European Eye on Radicalization
Hace tres años, el 5 de junio de 2017, el Cuarteto Antiterrorista (ATQ por su sigla en inglés) compuesto por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin y Egipto impusieron un boicot a Catar. El ATQ había estado tratando de poner fin al problemático comportamiento de Catar, es decir, patrocinar el terrorismo, el extremismo e interferir en la política de sus vecinos, de manera abierta desde 2014, y Doha había rechazado todos los esfuerzos para llegar a acuerdos. En el período intermedio, si bien Catar ha hecho alarde de haberse reformado, la evidencia de ello es bastante escasa.
Un problema importante que el ATQ tuvo con Catar fue su actitud de brindar refugio y entregar espacios a figuras de la Hermandad Musulmana, muchos de los cuales son buscados en sus países de origen por ser miembros de organizaciones que están prohibidas y catalogadas como terroristas en los Estados del Cuarteto, o por participar en actos de violencia o por ambas razones. Hoy, a pesar de los esfuerzos simbólicos por tomar medidas más severas, la mayoría de estas personas siguen en libertad en Catar
Tomemos el caso de Yusuf al-Qaradawi, miembro de la Hermandad y uno de los clérigos más influyentes en el mundo sunita, fue y sigue siendo protagonista de Al-Jazeera, el canal estatal de Catar, con millones de espectadores mientras expresa opiniones extremistas, tales como apoyar los atentados suicida. El aliado cercano de Catar, Turquía, ahora proporciona un entorno de medios de refuerzo para esta incitación, con los pocos terroristas y extremistas que Catar expulsó, ahora residentes en Estambul y con libertad para provocar a los Gobiernos de sus países de origen, especialmente Egipto.
El problema del financiamiento catarí para la Hermandad y otros extremistas islamistas en Occidente, ya sea Gran Bretaña, los Países Bajos u otros lugares, continúa a buen ritmo. Un importante y reciente caso es Tawakkol Karman, quien está estrechamente relacionada con los Gobiernos de Catar y Turquía, y es miembro de Al-Islah de Yemen, la rama local de la Hermandad Musulmana. Karman fue elegida para la junta de supervisión de Facebook, a pesar de su conocida política islamista.
Entre las quejas iniciales del ATQ contra Catar estaba que Doha había apoyado a figuras relacionadas con Al-Qaeda como Abd al-Hakim Belhaj en Libia y a la filial de Al-Qaeda en Siria, Jabhat al-Nusra (ahora conocida como Hay’at Tahrir al- Sham o HTS).
El apoyo a Al-Nusra se llevó a cabo de varias maneras “negables”. Una fue a través del apoyo a Ahrar al-Sham, un grupo salafista yihadista más localizado, que según un experto «sirve [sirvió] como puente entre Al-Qaeda y los rebeldes dominantes». Los recursos vertidos en Ahrar por Catar fluyeron hacia Al-Nusra.
El canal de propaganda de Catar, Al-Jazeera y Al-Qaradawi, saturaron los medios con apoyo a Ahrar, que a su vez ayudó a Al-Nusra a conseguir reclutas y dinero. Pero Catar fue más allá del apoyo indirecto de los medios a Al-Nusra: el emir de Al-Nusra, Abu Muhammad al-Jolani, fue llevado a Al-Jazeera repetidamente para difundir su ideología extremista mientras afirmaba ser un moderado cuyo único interés era luchar contra el régimen de Bashar al-Assad. (En general, la cobertura de Al-Jazeera de la guerra siria enardeció el sectarismo y dio poder a los elementos más extremos de la insurgencia. Faisal Qasim defendiendo el genocidio contra los alauitas, la secta de la que proviene Assad, fue un momento muy grave).
Luego Catar estuvo actuando como negociador de rehenes para Al-Nusra: cuando ciudadanos occidentales eran secuestrados, Doha facilitaría la transferencia de efectivo a Al-Nusra, financiando las operaciones del grupo y permitiéndoles dominar a la oposición moderada, y luego facilitar la liberación de los rehenes, obteniendo crédito político de los Gobiernos occidentales. Este ciclo de retroalimentación altamente negativo pero reforzante continuó durante muchos años y ahora ha dado lugar a que se presenten cargos en un tribunal estadounidense contra Catar por financiamiento del terrorismo.
Esto no es exhaustivo incluso en relación con lo que Catar hizo con Al-Nusra; no profundiza en los financistas alojados en hoteles en la frontera turca que apoyaron libremente a Al-Nusra, y más allá de Al-Nusra no se ocupa del acuerdo de mil millones de dólares que Catar envió tanto a Al-Nusra como a Irán, a los extremistas sunitas y chiitas, al tiempo que facilitaba la limpieza étnica de cuatro ciudades sirias.
Cuando es cuestionado sobre tales comportamientos, Catar a menudo ha afirmado falsamente que está involucrando a “malos” actores por razones pragmáticas o incluso para moderarlos. Nuevamente, como muestra el ejemplo de Al-Nusra, esto es perjudicial, ya que un grupo fue empoderado a punto tal de que se “tragó” a la rebelión siria.
Entonces, ¿han terminado estas tácticas? No, no han terminado.
En Libia, los personajes vinculados a Al-Qaeda continúan beneficiándose de la generosidad de Catar (y de la logística y el apoyo militar de Turquía), como en Siria. En Sudán, el régimen catarí ha utilizado frentes «humanitarios» para transmitir su mensaje islamista como consecuencia de la caída de Omar al-Bashir, apoyando a la Hermandad Musulmana y a grupos similares para empoderarlos a medida que se desarrolla la lucha de poder posdictadura.
En África, desde Nigeria en el oeste hasta Somalia en el este, Catar está ahí con su chequera para pagar a los militantes islamistas que toman como rehenes a occidentales. El caso del mes pasado de la ciudadana italiana Silvia Romano, liberada por la filial somalí de Al-Qaeda, Al-Shabab, después de la intervención de Catar, se extrajo del mismo libro de tácticas.
En Somalia, como informó The New York Times, Catar fue incluso un paso más allá de lo que (probablemente) ha hecho en Libia y Siria al organizar directamente un ataque terrorista contra los EAU a través de Al-Shabab. El exjefe de inteligencia de Somalia confirmó que Catar conspiró para financiar a Al-Shabab.
Como los expertos han dejado en claro, el compromiso de Catar para difundir propaganda extremista e impulsar el mensaje de extremistas como Al-Qaradawi, a quien el emir de Catar apoya personalmente cada año durante el Ramadán, sigue sin disminuir.
Lejos de la política regional, en nuestro mundo interconectado, la represión doméstica no es solo un asunto interno, y las prácticas domésticas abusivas de Catar, específicamente el maltrato de los trabajadores inmigrantes se han vuelto más peligrosas para todos durante la pandemia del coronavirus, con posibles efectos regionales; el tiempo lo dirá.
El presidente Donald Trump inicialmente apoyó el boicot a Catar por parte del ATQ, pero es un hombre cambiante y además el lobby Catarí fue bien ejecutado. El Wall Street Journal informó esta semana que Trump hará otro esfuerzo para resolver la disputa del Golfo que entra en su cuarto año. Como siempre con los acuerdos de paz de Trump, la presentación y la intención no coinciden. Además, dado el poco progreso que ha logrado Catar, y la mayor cohesión y fuerza del bloque antiextremismo, el cual ha forjado lazos con otros actores de ideas afines como Rusia, es difícil ver qué incentivo hay para reconciliarse con Catar en este punto.