Las mujeres delincuentes reciben por lo general más cobertura mediática y atención pública que sus equivalentes masculinos. Bonnie era más popular que su compañero Clyde, porque, de alguna forma, la combinación de mujeres y violencia parece contraria a la naturaleza. Actualmente los medios continúan escarbando en la vida de Shamima Begun, Tatiana Wielandt y Hayat Boumeddienne y se preguntan qué podría haber provocado la radicalización y la elección de estas jóvenes mujeres por unirse a Daesh. Una perspectiva hacia la (des)radicalización basada en género emerge al mismo tiempo en el mundo práctico. Sin embargo, éste se enfoca principalmente en las mujeres, pese a que la vasta mayoría de terroristas europeos está formada por varones.
Grupos terroristas dominados por varones
Las mujeres jihadistas pueden ser peligrosas. Los líderes operativos jihadistas ocasionalmente designan mujeres para llevar adelante los ataques porque éstas levantan menos sospechas. En septiembre de 2016, una célula conformada enteramente por mujeres, preparada y guiada por un líder operativo de Daesh in el Levante, intentó (pero fracasó) volar un coche parqueado cerca de Notre Dame en Paris.
No obstante, aproximadamente 87% de los jihadistas de Europa son hombres. [1] Adicionalmente, los grupos jihadistas invierten más en el entrenamiento militar y operativo de sus reclutas varones. Daesh, por ejemplo, asignó a la mayor parte de las mujeres que se unieron a sus filas en Siria e Irak en roles “tradicionales”; no estaban destinadas a luchar, y por lo tanto no eran entrenadas para ello. Excepciones a ello eran servir como medio de propaganda o como último recurso, como el caso de las mujeres que participaron en las últimas batallas de Daesh cerca de Baghuz. Claramente, el entrenamiento más intensivo que reciben los reclutas varones aumenta significativamente su capacidad para llevar adelante planes exitosos.
Los hombres asumen posiciones de liderazgo en grupos jihadistas con más frecuencia, mientras que las mujeres jihadistas generalmente adoptan posiciones de apoyo. Los papeles de la mujer están generalmente “limitados” a divulgar propaganda, reclutar a otras mujeres, y contactar jihadistas varones. Hayat Boumedienne, la terrorista mujer más buscada de Francia, fue cómplice de su marido Amedy Coulibaly, quien mató a un oficial de policía y llevó a cabo una sangrienta toma de rehenes en una tienda judía de Paris en enero de 2015. Ella actuó como intermediaria con la esposa de uno de los hermanos Kouachi, que había perpetrado los ataques contra Charlie Hebdo un día antes.
Los hombres son clave en los grupos jihadistas, y por ello son el principal objetivo en las labores de reclutamiento. La propaganda de los grupos jihadistas depende en gran medida de una narrativa dominada por varones. Los candidatos para ataques suicidas, por ejemplo, son engatusados con la recompensa de las “72 vírgenes” en el paraíso por su sacrificio. Los grupos jihadistas buscan también reclutar hombres apelando a su sentido del honor masculino: si las mujeres de la célula terrorista de Notre Dame entraron en acción, fue sólo porque muy pocos hombres están dispuestos a hacer algo.
Los hombres también ocupan puestos clave en grupos terroristas de otras bases ideológicas. Los grupos terroristas de extrema derecha generalmente asignan a las mujeres roles tradicionales o de apoyo, y sus narrativas y cultura de grupo son marcadamente dominadas por la masculinidad. Esto se refleja también en la perspectiva que sus miembros tienen de las mujeres: la violencia doméstica contra la mujer es un tema recurrente a lo largo de la vida de una cantidad de terroristas de derecha de alto perfil. [2]
Los grupos de izquierda y anarquistas rompen con algunos de estos patrones tradicionales. La Facción del Ejército Rojo (RAF por sus siglas en inglés) y las redes relacionadas, fueron testigo de una mayor (y más influyente) participación de mujeres. Ulrike Meinhof, Birgit Hogefeld y Petra Krause ocuparon todas posiciones de liderazgo en sus respectivos grupos. Las mujeres eran además entrenadas junto con sus compañeros varones, por ejemplo, en campos de entrenamiento en Medio Oriente. Sin embargo, pese a su estrategia más inclusiva para las mujeres, los hombres también dominaban en gran medida los grupos terroristas de izquierda.
Estereotipando la violencia
Las mujeres no son menos radicales que los hombres, pero sí se vuelcan con menos frecuencia hacia la violencia. Las estadísticas sobre criminalidad así lo confirman: la mayoría de los perpetradores (y de las víctimas) de crímenes violentos son varones, al mismo tiempo una explicación de por qué sólo 6% de la población penitenciaria en Europa es femenina. [3]
Una primera razón es en realidad bastante práctica. Los hombres tienen por lo general más “oportunidad” para quedar involucrados en un crimen: de niños disfrutan frecuentemente de más libertad que las niñas, y de adultos usualmente se espera de ellos que actúen como proveedores para el hogar. Es menos probable que las mujeres se vean expuestas al comportamiento criminal, debido a sus obligaciones en el hogar y una cantidad de restricciones prácticas impuestas sobre ellas (por ejemplo: el control e los padres) [4]
Sin embargo, existe también una explicación psicológica de por qué los hombres se inclinan al crimen violento con más frecuencia. Ya que las mujeres están generalmente más preocupadas en crear vínculos sociales con otros, ellas reciben una mayor cantidad de apoyo social, lo que reduce el riesgo de que se involucren con el crimen. Adicionalmente, los actos impulsivos y agresivos de las mujeres son usualmente frenados por las expectativas sociales. [5] La sociedad también influye en la forma cómo hombres y mujeres se expresan: se acepta con más facilidad que las mujeres expresen sus emociones por vías distintas a la violencia, mientras que la masculinidad percibe a la violencia como un medio para reafirmar su dominio.
Perspectiva masculina hacia la radicalización
Enfocándose en el proceso de (des)radicalización de las mujeres puede ser muy útil, ya que a la fecha existe poca investigación sobre la criminalidad femenina. Sin embargo, el delito es un mundo de hombres. Abordando al terrorismo desde una perspectiva masculina puede proporcionar una comprensión más precisa acerca de los procesos de (des)radicalización.
A manera de ejemplo: la radicalización es percibida a veces como una reacción hacia una percepción de fracaso personal; unirse a un grupo radical o violento era para algunos jóvenes europeos un medio para empoderarse o para trascender hacia la adultez. [6] Analizando estas mismas motivaciones como un sentimiento de fracaso como hombre o como la transición para convertirse en un hombre adulto, podría proporcionar mediciones más adecuadas para prevenir o contrarrestar la radicalización. Por ejemplo, estas mediciones podrían incluir un enfoque en promover una masculinidad distinta entre niños y jóvenes adultos, o incrementar su sentimiento de realización a través de expresiones sanas de competencia y éxito.
Los esfuerzos por promover la igualdad de género generalmente se enfocan en empoderar a la mujer, pero rara vez abordan las necesidades de y los desafíos enfrentados por los hombres. Esta visión unilateral tiene un potencial de doble impacto en el aumento de la criminalidad, tanto entre varones como mujeres. La igualdad de género enfocada predominantemente en la mujer les proporciona más oportunidades para involucrarse en la delincuencia y puede eliminar algunas restricciones sociales que evitan que las mujeres desarrollen comportamiento violento. Al mismo tiempo, se arriesga un aumento de sentimiento de alienación y frustración que ya provoca que algunos hombres se vuelquen a la violencia.
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Referencias
[1] Globsec, “¿Quiénes son los jihadistas europeos? ¿Desde criminales hasta terroristas y de vuelta?” (“Who Are the European Jihadis? From Criminals to Terrorists and Back?,”) Informe de mitad de period del Proyecto Globsec, septiembre de 2018, https://www.globsec.org/publications/who-are-european-jihadis-from-criminals-to-terrorists-and-back/#Vg7AifqEc4V7xAY5.99.
[2] Daniel Koehler, “Terrorismo de Derecha en el Siglo XXI, La ‘clandestinidad nacionalsocialista’ y la historia del terror desde la extrema derecha en Alemania” (“Right-Wing Terrorism in the 21st Century, The ‘National Socialist Underground’ and the History of Terror from the Far-Right in Germany”), 1ra edición (New York: Routledge, 2017).
[3] Rob Walmsley, “Mujeres y niñas en institucionespenales, incluyendo detenidas con proceso pendiente y ____” (“Women and girls in penal institutions, including pre-trial detainees/remand prisoners”), en Lista de mujeres detenidas en el mundo (World Female Imprisonment List), cuarta edición, noviembre de 2017.
[4] Sung J. Jang y Robert Agnew, 2015. “Teorías sobre tensión y crimen” (“Strain Theories and Crime”), en James D. Wright (ed.), Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales y del Comportamiento (International Encyclopedia of the Social & Behavioral Sciences), 2da. Edición, vol. 23, (Oxford: Elsevier, 2015), pp. 495–500.
[5] Velmer S. Burton, et al., “Género, autocontrol y crimen” («Gender, self control, and crime») en Diario de Investigaciones sobre crimen y Delincuencia (Journal of Research in Crime and Delinquency), vol. 35, no. 2, pp. 123–147 (1998).
[6] Kumar Ramakrishna, “Entendiendo la radicalización de la juventud en la era de ISIS: Un análisis psicológico” (“Understanding Youth Radicalization in the Age of ISIS: A Psychosocial Analysis”) en Relaciones e-Internacionales (E-International Relations), febrero de 2016, https://www.e-ir.info/2016/02/11/understanding-youth-radicalization-in-the-age-of-isis-a-psychosocial-analysis/.