Wasiq Wasiq, asesor en Musulmanes contra el Antisemitismo (MAAS por su sigla en inglés)
Es innegable que el mayor deseo de los islamistas, por encima de todo, es vivir de acuerdo a lo que Allah ha decretado como halal (permitido) y abstenerse de lo que Él ha sentenciado como haram (prohibido). Correcto o incorrecto, justo o injusto, solo a través de lo dispuesto por Allah los musulmanes pueden ser verdaderos musulmanes, porque ir en contra de ello es desafiar de manera directa la autoridad de Allah, algo inimaginable para muchos musulmanes. De ahí el concepto de hakimiyya, el instrumento que mantiene a los musulmanes como rehenes de los preceptos de Allah, ya que si se desvían, estarán en riesgo de excomunión (takfir).
El término hakimiyya deriva de la raíz árabe hukm que significa arbitraje, juicio o autoridad: el sustantivo verbal de hukm es hakimiyya. El nomen agentis, la autoridad que lleva a cabo la acción (hukm), se conocería como hakim. De ese modo, Ibn Durayd en su diccionario árabe Jamharat al-Lughah afirma que “hakim es quien ejerce autoridad judicial; un legislador o gobernador… y ninguno sino Allah, como el máximo gobernador, legislador y la autoridad legal suprema”. Por tanto, el término hakimiyya se puede traducir como “la soberanía en la que descansa la máxima autoridad legal y gubernamental”, y para los islamistas esta soberanía pertenece a Allah.
Puesto que el término hukm aparece en el Corán al menos 250 veces, la mayoría de los musulmanes considera el Corán la palabra literal de Allah sin adulteración. Por ello, al poner el máximo énfasis en lo que Allah instruye, los musulmanes lo toman muy en serio. Esto se debe en gran parte a que hakimiyya está relacionado con el concepto de tawhid, fe en la indivisibilidad del único Dios verdadero: Allah.
La lógica islamista es por tanto: “Si uno se desvía de la hakimiyya de Allah niega su soberanía y por extensión se opone a la tawhid, lo cual se traduce en un acto de kufr (falta de fe), que lo lleva fuera del rebaño del islam.”
Islamistas de renombre pretendieron utilizar el concepto de hakimiyya para lograr sus ambiciosos objetivos políticos. Uno de esos teóricos islamistas, en muchos sentidos padrino ideológico del islamismo, fue Sayyid Qutb, miembro egipcio de la Hermandad Musulmana enviado a la horca en 1966. Desarrolló el concepto de hakimiyya como parte de la teoría política que podía ser utilizada por los que deseaban establecer un califato y gobernar de acuerdo a lo que Allah había decretado.
Qutb utilizó versos del Corán para justificar su postura de hakimiyya. Por ejemplo, “Quien no quiere decidir por lo que Allah ha puesto de manifiesto, es un incrédulo” [5:44]. Con la utilización de este verso, establece las condiciones de quien es y de quien no es un verdadero musulmán. Esta es en gran medida una postura de conformidad, y no así una postura de identidad. A Qutb no le preocupa “quién” es musulmán sino más bien “qué” es un musulmán. Defiende su postura por encima de la aceptación de su verso y hacia su puesta en práctica.
Según la lógica de Qutb, los legisladores musulmanes en tierras musulmanas que no ponen en práctica la ley de Allah no cometen un acto de kufr que deba “corregirse”; más bien pasan a ser objetivos legítimos que serán “eliminados” por alguien que esté dispuesto a aplicar el mandato de Allah. Los sucesores ideológicos de Qutb pondrían en práctica esta doctrina en 1981, organizando la conspiración que asesinó al presidente egipcio Anwar al-Sadat, a quien los islamistas se referían como el tirano no religioso. El hombre que apretó el gatillo para matar a Al-Sadat, Khaled al-Islambuli, en el lugar proclamó: “He matado al Faraón”, lo cual tiene una connotación muy específica del Corán.
Este mensaje, la aceptación e implementación obligatoria de los mandamientos del Corán, ha sido asumido desde esos años y utilizado cada vez más por organizaciones terroristas, en particular por Al-Qaeda y el Estado Islámico (EI). Era la licencia que necesitaban para desatar su yihad en contra del enemigo cercano y lejano, autocracias locales, Estados Unidos, sus aliados y más allá. Para ellos, el objetivo último de establecer un califato era su prioridad, y hakimiyya lo que les proporcionó el mandato religioso para desafiar directamente el statu quo político.
Pero es un error considerar a hakimiyya una creencia exclusiva de los yihadistas violentos. Vemos que es empleado por otros musulmanes que se considerarían no violentos. Algunos consideran que estos extremistas “no violentos” son quienes proporcionan la “música de fondo” para el extremismo violento, los que radicalizan a otros ya sea directa o indirectamente, aún si ellos mismos se apartan de la violencia. Una de estas personas sería Anjem Choudary, el destacado islamista predicador del odio del Reino Unido.
El otrora miembro de Al-Muhajiroun y vocero de Islam4UK, Choudary creció en importancia como un predicador lúcido y carismático. Formado en leyes, sabía qué podía y qué no podía decir en su ámbito. Esquivando las leyes sobre incitación y promoción del terrorismo, urdió muy bien un mensaje retórico con el cual solo “propagaba el mensaje de Allah”: una simple obligación religiosa, cuya carga como musulmán es hacer dawa (proselitismo) en beneficio de Allah.
En una entrevista con Newsnight en 2010, Choudary y Maajid Nawaz se enfrentaron cara a cara en torno al tema de la sharia (ley sagrada), el califato y temas relacionados. Jeremy Paxman le preguntó a Choudary “¿Cómo está avanzando la campaña para llevar a Gran Bretaña hacia la ley sharia?”, a lo cual Choudary respondió señalando “Bueno, esto está en manos de Dios. Hacemos lo mejor para difundir el islam”.
Como tal, esto podría parecer una declaración inocua, lo cual se debe a que su respuesta no menciona sharia, sino al islam. Asocia a ambos, como si uno dependiera del otro. Al musulmán educado en la teología islámica se le hace difícil dilucidarlos y separarlos. Este es el cebo que utilizan los islamistas, abusan de los intelectualmente vulnerables, de quienes no están adecuadamente instruidos en la teología islámica, y tratan de atraparlos en el escenario con una opción binaria: “o aceptas los preceptos de Allah (es decir la ideología de los islamistas) o eres un apóstata”.
A medida que continúa el video inmediatamente se percibe que lo expresado por Choudary no se diferencia de lo que actualmente está haciendo el EI, y no es mera coincidencia que Choudary se tornara leal al EI después de la declaración del califato en 2014. Luego de ser excomulgado, Nawaz pregunta reiteradamente a Choudary qué pasaría con él en un califato. Choudary se niega a responder razones legales, pero nadie que conozca del tema duda cuál fue la respuesta no verbalizada. Según la sharia, la apostasía conlleva la pena de muerte. La lógica de esto es simple, y a los musulmanes influenciables se los deja sin forma alguna de rechazar esta postura.
Hakimiyya sigue siendo una potente herramienta para radicalizar a musulmanes. Es utilizada por yihadistas salafistas, islamistas no violentos, y cada vez más por musulmanes ordinarios, a medida que se difunden las ideas islamistas. La mayor parte de los musulmanes que utilizan hakimiyya probablemente lo hacen sin darse cuenta de las potenciales consecuencias de ello, tampoco que están ejecutando el mandato de los yihadistas e islamistas sin siquiera saberlo.
La radicalización puede provenir de muchas personas diferentes y en muchas formas, pero lo preocupante es que también puede venir de los que rechazan vehemente a organizaciones terroristas como el EI y Al-Qaeda e inclusive la propia sharia. El combate contra el terrorismo y el extremismo violento no puede dejarse solo a las autoridades estatales o imames en las mezquitas, sino que debe ser un esfuerzo colectivo de la propia comunidad musulmana. Debe considerarse una tarea cívica rechazar posturas que polarizan y dividen a las personas por religión. Si no se rebaten conceptos como hakimiyya en la vida cotidiana continuaremos interpretando la música con la que yihadistas salafistas e islamistas no violentos bailan.