Arabia Saudita cuenta con uno de los programas de desradicalización más exitosos. De acuerdo a Marisa L. Porges, experta ante centro de investigación Consejo de Relaciones Internacionales (“Council on Foreign Relations”), el programa saudita para contrarrestar la radicalización y luchar contra el terrorismo puede brindar importantes lecciones al resto del mundo, pese a haber sufrido algunos inconvenientes. Este testimonio surgió tras su visita a Arabia Saudita, y sostener reuniones con oficiales responsables de la administración del Centro de Consejería y Asistencia Mohammed bin Nayef.
El programa de desradicalización comenzó en Arabia Saudita el 2004, liderado desde el Ministerio del Interior, tras una serie de ataques terroristas que comenzaron en Riad y que durarían hasta el 2005. En lugar de depender únicamente de medidas de seguridad Arabia Saudita comenzó a enfocarse en diseñar programas de rehabilitación dirigidos a extremistas dentro de las prisiones sauditas, a través de asistencia psicológica y social, y educando para que abandonen su interpretación intolerante del Islam.
El programa de desradicalización saudita es extenso en cuanto a sus alcances. No sólo se enfoca en proporcionar a miles de beneficiarios cursos de rehabilitación de seis semanas de duración, y consultas con expertos médicos, psicológicos y sociales, sino que además dirige su atención a reintegrar a la sociedad a aquellos prisioneros que son puestos en libertad.
En un principio el programa se enfocó en terroristas que habían sido acusados de perpetrar ataques en territorio saudita, posteriormente incluyó gradualmente a prisioneros de la Bahía de Guantánamo, y a combatiente extranjeros que regresaban de áreas de conflicto como Afganistán, Irak, Siria y Libia.
El desafío más importante que enfrentó este programa fue la falta de consenso en los criterios para medir el grado de éxito. Un criterio empleado es la tasa de reincidencia. Ésta es una importante medición de éxito, si bien no la única. Las autoridades sauditas revelaron que al menos once exprisioneros de la Bahía de Guantánamo habían retomado actividades terroristas y que entre el 10% y el 20% de los beneficiarios del programa se involucraban con actividades criminales. Estos hechos forzaron a las autoridades competentes a realizar una revisión exhaustiva y precisa sobre los componentes de los programas de rehabilitación para poder identificar sus falencias.
Los programas de desradicalización sauditas adoptaron la metodología de prueba y error en un intento por contrarrestar sus falencias. El proceso fue largo y complicado, y no estuvo exento de decepciones, pero al final se pudo grandes logros.
Este enfoque fue visible desde fuera del programa. En un principio, los oficiales responsables por el programa de desradicalización decidieron que el objetivo era desvincular a los radicalizados de las organizaciones terroristas a las que pertenecían, sin intentar cambiar sus creencias. Este enfoque fue pronto modificado, y se dedicaron esfuerzos para proporcionar una guía ideológica que se aparte de la radicalización. No obstante, el objetivo minimalista de la desvinculación todavía se aplica en casos en que la asistencia resulta inefectiva.
Un de los avances importantes bajo el paraguas del Centro de Consejería y Asistencia Mohammed bin Nayef fue la creación del programa especial para prisioneros de las regiones de Qatif y Al-Ahsa bajo el título de “Programa de Rehabilitación y Construcción”. Este programa registró una tasa de éxito de 100%. La necesidad de este subprograma fue reconocida luego que grupos terroristas emergieran en Qatif, un área dominada por los chiitas.
Bajo este contexto, no se puede ignorar el papel jugado por los medios de comunicación en auxiliar a los programas de desradicalización. Un ejemplo es el programa “Lewan”, presentado por su anfitrión Abdullah Almdafer. El programa no era perfecto, pero jugó un rol crucial entrevistando a algunos islamistas que habían sido detenidos previamente.
El valor del programa de Almdafer era evidente, por ejemplo, cuando recibió a Adil al-Labad, un exmiembro del grupo militante chiita Movimiento de Misionarios de la Vanguardia (MMV, harakat al-risaliyin al-tala’i), que ayudó a organizar una revuelta en la Provincia Oriental en 1979.
Al-Labad intentó presentar al MMV como una reacción ante las fallas del sistema político árabe, y como tal en nada diferente a los movimientos nacionalistas y de izquierda árabes, que fueron creados por la misma razón. El problema con esta argumentación es que no toma en cuenta el hecho que el MMV fue una reacción contra las fuerzas nacionalistas y de izquierda en el mundo árabe. Se puede encontrar las raíces del MMV en las discusiones acerca de la modernidad en las hawzas chiitas en Irak e Irán en las décadas de los 50’s y 60’s. En este debate, el MMV adoptó la posición tradicionalista de una manera radical, tomando al nacionalismo y a la izquierda como sus enemigos desde la posición modernista.
El padre espiritual del MMV es Mohammed al-Husayni al-Shirazi, quien nunca alcanzó el estatus de marja taqlid (fuente de emulación) o gran ayatola. La negativa de grandes ayatolas con sede en Najaf, como ser Muhsen al-Hakim, Abu al-Qassem al-Khoe’I y Mahmoud Shahrudi, para aceptar a Shirazi como uno de ellos, llevó a Shirazi a rebelarse, iniciando una nueva división dentro del chiismo.
Shirazi adoptaría luego el manto de “marja hablante”, en oposición a “marja silencioso” de los hawza najafíes. Sus seguidores, especialmente su sobrino, Hadi al-Modaressi, comenzaron a militar por un estado islámico. Las ideas de Shirazi en torno a la forma de gobierno islamista y el papel del clero en el Estado y en la sociedad eran similares a los del Gran Ayatola Ruhollah Khomeini. En efecto, luego que la revolución iraní condujera a Khomeini l poder en 1979, Shirazi se trasladó a Irán para participar en la implementación de la teocracia.
Otra falacia que Al-Labad intentó propagar fue que las intenciones del padre fundador del MMV habrían sido pacíficas. Sin embargo, esta afirmación no puede sustentarse si se analizan los hechos: auspició campos de entrenamiento dedicados al entrenamiento en el uso de armas, y dio su bendición a un violento fallido golpe de estado contra la familia real de Bahrain, entre otras cosas.
La falsa información de Adil al-Labad acerca del MMV muestra, en primer lugar, lo que el MMV enseña a sus miembros como parte de su política de adoctrinamiento, y el objetivo de esto es obvio: esconder los verdaderos orígenes del grupo. En segundo lugar, demuestra que pese a que Al-Labad reniega de su pasado violento, su rechazo hacia sus antiguas creencias era circunstancial, y una reacción ante las presiones que enfrentaba, más que una enmienda libre de sus convicciones pasadas.
Este episodio del programa televisivo puede ser comparado con el séptimo episodio del mismo, que recibió a Ali Abd al-Rahman al-Faqasi, un exmiembro de Al-Qaeda de Arabia (AQAP por sus siglas en inglés). Su conversación con Almdafer reveló que en verdad había corregido sus creencias, así como también que se arrepentía de su pasado violento.
Estos dos casos reflejan claramente la diferencia principal entre los dos tipos de programa de desradicalización. Al-Labad ha sido separado de una organización terrorista, mientras que Al-Faqasi ha sido separado de la organización y de la ideología de los terroristas. Por lo tanto, es mucho menos probable que Al-Faqasi retornó al extremismo. Los programas de desradicalización deberían enfocarse en cambiar creencias y convicciones como la forma más exitosa para prevenir la reincidencia.