El artículo fue escrito por el Research Institute for European and American Studies (RIEAS)*
Las relaciones Grecia-Turquía tras la Segunda Guerra Mundial han sido constantemente turbulentas, salvo por un corto periodo de calma durante los años cincuenta cuando ambos países ingresaron a la OTAN para servir como baluartes contra la Rusia soviética. Sin embargo, a comienzos de los años sesenta, en gran parte gracias a las demandas de la población griega de Chipre -alrededor de tres cuartos de la población de la isla- por tener una unión con Grecia, Atenas y Ankara ingresaron a un periodo de hostilidad y confrontación mutua, así como temeridad política militar turca.
Una invasión militar turca de Chipre fue evitada por poco en junio de 1964, cuando el presidente de los Estados Unidos -Lyndon B. Johnson- alertó a Ankara “contra cualquier movimiento militar impulsivo.” En 1996, Grecia y Turquía casi llegaron a enfrentarse nuevamente con respecto a un islote rocoso del Mar Egeo llamado “Imia” por los griegos y “Kardak” por los turcos. El conflicto fue evitado nuevamente por la intervención estadounidense.
Desde entonces, las relaciones Grecia-Turquía permanecen en un estado de “sin guerra, sin paz”, siendo que Turquía sigue tácticas cada vez más beligerantes y emite constantes amenazas de guerra en el Egeo, una gran parte del cual Ankara ha llamado ahora la “Patria Azul” de Turquía, a pesar del hecho de que el área está llena de cientos de pequeñas y grandes islas griegas. En los últimos años, el visible expansionismo de Turquía que tiene por objetivo a Grecia ha utilizado también a la minoría griega musulmana, habitando la parte griega de la región de Tracia, como un “Caballo de Troya” irredentista para establecer reivindicaciones territoriales basadas en los turcos como una “etnia reprimida” en Grecia.
Ankara rechaza el término religioso “griego musulmán” y exige que Atenas reconozca a esta minoría religiosa como étnicamente turca y, por lo tanto, como la “minoría turca” de Tracia griega. Atenas, por otra parte, se apega a las definiciones del Tratado de Lausana de 1923, en virtud del cual Grecia y la nueva república de Turquía acordaron un intercambio de poblaciones como parte de la disolución del Imperio Otomano tras la retirada de las fuerzas de ocupación griegas que se habían apropiado de una porción de Turquía occidental alrededor de Esmirna tras la Gran Guerra. El Tratado reconoció una minoría “musulmana” en Grecia y una minoría “griega ortodoxa” en Constantinopla/Estambul. Mientras que la minoría “musulmana” prosperó, la minoría “griega ortodoxa” fue destruida por ataques colectivos organizados el 6-7 de septiembre de 1955, el cual se llegó a conocer como el “Pogromo de Estambul”.
Tracia y su secuela
A lo largo de los años, Turquía ha mantenido un estrecho control sobre los “turcos” de Tracia griega. El “puesto de comando” de Turquía en Tracia griega es su consulado general en Komotiní. El consulado mantiene activas y generosamente financiadas iniciativas de “apoyo comunitario”, las que tienen por objetivo particularmente a musulmanes más jóvenes. Desde 2002 y con el ascenso de Recep Tayyip Erdogan como el “sultán neo-otomano” turco, las actividades del consulado se han expandido rápidamente. Los reportes de los medios griegos afirman habitualmente que el consulado es un “centro” del servicio de inteligencia de Turquía, la Organización Nacional de Inteligencia (MIT, por su sigla en turco), cuyos miembros presuntamente intimidan a los musulmanes que se oponen a la interferencia turca en la región y desean distanciarse de Turquía como “patria”.
El rápido deslizamiento islamista de Erdogan, como también lo afirman estos informes, tiene un impacto negativo directo sobre los griegos musulmanes de Tracia que preferirían vivir sus vidas como “ciudadanos de la Unión Europea”, en lugar de ser accesorios étnicos controlados para los planes irredentistas de Ankara. Además se afirma que las presiones turcas sobre los pobladores locales se han incrementado abruptamente desde el intento de golpe de Estado de 2016 en Turquía, que fue organizado por una camarilla de oficiales en las Fuerzas Armadas de Turquía leales al enemigo mortal de Erdogan, Muhammed Fethullah Gülen, el líder de un movimiento sectario islamista conocido como Hizmet (y por lo general llamado simplemente “Gulenistas”). Gülen, como era de esperarse, ha rechazado la acusación y ha difundido la teoría de conspiración de que el golpe de Estado fue en realidad una operación de “bandera falsa” montada por el mismo Erdogan.
Los Gobiernos griegos sucesivos han fallado en establecer una política de desarrollo enfocada para la región de Tracia como el medio para contrarrestar la interferencia agresiva de Ankara. La quiebra griega de 2010, así como el hecho de que Grecia se aferró a las desastrosas condiciones de pago de deuda a los acreedores, orquestados por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, han hecho que la situación de Tracia empeore todavía más.
Es más, los partidos políticos griegos, sin excepción, han ignorado la delicada particularidad del “tema de Tracia” y la necesidad de contar con claridad política y políticas proactivas de desarrollo e integración con respecto a la minoría musulmana. Peor aún, la postura general de Grecia, con respecto a las ambiciones de Turquía de ingresar a la UE (ahora extintas), ha sido indecisa e incluso sumisa en algunas ocasiones. Esta postura solamente ha incrementado la resistencia griega para neutralizar agresivamente la interferencia turca en Tracia al poner como objetivo a las actividades subversivas del consulado turco.
La cuestión estadounidense
En un sentido estratégico más amplio, el tema de la minoría musulmana de Tracia se centra en la aceleración de los esfuerzos griegos para construir una relación estratégica más fuerte con los Estados Unidos. La inestabilidad étnica potencial, fomentada por Turquía, podría desestabilizar a la región y debilitar la capacidad de Grecia para integrar a Tracia en un plan de política de defensa aliada.
La elección del conservador, educado en Estados Unidos, Kyriakos Mitsotakis como primer ministro griego en julio de 2019 dio un impulso a los diálogos sustanciales de cooperación entre Atenas y Washington sobre una más amplia seguridad mediterránea oriental. En octubre de 2019, y como parte de la Estrategia de Diálogo bilateral, Grecia y los Estados Unidos firmaron un acuerdo actualizado de cooperación para la defensa que llevó al Secretario de Estado de los Estados Unidos -Mike Pompeo- a anunciar que “la relación Grecia-Estados Unidos literalmente nunca ha sido tan fuerte.”
Un asunto central en cuanto a esta renovada relación es el interés de los Estados Unidos de establecer una presencia operacional de defensa en Tracia griega, principalmente enfocada en el puerto marítimo de Alejandrópolis. Ciertamente, poco después de la firma del acuerdo Grecia-Estados Unidos de octubre de 2019, Alejandrópolis, en un evento simbólico sin precedentes, acogió por primera vez a un barco de la Marina de los Estados Unidos, el USNS Carson City.
Geográficamente, Tracia griega es una base estratégica occidental única con respecto a Rusia y Turquía, considerando todas las preocupaciones acerca de que este último se “vuelva” hacia el “eje” de Rusia e Irán. Las posiciones aliadas con base en Tracia pueden monitorear de forma “cercana y en persona” el Estrecho de los Dardanelos, la única ruta de tránsito marítimo ruso hacia las Aguas Templadas. De manera similar, los drones de combate con base en Tracia podrían lanzar operaciones de largo alcance y a profundidad en áreas que se han vuelto peligrosas y conflictivas para la alianza occidental desde el comienzo de la guerra en Siria.
Los planes para posicionar tropas estadounidenses en la región son igualmente importantes, en un sentido político y militar, ya que, entre otras cosas, aumentarán la confianza del país vecino Bulgaria, miembro de la UE y de la OTAN, que se encuentra profundamente influenciado por Rusia, que observa la maniobra turca con cautela. El reciente intento de Turquía de agrietar las fronteras griegas por medio de un ataque proxy, permitiendo a miles de inmigrantes ilegales dejar el territorio turco e ingresar a la UE, llevó a Bulgaria a reforzar sus controles fronterizos y a buscar garantías de Ankara de que el uso de inmigrantes ilegales como un ariete contra Grecia no se repetiría en su contra.
La Unión Europea y el nacionalismo
Desde el punto de vista de la UE, el estado de la minoría musulmana griega de Tracia presenta un problema espinoso ya que junta al nacionalismo, irredentismo, “otredad étnica”, identidad nacional, declaraciones de victimismo, asimilación, integración y amenazas de guerra evidente, todo la que se supone que debe abolir el proyecto de la UE. Bruselas no es conocida por su efectividad al “manejar” dichos temas intrincados. El caso de Tracia griega no es diferente.
Además, la quiebra de Grecia, así como el hecho de encerrar a Grecia en la “prisión del deudor” gracias a las draconianas demandas alemanas, ha reducido severamente la legitimidad otorgada a las opiniones y decisiones de la UE a los ojos de Grecia. Como resultado, varios grupos “humanitarios” y otros grupos que defienden los “derechos de las minorías”, han acudido cada vez más al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) buscando rectificar lo que ellos perciben como la torpeza del Gobierno griego al lidiar con los musulmanes de Tracia.
A finales de 2018, por ejemplo, el TEDH se pronunció en contra de Grecia por permitir a la ley islámica anteponerse al régimen legal griego en materia de derecho familiar. Los Gobiernos griegos, mientras tanto, independientemente de su orientación político-ideológica, se han aferrado a sus armas de la UE con persistencia inquebrantable. Dependiendo de las circunstancias, la UE es presentada como la “salvadora” o la “obstruccionista” cuyos dictámenes no pueden ser ignorados. Esta es una manera conveniente de encontrar excusas para no actuar en absoluto o para tomar medidas a medias que dan la apariencia de ser una “iniciativa”.
Mientras que la mayoría griega ve a la UE como una luz positiva, más de cuatro de cada diez griegos expresan opiniones negativas sobre ella. En cualquier caso, Bruselas continúa manteniendo una distancia segura de la lucha turco-griega sobre los musulmanes de Tracia, con excepción de algún comunicado de prensa breve y ocasional, algo que conviene a ambos lados de la disputa.
Autonomía: ¿salvación o apocalipsis?
Una posibilidad aparentemente obvia para una resolución sería la autonomía para Tracia occidental (griega), pero esta opción es evitada meticulosa y públicamente por todos en Grecia, salvo la ocasional voz marginal “nacionalista”, ya que lleva connotaciones apocalípticas en cuanto a bases étnicas, políticas y de seguridad. La mera mención de la palabra “autonomía” evoca visiones de Kosovo, cuya declaración unilateral de independencia de Serbia continúa siendo rechazada por Atenas, a pesar de la continua presión discreta de Washington.
Históricamente, sin embargo, la autonomía no es algo extraño para Tracia occidental. Antes de la Primera Guerra Mundial, tras las dos guerras de los Balcanes, la provincia adquirió una administración independiente de corta existencia bajo el nombre de “Gobierno Independiente de Tracia Occidental.” Luego, justo después del final de la Primera Guerra Mundial, el victorioso Entente ocupó toda Tracia occidental y la repartió en tres departamentos, uno de los cuales fue puesto bajo el Gobierno militar griego. Una serie de complicados movimientos político-diplomáticos y contramovimientos por parte de Grecia, Bulgaria y los grupos minoritarios de Tracia occidental culminaron en acuerdos de gobierno compartido hasta la Conferencia de San Remo de abril de 1920, la cual otorgó Tracia occidental a Grecia a insistencia de Gran Bretaña, para la indignación de Bulgaria, la cual fue privada de una salida al mar.
Las actuales afirmaciones revisionistas de Turquía con respecto al acuerdo posterior a la Primera Guerra Mundial, el cual disolvió al Imperio Otomano, sin duda traen a la memoria el cómo los Aliados de la Primera Guerra Mundial “privaron” a la Turquía moderna de muchas de sus “merecidas” posesiones. Recuperar todas estas posesiones hoy es imposible por supuesto, pero Tracia occidental es diferente; en vista de la “debilidad” diplomática y de defensa de Grecia a los ojos de Ankara, los “turcos” de Tracia occidental podrían emular a Kosovo, separándose de Grecia, llegando a estar bajo influencia turca más directa.
Petróleo y estrategia
Los asuntos de las minorías, la interferencia turca y las preocupaciones griegas con respecto a Tracia occidental están conectados de cerca a las políticas energéticas. A comienzos del 2000, Grecia, Bulgaria y Rusia parecían estar cerca de establecer un pacto de transferencia energética con el fin de saciar las crecientes necesidades de gas natural de la UE. Un acuerdo por el denominado oleoducto Burgas-Alejandrópolis, destinado a transferir gas natural ruso y caspio más velozmente al rodear el Bósforo y los Dardanelos fue firmado por Atenas y Sofía, pero rápidamente se encontró con varios obstáculos (ver aquí para un análisis técnico-político detallado de este proyecto). Aparte de las preocupaciones ambientales, el proyecto del oleoducto atrajo fuerte oposición de los Estados Unidos por la obvia razón de que se trataba de un proyecto de Rusia destinado a dividir y debilitar a la OTAN. Washington expresó su preocupación claramente a Atenas, llevando a una importante tensión en las relaciones bilaterales. Al final, fue Bulgaria quien se retiró del pacto, mencionando las preocupaciones ambientales y de suministros para cuidar su reputación.
El actual florecimiento de las relaciones Grecia-Estados Unidos, se presentó públicamente como una “relación estratégica permanente” casi inquebrantable, la que sin embargo estimula cuestiones político-estratégicas debido a la actitud estadounidense bien conocida hacia la “autodeterminación”, una ironía ya que el apoyo de los Estados Unidos a este principio los llevó a apoyar la revolución que separó a Grecia del Imperio Otomano. En su forma moderna, este compromiso estadounidense es expresado en los 14 Puntos de Woodrow Wilson, declarados en 1917, y esta fue la justificación clave tras la creación de Kosovo como un puesto de avanzada estratégico y fijo controlado por los Estados Unidos. Es contra este trasfondo -además del actual preocupante remolino de maquinaciones políticas y de seguridad del Este del Mediterráneo- que las hipótesis han ganado terreno sobre la posibilidad de cambiar las prioridades político-estratégicas de los Estados Unidos afectando adversamente a Grecia.
El principal enfoque de dichas hipótesis sería el hecho de si los Estados Unidos podrían usar su “relación estratégica permanente” con Grecia, así como este componente de la relación con Tracia occidental, como una herramienta para “adjudicar” en caso de un conflicto griego-turco. A la fecha, Turquía todavía es un aliado de la OTAN, a pesar de lo que algunos ven como una trayectoria islamista, y las reacciones de los Estados Unidos en caso de una crisis griega-turca no se pueden determinar. Por ejemplo, no ha dejado de ser notorio en Grecia que la administración de Trump ha reaccionado de maneras conflictivas y con frecuencia desconcertantes a las pretensiones arrogantes de Erdogan y sus desafíos descarados hacia los Estados Unidos.
Atenas tiene motivos más que suficientes para tener preocupaciones (ocultas) sobre qué tan “inquebrantable” es el eje de Tracia occidental de la “relación estratégica permanente” de Estados Unidos-Grecia. Para muchos griegos, a medida que lo ven en retrospectiva, encuentran que Grecia nunca tuvo ningún apoyo concreto de la alianza de la OTAN dominada por los Estados Unidos, con respecto a la beligerancia y las afirmaciones revisionistas de Turquía en el Egeo. Ciertamente, Atenas se ha cansado del constante “consejo” de la OTAN para encontrar “soluciones” con Turquía por medio de “medidas de construcción de confianza mutua” (una farsa de concepto cuando la Turquía islamista neo-otomana es el interlocutor), sin mencionar las “negociaciones” en las cuales Turquía insiste en llevar a cabo su propia agenda como el único método de “acuerdo” y los Estados Unidos no hacen nada para detenerla.
Conclusión
La única certeza en el presente es la incertidumbre. Los pesimistas dirán “no contengas la respiración” cuando se trata de una resolución del problema de Tracia occidental y la “relación estratégica permanente” de Estados Unidos-Grecia. Considerando las experiencias del pasado y los vaivenes del presente, esto parecería ser un buen consejo para los planificadores de políticas griegas.
*Copyright @ 2020 Research Institute for European and American Studies, Atenas, Grecia.