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Radicalización en prisión: Viejas tendencias, nuevas amenazas

3 enero 2019
in Artículos
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Marco Olimpio

Aun cuando el año 2018 mostró una disminución en la cantidad de ataques terroristas yihadistas en Europa, el extremismo continúa representando una seria amenaza. Actualmente, dos de los desafíos más importantes a enfrentar son la radicalización en las prisiones y la inminente liberación de prisioneros radicalizados.

En la mayoría de los países de Occidente, desde hace tiempo las prisiones se han venido constituyendo en importantes centros de radicalización, donde individuos radicalizados pueden establecer vínculos entre sí, así como también desarrollar proselitismo y reclutar a otros presos. El reciente aumento de arrestos por cargos relacionados con terrorismo ha llevado a un aumento de la población radicalizada en las prisiones y pone en peligro a aquellos considerados “en riesgo” de ser radicalizados, aunque esta definición es usualmente algo confusa y cambia según las autoridades de la prisión en los distintos países europeos.

Miles de extremistas yihadistas han sido arrestados en toda Europa en el transcurso de los últimos cinco años, provocando una escalada en la población radicalizada de las prisiones. De acuerdo con Eurojust, la mayoría de las sentencias impuestas por cargos relacionados con terrorismo en la Unión Europea son de cinco años, término relativamente corto, lo cual coloca a una gran cantidad de sujetos dentro del segmento de pronta liberación.

El reciente ataque en Estrasburgo (Francia) ha resaltado este factor. El atacante, Cherif Chekatt, un joven de 29 años nacido en Estrasburgo de origen norafricano, tenía 27 sentencias y había sido señalado por el servicio de inteligencia francesa por haber sido radicalizado durante su estancia en prisión.

Un estudio conjunto del Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington (ISPI-GWU) con el Centro Internacional de Contraterrorismo (ICCT) en el que trabajé, analizó los ataques terroristas yihadistas en Occidente tras la declaración de la instauración del califato del Estado Islámico (EI) en junio de 2014. Se detectó que casi un tercio de los atacantes había estado en prisión antes de los ataques. Algunos se hallaban cumpliendo penas por actividades relacionadas con terrorismo, mientras que otros habían cometido delitos no relacionados con terrorismo.

Los perfiles de los individuos analizados eran diversos, como es usual en temas de análisis sobre extremismo. Sin embargo, la mayoría había cumplido sentencias por delitos relacionados con drogas, tenencia de armas, robo, o violencia física y agresiones, en oposición a delitos relacionados con terrorismo. Si bien la cantidad es significativa, el nexo entre la radicalización de los individuos y el tiempo cumplido en prisión fue más difícil de determinar.
En el ámbito de la prisión, delincuentes y extremistas están cerca unos de otros, generando situaciones que pueden operar como potenciadores de radicalización. Comparten un resentimiento común y en ocasiones la búsqueda de “redención” por los delitos cometidos puede conducir a la oscura senda de la radicalización y el extremismo. Ciertos delincuentes también poseen habilidades y conexiones que pueden resultar útiles a los grupos terroristas, como puede ser saber cómo conseguir y/o manejar armas.
Según informes, la célula que llevó a cabo el ataque en Paris en 2015 utilizó sus conexiones criminales previas para obtener armas, variantes de AK-47 de países de Europa del Este que habían sido “desmilitarizadas” y adaptadas para disparar únicamente balas de salva. Éstas armas fueron reconfiguradas y modificadas para disparar munición letal.

Por su parte, Anis Amri, quien se radicalizó mientras se encontraba en prisión en Italia, tenía vínculos estrechos con una red de falsificadores de documentos que operaba en el sur de Italia. La conexión entre terroristas y falsificadores de documentos ha sido observada frecuentemente en casos de terrorismo en Italia, donde personajes como Anwar Shabaan, un imam radical que se convirtió en el Emir de los combatientes extranjeros árabes en Bosnia durante la guerra de los noventa, solía elaborar documentos falsos para los combatientes extranjeros que viajaban dispuestos a hacer la yihad.

Del mismo modo, la venta de narcóticos ha sido frecuentemente empleada para proporcionar fondos a las redes militantes y a individuos que buscaban comprar pasajes para desplazarse hasta áreas de conflicto en Siria e Irak.
Tal como lo señalan Rajan Basra y Peter Neumann, del Centro Internacional de Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (ICSR, por su sigla en inglés), el Estado Islámico ha aprovechado este nexo entre el mundo criminal y el terrorismo. En su propaganda, el EI frecuentemente ha mencionado este factor, llegando a transmitir el mensaje de “no necesitas cambiar tu comportamiento, sólo tu motivación”. Esto podría empujar a los delincuentes a adoptar el yihadismo con la esperanza de conseguir su redención.
En lo que respecta a los ataques terroristas yihadistas en Occidente, alrededor del 50% de los atacantes tenía antecedentes penales por actividades que iban desde terrorismo hasta tráfico de drogas y robos.

Francia proporciona un ejemplo. El Ministerio del Interior ha informado que existen aproximadamente 500 personas cumpliendo sentencias en prisión por cargos relacionados con terrorismo, mientras que poco más de 1.200 reclusos han sido catalogados como radicalizados, De éstos, al menos 50 personas que están cumpliendo sentencias relacionadas con terrorismo serán liberadas en 2019, junto con 400 individuos que se han radicalizado en prisión. En un intento por mitigar los riesgos relacionados con la liberación de prisioneros radicalizados, el Plan Nacional para la Prevención de la Radicalización de 2018 hacía un llamado a la creación de una unidad permanente que pudiese monitorear a estas personas una vez fuesen liberadas de prisión.

De manera similar, en el Reino Unido se registran 228 sujetos en prisión cumpliendo sentencias relacionadas con terrorismo. Al menos el 82% de ellos es islamista, aunque la amenaza que representan otros tipos de extremistas, como ser los radicales de extrema derecha, no debería ser subestimada. Adicionalmente, más del 40% de estas personas condenadas por delitos relacionados con terrorismo durante la última década, serán liberadas este año.
Como en otros países europeos, la mayoría de extremistas juzgados por delitos de terrorismo en el Reino Unido fueron condenados con sentencias de hasta cinco años como máximo y, de acuerdo con el Ministerio de Justicia Británico, de los 312 que han sido liberados desde 2014, 171 habían cumplido menos de cuatro años en prisión.

En un caso concreto de mayo de 2018, un prisionero durante una salida transitoria de 48 horas, atacó y mató a dos oficiales de policía con un arma blanca y disparó contra un peatón en la ciudad belga de Lieja. El atacante, un ciudadano belga de 36 años llamado Benjamin Herman, tenía un largo prontuario criminal y había estado en prisión por drogas, asalto y robo. Al tiempo de los ataques, estaba cumpliendo una sentencia corta en prisión por cargos relacionados con drogas y se sabía que se había radicalizado durante su reclusión, aunque de acuerdo con las autoridades belgas, su radicalización “no era un caso claro y evidente”.

En otro caso de septiembre de 2016, un francés de nombre Bilal Taghi, que había estado detenido en la prisión de Osny en la afueras de Paris, devino violento durante su tiempo en prisión, cuando atacó a dos oficiales de la cárcel con un arma blanca. El hombre había sido arrestado cuando intentaba viajar a Siria y unirse al Estado Islámico junto con dos amigos y su esposa, y había jurado lealtad al grupo terrorista.

El caso de Djamel Beghal, Cherif Kouachi y Amedy Coulibaly es quizá el más notorio en el tema de radicalización en prisión.
Beghal, un francés de origen argelino, había cumplido una sentencia tras el fallido plan de al-Qaeda de atacar la embajada de EE.UU. en Paris. Beghal había sido arrestado previamente en 1994 por su conexión con el Grupo Islámico Armado Argelino (GIA), pero solo pasó tres meses en prisión. Luego partió rumbo a Inglaterra, donde acudió a varias mezquitas radicales en Londres y Leicester, que funcionarios franceses consideraban como “representantes de Osama Bin Laden en Europa”. Beghal se involucró en actividades de difusión de propaganda, recolección de fondos, e incluso realizó un viaje de entrenamiento a Afganistán.
Durante su encierro en la prisión de Fleury-Megoris, la más grande de Francia, Beghal conoció y adoctrinó a Kouachi y a Coulibaly. Kouachi había sido arrestado cuando intentaba viajar a Irak, mientras que Coulibaly era un delincuente menor. Ambos formaron un fuerte lazo con Beghal, pese que éste tenía prohibido ver a otros prisioneros, quien profundizó su adoctrinamiento y radicalización, poniendo en marcha una serie de eventos que finalmente conducirían a Coulibaly y Kouachi a realizar ataque. Beghal fue finalmente deportado de Francia en julio de 2018.

La red involucrada en los atentados de Bruselas en 2016 estaba conformada también por varios individuos que habían estado en prisión. Los hermanos Ibrahim y Khalid El-Bakraoui, que detonaron sus chalecos explosivos en el aeropuerto y en el metro de Bruselas, hacía mucho tiempo que estaban relacionados con el mundo criminal. Los dos tenían múltiples condenas por robo de autos y en bancos, e incluso por intento de homicidio, toda vez que Ibrahim había abierto fuego con un rifle Kalashnikov contra los oficiales de policía que acudieron al llamado por un robo de banco. Una nota publicada por Dabiq, una de las revistas oficiales en inglés del Estado Islámico, presentaba un perfil de los dos hermanos: “Mientras estaba encarcelado, siguió las noticias sobre las atrocidades cometidas contra los musulmanes en Shām. Algo hizo click y decidió cambiar su vida, vivir por su religión”, afirmaba respecto a Ibrahim. De la misma manera, su hermano Khalid “fue guiado mientras estaba en prisión luego de tener un sueño que le cambió la vida”.
El artículo publicado de Dabiq también resaltaba el cambio en las actividades de Khalid tras su liberación, explicando que empezó a convertir a otros y a escribir artículos sobre “las cruzadas libradas por Occidente contra los musulmanes”. Asimismo explica como los dos hermanos adquirieron las armas y los explosivos empleados en los ataques en Paris y Bruselas. Es significativo que estos aspectos sean resaltados por la propaganda yihadista: el cambio de ideología y la motivación que tiene lugar en la prisión y la adquisición de armas por los hermanos quienes, habiendo sido ladrones de bancos, tenían los contactos necesarios para acceder a rifles de asalto.

Se trata de aspectos importantes que el EI procura divulgar de manera intencional con la esperanza que otros sigan el ejemplo e imiten a los atacantes. Si bien se ha dicho mucho sobre la red de apoyo que el Estado Islámico tiene en Europa, la mayoría de los ataques en Occidente han sido perpetrados por sujetos que tenían una conexión y/o vinculación débil con el grupo. Algunos carecían de conexión alguna, mientras otros tienen una “relación” con el grupo limitada a uno o más individuos que no hicieron más que ejercer su influencia o introducirlos a la ideología radical. Los “guías ideológicos” son parte del cuadro, pero la mayoría de los atacantes carecían de grupos de apoyo reales que pudiesen proporcionarles armamento, conduciéndolos a perpetrar sus ataques solo con cuchillos o vehículos. Por esta razón, los delincuentes que cuentan con sus propios contactos son especialmente atractivos para grupos como el Estado Islámico, ya que ellos tienen los medios y las conexiones para adquirir armamento y material necesarios para la ejecución de ataques más mortíferos.

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