La reivindicación de un atentado es un momento crítico para la actividad comunicativa de una organización terrorista. Sin embargo, la violencia terrorista no siempre tiene las consecuencias deseadas por sus autores. Algunos de estos atentados son irrelevantes o reflejan una imagen negativa sobre sus capacidades y competencias. En otras ocasiones, los efectos son contraproducentes porque afectan a víctimas a las cuales no estaban dirigidos o generan una reacción de rechazo social que los terroristas no pueden predecir. A menudo es en tales contextos donde aparece la desinformación terrorista.
(Re)escribiendo la Historia
Los terroristas tienen iniciativas claras para maximizar el daño causado por sus atentados. Las cifras de bajas por lo general son infladas, al igual que la cantidad de daños materiales y sus efectos en la moral enemiga. El caos que sigue a los atentados hace difícil desconectar la realidad de la ficción, y esta es la brecha de información que los terroristas explotan para tratar de controlar las percepciones públicas y la memoria del atentado. A veces estas mentiras nunca se descubren, otras veces los detalles completos de los hechos se hacen públicos años más tarde, cuando ya todos han dejado de prestarles atención. Esto significa que la historia creída popularmente de los eventos terroristas a menudo puede ser falseada por los propios terroristas.
También es común crear un mito de la historia del propio grupo terrorista, especialmente para los que inician -o continúan- actividades delictivas. Los pasados de tales grupos serán borrados de modo que no contrasten con el presente.
Otra reescritura común de la historia por parte de grupos yihadistas es trasladar la culpa a las víctimas cuando cometen el error táctico de matar a personas que son consideradas inocentes incluso por la base de apoyo social del grupo terrorista. El yihadismo ha desarrollado una completa doctrina para justificar religiosamente el asesinato de ciertas categorías de personas y muertes “colaterales”, pero a veces van demasiado lejos inclusive en estas circunstancias. En tales casos, los terroristas tienden a extender la culpa a las víctimas -calificándolas de espías, colaboradores o pecadores- e incluso transformando un atentado accidental en un castigo deliberado de personas.
Negación
Hay ocasiones en que los efectos de un atentado son tan dañinos para un grupo terrorista que este ni siquiera trata de reinterpretar una verdad incómoda y opta por no reivindicar el ataque o niega su participación en él.
La forma en que los grupos terroristas yihadistas están estructurados desde el punto de vista organizativo ha incentivado estas omisiones. Los atentados no solo son diseñados por los líderes del grupo, sino que también las células de las organizaciones tienen amplia autonomía y pueden interpretar directrices generales del “centro” en formas marcadamente diferentes de la intención de la dirigencia. A veces la dirigencia misma desconoce el dónde, cuándo y cómo de un atentado -y nunca lo han sancionado-, pero esto crea un problema que ocasiona que la organización parezca incoherente. En tal sentido, simplemente ignorar o negar el atentado es la ruta segura.
En estas circunstancias, quizás no sea sorprendente que -según estimaciones– menos de la mitad de los atentados terroristas de las últimas décadas hayan sido reivindicados. Los atentados no atribuidos tienden a concentrarse en dos categorías: incidentes internacionales atroces con un número alto de víctimas, y atentados ineficaces en términos de víctimas y daños materiales.
Usurpación
Otra forma que adopta esta desinformación es cuando los grupos terroristas usurpan atentados llevados a cabo por otros actores, al igual que accidentes y otros “actos de Dios”. El propósito de tales reivindicaciones es divulgar una imagen distorsionada de la fuerza y resiliencia. Este tipo de mentira puede ser útil para alimentar la moral de los seguidores de una organización, especialmente cuando están atravesando un periodo difícil.
La usurpación de atentados terroristas perpetrados por otros es una estrategia arriesgada porque la evidencia podría salir a la luz para contradecir una reivindicación -como ocurrió cuando el Estado Islámico (EI) reivindicó el tiroteo masivo en Las Vegas realizado por Stephen Paddock- o porque los propios autores podrían tener la facilidad de demostrar una falsa reivindicación. Sin embargo, cuando un atentado es usurpado por un grupo en colaboración con los autores, las cosas son muy diferentes. Un buen ejemplo de ello es el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, por su sigla en inglés) que protagonizó atentados terroristas transfronterizos en contra de Turquía que en realidad fueron organizados por la policía secreta del régimen de al-Assad.
Menos arriesgado para un grupo terrorista es presentar una serie de eventos que no tienen nada que ver con terrorismo como si en realidad los hubiese orquestado el grupo. Estos grupos generalmente operan en un contexto en el que predominan las teorías conspirativas y el razonamiento, de modo que -por ejemplo- la negación oficial por parte de autoridades estatales acerca de la existencia de un incidente terrorista puede contribuir a ratificar la reivindicación del grupo terrorista.
Desorientación
El elemento disuasivo de utilizar mentiras en el desarrollo de la originalidad de un grupo terrorista es igual que cualquier estrategia de publicidad: si queda claro que las falsedades son comunes en la mensajería de una organización, es el prestigio de la organización el que se ve afectado. Los grupos terroristas tratan este tema de diversas maneras.
Una forma de desviar la culpa de un atentado con el cual un grupo terrorista no quiere ser asociado es reivindicarlo en nombre de una organización ficticia, a menudo creada ad hoc para uno o varios atentados. El ejemplo más perverso en esta categoría posiblemente sea la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que utilizó el nombre “Septiembre Negro” para llevar a cabo la tortura, mutilación, y asesinato de once atletas israelíes en las Olimpíadas de Múnich, en septiembre de 1972.
Un fenómeno más frecuente en los últimos años, con la proliferación de plataformas de redes sociales en internet que apoyan al EI, es lo que se podría denominar la “reivindicación denegatoria”. Algunas de estas plataformas han generado enormes audiencias explotando la ambigüedad acerca de sus relaciones con el EI. Estas plataformas pro Estado Islámico propagan reivindicaciones infundadas y amenazas, y difunden fotomontajes y otra propaganda en consonancia con el EI. Si bien la calidad técnica de tal propaganda a menudo es muy inferior a la producida por las redes del grupo, una mera reiteración o plagio de propaganda preexistente, tiene dos ventajas para el EI. Por una parte compromete a su audiencia de seguidores, que invierten tiempo en crear contenido libre para los terroristas, y por otra formando comunidades online cuando ese contenido es compartido. Asimismo, ese contenido aún obtiene la atención de los medios Occidentales, pese a no ser “adecuado” para el EI, como ocurre con las reivindicaciones y amenazas, porque todos entienden que estas plataformas son -como mínimo- inspiradas por el EI y en muchos casos tienen vínculos de varios tipos. Para el EI, este es el mejor de todos los escenarios, ya que obtiene atención para su movimiento y puede sembrar el terror y pánico entre sus enemigos. Pero, puesto que estos canales “no son oficiales”, la exposición de la falsedad de estas reivindicaciones y amenazas no causa daño al propio grupo. En resumen, el EI encontró una manera de inflar la imagen y sentido de amenaza que plantea la organización, mientras que es inmune al costo de difundir desinformación.
La variante final de este tipo de información errónea es cuando, en lugar de reivindicar un atentado que no es suyo, un grupo culpa a otro actor por uno que sí es suyo. Un ejemplo ilustrativo de esto es la destrucción de la gran Mezquita de Al-Nuri en Mosul en 2017. El Estado Islámico arrasó con este icónico edificio, desde el cual Abu Bakr al-Baghdadi había proclamado la restauración del califato en su primera aparición pública tres años antes, para evitar la derrota simbólica de ver al EI expulsado del área y la mezquita ocupada por el ejército iraquí. Pero, Al-Baghdadi no quería asumir la responsabilidad de haber destruido una de las mezquitas más importantes del mundo sunita, de modo que el grupo argumentó que la mezquita fue destruida por un ataque aéreo estadounidense. En este caso, la operación de desiformación fracasó, pues los drones de la coalición brindaron imágenes en tiempo real de la explosión, demostrando así que la detonación provino desde dentro del edificio.