Nota del editor: Este informe presenta una perspectiva más crítica sobre la decisión de Estados Unidos de matar a Qasem Soleimani, ya que es probable que tenga más impactos negativos en el avance de la región, en lugar de ayudar a buscar soluciones. Como siempre, European Eye on Radicalization tiene como objetivo publicar una diversidad de perspectivas y como tal no respalda las opiniones expresadas por los contribuyentes. Las opiniones expresadas en este artículo representan solo al autor.
El 2 de enero, el Pentágono anunció que un ataque de dron de los EE.UU. consiguió la muerte del Gral. de Div. Qasem Soleimani, jefe de la unidad de élite Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica. El asesinato tuvo lugar cuando Soleimani se preparaba para abandonar el Aeropuerto Internacional de Bagdad. El presidente de los EE.UU., Donald Trump, afirmó haber dado la orden para matar el general iraní debido a que éste representaba una amenaza inminente para el personal estadounidense y de sus países aliados en ese país. El secretario de defensa de los EE.UU., Mark Esper, defendió la decisión de la Casa Blanca, y ante el cuestionamiento de los periodistas, explicó que Soleimani estaba planificando ataques contra instalaciones militares estadounidenses y por lo tanto se constituía en un blanco legítimo. Esper añadió que los EE.UU. no deseaba entrar en guerra con Irán. Sin embargo, no cabe duda que el asesinato de una figura tan influyente e importante en Irán, con vínculos directos con el líder supremo Ali Khamenei, tendrá serias repercusiones en la política iraní y en áreas donde llega la influencia de Teherán, como Siria, Yemen, Irak y la franja de Gaza.