European Eye on Radicalization
Las políticas de Turquía en materia de terrorismo de los últimos años han sido severamente criticadas tanto por los Estados occidentales, como por los de la región. Sumado a estas cuestiones de política exterior, existen problemas internos de corrupción y un creciente autoritarismo que exacerban aún más la situación, especialmente porque se desarrollan en medio de un panorama económico cada vez más sombrío.
Desde el inicio del levantamiento sirio en 2011, los jihadistas han estado atravesando Turquía para llegar a Siria. Muchos creen, y así lo atestiguan algunos desertores del Estado Islámico (ISIS), que la inteligencia turca apoyó este flujo de terroristas hacia Siria para contribuir con la política de Turquía de forzar el derrocamiento del régimen de Bashar al-Assad y bloquear la expansión kurda. No cabe duda de que Turquía Turquía eligió algunos aliados islamistas, siendo el más conocido Ahrar al-Sham, quien abrió espacio para Al-Qaeda y grupos similares.
Ha habido un considerable efecto de rechazo hacia esta política al interior de Turquía, con una campaña de explosiones de EI iniciada el 2014 que aumentó considerablemente durante el 2015, creando tensiones políticas entre el gobierno turco y la población kurda. Esto contexto empeoró con la situación electoral en Turquía ese mismo año, en que el Presidente Recep Tayyip Erdogan y su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) perdió su mayoría por primera vez en una década y entonces llamaron a una nueva elección anticipada.
ISIS ha estado presente en Turquía desde hace mucho tiempo, en parte como resultado de las redes establecidas por el régimen de Saddam Hussein para contrabandear petróleo y de esa forma burlar sanciones durante la década de los noventa. Posteriormente, estas redes cayeron bajo control de EI cuando los Baazistas y las tribus que las controlaban se unieron a los jihadistas. Durante los últimos cinco años, ISIS ha conseguido una presencia más robusta en Turquía, estableciendo redes de reclutamiento y facilitación profundamente arraigadas. Y mientras el “califato” caía, muchos jihadistas de EI se refugiaban en el país.
Las purgas en el sector público tras el intento de golpe de 2016, han debilitado la capacidad de las fuerzas de seguridad turcas para enfrentar la crisis de EI, y el desvío de recursos para combatir al Partido Laboral del Kurdistán (PKK) y al movimiento Gülen han debilitado aún más esta capacidad.
Más allá de las complejidades de la situación de EI, el gobierno turco ha ofrecido santuario seguro para operativos de la Hermandad Musulmana de Egipto y los Estados del Golfo, considerados terroristas por sus países de origen. En Turquía, ellos tienen libertad para transmitir propaganda y para inciter a otros.
Está también el problema de HAMAS, la filial palestina de la Hermandad y un grupo mundialmente calificado como terrorista, cuyos operativos son invitados de honor en Turquía. Saleh al-Aruri es un caso destacado: dirigió un ataque terrorista en Cisjordania en junio de 2014, provocando la muerte de tres adolescentes, uno de ellos, Naftali Fraenkel, tenía la doble nacionalidad estadounidense-israelita, lo cual precipitó una guerra con Israel.
Turquía ha estado mostrando retrocesos en materia de democracia desde hace tiempo y tras el intento de golpe se ha consolidado un autoritarismo más severo. Si bien en algunos aspectos la corrupción se ha reducido, la corrupción mayor a nivel estatal, el amiguismo, se ha mantenido, y la élite económica está siendo dominada cada vez más por los aliados políticos de Erdogan y su partido gobernante.
Los íntimos vínculos entre corrupción y políticas de Estado se han visto una y otra vez. Se cree que Erdogan tiene un patrimonio de más de $50 millón, pese a tener un salario que difícilmente sirva para justificar tal fortuna. Luego se encuentra el programa “gas por oro” con la que Turquía burló las sanciones contra Irán. En diciembre de 2013, filtraciones revelaron que Erdogan y su hijo, Bilal, planeaban esconder dinero efectivo para evadir una investigación por corrupción. Bilal Erdogan es también acusado de corrupción fuera de Turquía, habiendo sido atrapado en un caso de lavado de dinero en Europa.
Un aspecto cada vez más importante de la corrupción en Turquía es el nepotismo. Cuando el AKP llegó al poder, fue en alianza con los gülenistas, que proporcionaban los recursos humanos para el aparato estatal, en especial la policía y el Poder Judicial – los instrumentos más importantes que desarticularon el antiguo orden secular en Turquía. Tras el quiebre en 2013, y más aún tras en intento de golpe, el AKP ha expulsado a los gülenistas y ha tenido que depender de su propia limitada nómina de candidatos para reemplazarlos. Recompensando lealtad por encima de idoneidad, esto ha llevado a un descenso generalizado en efectividad institucional.
Esto es quizá más evidente en la designación del yerno de Erdogan, Berat Albayrak, como Ministro de Finanzas en julio de 2018. Los expertos en economía manifestaron su seria preocupación cuando Albayrak asumió el cargo, pues él parecía ser abiertamente inadecuado para ocuparlo. Estas preocupaciones fueron finalmente confirmadas.
La semana pasada, Albayrak sostuvo reuniones con inversionistas en Washington D.C., organizadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y quienes estuvieron presentes declararon para Axios que había sido “lo peor que habían presenciado alguna vez de un representante gubernamental de alto rango”. “Nunca, literalmente, he visto a alguien de un gobierno tan poco preparado”, declaró un inversionista.
Ante las señales de que Turquía está al borde de otra ronda de dificultades financieras, que Albayrak sea el hombre a cargo es profundamente preocupante, como lo son los problemas políticos que se ciernen con los estadounidenses.
El año pasado, cuando Turquía se negó a liberar al pastor estadounidenses pastor Andrew Brunson, el Presidente de los EE.UU. Donald Trump impuso sanciones que provocaron la caída de la moneda turca. Oficiales estadounidenses ya han declarado que si Turquía recibe el sistema ruso de defensa aérea S-400 que ha ordenado, será sancionada nuevamente conforme la Ley para Contrarrestar a los Adversarios de EE.UU. mediante Sanciones (Countering America’s Adversaries Through Sanctions Act, o CAATSA por sus siglas en inglés).
Turquía está siendo asolada por serios problemas en seguridad y económicos, la mayoría de ellos generados por ella misma y todos empeorados por las actividades de Erdogan y el AKP. Incluso cuando los problemas no son causados por Ankara, el autoritarismo y la corrupción crecientes del sistema político turco están ocasionando que sea menos apta para responder con efectividad. Todo indica que esto se mantendrá así en el futuro cercano.