En los últimos años se ha visto un aumento de los atentados terroristas utilizando objetos cotidianos como vehículos, en lugar de perpetrar el acto terrorista con armas o explosivos. Entre los ejemplos más destacados están el ataque al mercado navideño en Alemania en 2016, el atentado con vehículo en Niza o los atentados en Gran Bretaña, en Westminster y el Puente de Londres en 2017. Atentados como estos son fáciles de planear y ejecutar, pero extremadamente difíciles de evitar, porque la detección previa del ataque no es tarea sencilla dada la falta de preparativos sospechosos. No es posible considerar que cada vehículo que cruza un puente es una amenaza potencial y que cada camión que lleva mercancías en los alrededores de un mercado navideño debe estar bajo vigilancia permanente. Muchas de las medidas preventivas en contra de tales ataques son empleadas por fuerzas de seguridad y el Gobierno termina optando por la fortificación de los objetivos. La resiliencia física frente a los atentados terroristas es mayor porque se colocan bloques de hormigón alrededor de los mercados navideños, se construyen barricadas protectoras para los peatones en los puentes, o se aumenta la presencia policial en lugares de posibles ataques.
Cuando se aborda la resiliencia en términos no físicos, por lo general se utiliza para estudiar la resiliencia individual frente a la radicalización o menos vulnerabilidad frente a ideas extremistas. La resiliencia es un término que originalmente se utilizó para describir las diferencias psicológicas entre niños que crecen en entornos no ideales, [1] relacionados con la investigación actual sobre experiencias adversas en la niñez. Se encontró que algunos niños eran naturalmente más resilientes frente a estas experiencias que otros, que muchas veces desarrollan modelos psicológicos nocivos. Analizando a personas de conocida radicalización, los investigadores se propusieron determinar los factores que potencialmente aumentan la vulnerabilidad frente a la radicalización y, en la otra cara de la moneda, los elementos que aumentan la resiliencia en los procesos de radicalización, con la concomitante visión extremista del mundo.
Los factores por lo general corresponden a tres categorías, a saber: presión, influencia y factores personales.[2] Los factores de presión son experiencias que pueden impulsar a una persona a apartarse de la sociedad en general y avanzar hacia el extremismo, lo cual abarca pobreza, falta de identidad social o aislamiento.[3] Los factores de influencia describen elementos que atraen a las personas hacia un grupo terrorista; es decir, ventajas relacionadas con la membresía, como mejor estatus social, fama, hermandad o la posibilidad de experimentar aventuras.[4] Los factores personales son experiencias inmediatas como prisión [5] y victimización personal o rasgos de la personalidad [6], como vulnerabilidad emocional, [7] fuerte reciprocidad, [8] orientación hacia el dominio social o autoritarismo de derecha.[9]
Todos estos factores deben verse como una evaluación del grado y no como categorías absolutas, y se debe tener en cuenta su preponderancia. Si bien la búsqueda de aventuras puede ser un rasgo común en muchos adultos jóvenes, no muchos experimentarán este deseo de manera tan intensa como para unirse a una organización extremista. La resiliencia psicológica frente al extremismo debe entenderse como el resultado de todos los factores, los que presionan, influyen en la persona hacia el extremismo, al igual que los elementos opuestos a mantener a la persona conectada con la sociedad en general.
Aunque una mayor investigación de los factores que aumentan la resiliencia psicológica frente al extremismo es un paso importante para disminuir la amenaza local de radicalización y ataques, no es factible esperar que académicos y profesionales detecten, y prevengan cada caso de radicalización en el futuro. El extremismo, la radicalización y la amenaza de terrorismo no van a desaparecer. Es por tanto necesario enfocarse no solo en la resiliencia psicológica de quienes son potencialmente vulnerables frente a la radicalización, sino también en una mayor resiliencia psicológica de la sociedad en su conjunto al enfrentarse a los efectos de la violencia terrorista.
Es posible entender el terrorismo como una forma de guerra psicológica destinada a difundir el miedo y la desconfianza entre la población [10] En contraposición con los desastres naturales, el terrorismo representa una amenaza que siempre está presente de una manera subliminal y que es ejecutada deliberadamente, y no corresponde a la categoría de tragedia “incontrolable”. La prolongada exposición a una amenaza de creación humana de largo plazo, dirigida a la población civil, tiene consecuencias psicológicas para las comunidades afectadas, y abarca miedo, su potencial utilización como chivo expiatorio, disminución de la confianza, y un cambio en el comportamiento de cara al voto. Es probable que el denominado terrorismo interno contribuya a exacerbar especialmente las consecuencias negativas de la exposición a la amenaza terrorista. Si bien la amenaza de “afuera” podría ocasionar un efecto bandera y una mayor cohesión e identificación social con el colectivo nacional, es probable que la amenaza desde dentro tenga un efecto opuesto.
La resiliencia psicológica de la comunidad ha sido investigada respecto a los desastres naturales [11] y la guerra, [12] pero ha recibido menos atención en el campo del antiterrorismo. No obstante, es de suma importancia para los académicos, profesionales y políticos tener en cuenta la resiliencia psicológica de la comunidad. La amenaza de terrorismo puede erosionar los fundamentos mismos de las democracias multiculturales de Occidente y se construyen sobre -y provocan- una polarización, la cual es potencialmente peligrosa para el propio orden democrático liberal.
De manera tan trágica como la pérdida de vidas y los daños a la propiedad causados por el terrorismo islámico, la amenaza que plantea a Occidente no es existencial en un sentido militar; ninguna nación occidental está en peligro de perder una guerra -ni siquiera una guerra asimétrica- sin actores no estatales violentos. Pero, a la larga, las democracias occidentales pueden verse seriamente dañadas por las consecuencias psicológicas que ocasiona el terrorismo a sus electorados, la percibida disminución de pertenencia, mayor desconfianza, y la erosionada cohesión social, que a su vez influye en resultados aún más extremos en procesos eleccionarios, lo cual eventualmente termina con la propia democracia.
Sin el desarrollo de resiliencia psicológica en el ámbito social, es posible que una continuación del viraje hacia la derecha política, que se observa actualmente en Europa y los EE.UU., al igual que la polarización relacionada con ella, se vean exacerbados. Las preocupaciones respecto a la seguridad podrían invalidar las libertades esenciales y de esa manera amenazar el orden liberal que los Estados occidentales están llamados a proteger. A la larga, es posible que no sea el terrorismo en sí lo que amenace a las democracias liberales, sino las reacciones psicológicas, sociales y políticas a este fenómeno. Por tanto, profundizar nuestra comprensión de cómo surge la resiliencia social, qué factores influyen en ella y cómo puede aumentarse, es de máxima prioridad.
Referencias
[1] Veldhuis, T. und Bakker, E. (2013). “A Fear Management Approach to Counter-Terrorism” in Gunaratna, R., Jerard, J. und Nasir, S. (edt) Countering Extremism: Building Social Resilience through Community Engagement, pp. 91-106.
[2] Vergani, M., Iqbal, M., Ilbahar, E. und Barton, G. (2018). The Three Ps of Radicalization: Push, Pull and Personal. A Systematic Scoping Review of the Scientific Evidence about Radicalization Into Violent Extremism. Studies in Conflict & Terrorism. DOI: 10.1080/1057610X.2018.1505686
[3] Gill, P., Horgan, J., Deckert, P. (2014). Bombing Alone: Tracing the Motivations and Antecedent Behaviors of Lone-Actor Terrorists. Journal of Forensic Sciences. Vol. 59 (2), pp. 425-435
[4] Ranstorp, M. (2016). RAN Issue Paper: The Root Causes of Violent Extremism.
[5] Schuurmann, B. and Horgan, J. (2016). Rationales for terrorist violence in homegrown yihadist groups: A case study from the Netherlands, Aggression and Violent Behavior, Vol. 27, pp. 55-63
[6] McCauley, C. and Moskalenko, S. (2008). Mechanisms of Political Radicalization: Pathways Toward Terrorism. Terrorism and Political Violence. Vol. 20 (3), pp. 415-433
[7] Horgan, J. (2008). From Profiles to Pathways and Roots to Routes: Perspectives from Psychology on Radicalization into Terrorism. The Annals of the American Academy of Political and Social Science. Vol. 618. Terrorism: What the Next President Will Face, pp. 80-94.
[8] Moskalenko, S. and McCauley, C. (2011). The psychology of lone-wolf terrorism. Counselling Psychology Quarterly. Vol. 24 (2), pp. 115-126.
[9] Lemieux, A. and Asal, V. (2010). Grievance, social dominance orientation, and authoritarianism in the choice and justification of terror versus protest. Dynamics of Asymmetric Conflict. Vol. 3 (3), pp. 194-207
[10] Crelinsten, R. (2009). Counterterrorism. Polity Press: Cambridge
[11] Jacobs, G. (2016). Community-based psychological first aid: A Practical Guide to Helping Individuals and Communities During Difficult Times. Elsevier Inc: Oxford.
[12] Eshel, Y. und Kimhi, S. (2016). Community Resilience of Civilians at War: A New Perspective. Community Mental Health Vol. 52, pp. 109-117.