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inicio Artículos Artículos de opinión

¿Se está moviendo Túnez hacia una nueva dirección?

27 julio 2021
in Artículos de opinión, editoriales de EER
Is Tunisia Moving in a New Direction?
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European Eye on Radicalization

Túnez, como única historia de éxito de la «primavera árabe», ha estado en una situación frágil durante mucho tiempo y ahora ha entrado en una nueva fase. Se han producido protestas multitudinarias desde -al menos- enero por la mala gestión económica y la corrupción del Gobierno islamista encabezado por el primer ministro Hicham Mechichi, del Partido Ennahda. Después de meses y meses de que Ennahda solo responda con brutalidad ante la escalada de disturbios, el pasado domingo 25 de julio, el presidente Kais Saied, que comparte poderes ejecutivos con el primer ministro y el Parlamento, intervino para destituir a Mechichi y suspender el Parlamento durante treinta días mientras se emprende la transición hacia un nuevo primer ministro. La destitución del primer ministro islamista le da a Túnez la oportunidad de restablecer su curso democrático, pero hay grandes peligros por delante mientras Ennahda y sus aliados intentan frustrar el cambio.

La ira popular contra Ennahda ha sido generalizada y sentida en Túnez, siendo las bases y oficinas del partido en todo el país blanco de protestas. Ennahda y su líder, Rashid Ghannouchi, quien también es el presidente del Parlamento, han tratado de cambiar su marca a «demócratas musulmanes», en lugar de islamistas, y algunos analistas han estado de acuerdo con esto. En realidad, Ghannouchi se originó con la Hermandad Musulmana y nunca abandonó ese entorno. Los efectos en Túnez después de que Ghannouchi y su partido llegaron al poder en 2011, como la propagación del radicalismo y el creciente autoritarismo, han sido exactamente lo que se esperaba de un partido derivado de la Hermandad.

El académico de WINEP, Aaron Zelin, ha escrito sobre la creación y evolución de Ennahda en su reciente libro, Tus hijos están a tu servicio: los misioneros de la Yihad en Túnez, que ha sido revisado en EER. Ghannouchi tuvo contacto con la Hermandad Siria y Tablighi Jamaat, y trajo estas ideas de vuelta a Túnez, donde comenzó a propagarlas a fines de la década de 1960. Durante los diez años siguientes, el movimiento de Ghannouchi continuó principalmente a través del proselitismo (da’wa).

Lo que cambió los cálculos de Ghannouchi, como explica Mohamed Elhachmi Hamdi en La politización del islam: un caso de estudio de Túnez, fue la Revolución Islámica en Irán. Una cuestión, que marcó tendencia en mucho de lo sucedido desde entonces, fue que en el verano de 1978 los estudiantes marxistas de las universidades tunecinas empezaron a encontrar una causa común con los islamistas, a quienes antes habían mirado con cierta sospecha. Después de que el Shah abandonó su país en enero de 1979, y el ayatolá Ruhollah Khomeini regresó triunfante, reemplazando al Gobierno prooccidental más poderoso de la región por una república islámica, se generó un enorme impulso a los movimientos islamistas de todas las sectas, dándoles la confianza de que su sueño utópico era posible.

«El ejemplo de Irán», dijo Ghannouchi, «nos muestra que ha llegado el despertar». Esta fue la opinión del actual líder de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, descrito por un académico iraní y exfuncionario de inteligencia como «el modelo yihadista sunita favorito de Irán». La relación entre Irán y la Hermandad es algo que EER ha analizado anteriormente.

El Gobierno tunecino había expulsado virtualmente al movimiento islamista a finales de la década de 1980, como narra Zelin, pero a lo largo de la década de 1990 el islamismo tunecino logró importantes avances, tanto entre este movimiento exiliado que se solidificó en algo mucho más capaz y radical después de trabajar en Bosnia junto a Al-Qaeda e Irán, y a nivel doméstico, donde comenzó a surgir una tendencia salafista que organizaría brevemente una insurgencia en el país en 2006-07.

Después de la revolución de 2011 en Túnez, Ghannouchi pudo regresar victorioso, al igual que Khomeini, después de pasar veintidós años en el exilio en Londres. Por razones que no están del todo claras, incluso en ese momento se hacía referencia a Ennahda como un movimiento «islamista progresista», pero Ghannouchi había lanzado amenazas de muerte desde Londres contra opositores políticos, como al académico secular Mongia Souahi.

Una vez en el poder en Túnez, Ennahda tomó dos decisiones que tuvieron un efecto significativo: la primera, lo que Zelin llama su «pecado original», fue liberar, bajo una considerable presión popular, a un peligroso número de yihadistas como parte de la liberación de “prisioneros políticos”, y en segundo lugar, intentaba evitar el enfrentamiento con Al-Qaeda, representada por su frente local Ansar al-Shariah Tunisia (AST). En realidad, Ennahda admiraba bastante el programa de AST y simplemente disentía de sus tácticas; el objetivo era trabajar en paralelo.

Para cuando Ennahda tomó medidas enérgicas contra la AST, calificándola de organización terrorista en agosto de 2013, el daño ya estaba hecho. De hecho, el detonante de la represión fue el asesinato de dos políticos de izquierda, Chokri Belaid y Mohamed Brahmi, que el Estado Islámico (EI) reivindicó y por el que muchos tunecinos liberales y seculares responsabilizan a Ennahda.

AST tuvo el espacio, bajo Ennahda, para reclutar y difundir su mensaje, y lo aprovechó al máximo. Fueron pioneras las formas de mensajería online que luego serían adoptadas por el Estado Islámico. No por casualidad, Túnez se convirtió probablemente en el mayor contribuyente de yihadistas al EI, principalmente debido a la propagación de la ideología yihadista permitida por Ennahda y el espacio dado a Al-Qaeda para establecer redes logísticas de combatientes extranjeros, que luego desertaron y se fueron al EI.

Frente a la oposición masiva debido a la propagación del extremismo en un país con una gran cantidad de población secular, Ennahda, habiendo renunciado formalmente al islamismo, intentó -a principios de 2015- renunciar formalmente al poder, manteniendo una influencia preponderante en un escenario de “frente popular”. La corriente antiislamista en Túnez se vio reforzada por una serie de ataques del EI en el país, en particular en el Museo Nacional del Bardo en marzo de 2015 y cerca de la ciudad de Susa en junio de 2015. Hubieron otros ataques anteriores que indignaron a los tunecinos, pero estos dos ataques en particular también afectaron directamente a la industria turística (la mayoría de los muertos en Susa eran británicos) de la cual dependen muchos tunecinos para su sustento.

El intento de Ennahda de mezclarse con el trasfondo de un Gobierno de “coalición” amplio funcionó durante un tiempo, pero con la continuidad de los ataques terroristas, a pesar de una campaña clara de represión en los últimos años, y la falta de progreso económico, incluso en un tema tan amplio y básico como es la corrupción, los tunecinos han exigido una vez más la rendición de cuentas por parte de sus gobernantes y, cuando se los examinó, se dieron cuenta de que todavía es Ennahda quien tiene el poder.

Los defensores de Ennahda señalan a la pandemia y la cuarentena como la causa de la miseria para tratar de exonerar al partido, lo cual es insostenible en el tiempo. El desastre económico que Ennahda ha presidido estaba en el punto de ebullición a finales de 2018, incluso algunos islamistas se quejaron del desastroso estado del sistema de salud, la falta de justicia y de los yihadistas “contrabandeando armas y divisas”. Esto no es para exagerar las virtudes de los otros partidos en Túnez (ya que hay bastantes deficiencias), y el marco legal-constitucional en sí crea problemas, pero el hecho es que Ennahda ha tenido una influencia dominante sobre el Estado y sus instituciones.

La principal línea divisoria geopolítica en Medio Oriente en la actualidad es entre los sectores proislamistas y antiislamistas. Túnez, que se dirigía en una dirección, se encuentra ahora en un posible punto de inflexión.

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