La caída del califato del Estado Islámico (IS) a fines del 2017 y la reciente muerte de Abu Bakr al-Baghdadi, autoproclamado califa y líder de IS, a manos de las fuerzas especiales estadounidenses, podría brindar la impresión que la guerra contra el terrorismo jihadista está llegando a su fin. Esta percepción podría verse reforzada por el hecho que otro gran grupo terrorista islamista, Al-Qaeda, se ha dado a la fuga desde la invasión y ocupación estadounidenses de Afganistán el 2001 y la posterior muerte de su carismático líder, Osama bin Laden, a cargo de las fuerzas especiales de los EE.UU. en Paquistán el 2011. La realidad no podría estar más lejos de esta falsa impresión, particularmente en lo que se refiere a Asia del Sur y el Sudeste Asiático.