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Las divisiones en la élite política iraquí nada modificarán

29 octubre 2019
in Artículos
Splits in Iraq Political Elite Won’t Change Anything
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Sami Moubayed

Las manifestaciones masivas y pacíficas que estallaron en Líbano este mes han eclipsado totalmente a las no tan pacíficas que se desataron en Bagdad a principios de octubre. Más de 150 jóvenes han sido asesinados y cerca de 6.000 resultaron heridos.

Dos pesos pesados chiítas ya se han distanciado del actual primer ministro, Adel Abdul Mehdi, hablamos de Ammar al-Hakim y Muqtada al-Sadr. Tanto estos dos últimos como Abdul Mehdi son protegidos de Irán desde hace mucho tiempo, quien tomó las riendas del poder después de la caída de Saddam Hussein en 2003. En algún punto de sus carreras, los tres han exigido una teocracia como la de Irán en Bagdad. Los tres son hijos de importantes clérigos chiitas que fueron educados, adoctrinados y financiados por el régimen iraní, durante tres décadas.

Sus “suaves” deserciones han elevado las esperanzas de que otros pudieran empezar a distanciarse gradualmente del patrocinio iraní, reduciendo la radicalización y militarización de la sociedad iraquí, la cual ha tenido a las personas “tomadas por el cuello” desde el año 2003.

Sin embargo, una mirada más profunda, muestra que esto podría no ser más que una fantasía, imaginada por observadores iraquís desde el distante lujo de sus oficinas, en Europa y los Estados Unidos. Estas figuras y sus distritos electorales, son la columna vertebral del sistema en Irak después de 2003. Si colapsan, entonces también lo haría el sistema que han fomentado durante dieciséis años, con armas y dinero de Irán.

Por razones comprensibles, destacados sunitas están pidiendo a su comunidad permanecer fuera del conflicto, describiéndolo como un asunto chiita interno. La participación sunita solamente daría a las autoridades el pretexto para afirmar que los manifestantes han sido desviados por el Estado Islámico (EI) y los baazistas, o que están siendo financiados por Arabia Saudita. Muchos están entusiasmados por la creciente fisura dentro de la comunidad, esperando que ello elimine a Abdul Mehdi, Hakim y Sadr. Otros sunitas esperan que esto los libre de todo lo anterior, recordando al presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, quien se detuvo a observar cómo se desarrollaba la guerra Irán-Irak en los años ochenta, esperando que esta lo librara de Khomeini o de Saddam. Los sunitas iraquíes también creen de forma errónea que estas manifestaciones y la grieta que están creando dentro de la comunidad chiita, empezarán gradualmente a erosionar la influencia fundamental de Irán en el Irak post-Saddam.

Esto también es una ilusión, que subestima en gran manera lo lejos han ido los chiitas iraquís desde el 2003, y qué tan lejos está dispuesto a ir Irán, ya sea para mantenerlos o para crear una nueva élite chiita, tan radicalizada -o más aún- de la que surgió después de Saddam. Fue mucho más fácil movilizar a los chiitas bajo el régimen previo, por supuesto, cuando los chiitas iraquíes tenían un enemigo común que los unió, contra todo pronóstico. Además, Irán era mucho más rico en aquel entonces, con más dinero del petróleo a su disposición, que se distribuyó a chiitas en el Mundo Árabe, con el objetivo de difundir el “Khomeinismo”. Los chiitas de Líbano e Irak fueron catalogados como clase baja -muy correctamente- recibiendo muy poca atención y fondos del Gobierno. El clérigo libanés nacido en Irán -Musa al-Sadr- los describió como “al-mahroumeen” o “desposeídos”. Ellos usaron fondos iraníes para hacerse visibles ante el resto del mundo, demandando mejor representación en el Gobierno y empleos mejor pagados.

En Líbano, Irán fundó el Movimiento Amal del cual nació Hezbollah en 1982. En Irak, financió al partido Dawa de clérigos chiitas, financiando sus actividades clandestinas y acogiendo a sus líderes hasta que fueron colectivamente capaces de regresar a Irak tras la caída de Saddam en 2003. Los observadores occidentales de Irak afirmaron erróneamente que la comunidad chiita en general se había beneficiado colectivamente del orden post-2003 en Bagdad, tras años de represión bajo una dictadura militar liderada por los sunitas. Esto no es cierto. Solamente una pequeña fracción de los chiitas iraquíes, que suponen aproximadamente el 64% de los 38,2 millones de habitantes del país, hicieron fortunas e hicieron carreras profesionales y políticas, debido a su afiliación con Irán. Abdul Mehdi, Sadr, y Hakim están entre ellos, sin duda.

Problemas económicos

El resto de la comunidad vive sumida en una situación crítica de pobreza y necesidad, reducidos a ser guardaespaldas, choferes y mensajeros para la élite gobernante del país. Ellos son quienes tomaron las calles de Basora en 2018 y Bagdad en 2019, demandando una mejor vida. Para el 2014, la pobreza había alcanzado el 22,5% en todo Irak, de acuerdo al Banco Mundial [1]. El desempleo actualmente se encuentra en un 17% entre jóvenes de menos de 25 años, que representan el 60% de la población iraquí. Aproximadamente 700.000 personas entran a la fuerza de trabajo anualmente y buscan empleo estatal, el cual ya está repleto y devora el 70% del presupuesto del país. [2] A causa de ello, los sectores de salud y educación reciben no más de 8% del presupuesto anual, mientras que las milicias no estatales reciben 2% y las fuerzas de seguridad, un enorme 19% [3]

Los reclamos de la comunidad después de 2003 fueron acallados temporalmente, en dos ocasiones, primero por la entonces llamada insurgencia sunita, la cual atacó simultáneamente tanto sus lugares de adoración como a las fuerzas de los EE.UU., y más recientemente, por el ascenso en 2014 del Estado Islámico en Mosul. Esa amenaza en particular unió a los chiitas iraquíes contra un enemigo común que prometió pasarlos por la espada, señalándolos como herejes. Más de 100.000 de ellos tomaron las armas para luchar contra el EI a través de las Unidades de Movilización Popular (PMU), una súper milicia apoyada por Irán. el pasado otoño Después de la derrota del califato, tomaron las calles de la ciudad de Basora -rica en petróleo- , manifestándose contra la corrupción del Gobierno, el nepotismo y el desempleo, así como la falta de servicios básicos como agua potable y electricidad. El 7 de septiembre de 2018, incendiaron el consulado iraní en Basora, culpando a Irán y a sus representantes por la corrupción y mal manejo de sus representantes. Un año después, tomaron las calles de Bagdad, demandando la caída del Gobierno de Abdul Mehdi y una completa reforma del sistema político.

“La mayoría de los manifestantes son jóvenes graduados de la universidad que crecieron en la era post-2003” dijo Safaa Khalaf, un destacado analista iraquí. “Ellos crecieron en medio del colapso de los servicios gubernamentales, la propagación de la corrupción en un punto crítico del Estado y vieron el ascenso de una nueva élite con una riqueza extravagante.” Hablando con European Eye on Radicalization (EER), hizo un resumen de las numerosas causas de su ira, las que incluyeron “hegemonía de las milicias y tutelaje iraní que ha sido solidificado por el Gobierno de Abdul Mehdi.” Sin embargo, muchas de esas mismas milicias cuyas malas prácticas desencadenaron las manifestaciones -primero en Basora y ahora en Bagdad- están tratando de apropiarse de las manifestaciones, apoyándolos contra el primer ministro.

Además, tantas personas han sido parte de la corrupción gubernamental después del 2003 que está dentro de su interés colectivo el mantener el statu quo. Dos de los involucrados son Ammar al-Hakim y Muqtada al-Sadr, quienes se han estado reposicionando a cierta distancia de Irán por casi dos años. Muchos se estuvieron preguntando si fue auténtico o simulado por los mismos iraníes para darles una renovación. Pareció perfectamente lógico para ellos desertar, dado que los fondos iraníes estaban en descenso, canalizados a sus proxies participantes en el conflicto sirio más que en Irak. Irán vio ese frente como más peligroso y mucho más necesitado de efectivo inmediato que Irak. Frustrados por razones financieras, Hakim y Sadr podrían haber tratado de distanciarse de Irán, pero no encontraron a ningún patrocinador mejor. Los estadounidenses no han olvidado la insurgencia del 2004 liderada por Sadr, de modo que todavía consideran a Sadr como un bandido y un caudillo con quien poco tienen en común. Ellos también tienen poca confianza en Hakim, quien vivió toda una vida con dinero iraní. Ambos trataron de acercarse a Arabia Saudita, allá por el 2017, pero aparte de cálidas bienvenidas y fotografías con el Príncipe Heredero Mohammad Bin Salman, Riad tenía muy poco que ofrecerles, estando ya escasos de efectivo debido a su guerra en curso en Yemen.

Como resultado, ambos han vuelto silenciosamente a la órbita iraní, mientras siguen tratando de parecer independientes hablando por todos los iraquíes, en lugar de solamente por los chiitas. Si el gabinete de Abdul Mehdi fuera a colapsar, las únicas alternativas estarían dentro de la comunidad chiita, hombres designados o autorizados por ambos, Hakim y Sadr.

La fallida deserción de Ammar Hakim

Nacido de una familia de importantes clérigos, Ammar al-Hakim (48 años) es natural de Náyaf, la ciudad más sagrada de los musulmanes chiitas. Fue exiliado a Irán junto con su padre -Abdul-Aziz- en 1980 después de que Saddam ejecutó a miembros de su familia donde él estudió, en la Universidad Árabe Islámica en Qom, la ciudad de estudio chiita. Durante la Guerra Irán-Irak, la milicia de su padre, las Brigadas Badr, pelearon con los iraníes contra su ejército iraquí nativo. Su partido político, el Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak (SCIRI por su sigla en inglés) fue totalmente financiado, entrenado y dirigido por los mullah de Teherán, llamando al establecimiento de una teocracia como la de Irán en Bagdad. Uno de sus miembros de mayor rango es el actual primer ministro, Adel Abdul Mehdi. [4]

Después de la invasión de 2003, los Hakim regresaron a tener protagonismo en Irak y sus proxies llegaron al Ministerio del Interior, el cual usaron para tomar venganza de enemigos tradicionales, ya sean sunitas o chiitas. Llenaron la fuerza policial con jóvenes desempleados, quienes les debían más a ellos, que a la propia institución, una lealtad inquebrantable.

Hakim asumió el liderazgo del partido en 2009, poniéndose el uniforme islámico, a pesar de que nunca fue un marja’ (autoridad) chiita ni un ayatola, como su tío y su abuelo habían sido. Entre los años 2009 y 2017 purgó sistemáticamente el partido de los veteranos, llenándolo con hombres jóvenes que le debían directa lealtad. Tres veteranos viajaron a Teherán para quejarse ante el Gran Ayatola Ali Khameni. Semanas después, Hakim renunció a su posición hereditaria en SCIRI y fundó un nuevo partido llamado el Movimiento Nacional de Sabiduría.

Él trató de promocionarlo como una “deserción suave” de Teherán, diciendo que no era un partido chiita sino que estaba abierto a sunitas y cristianos también. Incluso criticó la militarización de la sociedad iraquí y el dominio de las milicias, en total desacato a su historia familiar con las Brigadas Badr. El espectáculo no duró mucho, después de que uno de sus protegidos, el exgobernador de Basora, Majid al-Nasrawi, voló a Irán más tarde ese verano, evadiendo cargos de corrupción en casa, diciendo que no confía en el poder judicial iraquí. [5]

En marzo de 2019, Hakim viajó a los Emiratos Arabes Unidos (EAU) para conversar con el Príncipe Heredero Mohammad Bin Zayed, acercándose a los pesos pesados árabes sunitas que fueron cruciales para la hegemonía iraní en el mundo árabe. El pasado junio, los seguidores de Hakim hicieron manifestaciones a lo largo de las provincias del sur de Irak, amenazando con “desobediencia civil” si Abdul Mehdi no respondía a las demandas populares. Ahora lidera un bloque parlamentario de 19 miembros, que se fusionó con otros legisladores chiitas para crear un “frente de oposición” este octubre. Hakim está diciendo que los manifestantes antigobierno están teniendo “preocupaciones legítimas”. Si él abandona al Gobierno, pondría a Abdul Mehdi en una situación muy inestable. Pero debido a su bloque parlamentario, ningún gabinete puede ser formado sin su consentimiento, el ciclo completo, entonces desde Irán.

Muqtada al-Sadr, es aún el poder en la sombra de la política chiita

Al igual que Hakim, Muqtada al-Sadr tiene moderadas credenciales religiosas en la jerarquía chiita, sin autoridad para emitir decretos (fatwas). Construyó toda su carrera sobre el legado de sus familiares, siendo que su padre y su tío fueron ayatolas, que fueron asesinados por Saddam. Muqtada ascendió a la fama después de la invasión de los EE.UU. en 2003, donde a la edad de 30 años estableció su propia milicia, haciendo un llamamiento a una “democracia islámica” en Irak. Ese mismo año, fue acusado de eliminar a destacados clérigos iraquís, incluyendo a un miembro de la familia Hakim, quien había competido tradicionalmente con los Sadrs por el liderazgo entre los chiitas iraquíes.

Sadr reinó en los barrios bajos de Bagdad, especialmente entre criminales y pobres, ofreciéndoles protección de los servicios de seguridad, a cambio de lealtad ciega. En 2004, lideró un levantamiento contra los americanos, lo cual magnificó su postura en Irak y luego se movió a la política, respaldado al primer ministro apoyado por Irán, Nuri al-Malki, en 2006. Ese diciembre, verdugos enmascarados, coreando su nombre, pusieron el lazo en el cuello de Saddam, mostrando qué tan bien atrincherados se estaban volviendo los seguidores de Sadr dentro del nuevo estado iraquí. Malki confió en los bandidos de Sadr para controlar las raíces chiitas, haciéndose de la vista gorda con respecto a la mala conducta de sus milicias. Él mismo las financió a través de una amplia gama de actividades ilegales, que incluyeron secuestro, robo y venta de armas. En 2014, se distanció de Malki, culpándolo por el ascenso del Estados Islámico y apoyó el ascenso de Haidar Abadi, otro protegido iraní.

Sadr contribuyó fuertemente con personal para las PMU totalmente chiitas, que fueron creadas para luchar contra el EI, pero se alejó de Abadi también, cuando estaba claro que los iraníes estaban furiosos con él, por aceptar acatar las sanciones de EE.UU. sobre el sector bancario iraní. Al igual que Hakim, también trató de distanciarse de Irán en 2017-2018, viajando a Riad para encontrarse con el Príncipe Heredero Mohammad Bin Salman y pidiendo al aliado de Teherán en Damasco, el presidente Bashar al-Assad, que dejara el cargo. [6] Después de prestar su apoyo a Abdul Mehdi, gracias a un poderoso bloque parlamentario de 54 miembros, ahora le está pidiendo que renuncie, poniendo también su peso detrás de los manifestantes de Bagdad. A principios de septiembre, Sadr dejó claro de qué lado estaba, apareciendo en Teherán junto al Ayatola Khamenei. [7]

Días por delante

La posición excepcionalmente severa tanto de Hakim como de Sadr fue en cierto modo atenuada por una postura más poderosa, tomada por el Gran Ayatola al-Sistani, la máxima autoridad religiosa en Irak y la segunda más grande después de Khamenei en toda la comunidad chiita a nivel mundial. Sistani, de 89 años, es un clérigo nacido en Irán quien encabeza el seminario en Náyaf. Su bendición fue obligatoria para cada figura chiita que se postuló a cargos públicos en Irak desde 2003. Hablando en un sermón de viernes el 4 de octubre, dividió la culpa equitativamente entre el Gobierno y los manifestantes, instando a las reformas y a un regreso a la calma. Ni Hakim ni Sadr se comparan con su postura o peso religioso, ni en Irak ni en Irán. A puertas cerradas, no son demasiado aficionados a él, pero se atreverían a decirlo, porque él toma a ambos hombres a la ligera, debido a sus pocas credenciales religiosas, viéndolos más como políticos ambiciosos que como líderes creíbles y sostenibles de la comunidad.

Sus palabras de apoyo fueron un salvavidas para el primer ministro Abdul Mehdi, que las tomó como un visto bueno para permanecer en funciones, al menos por ahora, viendo que había sido aprobado por el marj’a (autoridad de los chiitas) y por lo tanto, por Irán también. Hakim y Sadr habían pedido a Abdul Mehdi que renunciara poco después de que las manifestaciones empezaran el 1 de octubre, sin esperar que Sistani diera su última palabra. Ahora que no están en la misma página, se les exigirá retractarse de sus posiciones, conservando las apariencias al máximo, o de lo contrario, enfrentarán la ira de los ayatolas de Náyaf y Teherán.

Sadr ya se ha retractado, dice Fanar Haddad, un Investigador Senior en el Middle East Institute. Hablando con EER, explicó: “Es probable que este Gobierno sobreviva con cambios menores. Encontrar una alternativa implicaría meses de discusiones que podrían traer una indeseada inestabilidad política en este tiempo delicado. Además, bien pueden temer que la renuncia del primer ministro sentaría un precedente que permita a las protestas populares derrocar gobiernos.”

Por ahora, el primer Ministro está prometiendo una gran cantidad de reformas, que solamente incrementan la influencia iraní en Irak, en lugar de atenuarla. Está prometiendo reestructurar el gabinete, pero es incapaz de elegir figuras anti-iranís para cualquier cargo elevado. Un gabinete de tecnócratas tendría que traer a todos los bloques sectarios del Parlamento, que estarían afiliados con los mismos partidos de los cuales las calles están hartas. Está prometiendo un recorte en los salarios de los ministros y antiguos primeros ministros, pero ninguno de ellos depende de su salario gubernamental para vivir, gracias a años de patrocinio iraní. Y finalmente, está prometiendo una instancia judicial para combatir la corrupción, algo que ha estado en proceso por años, pero que nunca ha pasado la etapa de proyecto.

Referencias

[1] “Shocking Poverty, Unemployment Figures in Iraq,” Baghdad Post (31 marzo 2019), https://www.thebaghdadpost.com/en/Story/37896/Shocking-poverty-unemployment-figures-in-Iraq

[2] Alaaldine, Ranj. “How to save Iraq,” New York Times (8 octubre 2019), Disponible en: https://www.nytimes.com/2019/10/08/opinion/iraq-protests.html

[3] Aboulenein, Ahmed. “Stagnant politics, graft, and slow recovery fuel new Iraqi unrest,” Reuters (2 octubre 2019), Disponible en: https://www.reuters.com/article/us-iraq-protests-economy-analysis/stagnant-politics-graft-and-slow-recovery-fuel-new-iraqi-unrest-idUSKBN1WH1S8

[4] Salaheldin, Sinan. “Iraq tasks Shiite independent with forming a new government,” Associated Press (2 octubre 2018), Disponible en https://web.archive.org/web/20181004230012/ https://www.sfchronicle.com/news/world/article/Iraq-delays-vote-on-president-due-to-dispute-13274903.php

[5] “Basra governor flees to Iran amidst corruption probe” The National (12 agosto 2019), Disponible en:

https://www.thenational.ae/world/mena/basra-governor-flees-to-iran-amid-corruption-probe-1.619074

[6] “Sadr becomes first Iraqi Shiite leader to urge Assad to step down,” Reuters (9 abril 2017), Disponible en: https://www.reuters.com/article/us-mideast-crisis-iraq-syria-sadr/sadr-becomes-first-iraqi-shiite-leader-to-urge-assad-to-step-down-idUSKBN17B070

[7] Mamouri, Ali. “What is Muqtada al-Sadr doing in Iran?” Al-Monitor (11 de septiembre 2019), Disponible en: https://www.al-monitor.com/pulse/originals/2019/09/iran-iraq-sadr-hakim-sistani-khamenei.html

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