Grant Gambling, escritor y podcaster de St. Louis, Misuri
La vida pública estadounidense continúa siendo interrumpida por controversias sobre política de identidad. La exposición de estas líneas divisorias dentro de una forma de gobierno provee oportunidades a los actores externos nefarios, quienes pueden exacerbarlas para debilitar e incluso destruir estados. Este problema no solamente afecta a los Estados Unidos. Mientras que Rusia y China son quienes amenazan a los EE.UU. a este respecto, el Medio Oriente experimenta este reto más que nada con Irán, el cual instrumentaliza a las poblaciones minoritarias para desestabilizar gobiernos en toda la región.
La controversia en los EE.UU. fue avivada, nuevamente, por el Presidente Donald Trump, cuyos tweets durante el verano fueron, primero, dirigidos a “The Squad” (“El Escuadrón”) – cuatro congresistas Demócratas mujeres de color a quienes Trump les dijo que “regresen a casa” – y posteriormente al Partido Demócrata de Maryland, Congresista Elijah Cummings, también una persona de color. No contento con referirse al distrito de Baltimore de Cummings como un “desastre infestado de roedores”, Trump por segunda vez se burló de Cummings por tener su hogar roto. No es como si el distrito de Cummings estuviera libre de problemas, pero cualquier satisfacción que se haya obtenido momentáneamente al avergonzar a su compatriota de esta manera, en última instancia, redunda contra el Presidente.
¿Por qué?
Porque el Presidente de los Estados Unidos representa a Baltimore tanto, si no es más, que la persona elegida para representar ese distrito de la ciudad. El Comandante en Jefe representa a Baltimore, y cada pequeña parte de suelo estadounidense, con sus 330 millones de habitantes, frente a más de siete billones de personas en todo el planeta.
El puntualizar los problemas que Baltimore experimenta, se presenta como mezquino e inútil cuando el Presidente no ofrece solución viable para remediar los problemas de la turbulenta ciudad. Después de todo, los muchos grandiosos discursos que hicieron a la gente sentirse bien, no han llevado un solo empleo de vuelta a la industria de carbón de Virginia Occidental. Y las palabras no salvarán tampoco a Baltimore, Detroit, Flint, San Francisco o Denver, particularmente cuando las palabras crearon más barreras para la cooperación.
Los Republicanos no tienen un mensaje convincente para alcanzar a estas ciudades, sólo son Nelson Muntz de Los Simpsons, apuntando y riéndose. Por consiguiente, en lugar de abrir una discusión que lleva a una solución, Trump está abriendo una vieja brecha que los estados extranjeros hostiles pueden pulverizar para impulsar la brecha racial en la política estadounidense una vez más. Tristemente, la institución que debería apaciguar la situación – los medios estadounidenses – es incapaz de hacerlo porque sus incentivos están muy desalineados, centrados en llamar la atención y por lo tanto tener ganancias.
Por supuesto, la Casa Blanca hizo avances notables en la reforma de la justicia penal al elevar retroactivamente las sentencias máximas para delincuentes por droga que estuvieron dirigidas desproporcionadamente a comunidades negras. Pero este nuevo Partido Republicano permanece carente de respuestas para lo que sucede después, cuando las personas han regresado a comunidades como Baltimore. El mercado laboral está cada vez más automatizado y las personas que quieren incrementar el salario mínimo no son Republicanos de Trump.
Los actuales Republicanos tienen una reminiscencia de la era de Ronald Reagan, quien vio a Estados Unidos como la ciudad brillante en el monte, pero los Republicanos de la época actual no quieren representar todas las partes de esta ciudad metafórica. No puede funcionar de esa manera; es completamente antitético al espíritu de ese mensaje, el cual tiene una base bíblica. El Evangelio de Mateo, 5:14, “Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.” El siguiente verso dice, “Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa.” “Todos los que están en la casa” incluiría a Baltimore.
Mientras que puede parecer que incidentes como estos solamente son leña para los medios occidentales y disparan sus ratings, se ve muy distinto si uno lo está viendo desde el punto de vista de entidades extranjeras hostiles. Explotar esta clase de agravios y a las comunidades afligidas con los mismos no es un nuevo concepto para adversarios extranjeros como Rusia, China o Irán; todos ellos lo han estado haciendo por décadas.
Estos tres regímenes usan el sufrimiento de pobladores locales agraviados para influenciar sus propias agendas. Irán no tiene el mismo tipo de alcance que China o Rusia en Estados Unidos, pero ha sido al menos bastante exitoso con estos ingredientes en su propia región, usando a las poblaciones chiitas en países del golfo para provocar inestabilidad, por ejemplo. Sin mencionar que esta clase de dinámicas son precisamente lo que Al-Qaeda y el Estado Islámico buscan para expandir su influencia global. No hay necesidad para el líder del mundo libre de servirlo en bandeja de esta forma y arrojar luces sobre ello.
Teorizar que Trump está impulsando intencionalmente la polarización y empujando a las personas a los brazos de los radicales quizás es darle demasiado crédito al presidente. Parte del problema es que Trump permanece ignorante del poder que sus palabras tienen desde la posición que ocupa; la más pequeña frase, aunque mal concebida, ahora tiene un impacto en el mundo entero, a pesar de que esa sea su intención o no.
La “luz” a la que Reagan se refería no debía ser usada para avergonzar o deshumanizar a la gente, lo cual es algo que radicaliza, pero más bien debería proporcionar a estas comunidades la luz para ayudarles a cambiar su situación. Los líderes que fallan en gobernar para todos los sectores de sus poblaciones están haciendo el trabajo de sus enemigos por ellos.