Kyle Orton, analista de Siria y terrorismo
Informes fidedignos de los últimos días indican que el líder de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, está muerto, y hay informes aún más claros de que dos de sus más altos oficiales han sido asesinados. Sin embargo, la propia red terrorista, sobrevivirá. Al-Qaeda, en los últimos diez años, ha sobrevivido al asesinato de su carismático fundador Osama bin Laden, a la agitación de la «primavera árabe» y al surgimiento del Estado Islámico (EI), todos ellos desafíos mayores que cualquier periodo turbulento que podría presenciar el proceso de sucesión.
Las bajas recientes
El Dr. Al-Zawahiri fue reportado muerto el viernes por Hassan Hassan, director del Centro de Política Global y coautor de ISIS: Inside the Army of Terror. “La noticia que está circulando en círculos [yihadistas] cercanos”, dijo Hassan, es que Al-Zawahiri había muerto a mediados de octubre de 2020 por causas naturales. No está claro si se refiere al coronavirus. Tampoco está claro en la actualidad si Al-Zawahiri estaba en Afganistán, Pakistán o Irán.
La demora en una declaración oficial de Al-Qaeda sobre la muerte de Al-Zawahiri no tendría precedentes. Después de que Bin Laden fuera asesinado el 2 de mayo de 2011, Al-Zawahiri fue nombrado líder seis semanas después, el 16 de junio. En la actualidad, estamos a unas cuatro semanas desde la supuesta muerte de Al-Zawahiri.
Una posible razón del retraso es que el plan de sucesión original se descarriló cuando Husam Abd al-Ra’uf (Abu Muhsin al-Masri) fue asesinado en la aldea de Kunsaf, en la provincia afgana de Ghazni, posiblemente pocos días después de que Al-Zawahiri parece haber muerto. El Gobierno afgano anunció que había matado a Abd al-Ra’uf el 25 de octubre, y en ese momento se dijo que la redada había tenido lugar «la semana pasada», es decir, entre el 12 y el 18 de octubre. Abd al-Ra’uf ha estado en la lista de los más buscados por el FBI durante muchos años.
La muerte de Abd al-Ra’uf tiene un significado adicional: fue descubierto integrado con los talibanes, una demostración práctica del hecho de que el grupo, a pesar del lenguaje sugerente del acuerdo de retirada que firmó con los estadounidenses en febrero, no romperá sus vínculos con Al-Qaeda. La respuesta silenciosa de Estados Unidos a la muerte de Abd al-Ra’uf es un marcado contraste con la reacción del presidente Donald Trump ante otros éxitos de la lucha contra el terrorismo: «Murió como un perro», declaró Trump en un discurso después que el califa del EI fuera eliminado, y la discreta reacción estadounidense es ilustrativa: Estados Unidos no se retractará de su calendario de retirada en Afganistán simplemente porque los talibanes estén violando elementos fundamentales del mismo.
Simultáneamente con las noticias sobre Al-Zawahiri, fuentes que hablaron con Bilal Sarwary, un periodista afgano bien conectado, declararon que Usama Mahmood también podría estar muerto. Mahmood se convirtió en el líder de Al-Qaeda en el subcontinente indio (AQIS), la rama creada en 2014, después de que el ex-Emir de AQIS, Asim Omar, fuera asesinado en Afganistán el 23 de septiembre de 2019 (mientras Abd al-Ra’uf estaba junto con una unidad talibán). Antes de esto, Mahmood había sido el portavoz de AQIS. Las circunstancias y el momento de la supuesta muerte de Mahmood son aún absolutamente confusos.
Más dramáticamente, horas después de la noticia del fallecimiento de Al-Zawahiri, The New York Times informó que Abdullah Ahmed Abdullah (Abu Muhammad al-Masri) había sido asesinado en Irán «por agentes israelíes a instancias de Estados Unidos», basándose en el testimonio de los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos. Abdullah “fue baleado en las calles de Teherán por dos asesinos en una motocicleta el 7 de agosto, el aniversario de los ataques a la embajada [en África Oriental]” en 1998, de los cuales se cree que Abdullah fue el autor intelectual, informó The Times. La hija de Abdullah, Maryam, la viuda de Hamza bin Laden, el único hijo de Osama con su tercera esposa, Khairiah Sabar fue también asesinada en ese mismo hecho. Hamza pasó muchos años en Irán, incluso se casó con Maryam mientras estaba allí, antes de su muerte tras un ataque con drones estadounidenses, que se anunció en 2019.
Associated Press agregó más detalles. La operación fue llevada a cabo por Kidon, una unidad dentro del MOSSAD, y Maryam fue un objetivo premeditado, no un «daño colateral», ya que «Estados Unidos creía que la estaban preparando para un papel de liderazgo en Al-Qaeda y la inteligencia sugirió que estaba involucrada en la planificación operativa”.
Es interesante destacar que el asesinato en Teherán, el 7 de agosto de 2020, se dio a conocer en el mundo poco después de que sucediera, pero el régimen clerical logró cubrirlo con una cortina de humo, diciendo que el hombre asesinado era Habib Dawood, un profesor de historia libanesa, y la mujer era su hija, Maryam. El régimen iraní luego divulgó a través de su sistema de desinformación la idea de que Habib era miembro de Hezbollah, la rama del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC) con sede en el Líbano. Esto todavía dejaba el misterio sobre quién era el responsable, con solo unos pocos identificando el modus operandi en tiempo real como Israel.
Ahora está claro por qué el clero revolucionario que gobierna Irán estaba tan ansioso por alejarse de la verdadera identidad del hombre asesinado en las calles de su capital hace tres meses, y por qué continúan negando que fue Abdullah: la presencia de Abdullah demuestra, una vez más, la larga relación que la República Islámica de Irán tiene con Al-Qaeda.
Irán y Al-Qaeda: El principio
La Comisión del 11 de Septiembre remonta la relación Irán-Qaeda a 1992, cuando el IRGC a través del comandante militar de Hezbollah, Imad Mughniya, comenzó a proporcionar entrenamiento a los yihadistas de Al-Qaeda en el valle de Bekaa en el Líbano. Esta relación se amplió y profundizó durante la guerra en Bosnia (1992-95), cuando el IRGC trabajó codo a codo con Al-Qaeda para apoyar al Gobierno de Sarajevo, algo que el liderazgo iraní admitió a principios de este año.
Al-Qaeda fue desalojado de Sudán a Afganistán en 1996, pero esto no interrumpió las relaciones con Teherán. Todo lo contrario. Al-Qaeda estaba recurriendo a la experiencia iraní para cumplir la declaración de guerra de Bin Laden de febrero de 1998 contra Occidente. En agosto de 1998, Al-Qaeda hizo estallar las embajadas de Estados Unidos en Nairobi y Dar es Salaam, matando a 200 personas, una operación donde se cree que Abdullah estaba detrás. «El apoyo de Irán y Hezbollah fue fundamental para la ejecución de Al-Qaeda en los atentados de las embajadas en 1998″, dictaminó un tribunal federal de Estados Unidos después de examinar las pruebas.
La última parada en el camino hacia el 11 de septiembre fue el ataque de Al-Qaeda contra el U.S.S. Cole en el puerto de Adén en octubre del 2000.
Los ataques del 11 de septiembre dejan algunas preguntas incómodas para el régimen de Irán, dada la facilitación y demás asistencia proporcionada a la mitad de los secuestradores, pero es después de esos ataques cuando las cosas se vuelven más claras. Cuando el régimen talibán-Qaeda colapsó a finales de 2011, gran parte de las bases de Al-Qaeda y sus dos líderes más importantes, Bin Laden y Al-Zawahiri, se fueron con los talibanes a Pakistán. Pero, como explican Adrian Levy y Catherine Scott-Clark en su libro, The Exile: The Flight of Osama bin Laden, una mayoría estratégica del liderazgo de Al-Qaeda se fue a Irán.
Irán y Al-Qaeda: después del 11 de septiembre
En diciembre de 2001, The Exile documenta que, cuando Bin Laden y sus principales lugartenientes fueron acorralados, se puso en contacto con Gulbuddin Hekmatyar, uno de los antiguos comandantes afganos muyahidines que se encontraba en ese momento en Irán y estaba al servicio del comandante de la Fuerza Quds del IRGC, Qassem Sulaymani, el segundo al mando de facto de la República Islámica de Irán. Hekmatyar ayudó a los líderes de Al-Qaeda a trasladarse a Irán e integrarse entre las poblaciones árabes en las zonas fronterizas, mientras que uno de los clérigos de Al-Qaeda, Mahfuz al-Walid (Abu Hafs al-Mauritani), fue a Teherán para negociar un arreglo más formal.
En enero de 2002, funcionarios iraníes informaron a Al-Walid que «la máxima autoridad”, Sulaymani, «había aprobado el refugio seguro de Al-Qaeda«, escriben Levy y Scott-Clark. El trato que Sulaymani hizo con Al-Walid incluyó a gran parte del liderazgo militar de Al-Qaeda, en particular Abdullah, Muhammad Saladin Zaydan (Sayf al Adel) y Abdullah Rajab Abdurrahman (Abu al-Khayr al-Masri), el estratega Mustafa Setmariam Nasar (Abu Musab al-Suri), gran parte del liderazgo religioso de Al-Qaeda, gente como Sulaiman Abu Ghaith y gran parte de la familia Bin Laden.
En Irán, en este momento, también estaba Ahmad al-Khalayleh, el famoso Abu Musab al-Zarqawi, el fundador del EI. En 2002, Zarqawi atravesaba la región para reclutar, establecer las «rutas de escape» que traerían yihadistas a Irak después del derrocamiento del régimen de Saddam Hussein, y para establecer contacto con el vasto aparato clandestino yihadista que ya estaba en Irak. Zarqawi logró todo esto mucho antes de la invasión de marzo del 2003, e Irán lo ayudó (al igual que el régimen de Bashar al-Asad en Siria). “La Fuerza Quds había estado ayudando activamente a los combatientes de Zarqawi a llegar al Irak controlado por los kurdos”, donde ya existía un emirato yihadista, señalan Levy y Scott-Clark. «Zarqawi había estado recorriendo toda la región, utilizando pasaportes iraníes reales y comunicándose con un teléfono satelital suizo y dos teléfonos móviles iraníes proporcionados por la Fuerza Quds». Zarqawi fue «arrestado» brevemente en Irán en vísperas de la invasión de Irak; él y todos sus hombres fueron liberados, “los iraníes gestionaron pasaportes ‘especiales’ para que él y sus combatientes ‘ingresen a Irak sin una visa’ y la Fuerza Quds también le había proporcionado armas, documentos falsos e incluso dinero a Zarqawi «.
A menudo se afirmaría que en los años siguientes, una vez que se admitió que los líderes de Al-Qaeda estaban en Irán, que estaban allí bajo «arresto domiciliario», pero como dejan en claro Levy y Scott-Clark, es una descripción bastante alejada de la realidad.
No hay duda de que los líderes de Al-Qaeda en Irán se vieron limitados hasta cierto punto en términos de sus movimientos, que Irán consideró la presencia de líderes de Al-Qaeda bajo su vigilancia en Teherán como un seguro contra el terrorismo (un cálculo bien hecho ya que los documentos internos de Al-Qaeda muestran los intensos esfuerzos que hizo Bin Laden para asegurar que el EI, entonces una franquicia de Al-Qaeda, no ataque a Irán), y que Al-Qaeda Central (AQC) compitió con Irán hasta cierto punto, pero esto se debió principalmente a los términos en los que el liderazgo de Al-Qaeda permaneció en Irán; no hubo ninguna propuesta seria de ninguna de las partes para que se fueran.
Además, las relaciones personales eran bastante cálidas. Tomemos este fragmento de The Exile:
“El bienestar de la familia de Osama era responsabilidad personal del general Qassem Sulaymani, el comandante de la Fuerza Quds. Los hijos de Osama, que ya se habían reunido con él un par de veces, lo llamaban «Hajji Qassem», dijeron que era «muy dinámico y positivo». Qassem asignó a dos oficiales superiores de la Fuerza Quds al Bloque 300. Su trabajo era proporcionar «a los invitados lo que necesitaran». Llegaron muebles, electrodomésticos de cocina, neveras nuevas y televisores de pantalla grande. El mauritano [es decir Al-Walid] recibió un ‘presupuesto ilimitado’ para amoblar una nueva biblioteca religiosa y cuando llegó el Ramadán en octubre [2007], la shura y los hijos de Osama invitaron a los funcionarios de Qassem a romper su ayuno con ellos. Los iraníes respondieron llevando la shura de Al-Qaeda a una comida de iftar en un restaurante de cinco estrellas. Unos días después, el general Qassem Sulaymani se presentó para celebrar el Eid con los hijos de Osama, sentándose con los herederos del terrorista más famoso del mundo para romper el ayuno».
Y lo más importante, este «arresto domiciliario» no incluyó evitar que Al-Qaeda participara en actos de terrorismo. Por el contrario, Sayf al-Adel, cuyas “discusiones regulares” con Sulaymani e incluso con Al-Walid, el principal interlocutor de los iraníes, no fueron secretas, pudo continuar con su trabajo de terrorismo externo. Los atentados en Riyadh y Casablanca en mayo de 2003 fueron obra de Sayf, por ejemplo. En el período posterior a la muerte de Bin Laden y Sayf reflexionaba sobre la idea de los ataques de venganza, «Sulaymani había dejado claro en más de una ocasión que Irán estaba dispuesto a ayudar si también se beneficiaba», señalan los autores. Había tanta lasitud que Abu al-Khayr había trabajado, sin éxito, en el desarrollo de una «bomba sucia (radioactiva)»
Incluso en Irak, donde Al-Qaeda e Irán supuestamente diferían más directamente, «las líneas de suministro iraníes y el efectivo de Al-Qaeda» habilitaron a Zarqawi, Levy y Scott-Clark señalan, y Sayf pudo ofrecer una guía al fundador del EI. Brian Fishman señala en su libro, The Master Plan, que el manual del EI buscó inspiración para crear una situación caótica en la que pueda surgir un Estado islámico, The Management of Savagery, fue escrito por Muhammad Khalil al-Hakaymah (Abu Bakr Naji) mientras estaba en Irán junto a Sayf, y ambos hombres “tenían vínculos con el Gobierno iraní antes del 11 de septiembre”. La evidencia sobre el terreno en ese momento confirmó esta superposición de intereses: el régimen de Irán prefirió ayudar en la guerra total de Zarqawi contra sus correligionarios chitas en Irak en lugar de ver cómo se afianzaba un orden democrático estable y amistoso con Occidente.
Tampoco esto ha terminado: en Siria, digamos que Irán está supuestamente luchando contra Al-Qaeda y sus ramificaciones, más específicamente Hayat Tahrir al-Sham o HTS (antes Jabhat al-Nusra), pero Irán continúa permitiendo a los miembros de Al-Qaeda supuestamente bajo su «custodia» operar el «canal central» que alimenta las ramas de Al-Qaeda en todo el Medio Oriente y África del Norte. Esto no es poca cosa, ya que, hasta el asesinato de Abdullah, los miembros de Al-Qaeda que estaban en Irán parecían ponerlos fuera del alcance político y aún permanecen a salvo de los drones estadounidenses.
Todo esto se sabe desde hace mucho tiempo, lo que hace que sea bastante extraño que The New York Times diga que el descubrimiento de Abdullah en Teherán fue «sorprendente, dado que Irán y Al-Qaeda son enemigos acérrimos». El Times, por ejemplo, fue uno de los que informaron sobre el acuerdo en 2015 que «liberó» a cinco yihadistas de Al-Qaeda, entre ellos Abdullah, Sayf y Abu al-Khayr. Tres de los liberados, incluido Abu al-Khayr, fueron a Siria; se creía que Abdullah y Sayf también habían ido a Siria, y sigue siendo posible que uno o ambos lo hicieron, brevemente, pero durante la disputa pública entre AQC y Al-Nusra/HTS en 2017 se reveló que Abdullah y Sayf permanecieron en Irán, descritos como «el segundo y tercer sucesores». Suponiendo que sea correcto, y examinando a Al-Qaeda no hay razón para dudarlo, parecería que Sayf, el líder de Al-Qaeda en los términos más estrechos con el IRGC, es el ganador de este juego de sobrevivientes.
Sayf el sucesor
A raíz de la caída de Bin Laden en 2011, la carismática voz estadounidense de Al-Qaeda y posible sucesor Anwar al-Awlaki fue eliminado, al igual que el director general del grupo Jamal al-Misrati (Atiyya). Abdurrahman Salim (Yunis al-Mauritani), destinado a ser el coordinador de las filiales, fue detenido antes de finales de ese año. La estrella yihadista en ascenso Muhammad Hassan al-Qayed (Abu Yahya al-Libi) fue eliminado en 2012 y tres años después, el líder de Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) y el secretario general Nasir al-Wuhayshi (Abu Basir) fueron capturados. Incluso una figura menor como Adam Gadahn (Azzam al-Amriki) fue asesinado en 2015.
Abu al-Khayr, nombrado adjunto de Al-Zawahiri después de dejar Irán en 2015, fue asesinado en el norte de Siria, y el área del «Gran Idlib» se ha convertido en una zona de muerte para las figuras veteranas de Al-Qaeda. El heredero de la línea de sangre, Hamza, aunque es probable que nunca sea el líder, se ha ido, y a principios de este año el jefe más antiguo de una filial, Abd al-Malek Drukdel (Abu Musab Abd al-Wadud), comandante de Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), fue destruido.
Con la eliminación de Abdullah, Al-Zawahiri y Abd al-Ra’uf, Sayf es el último hombre en pie de este cuadro de egipcios, hombres que ahora tienen entre 50 y 60 años, que tienen sus orígenes en la yihad Islámica (EIJ) y la guerra contra el régimen en El Cairo, antes de que tomaran el camino de las represiones en serie y se convirtieran en el núcleo de Al-Qaeda.
En términos de qué esperar de un Al-Qaeda liderado por Sayf, las predicciones son notoriamente difíciles, especialmente sobre el futuro. Hay algunas pruebas del pasado de Sayf que parecen ser los mejores indicadores de su conducta futura. Un elemento notable, ya sea su planificación de operaciones terroristas y su oposición a los ataques del 11 de septiembre o su solicitud de que Khaled Shaykh Muhammad renuncie en 2002: Sayf se basa en la realidad; en un fanatismo pragmático, capaz de discernir cuándo una acción tendrá un costo demasiado alto. Es probable que esta tendencia se vea reforzada por su edad (alrededor de 60 años), aunque este elemento de precaución no debe confundirse con moderación: Sayf era cercano a Zarqawi, incluso lo perfiló, y los dos colaboraron en la planificación de gran parte de la estrategia para el movimiento del EI a principios y mediados de la década del 2000.
Más allá de sus propias inclinaciones, Sayf tomaría el timón de una organización que se ha rehecho radicalmente desde 2011. Independientemente de las dudas que haya sobre la participación de AQAP en el ataque de Charlie Hebdo, el ataque de Pensacola en EE.UU. en diciembre de 2019 muestra que Al-Qaeda conserva la capacidad de ataque en Occidente. Sin embargo, los días de las atrocidades a escala del 11 de septiembre han terminado, y la dinámica dentro de Al-Qaeda actualmente desfavorece incluso los ataques del tipo de Pensacola de forma regular.
Al-Qaeda está mucho más descentralizada en esta etapa, y estos cambios en las necesidades del campo de batalla han venido junto con mutaciones ideológicas que hacen que el foco del yihadismo sea más local. Es en este entorno, en particular en África, con la inestabilidad continua en todo el Magreb y nuevos focos de conflicto en Marruecos y Etiopía, que atraen a potencias en conflicto y sus agendas estratégico-ideológicas en torno al papel de la religión en la vida pública, donde el próximo líder de Al-Qaeda encontrará sus oportunidades.