Sobre el autor:
Oved Lobel es analista de políticas en el Australia/Israel & Jewish Affairs Council (AIJAC, por sus siglas en inglés), donde se centra en la interacción geoestratégica de Irán, Rusia, Israel y Turquía en el Medio Oriente. Su análisis ha sido publicado en periódicos y revistas, tales como Jerusalem Post, Haaretz, The Australian, CapX y para el Australian Strategic Policy Institute (ASPI), así como en la revista mensual del AIJAC y en The Australia/Israel Review.
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En una entrevista telefónica de 2007 con el periódico Al-Watan al-Araby, a Yahya al-Houthi, uno de varios hijos de los cuatro matrimonios de Badr al-Din al-Houthi, se le hizo la siguiente pregunta: “¿Cuál es su relación con Irán? y ¿es Ali Khamenei su guía supremo?», a lo que Yahya respondió:
“Me sentiría honrado y espero que haya una conexión con Irán, pero hay muchos que temen a los iraníes. Y, lamentablemente, no hay conexión entre ellos y nosotros. Les digo que de hecho espero una conexión como esa; sin embargo, no hay conexión en términos de madhab [escuela de pensamiento dentro de la jurisprudencia islámica] y, además, resistiremos cualquier interferencia en nuestro país y purificaremos nuestro país de los salafistas.”
Pero Yahya al-Houthi estaba mintiendo, y es una mentira que ha distorsionado el análisis sobre la relación de Irán con los hutíes y el conflicto actual en Yemen.
La creencia convencional universal, incluso entre los analistas más extremos dispuestos a culpar a Irán por la actividad de las milicias en otros lugares, es que los hutíes no son agentes (proxies) de Irán, sino simplemente un «aliado estratégico», más parecido a la relación de Irán con Hamas que con Hezbollah. La frase más común que abarca el espectro del análisis es que el chiismo de la secta zaidí en Yemen, es decir, la secta de la que provienen los hutíes, es tan divergente del chiismo duodecimano -más comúnmente practicado en Irán y en otros lugares- que una relación de representación basada en la obediencia absoluta a la autoridad divina supranacional del Líder Supremo de Irán es imposible. Para agravar este rechazo de una relación entre Irán y los hutíes, está el rechazo de cualquier afirmación del Gobierno de Yemen sobre la intromisión de Irán desde que comenzó la guerra con los hutíes en 2004, enmarcándola como una estratagema cínica para obtener ayuda estadounidense y saudita. Finalmente, una obsesión por las dinámicas locales y las demandas, tanto tribales como políticas, han hecho que para los analistas los “árboles yemeníes” tapen el “bosque iraní”.
La verdad es que todo el corpus analítico sobre la relación Hutíes-Irán, y la historia general del movimiento, se basa en información tan fragmentada y sin corroborar que permite precisamente la conclusión opuesta a la que se da convencionalmente, particularmente a la luz de la historia de Irán y el comportamiento actual que configura a sus proxies en toda la región. Los hutíes, en esta concepción, no son los zaidíes, sino que de hecho son un núcleo neo-duodecimano forjado del movimiento de Renacimiento Zaidí, cultivado desde 1979, y que actúa enteramente bajo el mando y control de Irán.
Si bien no se puede probar definitivamente nada, si conocemos la cronología de los eventos, junto con lo que puede ser juzgado en retrospectiva como afirmaciones sustantivas del antiguo Gobierno de Yemen sobre la participación iraní, esta apunta a la necesidad de reformular toda la narrativa. En lugar de que Irán reaccione a los eventos en Yemen y forme lentamente una alianza con los hutíes después de 2009 en respuesta a la participación abierta de Arabia Saudita, hay evidencia más que suficiente -y lagunas en la evidencia- para determinar que Irán ha controlado el conflicto desde principios del 2000, participando precisamente en los mismos patrones de apropiación de las reivindicaciones locales, creando representantes y orquestando cismas como se ha visto en Líbano, Siria, Irak, Afganistán y otros lugares.
La revolución de Irán de 1979 inspiró a todo el mundo islámico, independientemente de la secta; la relación con los hutíes va más allá de la inspiración. Lejos de ser el espectáculo táctico iraní para socavar a Arabia Saudita en reacción a la intervención saudita a menudo descrita por los analistas, la relación iraní con los hutíes es de hecho la primera oportunidad de Irán desde la revolución de 1979 para imponer una réplica exacta de su propia teocracia, algo que, en última instancia, no se logró en Irak ni en Líbano, y por lo tanto, el frente de batalla más importante contra los intentos de Irán de exportar su revolución hoy en día.