Mohammed Amr
Podría parecer que la histórica división sectaria mantendría separados al clero dominante chiita de Irán y a la Hermandad Musulmana de sunitas, pero de hecho las dos fuerzas tienen mucho en común. No solamente se trata de una alianza táctica. Ambas están conectadas por la ideología y otros lazos históricos en personal, políticas y más.
Ideológicamente y de acuerdo a su propia literatura, no es difícil reconocer las semejanzas. Tres son significativas: establecer un estado Islámico donde la ley religiosa, la shari’a, debe prevalecer como un sistema de gobierno integral para el individuo y la sociedad, mientras tanto el avance del panislamismo trata de unificar toda la umma (comunidad Musulmana) y reemplazar el orden internacional de estados; y un odio virulento del Occidente, sustentado por teorías de conspiración, particularmente el antisemitismo.
Los lazos entre el clero revolucionario en Irán y la Hermandad se extienden hasta antes de la fundación de la República Islámica de Irán en 1979. Mojtaba Mirlohi, mejor conocido como Navvab Safavi (1924-56), fundó el Fada’iyan-e-Islam, el primer grupo terrorista Islámico del Irán moderno en 1946. Safavi jugó un papel importante al conectar a los Islamistas Chiitas con los movimientos Islamistas de otros países. En 1954, Safavi visitó Egipto para conocer a Sayyed Qutb, el ideólogo primordial de la Hermandad Musulmana. Qutb y Safavi creían en los mismos planteamientos con respecto a la hakemiya (soberanía de Dios), la jaheliyya (ignorancia pre-Islámica), jihad y la necesidad de crear puentes entre los chiitas y sunitas divididos para formar un frente común en contra de la occidentalización del mundo Musulmán.
Safavi fue ejecutado en 1956 luego de que intentara asesinar al primer ministro iraní – y Qutb sería enviado a la horca diez años después por un complot similar en Egipto – pero la polinización cruzada de ideas que ellos empezaron continuó. Los hombres de Safavi y sus ideas influenciadas por la Hermandad fueron absorbidas dentro del movimiento revolucionario en Irán que vino bajo el liderazgo del Ayatollah Ruhollah Khomeini en la década de los 70. La ideología de Qutb contribuyó significativamente a la formulación del discurso revolucionario anti-Shah en el camino hacia la desaparición de la monarquía.
Cabe señalar que el actual Líder Supremo Iraní, Ali Khamenei, fue arrastrado a la política después de que conoció a Safavi y encontró su adhesión a las muy persuasivas nociones similares a las de Qutb. Tanto así, que Khamenei se tomó el tiempo de traducir dos libros de Qutb antes de la revolución, y permanece como un admirador de la perspectiva de Qutb sobre el Islam como un “sistema revolucionario de gobierno político y social”. Uno puede ver la influencia de Qutb en la teocracia iraní en otras y más pequeñas formas. Por ejemplo, una estampilla que lleva la imagen de Qutb fue emitida en Irán luego de que los mullah tomaran el poder.
Debido a estos antecedentes, no fue una sorpresa que varias divisiones globales de la Hermandad enviaran delegaciones a París para felicitar al Ayatollah Khomeini en la víspera de su regreso triunfal a Irán (esto fue luego de la salida del Shah y justo antes del golpe de Estado de los Islamistas contra el Gobierno Imperial). Los agentes de Khomeini en el Occidente como Ebrahim Yazdi han estado trabajando con autoridades de la Hermandad por años, al igual que el importante intelectual islamista iraní, Ali Shariati, con base en Gran Bretaña, quien fue clave para la creación de la tendencia denominada “mullah roja” dentro de la revolución – la fusión de conceptos Marxistas con la doctrina religiosa.
En enero de 1982, Umar Telmesani, el líder supremo de la Hermandad, dijo a una de las revistas semanales egipcias lo siguiente: “Lo apoyamos [a Khomeini] políticamente, porque un pueblo oprimido ha logrado deshacerse de un gobernante opresivo y recuperar su libertad”. Por supuesto, en aquel momento el gobierno teocrático en Irán habría impuesto un régimen mucho más represivo que lo que había venido antes y masacró a decenas de miles de opositores políticos. (Con la sola excepción de Bijan Jazani y sus camaradas, terroristas comunistas asesinados en la Prisión de Evin en 1975, el gobierno del Shah nunca ejecutó extrajudicialmente a aquellos que por cualquier definición podrían ser llamados prisioneros políticos. Por el contrario, el Shah habitualmente conmutaba las penas capitales, incluso las de terroristas, específicamente de aquellos que lo atacaron personalmente.)
De manera similar, el Brethren jordano, en su valoración de la victoria de Khomeini, señaló que “el fortalecer la revolución Islámica en Irán es una determinación que es completamente armoniosa con los emblemas del grupo … Fue a partir de las aspiraciones primarias de nuestro Imán, el Shaheed (Mártir), Hasan al-Banna … [É]l hizo grandes esfuerzos al traer cercanía entre los sunitas y chiitas … [E]n este camino, él tuvo lazos muy fuertes con muchos de los hombres chiitas de confianza tales como el Imán Ayatollah al-Kashani, y el mártir revolucionario Nawab Safawi, así como el Imán Kashif al-Ghitaa en Irak entre otros.”
El régimen clerical iraní ha absorbido aspectos de la ideología de la Hermandad y celebra a algunas de sus figuras históricas, tales como Khaled al-Islambuli, el islamista influenciado por Qutb que asesinó al presidente egipcio Anwar al-Sadat en 1981. Teherán elogió a Al-Islambuli como un héroe islámico y honró una calle con su hombre por más de dos décadas, hasta que fue renombrada en 2004 ya que Irán estaba en busca de mejores relaciones con Egipto.
Desde el lado de la Hermandad Musulmana, el atractivo de la revolución iraní fue la inspiración que proporcionó para creer que una revolución islamista fuera posible. Si Irán, cuyo gobernante el Shah, era el más poderoso de la zona y el más estrechamente alineado con el Occidente, pudo caer ante los teócratas, eso significaba que el sueño de la Hermandad de un estado islámico propio en lugares como Egipto no era tan inverosímil.
Además, para la Hermandad, un movimiento nacido en parte como una respuesta a la influencia británica en el Egipto de la década de 1920, la revolución iraní fue particularmente atractiva porque tomó una narrativa de los oprimidos y los desposeídos levantándose contra una marioneta del imperialismo occidental. No importaba que esto fuera falso – ya que para ese momento el Shah era más independiente del Occidente de lo que nunca había sido. Lo que sí importaba, tal como lo explicó después el líder de la Hermandad Tunecina Rashid al-Ghannouchi, fue el lenguaje que dio a los islamistas para “islamizar algunos conceptos sociales izquierdistas y para adaptar el conflicto social dentro del contexto islámico”.
Con el paso del tiempo, la Hermandad se ha sometido a una evolución, al menos en la superficie, que distanció su enfoque de aquel del clero revolucionario de Irán.
Una razón crucial para esto fue el entendimiento de que sin aquiescencia del Occidente, ellos no podrían tomar las riendas del poder. Esto fue demostrado en Argelia en 1992, cuando la junta militar, con apoyo tácito del Occidente, anuló las elecciones que los islamistas ganaron y una terrible guerra civil erupcionó, la cual terminó con la derrota y el descrédito de los islamistas. Fue nuevamente demostrado en Gaza en 2006, cuando el ala palestina de la Hermandad, Hamás, ganó las elecciones, y debido a su extremismo declarado – su rígido islamismo social y su intención para eliminar a Israel – fue aislada y neutralizada bajo el estandarte de la Guerra Global contra el Terrorismo. Para escapar de esto, la Hermandad se renovó a sí misma como muy distinta a los yihadistas, adoptando el lenguaje de la democracia, reforma e incluso el liberalismo – un camino que los gobernantes de Irán, con su implacable hostilidad hacia el Occidente, no pueden apoyar.
Otro factor importante fue la geopolítica. La Hermandad Musulmana de Siria (HMS) rápidamente rompió con la teocracia iraní a comienzos de la década de los 80. Como Raphael Lefevre explica en su libro, Ashes of Hama (Cenizas de Hama), cuando la HMS se levantó contra el régimen sirio de Hafez al-Assad, recibió gran apoyo del rival Ba’athista de Assad en Bagdad, Saddam Hussein. Y el Irán clerical, entonces comprometido en una brutal guerra contra el régimen de Saddam, apoyó a Assad en su lucha con la HMS. El levantamiento de la HMS fue aplastado en Hama en febrero de 1982 en una masacre que mató a 20.000 personas. La HMS nunca perdonó a los líderes de Irán. La mayoría de otras ramas de la Hermandad fueron capaces de pasar por alto este episodio, sin embargo, y sirviendo al propósito de Irán de “un puente para mejorar las relaciones con el mundo musulmán sunita.” Esto terminó con el segundo asalto en Siria: el estallido de la rebelión contra el hijo de Hafez, Bashar, en 2011; esto escaló para convertirse en una confrontación sectaria regional con Irán comprometido del lado de Assad, proporcionando la mayor parte de las fuerzas terrestres que lo han mantenido en el poder. La guerra siria ha hecho daño potencialmente irreparable – en términos políticos-organizacionales – a la relación entre el régimen de Irán y la Hermandad Musulmana, aunque sin duda alguna la cooperación táctica continuará cuándo y cómo convenga a ambos lados.
El nuevo enfoque de la Hermandad Musulmana quedó demostrado después de la “Primavera Árabe”, en Túnez y Egipto de forma más preponderante. La rama local de la Hermandad en Túnez, Ennahda, después de experimentar el tratar de gobernar sola, se ha movido a comienzos del 2014 hacia un enfoque más consensuado, encontrando un pacto viable con las fuerzas seculares nacionales. Es probable que la toma de decisiones de Ennahda fuera influenciada por lo que pasó en Egipto, donde la Hermandad trató de ir sola en el gobierno y fue expulsada por las fuerzas armadas en julio de 2013 luego de que manifestaciones en las calles fueron concebidas contra ellos.
En el año en el poder de la Hermandad Musulmana en Egipto, su presidente, Mohamed Morsi, ha mejorado las relaciones de Egipto con Irán. En agosto de 2012, Morsi en persona visitó Irán, la primera vez que un líder egipcio había estado en Irán desde la década de los 80 cuando ambos rompieron las relaciones diplomáticas. El entonces presidente iraní Mahmud Ahmadineyad asistió a una cumbre islámica en Cairo en febrero de 2013. Irán trató de mejorar los lazos con la Hermandad a través de asistencia a la economía egipcia, en particular un paquete para promover el turismo egipcio a los iraníes, proporcionar embarques de petróleo e implementar varios acuerdos comerciales. Por otra parte, Morsi inclinó la diplomacia de Egipto hacia el lado de Irán en la confrontación con la comunidad internacional sobre el programa nuclear de Teherán – aunque en toda esta actividad la sombra de Siria amortiguaba hasta dónde podrían llegar las cosas, al igual que la fuerza de reserva de los militares de Egipto.
En la actualidad, la conexión más cercana de la Hermandad del régimen iraní es sin duda Hamás, la cual también recibe apoyo – facilitado por Israel – desde Qatar, el patrocinador estatal regional primario de la Hermandad Musulmana. Teherán también mantiene sus fuertes relaciones con el Yihad Islámico, un movimiento que una vez fue liderado por el líder actual de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri. Pero Irán mantiene otros vínculos con la Hermandad. A medida que la marea ha cambiado después de las revueltas árabes – con el ascenso de Abdel Fattah al-Sisi en Egipto y el papel protagónico que juegan los estados contrarrevolucionarios de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos para moldear la agenda regional – la Hermandad ha sido reducida en poder, excluida de los procesos políticos en Egipto y vetada por muchos estados árabes. El liderazgo de Irán sigue protestando por la caída de la Hermandad del poder en Egipto y públicamente se opone a los esfuerzos para limitar legalmente la influencia de la Hermandad. Más allá de este apoyo retórico, no es imposible imaginar que Irán establezca relaciones similares a las de Hamás con otras facciones de la Hermandad, particularmente los violentos grupos disidentes en Egipto, como medio para contrarrestar el bloque Saudí-E.A.U. Esto, después de todo, estaría en consonancia con el “modelo Hezbollah” de la República Islámica, de representantes e instrumentos terroristas negables, los cuales han sido la marca distintiva de su gobierno desde 1979.