Abdullah F. Alrebh, catedrático de sociología en Grand Valley State University de Michigan
El reclutamiento de ciudadanos hacia grupos extremistas y terroristas cuenta con una amplia cantidad de características comunes como el aislamiento respecto de la familia, amistades y cualquier otra persona que no comparta el sistema de creencias de los reclutadores, la redefinición de la identidad alrededor de la doctrina extremista y también la promoción de la desconfianza hacia el “grupo de los de afuera”, entre otras. Este proceso de radicalización -y el proceso de desilusión, el dónde y el cuándo se produce- guardan similitudes metodológicas con unirse a un culto y por lo tanto la literatura en cuestión puede ser útil. El estudio clásico en literatura sobre cultos es “Cuando las profecías fallan” (When Prophecy Fails), publicado en 1956, por Leon Festinger, Henry Riecken y Stanley Schachter. [1]
La profecía fallida
En la década de los años cincuenta, una ama de casa de Michigan, Marian Keech -en realidad su nombre era Dorothy Martin y era oriunda de Chicago- afirmó recibir mensajes a través de “escritura automática” de parte de los “Guardianes de la Tierra”, a saber: alienígenas provenientes del planeta “Clarion”. Según afirmaba ella, los alienígenas advertían sobre la llegada de un diluvio cataclísmico a nivel mundial que era enviado por Dios, cuya salvación llegaría a su vez mediante platillos voladores para los pocos elegidos que escuchasen los mensajes de los alienígenas transmitidos por Keech/Martin y otros pocos mediums humanos.
El grupo de elegidos era conocido como los “Buscadores”, quienes evitaban en su mayor parte la publicidad, brindando pocas entrevistas a extraños, y sólo se permitía el ingreso al grupo a aquellos que eran considerados creyentes. No obstante, el estudio presentado en “Cuando las profecías fallan” fue posible cuando Festinger y algunos de sus sociólogos asociados lograron infiltrarse en el círculo con éxito.
La medianoche entre el 20 y el 21 de diciembre de 1954 fue designada como “la hora”, y sin embargo, pese a la detallada planificación y a la piedad demostrada, el momento llegó y se fue sin diluvio ni platillos voladores de rescate. Tras cerca de cinco horas de esperar en llanto y recriminarse a sí misma, Keech/Martin súbitamente tuvo otro episodio de escritura automática, en el que los alienígenas informaban a los creyentes que el fin del planeta había sido cancelado: los creyentes habían salvado a la Tierra de la destrucción gracias a su santidad vigilante.
Al igual que con la “Gran Decepción” de Miller un siglo antes, los autores de la obra encontraron que la mayoría de los Buscadores “redoblaban” sus creencias ante el fracaso de la profecía. La evidente desacreditación de su doctrina ante la realidad paradójicamente fortalecía el culto.
Marco teórico
Antes de encontrar e infiltrarse en este culto del juicio final, Festinger y sus socios habían desarrollado ideas sobre lo que constituye un culto, sobre la base de casos históricos de grupos con temáticas similares. El marco parte de cinco condiciones (pp. 7-8):
1) Una creencia debe ser sostenida con profunda convicción y debe tener alguna relevancia para la acción, es decir, para lo que el creyente hace o en la forma como éste se comporta;
2) La persona que sostiene la creencia debe haberse comprometido con ella; esto es, por el bien de su creencia, debe haber realizado acciones importantes que son difíciles de deshacer. Por lo general, mientras más importantes sean dichas acciones, y más difícil sea deshacerlas, mayor será el compromiso del individuo con la creencia;
3) La creencia debe ser lo suficientemente específica y suficientemente relacionada con el mundo real, como para que los eventos la refuten inequívocamente;
4) Esa evidencia de discrepancia debe tener lugar y debe ser reconocida por el individuo que sostiene la creencia;
5) El creyente individual debe contar con apoyo social. Es poco probable que un creyente aislado pueda hacer frente al tipo de evidencia sobre discrepancia que ha sido especificada. Sin embargo, si el creyente es miembro de un grupo de personas convencidas que pueden apoyarse entre sí, la creencia puede mantenerse y los creyentes pueden intentar difundirla o persuadir a no creyentes de que su creencia es correcta.
Estas condiciones representan una estrategia para proteger a la creencia contra la “disonancia cognitiva”. Las primeras dos se refieren a la protección personal de la creencia mediante la reafirmación de una profunda convicción y el compromiso individual para preparar al creyente a resistir contra cualquier cambio. Los siguientes dos toman en cuenta las fuertes presiones que podrían llegar a ejercerse sobre el creyente para que abandone su creencia y buscan ayudarle a desechar las presiones en vista de las inequívocas discrepancias. Por último, incluyen un apoyo social para potenciar el mantenimiento del creyente en su creencia con fervor renovado.
Si un sistema de creencia -en este caso la profecía- pareciera haber fracasado, “[dos] puntos del conocimiento se contradicen entre sí para el caso que no lleguen a coincidir” (p. 25). En consecuencia, Festinger y los demás coautores sugieren tres métodos para reducir las disonancias según la representación observable de dichas disonancias (p. 26):
1) La persona podría intentar cambiar una o más de las creencias, opiniones o comportamientos alcanzados por la disonancia;
2) La persona podría intentar adquirir información o creencias nuevas que aumentarían la consonancia existente y de esa manera la disonancia total se vería reducida;
3) La persona podría intentar olvidar o minimizar la importancia de los presupuestos que se encuentran en disonancia.
Caso contrario, los miembros de movimiento necesitarán “cegarse” efectivamente ante el hecho que las predicciones no se han cumplido para reducir (o eliminar) la disonancia (p. 27).
Críticas e implicancias
Un problema inmediato con la obra es la información. Por naturaleza cualitativa, deriva de datos históricos relacionados con el caso de estudio de “la historia de la Sra. Keech”, y datos proporcionados mediante la observación de los participantes, resultando el último de éstos problemático porque el límite entre observación y participación ha demostrado ser difícil de controlar. Y este es el mayor problema.
Durante los sesenta años desde la publicación del libro, un cuerpo considerable de literatura se ha venido construyendo alrededor de éste y la pregunta recurrente que los académicos tienen sobre la validez del estudio se refiere al posible efecto estimulador sobre el grupo que los autores y sus asistentes podrían haber ejercido. Mientras que algunos académicos argumentan que no hay evidencia que Festinger y los demás autores hicieran más que recabar datos, existen otras líneas de crítica argumentando que la investigación estaría dañada por subjetividad y sesgos. [2]
Encuentro que las críticas en cuanto a que la aproximación metodológica sea demasiado estrecha son convincentes, y que la disonancia podría ser reducida por medios distintos a la difusión, una preocupación compartida por un buen número de académicos. [3] De hecho, un crítico llega tan lejos como para afirmar que “¡ningún caso de estudio sobre una profecía fallida, incluyendo el de Festinger, ha proporcionado sustento para la hipótesis de la disonancia cognitiva!” [4]
Una segunda crítica que merece mención, mucho más simple, si bien más difícil de cuantificar, indica que los autores no prestaron suficiente atención a las necesidades psicológicas y a las historias de sus sujetos. Es decir, fallaron en considerar íntegramente la visión que los sujetos tenían del mundo y que habría hecho tan atractivo al culto para empezar, así como también las necesidades que ellos consideraban estaban siendo atendidas a medida que el “reloj se aproximaba” al juicio final.
Quizás el punto de interés más amplio y aplicable del libro sean las consecuencias que la profecía fallida tiene sobre las personas o -en otras palabras- la forma en como las personas lidian con la disonancia cognitiva, aun cuando no se utilice esa frase. ¿Qué hace la gente cuando su filosofía se ve refutada por los hechos? De manera análoga, en la colección clásica de ensayos sobre la Guerra Fría editada por Richard H. Crossman, “El dios que falló” (The God That Failed), seis autores importantes del siglo XX documentaron su adopción del comunismo y su posterior desilusión con esa doctrina. Basta decir que existen otros casos significativos, como el islamismo en tiempos modernos, sea tratándose de los revolucionarios caídos en Irán o los desertores de grupos como Al-Qaeda. Si de estudiar este fenómeno se trata, “Cuando las profecías fallan” se plantea como un excelente punto de partida.
Referencias
[1] Festinger, L., Riecken, H. W., & Schachter, S. (2011). When Prophecy Fails. Blackaburg, VA: Wilder Publication.
[2] Dein, S. (2001). “What Really Happens When Prophecy Fails: The Case of Lubavitch”, Journal of Sociology of Religion, Vol (62), N.3, pp.383-401.
[3] Ver, por ejemplo, Stone, J. R. (2000). Expecting Amageddon: Essential readings in failed prophecy. New York: Routledge. También: Dawson, L. (1999). “When prophecy fails and faith persists: A theoretical overview”, Nova Religio Vol (3), pp. 60-82.
[4] Bader, C. (1999). “When Prophecy Passes Unnoticed: New Perspectives on Failed Prophecy”, Journal for the Scientific Study of Religion, Vol. 38, No. 1, pp. 119-131.