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inicio Leyendo sobre la radicalizacion

To the Mountains: My Life in Jihad, from Algeria to Afghanistan

Abdullah Anas, Hurst Publishers, 2019

4 octubre 2019
in Leyendo sobre la radicalizacion
To the Mountains: My Life in Jihad, from Algeria to Afghanistan
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Francesco Bergoglio Errico

El libro To the Mountains: My Life in Jihad, from Algeria to Afghanistan (A las montañas: Mi vida en la Yihad, de Argelia a Afganistán) –cuyo autor es Abdullah Anas junto a Tam Hussein– nos habla de la vida de Anas y su compromiso en la yihad, enfocándose sobre todo en las “montañas” afganas y pakistaníes, donde los que lucharon contra la ocupación  de Afganistán, por parte de la Unión Soviética, se entrenaron, organizaron y combatieron.

Argelia: Su origen y estudios

Anas se describe a si mismo como hijo de la revolución de Argelia.  La lucha por la independencia argelina, en las décadas de 1950 y 1960 afectó a su familia al igual que a millones de argelinos que experimentaron la violencia del imperialismo francés. En opinión de Anas, mientras los colonizadores franceses explotaban las mejores oportunidades, su padre, como muchos otros hombres argelinos, solo pudo encontrar trabajo ocasionalmente. Esto hacía difícil conseguir fondos para contraer matrimonio y sostener a sus familias. Para Anas y los que pensaban como él, la dominación colonial francesa en Argelia, engendró hombres con horizontes muy limitados a partir de 1830, al asentar a los argelinos en un rincón del país, mientras los colonizadores monopolizaban las tierras agrícolas fértiles. La distribución desigual de los recursos era una afrenta, escribe Anas, pero hubo una ofensa menos material pero no menos grave contra la sensibilidad islámica que movilizó la oposición a los franceses.

Los padres de Anas contrajeron matrimonio en 1957 en Merisha, durante el conflicto entre el FLN (sigla en francés de Frente de Liberación Nacional) y soldados paracaidistas franceses. En este lugar había activistas argelinos que sintieron la injusticia de ser considerados parte intrínseca de la Francia metropolitana sin siquiera haber podido saborear los frutos de la ciudadanía francesa. En este ambiente, la vida de Anas estuvo marcada por la guerra y la militancia islamista desde su nacimiento.

Una importante costumbre argelina estipula que el padre del recién nacido debe servir carne de cordero a los invitados durante la primera semana de su vida a fin de atraer bendición (baraka). Ese día se da asimismo un nombre al infante. Cuando el padre de Anas –Bashir Bounoua– fue a comprar la carne necesaria para la celebración, paracaidistas franceses lo arrestaron por conspirar junto a revolucionarios. Anas señala que miles de otros inocentes experimentaron igualmente tales arrestos, desaparecieron y nunca regresaron, aunque admite que su padre fue rápidamente liberado, y que poco después Charles de Gaulle ordenó el retiro de los franceses de Argelia.

Después de la independencia, la familia de Anas regresó al lugar de nacimiento de su madre, Descartes, ahora denominado Ibn Badis. Allí, el padre de Anas decidió unirse al ejército, probablemente porque estaba embebido del fervor nacionalista posterior a la independencia de Argelia. En esa época, Argelia experimentaba un romance con el régimen radical de los “Oficiales Libres” en Egipto. El líder de Egipto, Gamal Abdel Nasser, había apoyado al FLN en contra de los franceses, vocalmente en el escenario internacional y encubiertamente con ayuda militar.

La Argelia posindependencia estuvo caracterizada por una política de arabización, ya que el FLN buscaba desarraigar la evidencia de gobierno colonial –una misión en la cual fracasó notablemente.  En la Argelia de la década de 1960 evolucionó tanto el socialismo, como el nacionalismo y un panarabismo, en la alameda, en el ejército, en los cafés o en los campus universitarios.

En ausencia de su padre, la madre de Anas lo inscribió en una escuela pública. Luego de cursar la escuela primaria, fue matriculado en una madrassa, un seminario religioso, “el camino al paraíso” como pensaba su padre.

A la edad de 12 años, Anas comenzó su educación religiosa y continuó con ella por otros ocho años. Inicialmente, Anas condujo su educación escolar en la madrassa a la vuelta de la esquina de su casa y su primera educación escolar religiosa no tuvo impacto alguno en su vida diaria. Fumaba cigarrillos en la plaza pública, jugaba al fútbol, iba al cine y se sentaba en cafés. De acuerdo a Anas, estos comportamientos no eran contravenciones personales, se debían más bien a los horizontes fronterizos al pequeño país donde vivía.

No obstante, las cosas cambiaron cuando Anas puso un pie fuera de su ciudad de residencia. El programa de estudios de la religión islámica en Argelia requiere que el estudiante Talib salga para ampliar su comprensión del Islam en un seminario religioso mayor. Además, según Anas, viajar y buscar conocimiento estaba conectado igualmente con la palabra yihad, porque buscar conocimiento puede ampliar tus horizontes. Sus tres años de estudio en el “extranjero” comenzaron en 1977 en Turan, 90 km más allá de la frontera marroquí. Allí, Anas conoció a su primer gran hombre: al Jeque Ben Rabih. Durante sus estudios, Anas se cruzó con dos corrientes islámicas muy importantes presentes en la sociedad argelina. Principalmente, se topó con Tablighi Jamaat, tomando parte en las actividades del grupo como Khurooj, tocando la puerta de un lugar a otro a fin de alentar a los musulmanes a acudir a la mezquita. Durante este periodo, Anas tomó conciencia de que el corazón del Tablighi era de naturaleza misionera y apolítica, y que no podía responder a preguntas como: ¿Y que hay de la política? ¿Cómo realiza uno el cambio en el ámbito social? Según Anas, para el Tablighi el cambio en la sociedad tendrá lugar asistiendo regularmente a la mezquita, rindiendo culto y mediante la perfección de los modales y no había necesidad de política. Era precisamente este sentido apolítico y esta metodología lo que Anas le criticaba, pues lo consideraba políticamente inmaduro y poco realista.

Para cuando estaba haciendo el servicio militar conoció la Hermandad Musulmana (MB, por su sigla en inglés). Se sintió atraído por las ideas de Hassan al-Banna porque este combinaba la espiritualidad del sufismo con su capacidad organizativa y pasos prácticos para transformar la sociedad. En particular, las ideas de Mahfoudh Nahnah, que se unió a la MB, constituían un despertar y la respuesta a las preguntas que tenía respecto a Tablighi. Luego se encontró con las ideas de argelinos como Abbas Madani, el fundador del FIS (sigla en inglés de Frente de Salvación Islámica), Mustafa Siba’i en Siria, Abu’l Hasan Nadwi y Abu Ala Mawdudi en el Subcontinente, así como muchos otros, entre ellos líderes egipcios como Muhammed Ghazzali y Syed Qutb. De modo que él fue miembro hecho y derecho de la MB. Anas se describe a sí mismo como un islamista que comprendió que en la cultura popular occidental islamista se lo toma por un extremista que quiere imponer el Islam al resto de la sociedad. Trata de aminorar esta percepción agregando que “algunos [islamistas] pueden ser violentos, algunos autoritarios, y otros benignos”.

Posteriormente, Nahnah, Anas y otros amigos establecieron una rama local de la MB en el oeste del país. Anas fue activista hasta su partida a Afganistán en 1983. Sin embargo, hasta ese punto, aunque el conflicto en Afganistán había comenzado en 1979, no conocía nada acerca de Abdullah Azzam ni de su convocatoria a la yihad en contra de los soviéticos, mucho menos esperaba convertirse un día en su yerno.

Nunca había oído hablar de Azzam hasta que se topó con él en Medina por casualidad el año anterior a su partida. Había hecho el Umrah, el peregrinaje menor en la Meca y se encaminó a Medina durante el mes del Ramadan en 1981. Casualmente, luego de terminar la oración Tarawih en la mezquita del profeta, el Jeque Azzam acababa de empezar a difundir el conflicto afgano-soviético en todo el mundo. No fue sino después de leer su artículo en una revista sobre la Yihad afgana cuando supo quién era.

Hacia Afganistán

Como señala Anas la yihad hizo de él lo que es hoy. En 1983 no tenía idea qué era Afganistán o tan siquiera dónde se ubicada geográficamente. Sus horizontes se habían ampliado con sus actividades políticas. En ese momento quiso ayudar a sus compañeros musulmanes que estaban luchando contra la Unión Soviética en Afganistán. Un día, en Bel Abbas, seleccionó el equivalente de la palabra árabe de National Geographic, Majalla al-Mujtama. Era una determinación fatwa,  de un grupo de intelectuales, entre ellos Abd al-Aziz bin Baaz, Yusuf al-Qardawi y Abdullah Azzam. Para entonces ya se había familiarizado con el Jeque Abdullah Azzam después de conocerlo en la Meca. Según Anas, “en esencia, el precepto argumentaba que era una obligación religiosa para todos los varones musulmanes ir a pelear por la yihad en Afganistán y rechazar la agresión soviética; dejar de lado esta tarea equivaldría al pecado”. Quería concurrir a la yihad porque consideraba que proteger a los débiles y oprimidos era una de sus tareas.

En el Santuario Sagrado de la Meca, Anas se encontró con Azzan por segunda vez y consideró que este segundo encuentro fruto de la providencia divina. Anas le dijo a Azzam que su precepto lo convenció y no sabía cómo participar en la yihad afgana. Sorprendentemente, Azzam le proporcionó a Anas su número de teléfono, y le pidió comunicarse con él al llegar a Pakistán, añadiendo que él le presentaría a los líderes afganos en Peshawar.

Al pasar por Lahore, Anas fue a Karachi en avión y luego fue a Islamabad. Allí, llamó al jeque y luego llegó a su casa. Siguiendo la costumbre profética de hospitalidad, el jeque lo alojó durante tres días. El día de su partida, el jeque le presentó a Osama bin Laden, y también conoció al yerno de Azzam, Abu Hassan al-Maqdisi, al ingeniero Abu Mu’ad Saa’di y a otro amigo suyo.

Juntos fueron a Peshawar en avión y, en un aeropuerto pequeño conocieron al conductor Abdul Rasul Sayyaf, el líder de los partidos  mujahideen. Para Anas, “Mientras los  mujahideen afganos estaban unidos en contra de un enemigo común, también estaban divididos en siete partidos; a la cabeza de estas facciones estaba Sayyaf”. Este y sus dos acompañantes el Jeque Fayyad y Muhammed Yasir los recibieron en su casa de huéspedes. En esa ocasión Anas descubrió que en ese momento la presencia árabe en Afganistán era minúscula. En su opinión “ninguna de las figuras famosas que pasaron a ser los proponentes de la yihad global, como Abu Mus’ab al-Zarqawi, Abu Hamza al-Masri, Ayman al-Zawahiri y ciertamente Abu Qatada estaba en Afganistán combatiendo contra los soviéticos”.

Luego de haber visitado el campo de entrenamiento denominado Mukhayim al-Badr, donde Anas participó en el adiestramiento militar y continuó como Imam del puñado de árabes que había allí, Azzam le dio el nom de guerre Abdallah Anas y unos meses después le asignó su tarea y misión afirmando, “quiero que la difundas dentro de Afganistán.” “Quiero que vayas a las provincias y realmente comprendas qué está pasando allí”. Aceptó la misión, y se ofreció como voluntario para viajar al norte.

Mientras se preparaba para su primer viaje al interior le dijeron que varias facciones estaban desunidas y que era crucial que los árabes se mantengan neutrales. De modo que, a partir de entonces, se enfocó no solo en combatir a los soviéticos, sino también en fomentar la unidad y resolver el conflicto. Según Anas, “la diplomacia era tan importante como Kalashnikov en su ambiente político fracturado.”

Así es como Anas viaja a través de las montañas afganas durante años, con la finalidad de llevar mensajes y hablar con los líderes de las diferentes facciones, teniendo en mente que la misión más importante era unificar a los líderes para combatir a los soviéticos.

Ahmed Shah Massoud, Gulbuddin Hekmatyar y los Extremistas

Para Anas, la victoria de Osama bin Laden en contra de los soviéticos en la batalla de Jadi en 1987 no era nada comparada con las campañas de Massoud en contra de los rusos. Massoud, también conocido como el León de Panshir, repelió nueve campañas rusas contra él en un periodo de diez años. Anas fue compañero cercano de Massoud de 1982 a 1992.

Al igual que otros comandantes como Zabibullah, Massouque había abandonado la tecnología de comunicación sofisticada dependiente de ondas de radio y satélites responsables de la intercepción, y se apoyaba más bien en la memoria acuciosa del guía, en el corazón y el coraje para transmitir mensajes militares secretos entre si.

Cuando Anas conoció a Massoud después de varios días de caminata a través de las montañas; el era el único árabe entre ellos. Anas permaneció junto a Massoud varios meses y, aunque se hicieron amigos, Anas se mantuvo neutral y no se puso de su lado, tal como mandaba la estrategia de Azzam.

Por otra parte, para Anas, Hekmatyar tenía un enorme carisma como Massoud. Era un orador absorbente y audaz. Además, su rivalidad no era personal, pero Massoud se refería a Hekmatyar en términos mucho más respetuosos que éste cuando hablaba de Massoud. Anas hizo énfasis en que ninguno de los lados tachó al otro de apóstata, a diferencia de hoy en día, en que es común. Es más nunca consideró que las diferencias étnicas fueran un problema, ya que ambos partidos eran multiétnicos.

Entre tanto Azzam insistió en que los árabes se mantengan neutrales y permanezcan fuera de la lucha interna afgana, pero esto no podía mantenerse por siempre en el clima político volátil en el cual los árabes afganos eran jóvenes y políticamente inmaduros.  Los árabes fueron gradualmente consumidos por el torbellino faccional, que los llevó a ponerse del lado de Hekmatyar. Osama bin Laden era el ejemplo más prominente de ello, sus lazos eran tan cercanos a Hekmatyar que incluso era reacio a ingresar a Kabul cuando cayó.

Anas subrayó que intentar mantener neutrales a los árabes y ser facilitador de la paz se hizo casi imposible. A mediados de la década de 1980 hubo un goteo de extremistas y radicales egipcios hacia Peshawa, a medida que el Cairo tomaba medidas severas sobre el islamismo, luego del asesinato del presidente Anwar al-Sadat en octubre de 1981. Las intrigas políticas del grupo que había detrás de la conspiración, la Yihad Islámica Egipcia (EIJ, por su sigla en inglés), comenzó a adoctrinar a los hombres en Afganistán en contra de Massoud  y Azzam entre otros y envenenó aún más la atmósfera.

Cuando Anas regresó a Peshawa a fines de 1988, luego de nueve meses con Massoud, el clima había cambiado drásticamente. La Oficina de Servicios Árabes (MAK, por su sigla en inglés) ya no era la principal organización encargada del mujahideen. árabe. En esa época, las casas de huéspedes como Bayt al-Ansar habían proliferado, comenzaron a difundirse ideas takfiri en las filas, y los combatientes extranjeros árabes eran empujados a los brazos de extremistas.

Fue este clima febril el que también llevó a Azzam a su muerte. Azzam fue asesinado en noviembre de 1989, y eso es más o menos todo lo fidedigno acerca del evento. Quién y por qué fue muerto Azzam sigue siendo un misterio tres décadas después. Según Anas, todos asistieron al funeral con excepción de Hekmatyar y Osama.

La muerte de Azzam eliminó la barrera final que había estado restringiendo a algunos árabes afganos a tomar posiciones entre los comandantes  Mujahideen. Después de esto, hubo una caída continua en el partidismo y extremismo entre los árabes. El vacío ideológico dejado por la muerte de Azzam abrió espacio, sobre todo en Peshavwar, a ideas como nunca estrechas y radicales, no distintas a las que se vieron en Siria e Iraq, pero en una escala muy superior.

La Derrota de los Soviéticos y el Comienzo de lo Peor

Kabul cayó el 24 de abril de 1992. Sibghatullah Mojaddedi ingresó a la capital y el 28 de abril y declaró a Afganistán estado islámico. Pero, para Anas, los comandantes  Mujahideen no se dieron cuenta que la caída del gobierno comunista era el principio de la verdadera batalla, no su fin.  Subrayó que: “Es fácil destruir y expulsar a un enemigo, pero construir tu país, creando estabilidad y sanando almas fue el mayor desafío, la yihad mayor”.

En Kabul, Anas ocupó una sala en el Ministerio de Inteligencia donde Massoud, que fue nombrado ministro de defensa, había decidido establecerse. En el momento, según Anas, Hekmatyar lidió con Massoud y sostuvo que el gobierno de Mojaddedi no era islámico y por tanto para rectificar la yihad  decidió lanzar una yihad correctiva.

Como enfatiza Anas, una vez que los soviéticos se fueron, hubo momentos tan curiosos que la mente se desconcierta. Había consignas y conceptos que se propalaban alrededor de Peshawar muy alejados de las realidades del conflicto. Un concepto conocido como al-wala wal bara (lealtad y repudio) requería que los musulmanes se unieran el uno con el otro y se adhieran a las prácticas de la fe, mientras se distanciaban de los no musulmanes. Se creyó que puntos oscuros del credo religioso de Ibn Taymiyyah serían la clave para resolver todos los problemas de Afganistán. En particular, se creía que el único hombre capaz de enseñar este credo en Peshawar era Abu Qatada, que había congregado en torno a él a un pequeña camarilla de seguidores del norte de África.

En 1995,  la creciente proximidad de Osama a Zawahiri y su retorno a Afganistán en mayo de 1996 significaba que su mente estaba casi formada. Osama era ahora un líder militante. Formó una inquieta coalición con el Talibán. Su relación fue mutuamente beneficiosa. El Talibán utilizó a los fanáticos de Osama como soldados de infantería en contra de los hombres de Massoud y a cambio se les permitió instalar campamentos autónomos en torno a Jalalabad  y Kandahar.

Con el regreso de Osama, el crecimiento de sus campamentos con su coalición de combatientes fanáticos de al-Qaeda significó que las cosas dieran un giro para peor para Massoud. Fue en esos campamentos, de acuerdo a Anas, donde Osama y sus hombres tramaron el asesinato de Massoud, que fue abatido por dos árabes norafricanos enviados por Al-Qaeda para reunirse con Massoud, bajo el pretexto de entrevistarlo, justo dos días antes del 9/11; eliminando así un pilar fundamental de poder en Afganistán, que pudo haber trabajado junto a la coalición para desarticular el terrorismo en el país.

Conclusión

To the Mountains nos habla de una parte de la vida de Anas. Aborda superficialmente la geopolítica y contexto más amplios. No trata de explicar la verdadera influencia en el conflicto afgano del papel de los EE.UU., Arabia Saudita y Pakistán. Por otra parte, el libro se habría beneficiado de haber analizado más profundamente la rivalidad entre la Hermandad Musulmana y los que se adhieren al Islam salafista –los diferentes enfoques a la yihad, defensivos y ofensivos, especialmente con  puntos de vista en evolución de Al-Qaeda sobre si el interés supremo estaba en dar al-Islam, en el mundo musulmán, o en Occidente.

Es más, los escritos de Azzam no son criticados y el autor lo defiende con firmeza, al pintarlo como la única personalidad que podía mitigar el conflicto interno con su estrategia de neutralidad entre los árabes afganos.

El libro es útil para comprender como el takfirism  tomó el control en Afganistán con Al-Qaeda y también en Argelia con GIA, y cómo la ideología y conceptos relacionados –probablemente los mismos que utilizan hoy en día el Estado Islámico y sus afiliados– se emplearon para manipular voluntarios jóvenes a fin de combatir a no musulmanes y musulmanes por igual.

El libro concluye con una apelación para poner fin a la yihad ofensiva conocida como jihad al-Talab que, según Anas, ya no es válida en la medida que hay opresión y ocupación. Quizás está más dirigido a lectores musulmanes, pero es interesante para los investigadores.

Por último, el libro pone de relieve lo difícil que es construir acuerdos de paz en los países de mayoría musulmana, donde las divisiones son frecuentes, pese a la creencia ampliamente generalizada en la umma (comunidad musulmana global). El libro puede dar pautas interesantes sobre cómo proceder, más inmediatamente en el propio Afganistán, cuando EE.UU. trata de alcanzar un acuerdo de paz con el Talibán.

 

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