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La India, los musulmanes y la pandemia: Desenredando hilos

10 junio 2020
in Artículos
India, Muslims, and a Pandemic: Unravelling the Threads
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Aditi Bhaduri

India, una nación de 1.300 millones de habitantes, ha sido el mayor confinamiento en un país democrático destinado combatir al nuevo coronavirus o pandemia de COVID-19. Mientras los ciudadanos lidian con una vida que se torna cada vez más difícil e incierta, el Gobierno y los ciudadanos inevitablemente aúnan esfuerzos para combatir a un temible enemigo desconocido, se produjo un bombardeo de informes de las atrocidades y discriminación contra musulmanes de la India por parte de hindúes, desde las más comunes hasta las más desgarradoras. Provienen de lugares tan alejados como el Estado del Karnataka al sur del Himachal Pradesh al pie de los Himalayas en el norte.

¿Islamofobia en la India?

Los musulmanes han sido acusados de librar una batalla de “corona yihad” en las redes sociales, o a veces de “corona terrorismo”. Los proveedores musulmanes se han visto rechazados en algunas áreas. En la provincia norteña de Jammu, un lechero musulmán repentinamente enfrentó un boicot, en el cual los consumidores se negaban a comprarle leche, alegando que estaría infectada con el nuevo coronavirus. En Himachal Pradesh, apareció un triste relato del ataque a un grupo de jornaleros inmigrantes que vivían y trabajaban en la ciudad desde noviembre, y una noche fueron repentina y brutalmente despertados y golpeados por un grupo de pobladores indios bajo la sospecha de estar infectados por el coronavirus. En el Estado del sur, voluntarios musulmanes que estaban distribuyendo alimentos a otros trabajadores inmigrantes varados sin trabajo ni ingresos debido al repentino confinamiento decretado por el Gobierno en todo el país, fueron golpeados y obligados a dejar de servir alimentos a otros. La lista parece interminable.

Zafarul Islam Khan, presidente de la Comisión de Minorías de Delhi, señaló a European Eye on Radicalization que ha recibido numerosos informes de inquilinos musulmanes a quienes se les ha pedido abandonar sus casas, así como de musulmanes a quienes no se les permite ingresar en colonias hindúes aduciendo que acarrean el virus para infectar a los hindúes. “Esto es ridículo y carece de fundamento. Nadie haría eso a propósito para autoinfectarse o infectar a otro.”

¿Qué ha ocasionado este repentino estallido de ataques a musulmanes en la India, la democracia más grande del mundo? ¿Por qué se acusa a la segunda comunidad más grande de diseminar deliberadamente el virus? ¿Es simple islamofobia, surgida meramente a raíz del odio “al otro” o es un temor muy real que empieza a evidenciarse y lleva a las personas cometer algunos de los actos más detestables? A fin de restituir el orden y la dignidad a la sociedad, y asegurar justicia a los agraviados en la India, al mismo tiempo que se garantiza una India justa y sin temor, es importante desatar los nudos y las distintas hebras de la narrativa.

Younus Mohani, editor de la revista mensual de Lucknow, Muslim Era, cuyo amigo Jahangeer Adil fue agredido mientras distribuía raciones entre las comunidades más pobres en su ciudad, se niega a llamarla islamofobia. “No hay islamofobia en la India, es un puñado de personas que hace esto, pero se está culpando injustamente a los musulmanes de propagar la infección” señala. Varios miembros de la comunidad musulmana con los que hablé también rechazaron las acusaciones de islamofobia que ocurren en la India, señalando que los musulmanes gozan de derechos y libertades que no son concedidas en muchos otros países. Sin embargo, todos concuerdan en que los musulmanes son el objetivo de las faltas de unos “cuantos” transgresores de las disposiciones gubernamentales respecto a la crisis del COVID-19. Esto entorpeció asimismo los servicios que numerosas organizaciones musulmanas están prestando en la lucha contra la pandemia. Muchos médicos y empresas farmacéuticas están a la vanguardia de la lucha contra el coronavirus en la India.

El papel de la Tableeghi Jamaat

En un artículo anterior había explicado las complicadas relaciones entre hindúes y musulmanes en la India. Es también un hecho que desde diciembre de 2019, el país ha visto una marcada polarización en los ámbitos comunales con la adopción de legislación, por parte del Parlamento indio, que para muchos musulmanes es antimusulmán. Grupos musulmanes han estado protestando desde que estallaron los disturbios en Delhi en febrero, incluso cuando el presidente de los EE.UU., Donald Trump, estuvo en el país en visita oficial. Los disturbios provocaron 53 muertes, entre ellas 36 de musulmanes (68%), al igual que el destrozo de numerosos hogares y negocios también mayoritariamente musulmanes. Desde entonces, las relaciones entre comunidades en vastas franjas del país han sido tensas.

A esta nociva mezcla se añade el desmesurado desacierto, a raíz de la pandemia del COVID-19, de la Tableeghi Jamaat (TJ, por su sigla en árabe), una organización islamista de línea dura con su sede en Delhi.

India despertó frente a las amenazas de la pandemia la segunda semana de marzo de 2020, solo después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciara que se trata de una pandemia. Incluso cuando el Gobierno se declaró en emergencia, consignando el distanciamiento y prohibiendo reuniones de más de 50 personas, la TJ albergó a una congregación de más de 3000 personas en su sede en Delhi. Asimismo, cientos de participantes, muchos de ellos extranjeros, viajaron entonces a diferentes partes de la India. Este evento surgió como uno de los vectores más grandes para la propagación del nuevo coronavirus en territorios de la Unión. Hubo una serie de muertos entre los participantes de la congregación, aunque el Gobierno no ha publicado cifras.

La TJ ha sido declarada culpable en múltiples niveles. Primero, sus participantes del exterior han violado la reglamentación del visado indio. Una vez que el evento vio la luz, el liderazgo del grupo se resistió a desocupar las instalaciones y se pidió a los miembros acudir voluntariamente a realizarse la prueba del coronavirus, pero esto no sucedió. Luego de desplegarse en abanico por todo el país, muchos se escondieron en mezquitas. Las autoridades tuvieron que iniciar una cacería de quienes habían asistido al evento y esto contribuyó a exacerbar las tensiones. En algunos casos, cuando un asistente era localizado, los médicos y trabajadores en salud que intentaron alcanzarlo se enfrentaron a hostilidad e incluso violencia. Se difundieron videos del líder del grupo, Maulana Saad, señalando a sus seguidores que el virus era azaab -castigo divino- y que deberían ignorar las convocatorias al distanciamiento social y rechazar la prohibición de visitar la mezquita, ya que son una estrategia para dividir a los musulmanes.

El papel de los medios de comunicación

Desde entonces se ha destapado una caja de pandora. Mientras se hace frente a las palizas y ataques de manera severa, mediante la aplicación de la ley, una campaña más maliciosa tiene lugar en las redes sociales y en internet, con términos como “corona yihad”. Comenzaron a circular antiguos videos con historias falsas de musulmanes escupiendo sobre frutas y vegetales y utensilios de cocina. Al mismo tiempo que se localiza y somete a la prueba del coronavirus a los miembros de la TJ, continúa la difusión de rumores infundados acerca de su insolente comportamiento.

Khan culpa a los medios de comunicación hindúes de exacerbar las tensiones y de profundizar las discrepancias comunales. Después de todo, también se descubrió que miembros de otras comunidades violaron las reglas de confinamiento, pero no ha tenido lugar el tipo de campaña orquestada en su contra como hubo hacia los musulmanes.

Harvinder Khetal, editor principal del periódico The Tribune, concuerda en que los medios de comunicación han cumplido un papel trascendental en la demonización de los musulmanes. “Para el comportamiento mal informado del líder de una secta, una comunidad entera está siendo vilipendiada,” dice. Pero también se refirió a la laxitud de las autoridades que permitieron que tal agrupamiento tuviera lugar: “La incapacidad de las autoridades de detener la congregación minimizada por los ‘vendedores’ de la política disgregadora. Y la difusión de rumores es mucho más fácil ahora en la era del internet.”

Rahul Kumar, periodista y profesor en Delhi coloca los acontecimientos en perspectiva: “Las acciones de la Tableeghi Jamaat y un puñado de otros musulmanes en varias partes del país han conducido a diversos contratiempos en la batalla contra el coronavirus. Se han reportado demasiados incidentes de agresiones a médicos, personal sanitario y policía, que están comenzando a dañar la imagen de la comunidad. Puede que tales incidentes no causen temor entre los hindúes, pero plantean recelos. Muchos hindúes no se dan cuenta que la constituye un elemento límite entre los musulmanes.” De hecho, la organización está proscrita en una serie de países, entre ellos los de mayoría musulmana como Kazajistán y Uzbekistán.

Kumar culpa asimismo a los medios de comunicación internacionales y su cobertura de la India, donde el tono “ha sido alarmista, despojado de los hechos y las cifras, plagado de interpretaciones como una lista de predicciones calamitosas que pretenden polarizar a la población.” Esta cobertura negativa de la India alimenta el temor y teorías conspirativas que refuerzan la desconfianza y recelo mutuos.

Geopolítica de la pandemia

Junto a la dinámica interna en la India, el recelo y temor de los musulmanes ha sido incentivado por China, el rival geopolítico de la India, que mantiene sin resolver los reclamos territoriales en contra de ese país, y es el amigo eterno, si acaso explotador del rival acérrimo de la India: Pakistán.

La procedencia de la pandemia no está clara aún. Informes iniciales sugieren que el nuevo coronavirus se originó en el “mercado mojado” en Wuhan, pero la inteligencia estadounidense se enfoca cada vez más en el laboratorio de esa ciudad, del cual se sabe que cultiva coronavirus tomados de murciélagos y que sus procedimientos de seguridad no son los adecuados. Inquieto por la crítica global que algunos referentes han hecho señalando a esta plaga como el “virus de Wuhan” o el “virus de China”, el régimen comunista en China ha intentado dar la vuelta a esto y difundir propaganda que acusa a los EE.UU. de desatar un arma biológica en su contra.

Mientras algunos países han cerrado las puertas de sus mezquitas, Pakistán se ha negado constantemente a hacerlo y sus clérigos han alertado explícitamente a su Gobierno en contra de cerrar los lugares de culto. En la India, incluso antes de que el Gobierno anunciara un confinamiento, los grupos musulmanes se negaron a suspender sus protestas durante algún tiempo. Es igualmente cierto que otras comunidades en la India también han violado la reglamentación para el confinamiento, pero fueron localizados y las autoridades han iniciado acciones en su contra.

Sin embargo, la TJ tiene un alcance no solo nacional sino global: sus congregaciones en Malasia y Pakistán contribuyeron a propagar el virus hasta Gaza y Filipinas, y este no fue el único problema. Un empleado de una empresa corporativa convocó a propagar el virus en una cuenta de Facebook, hubo reiterados incidentes con violentas disputas a las ordenanzas de la policía, así como videos de clérigos musulmanes, que se difundieron en las redes sociales, convocando a la población en Bangladesh y Pakistán a no entrar en pánico, ya que el virus es un castigo de Allah para los “no creyentes”. Todo esto se agregaba al recelo y teorías conspirativas entre comunidades.

En un país de 1300 millones de habitantes y una mitad de población asalariada, todos en confinamiento, la pandemia está ocasionando enormes pérdidas económicas. Millones de trabajadores inmigrantes permanecen varados en todo el país. Como en todo el mundo, hay pánico y angustia en la India. El evento de la TJ fue la gota que rebalsó el vaso, haciendo de los musulmanes un chivo expiatorio conveniente.

El camino hacia adelante

Una búsqueda en los casos de agresión y discriminación en contra de musulmanes en la India -específicamente luego del inicio de la pandemia- revela que el factor temor es el más esencial. Así, pedir a inquilinos que abandonen supone costos en las rentas de los caseros, cuando los productos alimenticios son boicoteados durante un confinamiento, las cadenas de suministros se ven afectadas y presagian dificultades para la persona que boicotea. No hay incentivo a la rentabilidad y sí una profunda desconfianza. Esto ocurre también en el otro lado, con las comunidades musulmanas que resisten violentamente a los representantes estatales, a la policía y a los trabajadores de la salud, debido a un temor y desconfianza profundamente arraigados tanto respecto al Gobierno como a la comunidad hindú en la India. Las agresiones también apuntan a la predisposición con la cual las personas toman la ley por mano propia.

¿Qué supone este presagio, si continúa, para un país como India que ya enfrenta problemas en numerosos frentes? En lo inmediato significará que la guerra contra la pandemia se verá gravemente entorpecida, lo que dará lugar a enormes pérdidas de vidas, recursos humanos y desarrollo, que eventualmente llevarán al país hacia un significativo retroceso.

A largo plazo, podría conducirlo a una guerra civil. El COVID-19 ha dañado enormemente la economía mundial en un periodo muy corto de tiempo. No hay claridad en torno hacia donde se dirigen los acontecimientos: ¿cuánto tiempo podrá un confinamiento ser efectivo sin el colapso de la economía? Ya ha ocasionado un retroceso en la economía india y está destinado a desatar un mayor desorden en los recursos con daños concomitantes. La creciente alienación y desconfianza entre comunidades debe ser revisada de inmediato.

Hay sin embargo motivo de esperanza. Por una parte, la Asociación de Voluntarios Nacionales (RSS, por su sigla en hindi) el cuerpo matriz del gobernante Partido Popular Indio (BJP, por su sigla en hindi), considerado contrario a las minorías, se ha manifestado enérgicamente contrario al hostigamiento a musulmanes. Luego, Khan señala que una petición presentada por la Comisión al Ministerio de Gobierno de no nombrar los casos de COVID-19 vinculados con la TJ también ha dado fruto. La estigmatización de la comunidad ha disminuido por defecto. En tercer lugar, los medios de comunicación indios -denigrados por estereotipar a musulmanes- también han estado documentando todas las violaciones en contra de ellos y los arrestos y cargos de los culpables están siendo puntualmente catalogados por las autoridades. Al mismo tiempo numerosas voces musulmanas expresan su desacuerdo respecto a la obstinación de organizaciones como la TJ. (Véase aquí y aquí)

El momento de las obviedades ha pasado. Lo que la India necesita ahora más que nunca no son sermones o adhesiones huecas a la Constitución. Requiere ante todo una aplicación estricta de la ley. Las personas nunca deben sentirse alentadas a tomar la ley por propia mano, aun si los agresores son musulmanes o grupos de musulmanes que agreden a trabajadores de la salud. El Gobierno debe asimismo ser responsabilizado, ya que hubo errores en muchos niveles respecto a las reuniones de la TJ.

En tercer lugar, los medios de comunicación deben comportarse de una forma más responsable. La Constitución india garantiza los derechos a la libertad de expresión y la India puede jactarse de ello. Sin embargo, hay leyes que condenan expresiones de odio, incluso blasfemias, pese a que rara vez son los hindúes que apelan o se oponen a ellas, debido a que podrían infringir la libertad de expresión de las personas. Sin embargo, en momentos de sensibilidad y fragilidad como el presente, el mantenimiento del orden es esencial y es imperativo que los medios de comunicación se comporten de manera responsable, sin mirar y reportar cada incidente o evento a través de un prisma comunal.

En cuarto lugar, la comunidad musulmana tiene que encontrar un buen liderazgo e integrarse a la corriente principal de la sociedad india, en lugar de retomar tendencias separatistas, la demagogia y teorías conspirativas.

Por último, y lo más importante, es necesario facilitar el diálogo entre religiones y la cooperación comunal en cada nivel de la sociedad. Los Gobiernos pueden hacer mucho, pero depende de las personas en general esforzarse por una coexistencia pacífica y un entendimiento mutuo, construyendo certeza, confianza y conocimiento del otro. Sin esto, las naciones no pueden progresar. Afortunadamente, cuentan con una valiosa reserva de historia y experiencias compartidas a partir de las cuales construir.

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