El título de este libro plantea uno de los cuestionamientos fundamentales en Estudios sobre Terrorismo. Al igual que con otros aspectos clave en las ciencias sociales, existen muchas respuestas posibles—algunas veces hasta contradictorias—y cada una de ellas está repleta de matices. Diego Muro, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de St Andrews, ha publicado un excelente trabajo académico que intenta arrojar una luz sobre un debate complejo que tiene profundas consecuencias en materia de prevención de y lucha contra la violencia terrorista.
El libro detalla las diferentes perspectivas teóricas sobre la efectividad del terrorismo, que pueden agruparse esquemáticamente en dos grandes grupos: Aquellos que piensan que el terrorismo funciona, y aquellos que opinan que no.
Quienes argumentan que el terrorismo funciona subrayan la simple persistencia del terrorismo a través del tiempo, como la prueba definitiva en sí misma de que se trata de una estrategia útil. Ningún protagonista continuaría recurriendo a una metodología destinada al fracaso, sostiene el argumento. En efecto, los datos sobre actividad terrorista a lo largo del mundo indican que el uso del terrorismo para empujar una causa política ha aumentado en los últimos cincuenta años.
En contraste, el segundo grupo—que tiende a apoyarse en estudios empíricos—argumenta que, si se presta atención a cuántos de estos grupos terroristas han alcanzado su objetivo, se descubrirá que sólo un pequeño porcentaje de todos los grupos terroristas que alguna vez existieron en la historia puede ser considerado exitoso. Por lo tanto, si bien el terrorismo puede algunas veces obtener triunfos tácticos, se trata de una opción que se asocia mayoritariamente con el fracaso político. La insurgencia a gran escala y hasta la resistencia civil no violenta tendrían una tasa de éxito más alta que el terrorismo según estos académicos.
Uno de los aspectos más fascinantes de este debate, es que las enérgicas ideas detrás de ambas posiciones pueden ser igualmente convincentes, lo que sirve de recordatorio sobre la importancia que tienen los detalles. En este libro se encuentra una política contundente para definir de forma decisiva los conceptos que se emplean para interpretar la realidad. Por ejemplo, la conclusión sobre la utilidad del terrorismo puede cambiar radicalmente, según la forma cómo se definan términos como “efectividad” y “éxito”.
La violencia política es tanto engorrosa como multifacética y no siempre es posible codificar la realidad en términos negro y blanco. Los resultados pueden también ser modificados según cómo se definan los objetivos que los distintos grupos terroristas buscan alcanzar. No es suficiente simplemente diferenciar objetivos tácticos y estratégicos, pues otros factores que dan significado al comportamiento de estos individuos son esenciales: metas individuales frente a las de la organización, el líder frente a las bases, etc.
Este volumen editado evalúa los pros y los contras de elegir la violencia terrorista para conseguir concesiones políticas tanto desde una perspectiva teórica, como también desde la de un caso de estudio. Con estos objetivos en mente, este libro ha reunido un significativo grupo de investigadores que aborda algunos de los principales aspectos teóricos de este debate, así como también casos de estudio relevantes: Argelia, Francia, El Salvador, Reino Unido, Uruguay y Sahara Occidental.
El libro culmina con un valioso capítulo de conclusiones que sintetiza las principales ideas del trabajo. A grandes rasgos, el libro sugiere que la solución parcial a este debate se encuentra en la perspectiva del terrorista. Quienes recurren a la violencia creen que los beneficios compensan los costos y estiman que esta táctica es superior a otras alternativas disponibles. La perspectiva subjetiva ayuda a comprender por qué el terrorismo es tan atractivo para individuos interesados en difundir su reclamo, comunicarse con su audiencia, y provocar una contra-reacción de sus oponentes que ayude a prolongar su narrativa, que es la forma en el terrorismo puede ser utilizado como instrumento para ayudar a las organizaciones a sobrevivir.
La intención de este trabajo es lograr un aporte relevante al debate teórico que está lejos de concluir. Uno de sus aportes más importantes es señalar de manera concisa los obstáculos que han evitado llegar a un acuerdo. Según el Profesor Muro: “La falta de un acuerdo se debe en parte a una serie de obstáculos de naturaleza metodológica: 1) la definición de terrorismo; 2) la medición de efectividad; y 3) la representatividad de las muestras utilizadas”.
Este libro correctamente nos recuerda que la mayoría de los estudios sobre terrorismo sufre de algún tipo de sesgo en las selecciones.
Un ejemplo de sesgo en la selección son los estudios que utilizan grupos terroristas sobre los que existe abundante evidencia empírica—particularmente el Ejército Republicano Irlandés (ERI), ETA (separatistas vascos), Al-Qaeda y el Estado Islámico (ISIS)—y por lo tanto estos grupos acaban excesivamente representados en la literatura académica. Esto conlleva el riesgo de exagerar su relevancia y de extrapolar los resultados de unos pocos casos conocidos que difícilmente guardan similitud con otros grupos bajo análisis.
El etnocentrismo es otro problema de sesgo de selección que afecta profundamente la investigación en violencia terrorista. Más allá de los sesgos culturales, los académicos tienden a prestar más atención a casos cercanos a su hogar debido a problemas relacionados con el lenguaje y la facilidad para acceder a la información. Este problema afecta hasta a la investigación más cuantitativa, que usualmente se basa sobre bancos de datos que tienden a representar excesivamente incidentes en democracias avanzadas y documentar mínimamente los ataques en otras partes del planeta porque confían sobre todo en incidentes reportados por los medios de comunicación occidentales. Este problema se ve reforzado por los incentivos a la investigación académica. Los académicos generalmente se enfocan en grupos terroristas activos, y han estado prestando mucha menos atención a aquellos que se disolvieron o que por alguna otra razón se encuentran inactivos, posiblemente como una forma de demostrar la relevancia de su trabajo.
Aunque el libro no aborda monográficamente al terrorismo jihadista, está claro que sus conclusiones ayudan a reflexionar sobre la manera en que esta amenaza está siendo analizada. La falta de claridad sobre conceptos clave ha conducido a la coexistencia de puntos de vista completamente contrapuestos acerca de si grupos como ISIS o Al-Qaeda están teniendo éxito. El etnocentrismo ha provocado que los criterios con que se miden la fuera y el peligro de estas organizaciones sea el número y la magnitud de los ataques perpetrados en Occidente, proporcionando una lectura equivocada de lo que estas organizaciones están buscando realmente y omite la mayoría de los lugares donde éstas verdaderamente operan.
La forma como se entienden el discurso y las prioridades de estas organizaciones se ha visto adicionalmente distorsionada por factores idiomáticos. El ejemplo más obvio es la excesiva atención prestada a Dabiq/Rumiyah, la revista en idioma inglés de ISIS. Mientras que esta publicación propagandística ha sido diseccionada desde cada ángulo posible en docenas de artículos académicos, no sucedió lo mismo con la publicación en árabe del grupo, que no sólo representa la mayor parte de las actividades comunicacionales de esta organización sin que además es la fuente más importante para interpretar a este protagonista.
En resumen, ¿Cuándo funciona el terrorismo? (When Does Terrorism Work?) no es sólo un valioso aporte a la literatura académica. Es recomendado a cualquier lector que tenga interés. El libro no pretende que preguntas complejas puedan ser resueltas con declaraciones simples y categóricas, y a lo largo de sus páginas el lector podrá evaluar las muchas y diferentes ideas imperantes acerca de uno de los temas clave de nuestro tiempo.