El atentado terrorista llevado a cabo por un atacante solitario en un supermercado en Auckland, Nueva Zelanda, revela la continua amenaza que representa el Estado Islámico (EI) en Occidente, a pesar de la derrota territorial de sus fuerzas en Irak y Siria. Cuando tomamos este ataque junto con el ataque en el aeropuerto de Kabul el jueves pasado, llevado a cabo por un miembro del EI, y que dejó 13 militares estadounidenses y al menos 90 afganos muertos.
El ataque de Auckland muestra que el EI tiene la capacidad de llevar a cabo ataques planificados centralmente a gran escala y de magnitud devastadora, mientras que su organizada propaganda online y la preparación realizada por sus miembros continúa inspirando ataques de “lobos solitarios” en Occidente. El ataque de Auckland llevado a cabo por un ciudadano de Sri Lanka dejó siete personas heridas y tres en terapia intensiva.
El terrorista era conocido por las fuerzas de seguridad de Nueva Zelanda desde 2015, cuando comenzó a publicar online material del EI y estuvo bajo una estricta vigilancia, incluso el día del ataque. Había sido una persona de interés para la seguridad nacional desde 2016 y estaba bajo el más alto nivel de vigilancia debido a sus puntos de vista extremistas.
Un juez incluso notó sus actitudes extremas, su estilo de vida aislado, su sentido de legitimidad y propensión a la violencia. En otras palabras, encajaba perfectamente en el perfil de un terrorista “lobo solitario”. La primera ministra de Nueva Zelanda reveló que el Gobierno utilizó todos los poderes de vigilancia legales disponibles para tratar de mantener a la gente a salvo de este individuo, que no tenían los medios legales para mantenerlo bajo custodia.
A pesar de que fue seguido por un equipo táctico y de vigilancia, el atacante ingresó a la tienda, obtuvo un cuchillo y procedió a apuñalar indiscriminadamente durante sesenta y nueve segundos antes de que le dispararan y lo mataran después del ataque, mientras corría por el supermercado con el cuchillo en su mano.
Las circunstancias del ataque demuestran los inmensos desafíos para desbaratar ataques terroristas de este tipo, donde no hay comunicaciones previas que revelen intenciones, ni conspiración que pueda ser detectada e interrumpida. Siete personas han sufrido un trauma que les cambió la vida, en circunstancias que involucraron a un individuo bajo una vigilancia extremadamente estricta.
El alcalde de Auckland, Phil Goff, describió la neutralización del terrorista en la escena como una justicia que llegó con bastante rapidez. Ahora bien, la forma en que se han informado los ataques también es digna de consideración. Ningún medio importante señaló la muerte del terrorista en sus titulares, ni ha habido críticas a las fuerzas del orden por matar al agresor en lugar de usar fuerza no letal.Con razón, la atención se ha centrado en estos atroces crímenes y en el destino de sus víctimas. Ahora, esto muestra el contraste en las actitudes que surgen de los ataques terroristas cometidos que tienen como objetivo a occidentales en comparación con aquellos que tienen como objetivo a civiles israelíes. Los informes de ataques terroristas en Israel donde el agresor muere, con frecuencia evitan el uso del término terrorista, incluso cuando los ataques cumplen inequívocamente con la definición, analizan profundamente las acciones de las fuerzas del orden en la escena y, en general, buscan ubicar a los ataques terroristas en un contexto de un ciclo de conflicto.
Por ejemplo, un titular de The Guardian del 25 de mayo de 2021 declaró que “la policía israelí mató a tiros a un atacante palestino con cuchillo en Jerusalén”. Un titular de la BBC luego de la muerte a puñaladas de dos israelíes anunciaba: “Israelíes muertos en Jerusalén. Palestinos expulsados de la Ciudad Vieja”. Ninguna de esas formulaciones fue útil en el ataque de Auckland, ni vimos desaires periodísticos que transfirieran la responsabilidad del atacante al atacado.
Tras este ataque, la primera ministra de Nueva Zelanda dijo que ningún terrorista, ya sea vivo o muerto, merece que se comparta su nombre por la notoriedad que buscaban. El ataque de un “lobo solitario” nunca puede eliminarse como amenaza. Sin embargo, el seguimiento intensivo de las personas que se adhieren a la ideología islamista, el poder de enjuiciar antes de que se lleve a cabo un ataque, y un liderazgo que condena y margina la adhesión a ideologías violentas sin equivalencias falsas o ambigüedad moral, son herramientas vitales en esta permanente lucha.