunecino. Tuvo un impacto devastador en la gente.
Dos millones de tunecinos viven actualmente por debajo del umbral de la pobreza y un millón de jóvenes están desempleados. Es posible que el país no tenga otra opción que solicitar una reestructuración de su deuda externa, que se había disparado a cerca del 100% de su PIB.
Falacia 2: Lo que sucedió entre el 17 de diciembre de 2010 y el 14 de enero de 2011 fue una revolución y lo que hizo el presidente el 25 de julio de 2021 es una contrarrevolución.
Ni lo que sucedió en el invierno de 2010/11, ni lo que sucedió en el verano de 2021, califican como revolución o contrarrevolución. En 2011 fue un levantamiento, o como yo lo califico: un terremoto, una llamada de atención al liderazgo de Túnez por parte de la gente que dijo: «¡Ya es suficiente!» Lo mismo sucedió el 25 de julio, cuando la gente nuevamente tuvo que salir a la calle a gritar su enfado por la peor década de la historia del país desde la independencia. El presidente no tuvo más remedio que tomar la medida que anunció. Si no lo hubiera hecho, habría perdido toda legitimidad con las personas que le dieron una victoria aplastante en las elecciones presidenciales de 2019 bajo un régimen parlamentario con poder presidencial limitado.
Falacia 3: La Hermandad Musulmana fue la responsable del levantamiento del 2011 y los custodios de la democracia durante esta última década.
El liderazgo de la Hermandad se escondió fuera de Túnez, al igual que la mayoría de los islamistas durante el gobierno de Zine al-Abidine Ben Ali. La mayoría de los miembros de la Hermandad estaban en países occidentales, y solo regresaron a Túnez después de la caída del presidente Ben Ali. Luego, la Hermandad abusó del incipiente proceso democrático para consolidar cada vez más poder, lo que llevó al país a la peor crisis económica y financiera que ha conocido. La juventud de la nación se ha desperdiciado trabajando por salarios mínimos en el empleo público, mientras la Hermandad canalizaba fondos estatales hacia sus militantes.
Conclusión
Para terminar, permítanme citar a Rakia Moalla, quien resumió maravillosamente lo que se debe hacer:
“La comunidad internacional perjudicaría al pueblo tunecino y a sí misma al defender la nueva Constitución y las instituciones que emanan de ella. Solo cambiando esta Constitución y la ley electoral tendremos la oportunidad de volver a encaminar el progreso de Túnez hacia la democracia y por el buen camino. La experiencia de los últimos diez años con los teócratas de Ennahda no se le olvidará al pueblo tunecino. Se puede confiar en que sabrán cómo detener a cualquier aspirante a autócrata en su camino».
European Eye on Radicalization tiene como objetivo publicar una diversidad de perspectivas y, como tal, no respalda las opiniones expresadas por los contribuidores. Las opiniones expresadas en este artículo representan únicamente al autor.