Sam Faddis, ex oficial de inteligencia estadounidense
Los recientes acontecimientos -el asesinato del general iraní Qassem Soleimani por parte de los EE.UU., la represalia iraní con ataques de misiles en bases de Irak y el derribo del avión de pasajeros ucraniano- mantienen a Oriente Medio en máxima tensión. Una región cansada de una guerra y un conflicto que parecen no tener fin se pregunta si lo peor está aún por venir. ¿Estamos acaso al borde de un conflicto convencional entre los Estados Unidos e Irán? y de ser así, ¿que implica para todos los demás países? Es tiempo de calma, de una serena reflexión y un análisis claro de lo que ha ocurrido y lo que vendrá.
Estados Unidos cambia las reglas
El asesinato del general Soleimani, líder de la Fuerza Quds -parte de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por su sigla en inglés)- no es un incidente aislado. La prensa está obsesionada con la cronología del ataque, los actos específicos que estaba planeando Soleimani y la meticulosa inteligencia que se utilizó para llevar a cabo un ataque en su contra, pero no está comprendiendo lo esencial.
Soleimani mató a cientos de estadounidenses e hirió a miles con el correr de los años. Era un objetivo militar legítimo y debió haber sido eliminado hace mucho tiempo. No había necesidad de justificar su muerte haciendo referencia a cierta acción latente específica.
Soleimani recorría la región como una estrella de rock. Le complacía que lo vieran en el “campo de batalla”, ostentando de su aparente invulnerabilidad. Encontrarlo no fue un problema, no fue difícil dar con él.
Por tanto, la decisión de matar a Soleimani no fue táctica u operativa. Fue una decisión política, y además fue un mensaje para Teherán y sus aliados en el sentido de que las reglas del juego habían cambiado. Estados Unidos, que desvió la mirada de las actividades iraníes dentro de Irak durante años, ya no lo hará. Ahora Irán se verá confrontado cara a cara y su creciente influencia ya no será tolerada.
La negativa estadounidense a dar una respuesta seria al voto en el Parlamento iraquí para el retiro de sus tropas se hizo eco del mismo mensaje: “No nos iremos. No estaremos a la espera de ver cómo Irán transforma a Irak en un Estado clientelar.”
La lecciones de la respuesta declarada de Irán
De igual manera, la forma que adoptó la respuesta iraní al asesinato de Soleimani dice mucho. Durante décadas, Irán evitó situaciones en las cuales sus fuerzas convencionales confrontaran directamente al ejército estadounidense. Pero, en la presente coyuntura, los iraníes lanzaron misiles balísticos desde territorio iraní a tropas de los EE.UU. en Irak. No importa cuán cuidadosamente calibrado haya estado, pero semejante ataque sometió a Teherán al riesgo de una masiva represalia estadounidense. Los ayatolas bien pudieron haber despertado la mañana siguiente viendo sus bases aéreas y baterías de misiles aniquilados.
¿Por qué correr el riesgo? ¿Por qué desviarse del plan de acción? ¿Por qué no permitir simplemente que Hezbollah y otros proxies respondan a su debido tiempo?
La respuesta no está en un cálculo militar sino en un tema político interno. Irán está siendo oprimido por las sanciones de los EE.UU. Su población, ya desencantada e inquieta, luego de cuarenta años de opresión, ha sido empujada al punto de quiebre debido al ascenso de los precios y el desempleo, al igual que por la obvia incompetencia del régimen corrupto de Teherán.
Durante meses los ayatolas han confrontado una creciente marea de descontento. Han dado muerte a miles de personas de su propio pueblo en las calles y han encarcelado a quien sabe cuántos miles más, pero el enojo persiste.
El asesinato de Soleimani se constituyó en un masivo desprestigio. Expuso no solo al mundo sino a los opositores internos al régimen a la impotencia de una dictadura brutal, propensa a mostrar su poder y su capacidad de enfrentarse a los Estados Unidos. Los ayatolas parecían débiles, mientras que sus oponentes en el extranjero -e internamente- estaban envalentonados.
Solo debía llevarse a cabo una acción abierta en contra de los Estados Unidos. Debía mostrarse al menos la apariencia de una significativa respuesta convencional al asesinato de Soleimani. La alternativa era dar una señal al pueblo de Irán de que ese era el momento de atacar y poner fin a cuarenta años de opresión.
De ese modo se dispararon misiles, pero dirigidos a ubicaciones donde las víctimas estadounidenses fueran mínimas o directamente no las hubiera. De ahí que los ideólogos del ataque se atrincheraran, aterrados, rogando que el presidente Donald Trump comprendiera la deliberada debilidad de la respuesta y que la situación no escalara más allá. Al final, ese cálculo dio resultado, pero no antes que la atemorizada tripulación de una batería de misiles iraníes cerca de Teherán, provocara la muerte de todos los pasajeros que viajaban en un avión ucraniano, creyendo que eran víctimas de un atentado.
A la espera de una verdadera respuesta de Irán
El presidente Trump ha dado un paso atrás y los iraníes también. Aunque el polvo desaparece, esto está lejos de llegar a su fin.
En Teherán el régimen volverá ahora a su conocido manual de tácticas. La verdadera respuesta al asesinato de Soleimani tendrá lugar en el futuro.
En Irak, los proxies iraníes incrementarán sus ataques al personal e instalaciones de los EE.UU. La Fuerza Quds buscará su venganza por la muerte de Soleimani en ataques con misiles, bombas en los caminos y asesinatos específicos. A medida que la batalla por el control de Irak se reaviva, los objetivos de estos ataques incluirán no solo a estadounidenses e instalaciones de ese país, sino de cualquier otro, o a cosas relacionadas con el respaldo a la presencia continua de los EE.UU. en Irak.
Las acciones iraníes no se limitarán a Irak. Teherán también ha dado señales de su voluntad de utilizar proxies y otros medios “negables” para atacar directamente a Arabia Saudita. Existen razones para pensar que este tipo de acciones continuarán e irán en ascenso. También debemos asumir que, en un momento dado, los iraníes concretarán sus repetidas amenazas de atacar a los Emiratos Árabes Unidos y otros Estados del Golfo.
En la etapa de preparación de tales ataques, debemos comprender la gama de opciones abiertas para Teherán. Los ataques pueden cobrar la forma de drones o ataques con misiles, como los lanzados contra ARAMCO en septiembre de 2019. También pueden tener la forma de sabotaje o incluso de ataques cibernéticos a instalaciones petroleras clave. Baréin fue recientemente el objetivo de un ataque cibernético iraní de limitado alcance. Esto bien podría haber sido simplemente un ensayo para un ataque de una magnitud mucho mayor. Una nación enfocada cada vez más en el negocio de las finanzas islámicas no podría permitirse el lujo de encontrar que todos los datos se borraron de las bases de datos o que la totalidad de los fondos de importantes instituciones simplemente desaparecieron.
Las acciones iraníes no se limitarán a Oriente Medio. La red terrorista de Irán abarca el mundo entero. Se descubrió que miembros de Hezbollah capturados en Estados Unidos en los últimos años, estaban realizando planes para dirigir ataques a diversos objetivos, desde el Empire State Building al Canal de Panamá. No se trataban de estudios teóricos, sino que eran células operativas en preparación para verdaderos ataques mundiales.
Conclusión
Por el momento, hemos dado un paso atrás frente a la perspectiva de una guerra convencional entre Estados Unidos e Irán. Pero el conflicto sigue sin resolverse y probablemente se intensifique en los próximos meses. A medida que los Estados Unidos pretendan contrarrestar los esfuerzos de Irán por colonizar Irak, sumado a la presión de las sanciones y al descontento interno en aumento en Teherán, la probabilidad de que los ayatolas se desquiten será mayor.
Por cuarenta años el régimen teocrático de Irán ha oprimido a su pueblo y propagado el terrorismo en toda la región. Ahora se encuentra cada vez más amenazado por fuerzas tanto desde dentro como desde fuera de sus fronteras. Es posible que resulte ser el momento para una acción desesperada de los ayatolas. Pero, desde luego, es el momento para una serena reflexión por parte de todos nosotros.