Ammar Ali Hasan
El levantamiento de la confidencialidad de documentos oficiales que datan del tiempo del Imperio Británico -que en algún momento llegó a cubrir tierras desde Nigeria hasta la India- ha arrojado una luz importante sobre la naturaleza de las relaciones entre Londres y grupos radicales islamistas a través del mundo musulmán.
El autor y periodista británico Mark Curtis examinó estos documentos del servicio de inteligencia y de la Oficina de Relaciones Exteriores en el libró que publicó en 2010, titulado Secret Affairs: Britain’s Collusion with Radical Islam (“Relaciones secretas: La colusión del Reino Unido con el islam radical”). Curtis, investigador asociado del Royal Institute of International Affairs (Chatham House), director de Global Justice Now y jefe de defensa y políticas globales de Christian Aid, ha declarado que la principal motivación para su libro nació del miedo que sufrió tras los atentados en Londres del 7 de julio de 2005, que cobraron la vida de 52 personas e hirieron a más de 700.
La oportunidad para el lanzamiento del libro era igualmente importante. Fue publicado apenas unas semanas después que Mohamed Mursi, el candidato de la Hermandad Musulmana, fuese elegido para asumir el poder en Egipto en 2012.
A través de un análisis exhaustivo de estos documentos oficiales -en secreto durante 50 años- Curtis logra trazar de manera integral el papel del Reino Unido en la promoción y creación de grupos políticos islámicos en el mundo musulmán. Esto se hizo mediante el contacto directo con los líderes, la suscripción de acuerdos secretos con ellos y el intercambio de información con sus agencias de inteligencia.
Esta relación continuó en menor grado con el ascenso de los Estados Unidos al frente del orden mundial luego de la Segunda Guerra Mundial y el declive de la influencia británica. No obstante, el Reino Unido trabajó astutamente al servicio de la nueva superpotencia para mantener sus propios intereses. Al hacerlo, el Reino Unido entregó muchos archivos políticos a Washington, incluyendo archivos sobre grupos radicales islamistas.
El libro de Curtis revela las conexiones del Reino Unido con países, grupos e individuos en África, Asia y los Balcanes, que reforzaron la influencia del islam político. Esto incluyó conspirar con fuerzas radicales islamistas en el califato de Sokoto en Nigeria a principios del siglo XX, así como también luchar contra los resabios comunistas e izquierdistas en la desintegrada Yugoslavia. También se involucró en someter a los últimos remanentes del Imperio Otomano, al igual que supervisó la secesión de Pakistán respecto a la India. También trabajó para erradicar el sentimiento nacionalista árabe, que alcanzó su pico durante el Gobierno de Gamal Abdel Nasser en Egipto. En Irán, trabajó para derrocar a su primer ministro -Mohammad Mosaddegh- que promovía la nacionalización de los recursos iraníes, lo que amenazaba los intereses económicos británicos en dicho país. Para conseguir estos objetivos, el Reino Unido apoyó y cooperó con grupos extremistas tanto chiitas como sunitas en Irán e Irak, mantuvo sus intereses comerciales en el Sudeste Asiático e India, e incrementó su apoyo a Israel. Todo esto se hizo siguiendo el principio político favorito del Reino Unido: Divide et impera.
Los vínculos del Reino Unido con la Hermandad Musulmana de Egipto
En Egipto, el Reino Unido brindó 500 libras esterlinas al fundador de la Hermandad Musulmana -Hassan al-Banna- poco después de la fundación del grupo en 1928 junto con otros seis miembros de la Compañía del Canal de Suez, que era por entonces una empresa británica. Para 1941, la Hermandad Musulmana se había vuelto tan poderosa que el Reino Unido comenzó a ofrecerle ayuda financiera a cambio de que no atacara a sus intereses.
Ese mismo año, autoridades de la embajada británica en El Cairo se reunieron con el primer ministro egipcio Amin Osman, y acordaron que el Gobierno egipcio proporcionaría apoyo financiero a la Hermandad Musulmana en secreto, pero informantes del Gobierno serían colocados entre las filas del grupo para monitorear sus actividades. Se encargó a los informantes monitorear posibles nexos del grupo con la Alemania nazi luego que el ala de la Hermandad Musulmana en Palestina estableciera contactos con Adolf Hitler. Como resultado de dicho acuerdo, la Hermandad Musulmana limitó sus actividades desestabilizadoras dentro de Egipto. De hecho, según el libro de Tarek al-Beshri sobre el movimiento nacional de Egipto entre 1945 y 1952, los estudiantes de la Hermandad Musulmana se enfrentaron a manifestaciones antibritánicas organizadas por el Partido Wafd. Al-Beshri destaca que durante este tiempo, los miembros de la Hermandad Musulmana en prisión recibían mejor trato que el que tenían, por ejemplo, los comunistas, los simpatizantes del Partido Juvenil Egipcio o los wafdis.
Curtis sugiere que es posible que haya sido uno de los seguidores de al-Banna dentro de la “estructura clandestina” -un subgrupo de la Hermandad Musulmana- quien lo asesinara.
Posteriormente aborda la cooperación entre el Reino Unido y el sucesor de al-Banna, Hassan al-Hudaybi. En diciembre de 1951, autoridades británicas sostuvieron varias reuniones con uno de sus consejeros y los documentos muestran que la Hermandad Musulmana -pese a atacar públicamente a la “ocupación británica”- deseaba continuar con su cooperación clandestina con el Reino Unido. A principios de 1953, autoridades británicas celebraron un encuentro cara a cara con al-Hudaybi para entender la posición del grupo respecto a las relaciones de Londres con el nuevo Gobierno egipcio luego que se estableciera el Movimiento de Oficiales Libres en julio de 1952, con el consiguiente retiro de tropas británicas de Egipto. Los documentos indican que el Reino Unido deseaba confiar en la Hermandad Musulmana como una fuerza influyente que inclinaría las negociaciones a su favor. Durante este tiempo, Abdel Nasser atacó duramente a la Hermandad Musulmana, acusándole de conducir negociaciones secretas con el Reino Unido, “a espaldas de la revolución”. También acusó al grupo de aceptar ciertas condiciones -a cambio del retiro de tropas británicas- que debilitarían el control del Gobierno egipcio. Abdel Nasser acusó igualmente al Gobierno británico de conspirar con la Hermandad Musulmana.
El documento cita un memorándum manuscrito detallando la reunión sostenida entre autoridades británicas y la Hermandad Musulmana el 7 de febrero de 1953, en la que una persona llamada “Abu Rafiq” relató al asesor de la embajada británica para Oriente -Trevor Evans- que “si Egipto buscase un amigo por todo el mundo, sólo lo encontraría en el Reino Unido”. De ello, la embajada británica concluyó que existiría un ala de la Hermandad Musulmana dispuesta a cooperar con Londres. El memorándum declaraba: “la voluntad para cooperar probablemente nazca de la creciente influencia de la clase media sobre la Hermandad, comparada con el liderazgo predominantemente popular del movimiento en los días de Hassan al-Banna».
Debilitando al nacionalismo árabe
Fue entonces que comenzó una nueva etapa para la cooperación entre el Reino Unido y la Hermandad Musulmana: menoscabar el nacionalismo árabe. Como resultado, los regímenes conservadores árabes empezaron a surgir, los cuales -bajo el auspicio de Londres y Washington- conferían pasaportes diplomáticos a los líderes del grupo, los financiaban y proporcionaban refugio luego que Abdel Nasser los expulsara de Egipto, tras el fallido intento de asesinato en su contra en marzo de 1954.
En un memorándum, Evans escribió que el Reino Unido continuaría cooperando con la Hermandad Musulmana con el objeto de alcanzar “el principal objetivo del Reino Unido: la desaparición del régimen de Nasser.” La cooperación no se limitaba a la Hermandad Musulmana en Egipto, sino que se extendía a sus ramas en el Levante e Irak, con el propósito de menoscabar los movimientos nacionalistas.
Posteriormente, Curtis sigue el rastro de la alianza entre el Reino Unido, los EE.UU. y la Hermandad Musulmana a través de su organización internacional liderada por Saeed Ramadan. Los países habían acogido la decisión tomada por el presidente egipcio Anwar Sadat en cuanto a utilizar a la Hermandad Musulmana, estableciendo al “grupo islámico” en las universidades para contrarrestar a los movimientos de izquierda y a los seguidores de Nasser, con el fin último de eliminar completamente a los movimientos nacionalistas.
Modelo implementado en otros países
Este modelo fue implementado en Afganistán, donde las organizaciones islámicas radicales se habían desplegado para debilitar el control de la Unión Soviética en el país. La Hermandad Musulmana jugó un papel importante en Afganistán a través de agencias de ayuda. Osama bin Laden estableció una oficina en Londres bajo el nombre de Comité de Asesoría y Reforma, que reclutaba pasantes, compraba equipamiento, prestaba servicios y recibía informes enviados por organizaciones yihadistas desde todo el mundo musulmán.
El libro revela los hilos conductores de la cooperación entre las inteligencias británicas y estadounidense durante este periodo. El establecimiento de los talibanes en Afganistán llevó a la creación del Frente Global Islámico para la Lucha contra los Judíos y Cruzados en 1998 -más conocido como al-Qaeda– y también al establecimiento y revitalización de organizaciones extremistas en el Sudeste Asiático apoyadas por Pakistán.
El Reino Unido jugó un papel importante en el establecimiento del Grupo Islámico -fundado en la India bajo control británico en 1941- que se convertiría en un importante protagonista político en Pakistán tras su separación de India. El Reino Unido también cooperó en secreto con el movimiento Dar al-Islam en Indonesia, con fuerzas extremistas chiitas en Irán, con chiitas ismailíes en Irak, y alentó grupos guerrilleros en Azerbaiyán, Bosnia, Kosovo y Libia.
Curtis retorna entonces a la apuesta británica por la Hermandad Musulmana durante el Gobierno de Hosni Mubarak en Egipto. Por ese entonces, el embajador británico en El Cairo escribió un memorándum en junio de 2005, señalando que conversaciones con la Hermandad Musulmana podrían ser útiles para obtener información y que el grupo podría ser utilizado para ejercer presión sobre Mubarak para ejecutar reformas políticas. No obstante, el memorándum advertía que si bien presionar a Mubarak para legitimar al grupo podría dañar las relaciones con Londres, “si la Hermandad es reprimida agresivamente, se requerirá una respuesta de nuestra parte”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores británico aprobó esta política. Creía que atender a organizaciones islamistas radicales proporcionaría al Reino Unido una ventaja regional e internacional para avanzar hacia sus intereses. En opinión de Curtis, Londres veía en la Hermandad Musulmana “un baluarte confiable para cualquier cambio nacional popular en Egipto y en la región”.
Curtis brinda un vistazo general de todos los Gobiernos británicos sucesivos -sean laboristas o conservadores- y su cooperación con grupos islamistas extremistas en países que alguna vez fueron de ocupación británica. Destaca que muchos radicales habían gozado de refugio en Londres, disfrazado de asilo político. Bajo este contexto, Curtis señala:
«El Gobierno británico no solo toleró, sino que incluso alentó el desarrollo de Londonistán -la capital actuando como base y centro para la organización de grupos yihadistas- aun cuando esto constituiría una luz verde de facto para terroristas en el extranjero. Sugiero que por lo menos algunos elementos dentro del Gobierno británico podrían haber permitido a algunos grupos islamistas operar desde Londres no sólo porque proporcionaron información a los servicios de seguridad, sino porque además fueron considerados útiles para las políticas exteriores británicas, principalmente en lo que respecta a mantener a Oriente Medio políticamente dividido, una meta de los planificadores imperiales y de la posguerra, y como instrumentos para influir sobre las políticas de Gobiernos extranjeros.”
Londres convertida en sede para los radicales
Conforme esta política, Londres fue uno de los principales centros del mundo para radicales islamistas durante la década de los noventa, sirviendo como base para grupos como el Grupo Islámico Armado Argelino, el Grupo Islámico Combatiente Libio, el Grupo Yihad Egipcio y la propia al-Qaeda, a través de sus oficinas del Comité de Asesoría y Reforma. Al-Qaeda consideraba a Londres su centro de operaciones en Europa y millones de libras esterlinas fueron recolectadas para el reclutamiento y financiamiento de terroristas de Afganistán y Yemen.
La cooperación británica con grupos islamistas radicales ha contribuido a alcanzar tres objetivos importantes para Londres:
- Ejercer influencia y control sobre los recursos energéticos;
- Mantener la posición del Reino Unido en un sistema financiero internacional favorable a Occidente. A este respecto, el Reino Unido colaboró con los EE.UU., que en palabras del autor “sigue una historia similar a la de la colusión con el islam radical”, y dada la disminución del poder británico, acabó convirtiéndose en un socio menor, o el brazo operativo de facto del Gobierno estadounidense, e incluso “haciendo el trabajo sucio que Washington no podía o no quería realizar”;
- Para ahuyentar la maldad de estos grupos, tal como lo explica Crispin Black, exanalista de inteligencia británico de la Oficina del Gabinete, existía un pacto entre los extremistas en el Reino Unido y los servicios de seguridad, como un hábito británico de larga data de brindar refugio y bienestar a extremistas islamistas a cambio de no lanzar ningún ataque contra el Reino Unido ni contra sus intereses en el exterior.
Un oficial de la Special Branch afirmó que “existía un trato con estos tipos. Les decíamos que si no nos ocasionaban problemas, no les molestaríamos”.
Si bien Curtis cree que las políticas británicas alimentaron el terrorismo contemporáneo, no llega tan lejos como para sugerir que el Reino Unido haya creado al islam radical o a los grupos yihadistas violentos. Sugerir que el Reino Unido haya creado tales grupos sobrevalora la influencia de Occidente en regiones como Oriente Medio y Sudeste Asiático, ignorando factores domésticos e ideológicos que contribuyeron al origen de estas organizaciones. Curtis escribe:
“Los Gobiernos británicos, tanto laboristas como conservadores, en su búsqueda del denominado ‘interés nacional’ en el extranjero, estuvieron en connivencia durante décadas con fuerzas islámicas radicales, incluyendo organizaciones terroristas. Conspiraron con ellos, trabajaron junto a ellos y en ocasiones hasta los entrenaron y financiaron, para promover sus objetivos específicos de política exterior […] Con algunas de estas fuerzas islámicas radicales, el Reino Unido ha estado en alianza estratégica permanente para asegurar objetivos de política exterior fundamentales y de largo plazo; con otros, tiene un matrimonio de conveniencia temporal para lograr resultados específicos a corto plazo.”
Según Curtis, el Reino Unido se benefició de la cooperación con estos grupos de cinco formas específicas:
- La cooperación sirvió como contrapeso global ante las ideologías nacionalistas árabes de izquierda y el comunismo soviético;
- Se sumó a una fuerza conservadora considerable dentro de sus propios países para contrarrestar a los movimientos de izquierda;
- Proporcionó apoyo a los regímenes favorables a Occidente;
- Colocó a su disposición una violenta fuerza de choque que podía ser utilizada para desestabilizar o derrocar Gobiernos que se tornasen hostiles hacia Occidente;
- Ofreció una potencial fuerza militar para librar una guerra si fuese necesario, o utilizarla como herramienta política para presionar a los Gobiernos por un cambio.
Estos beneficios son aprovechados aún hoy en día, si bien más por los EE.UU. que por el Reino Unido.
– Esta es una reseña del libro de Mark Curtis “Relaciones secretas: La colusión del Reino Unido con el islam radical” (Secret Affairs: Britain’s Collusion with Radical Islam)