Dr Mohammed Issam Laaroussi, Researcher at TRENDS (Abu Dhabi)
Los ataques terroristas perpetrados durante las dos décadas desde 2001 en varios rincones del mundo provocan serios cuestionamientos acerca de las características de la violencia y la radicalización. El factor común a todos los ataques es la destrucción de vidas, pero las ideologías difieren y todas ellas merecen repudio.
Para entender la radicalización se requiere comprender el contexto y las perspectivas. En algunos aspectos, la radicalización se refiere a la vía que se toma. En otros, al resultado. Más aún, radicalización no siempre equivale a terrorismo. [1] Esta falta de claridad en cuanto a lo que constituye la radicalización conduce a malentendidos sobre el extremismo violento, [2] en especial cuando existe confusión sobre lo que claramente son resultados sociales problemáticos que no representan una amenaza a la seguridad de alta prioridad.
Ningún país define a la “radicalización” de la misma manera. Para algunos, la violencia es la principal preocupación, con un enfoque en los resultados violentos y sin mucha consideración respecto a las ideologías radicales que conducen a ella. Para otros, la ideología que pudiera o no llevar a la violencia es el tema principal, y esta amalgama de fuerzas violentas y no violentas que se adhieren a ideologías extremistas crea una problemática propia. No obstante, todas las definiciones reconocen que la radicalización es un proceso altamente individual y en gran medida impredecible. [3]
Para los propósitos de este artículo, por radicalización se entenderá tanto a los procesos como a los resultadas del extremismo violento. Sobre esta premisa, se tomará en cuanto tanto al extremismo islamista como al extremismo de derecha, con sus ideologías fanáticas en procura de desestabilizar estados y sociedades. Entender las bases fundamentales que dirigen a estos extremistas, preparará la vía hacia una estrategia holística para enfrentar toda clase de amenazas extremistas.
Similitudes y diferencias entre el terrorismo islamista y el terrorismo de extrema derecha
El discurso occidental coloca mucho énfasis en el Islam político como un componente clave del extremismo, pero la diferencia entre el extremismo de derecha y el extremismo islamista es mínima. Ambos están empapados por una visión conservadora del mundo, despreciando la modernidad, el feminismo, la secularidad, el urbanismo y la educación, y al mismo tiempo abrazando la violencia, las armas, el militarismo, la teocracia, el expansionismo y la nostalgia por un pasado glorioso. Son esencialmente dos lados de la misma moneda hiperconservadora.
Durante las últimas dos décadas, los gobiernos occidentales se han enfocado sus esfuerzos contraterroristas en los radicales islamistas, incluyendo a Al-Qaeda y al Estado Islámico. Sin embargo, Sin embargo, extremistas de origen local inspirados por estos grupos se convirtieron en una amenaza mucho más seria. Años de conferencias y sesiones de divulgación comenzaron, manteniéndose el énfasis en la amenaza jihadista externa, ignorando la amenaza interna de los supremacistas blancos.
Este descuido hacia los movimientos de supremacía blanca mientras que el jihadismo acaparaba toda la atención, combinado con la llegada de un divisionismo político basado en cuestiones raciales, religiosas y étnicas, ha traído consigo una moderna ola de terrorismo doméstico sin precedentes. Por ejemplo, una iglesia áfrico-estadounidense se convirtió en el escenario de una horrible atrocidad en Carolina del Sur. Mezquitas son atacadas en el extranjero y profanadas en los EE.UU.. Sinagogas estadounidenses en Pittsburgh y San Diego se han convertido en el centro de tiroteos en masa. El terrorismo supremacista blanco está en aumento.
Las luchas religiosas e ideológicas en el mundo musulmán han atraído la atención por varios años, y ahora lo mismo está surgiendo en Occidente. Los movimientos de extrema derecha en Norte-América y Europa presentan muchas de las mismas narrativas exhibidas por los grupos islámicos radicales.
Sobre la base de un análisis discursivo de dos conceptos relacionados, busco explicar la naturaleza de las similitudes y de las diferencias. Las narrativas exclusivistas y de autorefuerzo de un grupo inspiran a las del otro. Quienes definen las políticas deben abordar a los extremismos de derecha e islamista como fenómenos con impulsos e impactos locales compartidos.
Desde el fin de la Guerra Fría, el mundo islámico y los musulmanes en Occidente han pasado por un mayor escrutinio. Esto ha sido en parte negativo, con las élites políticas instrumentalizando las tensiones locales para su beneficio político. La islamofobia llegó a normalizarse en alguna medida. Al mismo tiempo, los niveles de frustración entre ciertos jóvenes varones musulmanes conducen a un punto sin retorno, con muchos de ellos buscando soluciones imaginarias en proyectos globales como el califato, lo que retroalimenta y empodera a la extrema derecha.
La extrema derecha es en gran medida un movimiento reaccionario contra el terrorismo inspirado por el islamismo. La importancia del Islam en la autodefinición de la extrema derecha puede apreciarse en el hecho que muchos de esos grupos e individuos — incluyendo a Breivik — condenan los conceptos tradicionales de extrema derecha como el nazismo, el fascismo y al antisemitismo, y en lugar de ello definen su causa como la defensa de sus países contra lo que perciben constituye una amenaza proveniente del Islam. [4]
Una proporción significativa de terroristas “solitarios”, sin embargo, tiene antecedentes neonazis, y ha habido una cobertura relativamente pobre sobre esta amenaza. [5] Un caso reciente que no recibió tanta atención como quizá merecía es el de Pavlo Lapshyn, un terrorista de extrema derecha ucraniano, condenado por el asesinato de Mohammed Saleem, de 82 años y proveniente de Small Heath en Birmingham. Lapshyn confesó haber asesinado a Saleem porque era musulmán.
Los extremismos de derecho e islamista comparten mecanismos básicos en los procesos de radicalización, sea a través de internet o cualquier otro medio. Ambas son formas violentas en los límites de movimientos mucho más vastos, con vínculos con corrientes centrales de sus propias sociedades. No existen “lobos solitarios” entre ellos; los atacantes tienen al menos una sensación de solidaridad de parte de sus comunidades, sea real o virtual, y frecuentemente cuentan con colaboradores directos e instructores. Por ejemplo, en un “manifiesto” publicado en línea por el autor del ataque a Christchurch, éste declaraba que no era “miembro directo” de ningún grupo u organización, pero que había interactuado con ellos y obtenido inspiración de muchos de ellos — y a su vez él habría ahora brindado inspiración para muchos ataques recientes.
Otro elemento común es la creencia en que la “resistencia” contra el despotismo es una obligación. Los ideólogos militantes islamistas afirman que los gobernantes o regímenes deben ser derrocados si interfieren con la ley de los iluminados y fieles. Los extremistas de derecha ven también al gobierno como un opresor de su comunidad imaginaria, definida según una “raza” y algunas veces por la fe, cuya autoridad debe ser rechazada y algunas veces combatida.
Tanto islamistas como extremistas de derecha creen que “sus” comunidades enfrentan una amenaza existencial, imponiendo al individuo la obligación de luchar en su defensa. Para los islamistas, la creencia en un Occidente beligerante que está comprometido con la humillación y explotación del mundo musulmán durante parte importante de los últimos 1.000 años, es axiomática. Bajo este contexto, las respuestas a los ataques en Christchurch son sintomáticas de la radicalización acumulativa entre islamismo y extrema derecha. Ambas ideologías utilizan el comportamiento del contrario para legitimar y reforzar a sí mismas y a su visión sobre un choque de civilizaciones entre Islam y Occidente.
Entendiendo las raíces de la radicalización: la primera vía para el contraterrorismo
El terrorismo supremacista blanco y sus variantes políticas — adoptando sentimientos de racismo, antisemitismo, anti-inmigración y anti-gubernamentales — han existido en los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Australia, entre otros países, durante décadas. La diferencia está en que en el pasado estos actos eran en gran parte actos de violencia aislados y ocasionales. Sin embargo, hoy en día el internet y las redes sociales son capaces de unificar a individuos insatisfechos dispersos, y proporcionar plataformas donde individuos radicalizados puedan inspirar, regodearse y de otras maneras motivarse unos a otros para perpetrar actos de violencia, tal como se ha visto recientemente.
Por ejemplo, hace cinco años, cuando se solicitó a las agencias del orden de los EE.UU. identificar las amenazas de violencia extremista más serias que enfrentaban en sus respectivas jurisdicciones, éstas mencionaron a los extremistas de derecha y anti-gubernamentales, seguidos por jihadistas salafíes, radicales medioambientalistas y finalmente extremistas raciales. Pero dado el repunte del nacionalismo blanco violento y del extremismo de derecha, y el poder de las plataformas de comunicación del Siglo XXI, la amenaza está evolucionando rápidamente. Las autoridades competentes en países de Occidente necesitan estar plenamente al tanto sobre estos peligrosos avances en la radicalización y en su reclutamiento, la facilidad para intercambiar información operativa y relacionada con los ataques, y los indicadores que pueden facilitar la intervención, prevención y es de esperarse incluso la desarticulación de futuros incidentes terroristas. Adicionalmente, es necesario compartir inteligencia, capacitar y educar al ritmo de esta amenaza dinámica y en curso. En efecto, inmigrantes y ciudadanos por igual deben poder confiar en que las personas a cargo de su seguridad tienen amplios conocimientos y son capaces de responder efectivamente a esta amenaza.
Los extremismos de derecho e islamista, como pudo apreciarse, son dos lados de una misma moneda, alimentándose mutuamente. Limitando uno invariablemente se logrará reducir al otro. Un mejor entendimiento acerca de los vínculos, las interacciones y la simbiosis entre estas dos formas de extremismo contrapuestas pero relacionadas es crucial para seguir avanzando.
[1] Randy Borum, ‘Radicalization into Violent Extremism I: A Review of Social Science Theories’, Journal of Strategic Security (Vol. 4, No. 4, 2011), 7-36. [10] Mark Sedgwick, ‘The Concept of Radicalization as a Source of Confusion’, Terrorism and Political Violence (Vol. 4, No. 4, 2010), 479-494
[2] Toby Archer, ‘Breivik’s Mindset: The Counterjihad and the New Transatlantic Anti-Muslim Right’, in Max Taylor, P. M. Currie and Donald Holbrook (Eds.), Extreme Right-Wing Political Violence and Terrorism (London: Bloomsbury, 2013), pp. 169–86.
[3] Gavin Bailey and Phil Edwards, ‘Rethinking ‘Radicalisation’: Microradicalisations and Reciprocal Radicalisation as an Intertwined Process’, Journal for Deradicalisation (No. 12, 2016), 255-281.
[4] Toby Archer, ‘Breivik’s Mindset: The Counterjihad and the New Transatlantic Anti-Muslim Right’, in Max Taylor, P. M. Currie and Donald Holbrook (Eds.), Extreme Right-Wing Political Violence and Terrorism (London: Bloomsbury, 2013), pp. 169–86.
[5] Daniel Koehler, ‘Right-Wing Extremism and Terrorism in Europe: Current Developments and Issues for the Future’, Prism: a Journal of the Center for Complex Operations (Vol. 4, No. 2, 2016), 84-104.