Embajadora Colette Avital, una diplomática israelí y ex Miembro del Knéset (Parlamento)
“Así que, me estaba escondiendo en el montón de cuerpos sin vida ya que en la última semana el crematorio no funcionó en absoluto. Los cuerpos estaban simplemente apilándose uno sobre otro. De modo que yo estaba allí durante la noche; durante el día, estaba vagando por el campo, y así es cómo sobreviví. El 27 de enero de 1945 fui uno de los primeros; Birkenau fue uno de los primeros campos en ser liberados.”
— Bert Stern, un Sobreviviente
Hace setenta y cinco años, el Ejército Rojo se paró en las puertas de Auschwitz-Birkenau. Los soldados soviéticos no podían creer las miradas desgarradoras que aparecían poco a poco ante sus ojos: los 7.000 prisioneros restantes – esqueletos humanos, sólo piel y huesos, algunos de ellos muriendo. Estos fueron los tristes remanentes de 1.3 millones de personas – mujeres, hombres y niños – que habían sido deportados por los nazis al campo de concentración más grande jamás construido, una instalación que combinó un centro de matanza y trabajos de esclavos. Se estima que entre 1940 y 1945, al menos 1.1 millones de personas murieron allí, algunos de ellos gaseados; otros torturados y ejecutados por los guardias nazis; otros sucumbieron al hambre, frío, enfermedad y agotamiento.
Auschwitz-Birkenau, uno de los muchos campos de concentración establecidos por los nazis, fue la culminación del plan nazi para dominar a Europa poblándola con una raza aria pura. El término “Holocausto” ha sido usado para describir el asesinato en masa de seis millones de judíos, asesinados simplemente por el hecho de ser judíos. Es cierto que no solamente los judíos fueron deportados y asesinados en Auschwitz: otros grupos objetivo incluyeron a los romaníes, los homosexuales y los discapacitados físicos y mentales. Todas estas personas fueron consideradas amenazas a la pureza racial, pero para los judíos, el plan era diferente; fue total y final. Incluso setenta y cinco años después es difícil comprender el frenesí y la determinación de los nazis y sus colaboradores en su esfuerzo para eliminar a todo un pueblo de la faz de la tierra, para llevar a cabo lo que se llegó a conocer como “la solución final” para erradicar cualquier remanente de su cultura y civilización. Y quizás lo más difícil de entender es el hecho de que mientras la máquina de asesinato en masa de los nazis cobraba su cuota diaria, el mundo permaneció en silencio.
Sería un peligroso error pensar que el Holocausto fue simplemente el resultado de la locura de un grupo de criminales Nazis. Al contrario, el Holocausto fue la culminación de siglos de odio y discriminación que tenían por objetivo a los judíos. El odio propagado por la Iglesia Católica Romana, las persecuciones y expulsiones, el auto-da-fé de la Santa Inquisición y los pogromos en Europa Oriental – todos estos fueron el destino de los judíos europeos por dos milenios, desde la destrucción del Templo en Jerusalén y la deportación de los judíos desde su país natal.
Incluso en el caso del Holocausto, los Nazis no se movieron inmediatamente para tratar de exterminar a los judíos; ellos se movieron paso a paso para deshumanizar a los judíos, de modo que cuando el paso “final” llegó, esto fue aceptado por las masas. Durante los años 30, después de que los nazis tomaron el poder en Alemania, comenzaron a instaurar leyes que requerían que los judíos fueran gradualmente removidos del resto de la población, arrebatándoles su ciudadanía y sus derechos humanos. Los judíos fueron excluidos de las profesiones, sus tiendas fueron saqueadas y confiscadas, sus sinagogas destruidas y sus libros quemados. Entonces los judíos fueron forzados a vivir en guetos escuálidos o fueron confinados a campos donde los usaron para trabajar como esclavos. Y todo esto fue acompañado por una sistemática incitación y adoctrinamiento racial que mostraba a los judíos como sub-humanos, no más que cucarachas, que contaminaron la inmaculada sociedad alemana.
Albert Speer fue uno de los confidentes más cercanos de Hitler, el Ministro de los Armamentos y Producción de Guerra en el Tercer Reich. Él fue sentenciado a veinte años de encarcelamiento en los Juzgados de Núremberg. En una declaración, jurada y firmada en Múnich el 15 de junio de 1977, Speer escribió:
“El odio a los judíos fue la fuerza impulsora de Hitler y el punto central, quizás incluso era el único elemento que lo movía. El pueblo alemán, la grandeza alemana, el Reich, todo eso no significaba nada para él en el análisis final. Por consiguiente, la frase final de su Testamento intentó comprometernos a los alemanes a un odio sin piedad hacia los judíos incluso después de la caída apocalíptica.”
Sin embargo, el odio y el prejuicio no estuvieron confinados a Alemania. Dichas condiciones fueron preponderantes en muchas naciones europeas; de no haber sido así, el Holocausto no habría sido posible. En muchos estados conquistados, los nazis encontraron colaboradores entusiastas en cuanto a su plan para eliminar a los judíos de Europa. También existieron ciudadanos valientes y heroicos que arriesgaron sus propias vidas y las vidas de sus familias para salvar a los judíos. Nosotros los denominamos los Gentiles Justos.
Para nosotros, los ciudadanos del Mundo Libre de hoy, es difícil comprender la enormidad de Auschwitz, y la profundidad de la crueldad; es difícil comprender o aceptar lo que los seres humanos son capaces de hacer a otros cuando están motivados por un prejuicio ciego y el odio. Después del Holocausto, el mundo se vio dispuesto a encontrar un camino más cooperativo. La fundación de las Naciones Unidas fue una expresión de ese momento. Por un tiempo, pensamos que el odio hacia los judíos había sido erradicado finalmente. Pero lentamente la demonización de los judíos empezó a regresar.
El antisemitismo está surgiendo nuevamente por toda Europa y los Estados Unidos, y los incidentes antisemitas se están multiplicando. La irracionalidad y la intolerancia están de vuelta. Los judíos están siendo perseguidos como judíos nuevamente en Europa. Los judíos están siendo atacados en las calles, en los supermercados, en las escuelas. Las sinagogas y los negocios judíos son atacados. Hay enormes manifestaciones, con miles de personas gritando amenazas de muerte al Estado de Israel y a los judíos. Incluso hay un avivamiento del revisionismo del Holocausto, abarcando desde los que minimizan la atrocidad hasta aquellos que reescriben la historia para honrar a los oficiales deshonrados de esos días oscuros.
Estamos preocupados porque sabemos a dónde puede llevar el odio.
El antisemitismo y el racismo no deben tener lugar en el siglo 21. Las casas de culto deben ser lugares de amor, entendimiento y sanidad. Las naciones no deben decir a su gente que maten en el nombre de Dios.
La Historia y la conciencia de los judíos serán dominadas durante muchas generaciones por las memorias traumáticas del Holocausto. Ningún pueblo en la historia ha soportado una experiencia con tal magnitud de violencia y profundidad. Para nosotros, recordar no solamente es un mandamiento, es el compromiso moral con la inviolabilidad de la vida humana, un compromiso para transmitir a las siguientes generaciones los valores más básicos de aceptación del Otro, de tolerancia y de entendimiento.
Recordamos el Holocausto, porque la memoria es una parte integral de nuestra cultura. Porque la memoria nos da forma. Recordamos a las víctimas por el mandamiento “Zachor” (Recordar).
La remembranza no es un acto aislado; tiene una dimensión moral. Los rescatadores nos enseñaron que incluso en el infierno conocido como Holocausto, el individuo tenía la opción y la capacidad para actuar de manera humana si le importaba – y si tenía el coraje. Recordamos porque no queremos que nuestro pasado sea el futuro de nuestros hijos.