Dennis Sammut, Director de LINKS (Diálogo, Análisis e Investigación)
El 12 de diciembre las elecciones parlamentarias en Gran Bretaña fueron inusuales de muchas maneras, no sólo debido a que por primera vez en décadas se le pidió a la gente elegir entre dos visiones claramente distintas de hacia dónde querían que se dirija el país: La visión de Boris Johnson de una Gran Bretaña mercantil global, libre de las limitaciones de pertenecer a la UE y las muchas reglas y normas que esto conlleva; y el nirvana socialista de Jeremy Corbyn – independientemente de estar dentro o fuera de la UE – tomando porciones de la economía de vuelta al sector público y defendiendo a los oprimidos contra los intereses comerciales. Ambas opciones vinieron con un montón de letra pequeña que muy pocos se molestaron en leer, pero la percepción general es que este fue un momento decisivo en la política británica con consecuencias de largo alcance para las décadas por venir.
Al final, la visión de Johnson que también fue compartida por la mayoría de los medios, prevaleció. Su Partido Conservador obtuvo 43,6% (13.966.565 votos) mientras que el Partido Laborista de Corbyn consiguió 32,1% (10.269.565 votos). Bajo el sistema electoral de sufragio directo bastante cruel de Gran Bretaña, esto se tradujo en una gran mayoría Conservadora en la Cámara de los Comunes. Aparte de los partidos nacionalistas o con base regional en Escocia, Gales y el Norte de Irlanda, los partidos más pequeños – Liberal Demócratas, los Verdes y el Partido del Brexit – lo hicieron bastante mal, obteniendo alrededor del 16% de los votos, pero solamente 12 escaños en el nuevo parlamento. Mientras tanto, todos los discursos de deserciones masivas de los dos partidos principales en partidos más pequeños no se materializaron.
Si esta elección fue sobre el Brexit entonces el resultado es aún más extraño. La mayoría de los votantes votaron en realidad por partidos que estuvieran contra el acuerdo sobre el Brexit de Johnson, el cual está siendo ahora impulsado a través de la Cámara de los Comunes. Aquí viene el problema del mañana: El debate sobre el Brexit dividió a la sociedad británica y envenenó su política. Afortunadamente, acontecimientos tales como el asesinato de la parlamentaria Laborista Jo Cox, permanecieron en gran medida como incidentes aislados, pero el riesgo de que el debate político escale para convertirse en violencia siempre está ahí y no ha desaparecido.
Riesgo de radicalización
Mucho dependerá de cómo actúe el nuevo gobierno en la realidad post-Brexit. ¿Johnson será un Conservador de una sola nación o un ideólogo radical del libre mercado? Con Johnson siempre es difícil decir. En los pocos días desde la elección, sus discursos indicaron lo primero, pero sus acciones – particularmente la decisión de permitir solamente once meses para negociar un nuevo acuerdo con la Unión Europea, lo cual probablemente resultará en no tener un acuerdo – indican lo segundo. Considerando que el impacto económico de dejar la UE comienza a afectar a la gente y a las comunidades por todo el país, existe el riesgo de que el lado feo de la política levante su cabeza.
Durante las elecciones – al ofrecer opciones radicalmente distintas al público británico – los dos partidos principales fueron capaces de exprimir la discrepancia de los márgenes. Sin embargo, si ahora deciden mover la política de vuelta hacia el centro político más familiar de los años de Blair y Major, es muy probable que surjan grupos radicales de izquierda y derecha. Nigel Farage ya dejó claro antes de las elecciones que él trasformará a su Partido del Brexit en un Partido de la Reforma después del 31 de enero de 2020 – un nombre bastante opaco para lo que será probablemente un movimiento populista de derecha. Por otra parte, la izquierda del Partido Laborista, encabezada por Momentum, puede no contemplar el regreso al blairismo en una era posterior a Corby, de modo que puede buscar nuevos vehículos para impulsar su agenda. En su sitio web, el Movimiento, el cual se compone principalmente de jóvenes, dice, “Nuestro movimiento no ha concluido. Queremos transformar a Gran Bretaña de pies a cabeza y crear una sociedad que funcione por los intereses de la mayoría, no de unos pocos.” Por lo tanto, el proceso de la radicalización en la política británica no ha terminado, sino que solamente está entrando a una nueva fase.
Desafíos de la política exterior
En política exterior, también, existen algunos duros desafíos por delante. Después del Brexit, el Reino Unido tendrá que forjar nuevos acuerdos con el resto del mundo. Johnson y Trump ya ven al otro como su alma gemela con una visión en común. La “Relación Especial” que ha caracterizado las relaciones Estados Unidos-Reino Unido desde el final de la Segunda Guerra Mundial podría estar a punto de tomar una nueva forma. Irán puede ser un tema sobre el cual podría surgir una nueva convergencia Estados Unidos-Reino Unido. Hasta ahora, el Reino Unido, a pesar del debate sobre el Brexit, ha permanecido alineado con la posición europea de apoyar el Plan de Acción Integral Conjunto sobre el programa nuclear. Cuando fue secretario de asuntos exteriores, Johnson fue acusado de haber administrado mal la relación de Gran Bretaña con Irán – no solamente fallando en asegurar la liberación de una mujer británica-iraní actualmente en custodia en Irán, pero empeorando su difícil situación al hacer declaraciones “imprudentes”. Mientras que la Oficina de Relaciones Exteriores puede aún estar en apoyo al acuerdo PAIC, Downing Street puede ver poca ventaja en irritar a la administración de Trump en Irán. China probablemente proporcionará una oportunidad para que se desarrolle la nueva relación especial.
Desafíos económicos
Gran Bretaña nunca hizo la transición de imperio a potencia europea. Con su lugar como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y sus fuerzas armadas, estructuras diplomáticas y servicios de inteligencia de clase mundial, siempre ha sido capaz de superarse a sí mismo. Sin embargo, del mismo modo las duras realidades económicas hicieron insostenible al imperio en la segunda mitad del siglo 20, así que es probable que las duras realidades económicas definan el rol de Gran Bretaña en el mundo durante el siglo 21, independientemente de la retórica de sus políticos.
Conclusión
Durante los últimos tres años hubo quienes argumentaron que “completar el Brexit” terminaría con la incertidumbre. Ellos podrían estar a punto de descubrir que, de hecho, un nuevo periodo de incertidumbre ha comenzado. Gran Bretaña está a punto de embarcarse en un viaje hacia lo desconocido. La resistencia de sus instituciones, la habilidad de su gente y la capacidad de sus políticos para aprovechar el momento y las oportunidades, significa que, al final del viaje, probablemente dará forma a un nuevo rol en el mundo para sí mismo, logrando un nuevo consenso dentro de su sociedad. No obstante, el viaje puede ser más largo y más peligroso de lo que Johnson y sus aliados están dispuestos a admitir.
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