Las relaciones entre Turquía y los cinco Estados de la antigua Asia Central soviética nunca fueron tan estrechas como se podría esperar, considerando que comparten religión y herencia turca (exceptuado a Tayikistán). Pese a ello, Ankara ha cumplido cierto rol en la región después del colapso de la Unión Soviética en 1991, el cual tiene un importante componente religioso. En los últimos años, las relaciones mutuas de Turquía con ciudadanos de Asia Central han sido de otra índole: nada menos que 4.000 nativos de la región viajaron a Siria e Irak para unirse al Estado Islámico (EI) y muchos de ellos atravesaron Turquía. Teniendo esto en cuenta, vale la pena analizar el papel que desempeñó el Estado turco y los actores no estatales de Asia Central, especialmente en el ámbito de la religión y (contra) la radicalización.
Después de su independencia en 1991, Turquía inicialmente ambicionó grandes proyectos en Asia Central al considerar la región una esfera natural de influencia política debido a sus vínculos lingüísticos y culturales. Sin embargo, tal optimismo no tardó en dar paso a preocupaciones más pragmáticas: los Estados con reciente independencia estaban más preocupados por establecer sus propias identidades que en formar una hermandad panturca, lo cual llevó a Ankara a optar por enfocarse en el apoyo a los regímenes allí existentes por un anhelo de estabilidad. En la década pasada han resurgido algunas iniciativas panturcas, sobre todo con la creación del Consejo de Cooperación de los Estados de Habla Túrquica en 2009, pero su efecto ha sido mínimo.
En el ámbito religioso es donde ha tenido lugar una mayor interrelación. La influencia turca sobre el islam en Asia Central se ha dado por dos vías independientes, aunque en general complementarias. La primera es la Diyanet (Dirección de Asuntos Religiosos) y la segunda a través de organizaciones no gubernamentales (ONG).
Iniciadas poco después de la fundación de la República, las actividades de la Diyanet -que se limitaban únicamente a la esfera doméstica- en las últimas tres décadas se han expandido más allá de las fronteras turcas. Aunque ha cumplido un papel mucho más significativo en los alrededores inmediatos del Levante (especialmente en Siria) también ha tenido iniciativas para potenciar el rol del islam en el Asia Central postsoviética, comenzado con la ayuda al clero local y nacional en las cinco repúblicas. Su proyecto más ambicioso, el Consejo Islámico Eurasiático, celebró su primera cumbre en 1995, aunque el organismo no se ha vuelto a reunir desde 2012. Pese a sus grandes expectativas, el trabajo del Consejo al parecer se disipó cuando Uzbekistán y Turkmenistán expulsaron a sus agregados religiosos turcos en 2002 y 2011, respectivamente.
De manera simultánea, la proyección exterior tuvo lugar a través de varios actores religiosos no estatales, mejor descritos por el escritor Bayram Balci en su trabajo de 2018 “Islam in Central Asia and the Caucasus Since the Fall of the Soviet Union.” Una de las más prolíficas fue la organización establecida por Suleyman Tunahan (1888-1959), un jeque Sufi Naqshbandi, cuyo grupo fundó un número importante de pequeñas madrasas tanto en Kirguistán (especialmente en las conflictivas ciudades del sur de Osh y Jalalabad) como Kazajistán. Siguiendo las enseñanzas del erudito kurdo Said Nursî, otro grupo estuvo activo en cuatro de las cinco repúblicas de Asia Central (exceptuando a Uzbekistán). Por último, la tristemente famosa organización del clérigo Fethullah Gülen experimentó asimismo un éxito significativo en la mayor parte de los países de Asia Central.
El movimiento Hizmet de Gülen, la más activa de las organizaciones religiosas de Turquía en Asia Central -al brindar oportunidades educativas y servicios comunitarios a gran escala- se diferenció de las otras en que actuó fundamentalmente como un brazo del Estado turco hasta 2013. En ese punto, estas ONG religiosas turcas más influyentes rompieron con el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan y vieron considerablemente disminuido su rol en el antiguo espacio soviético. En contrapartida a las depuraciones gülenistas de la burocracia interna, Ankara pidió a los Estados de Asia Central cerrar las escuelas. Tayikistán accedió plenamente, en tanto que Kazajistán y Kirguistán aún albergan a instituciones gülenistas. Se puede afirmar que las escuelas gülenistas ya no son, de manera alguna, instrumentos de las políticas gubernamentales turcas.
El objetivo de Turquía en ambas líneas -a través de la Diyanet y de las ONG- ha sido exportar una versión cómoda y moderada del islam a las repúblicas de Asia Central dada su falta de interés por ninguna de las iniciativas nacionalistas panturcas que había entre ellas. Con la llegada al poder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por su sigla en turco) de Erdogan, esta meta se entrelazó cada vez más con la idea de impulsar una iniciativa más conservadora del islam como pilar de la política gubernamental, o al menos como un baluarte a partir del cual el Gobierno pudiese recurrir a apoyo. Si bien este esfuerzo ha sido bastante discreto en realidad, dada la relativa falta de atención prestada por la administración del AKP hacia Asia Central, la percepción de esta meta entre las capitales de Asia Central fue muy distinta. Siempre alertas respecto a cualquier movimiento religioso, la mayoría de los Gobiernos regionales rápidamente se volvieron cautelosos frente al liderazgo abiertamente religioso del AKP, y organizaciones islámicas a las que consideraban sus receptáculos. Uzbekistán expulsó rápidamente incluso a los pocos representantes de la Diyanet que había aceptado, en tanto que Turkmenistán restringió cada vez más sus actividades antes de enviarlos a hacer maletas en 2011. Tayikistán, una nación en sí no turca, nunca había figurado de manera destacada en la actividad turca en la región, mientras que la Kazajistán de Nursultan Nazarbayev también redujo el espacio disponible para la Diyanet y las actividades gülenistas. Solo en Kirguistán, tradicionalmente uno de los Gobiernos centrales más débiles del área y por tanto más dispuesto a aceptar influencia externa (siendo también menos capaz de contrarrestarla), los movimientos religiosos respaldados por Turquía continuaron teniendo una importante presencia.
¿Ha cumplido la actividad islámica turca algún rol en la ola de radicalización que arrasó la región entre 2012 y 2017, cuando los conflictos sirios e iraquíes y sus grupos de militantes islamistas extremistas que los acompañan (entre ellos EI) alcanzaron su punto máximo? Parece muy poco probable. Lo cierto es que, en la medida en que tuvo lugar el proselitismo religioso turco en un nivel significativo en Asia Central, se concentró mayormente en el sur de Kirguistán, en las mismas regiones (Osh y Jalalabad) que produjeron la mayor parte de los combatientes extranjeros del país. Pero no se trata de una coincidencia. Aunque los responsables del AKP hoy en día seguramente se empeñarían en señalar esta superposición como evidencia de la influencia dañina del movimiento gülenista, simplemente no hay nada que sugiera que estas iniciativas locales -las cuales se mantuvieron relativamente pequeñas en su alcance- tuvieran algún impacto en las tendencias extremistas. Ninguno de los estudios llevados a cabo -que son cada vez más extensos– al sur de Kirguistán menciona o apoya esta hipótesis. En todo caso, Turquía probablemente sirvió de escape a jóvenes de un lugar atrasado y empobrecido como Osh, proporcionándole un destino a la migración de mano de obra, no siendo este un efecto directo sino meramente circunstancial.
Como conclusión, la influencia religiosa turca en Asia Central ha sido una mezcla de todo. El Estado turco y los actores no estatales han operado y aún operan en la región, pero no en una escala que podría considerarse significativa en favor de los intereses turcos en Asia Central. Es más, el rol de las organizaciones islámicas turcas parece haber sido mínimo ya sea para evitar o propiciar la radicalización, al menos en la medida que la información disponible actualmente nos permite señalar. Quizás en el futuro, Turquía se transforme en un actor decisivo en Asia Central, pero por el momento no lo es.