European Eye on Radicalization
El pasado viernes, el Departamento del Tesoro Británico extendió su congelamiento de activos contra Hezbollah, el partido político y la milicia del Líbano que responde a Irán, para cubrir ahora a la organización entera. Este es el último paso del Gobierno británico para corregir una ficción legal con la que varios Gobiernos occidentales han operado durante muchos años: que existe una distinción entre un «ala política» y un «ala militar» de Hezbollah.
Se han agregado «partes» de Hezbollah a la lista de organizaciones terroristas proscritas en el Reino Unido en 2001, a raíz de los ataques del 11 de septiembre, y en 2008 se prohibió el «ala militar» de la organización. No fue hasta febrero de 2019 que Londres agregó a Hezbollah en su totalidad a la lista de entidades proscritas.
«Está claro que la distinción entre las alas militares y políticas de Hezbollah no existe», dijo el secretario de Asuntos Exteriores británico Jeremy Hunt, y al proscribir a Hezbollah en todas sus formas, el Gobierno está enviando una clara señal de que sus actividades desestabilizadoras en la región son totalmente inaceptables y perjudiciales para la seguridad nacional del Reino Unido».
El mito sobre la estructura actual de Hezbollah tiene sus orígenes en un mito sobre los inicios del partido, y los mismos continúan aun cuando la idea de «alas» autónomas dentro de Hezbollah se derrumba. El mito más persistente es que Hezbollah surgió como un movimiento de resistencia armada a la ocupación israelí del sur del Líbano en 1982. En realidad, el grupo se formó mucho antes, como parte del movimiento islamista transnacional leal al concepto del Ayatola Ruhollah Khomeini del wilayat al-faqih absoluto, que tomaría el poder en Irán en 1979.
Como se documentó recientemente en European Eye on Radicalization, al analizar la muerte de Qassem Soleimani, el líder de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica Iraní (IRGC), el IRGC -que protege la revolución a nivel nacional en Irán e intenta exportarla fuera del país a través del terrorismo y otros medios- se desarrolló en el Líbano a mediados de los años setenta. Una parte del IRGC se mudó a Irán después de que se completara la revolución en febrero de 1979, y otra parte permaneció en el Líbano, haciéndose conocida como Hezbollah.
En resumen, Hezbollah es un componente orgánico integrado del Gobierno revolucionario iraní, un componente de su aparato de seguridad estatal.
European Eye on Radicalization ha escrito previamente sobre las campañas de propaganda de Irán / Hezbollah en Gran Bretaña, y se descubrió la semana pasada que continúan los intentos para promover la guerra de información de Teherán en el país. La ampliación de la proscripción legal parece ser parte de una iniciativa para permitir que el Gobierno británico tome medidas enérgicas contra los diversos aspectos de la amenaza iraní.
La medida de Gran Bretaña se produce en el contexto de la política de «máxima presión» del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, contra el régimen de Irán. Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear (el Plan de Acción Integral Conjunto o JCPOA) y volvió a imponer sanciones en mayo de 2018. El JCPOA había liberado fondos a Irán que fueron utilizados para intervenciones desestabilizadoras en la región, desde Siria hasta Yemen. Trump buscó eliminar la capacidad financiera de la República Islámica para impedirle continuar con este comportamiento perverso.
Hasta ahora, la «presión máxima» ha sido casi por completo una campaña económica, aunque el 3 de enero hubo una importante variación cuando Trump ordenó un ataque con drones en Bagdad que mató a Soleimani y a su adjunto iraquí, Abu Mahdi al-Mohandes.
Han habido muchas protestas de Gobiernos de todo el mundo, inclusive de aliados de los EE.UU., sobre el tema de la «presión máxima» y especialmente sobre el ataque a Soleimani. Pero, al igual que con la calificación ampliada de Hezbollah en Gran Bretaña, varios países están comenzando a alinearse con el enfoque estadounidense, principalmente porque se ha vuelto tan obvio que Teherán -como los ideólogos del JCPOA esperaban- no reformará ni se comportará como un Estado normal.
Se han realizado laborales en el Parlamento Europeo para que la Unión Europea abandone la postura de que hay partes de Hezbollah desconectadas de su actividad criminal y terrorista, que está -como EER ha explicado anteriormente– extendida dentro de la UE. Iniciativas similares están en marcha en Estados miembros individuales como Alemania y en Estados fuera del bloque tan lejanos como Australia.
Quizás lo más sorprendente es el giro de los acontecimientos en América Latina. Irán / Hezbollah tiene una presencia bien arraigada en el hemisferio occidental, no solo con redes que trafican drogas y otros productos, sino a nivel oficial, con los Gobiernos de izquierda en la región como anfitriones de la actividad de Irán -a cambio de favores- más notoriamente con el régimen chavista de Venezuela.
En julio de 2019, Argentina, lugar de uno de los ataques terroristas extranjeros más atroces de Irán -donde el Gobierno tuvo cierta complicidad (al menos después del hecho)- se convirtió en el primer Estado latinoamericano en reconocer a Hezbollah como un grupo terrorista. Paraguay lo siguió poco después, y Guatemala y Honduras se unieron a ellos a principios de este mes.
Gran Bretaña y Australia incluso han ido tan lejos como para considerar apoyar la posición de los EE.UU. en el JCPOA, la consigna diplomática más sensible de todas.
Gran parte de la cobertura de los medios de comunicación sobre la muerte de Soleimani en Occidente carecía de perspectivas y dinámicas regionales, por lo que se hizo demasiado hincapié en las preocupaciones políticas internas. Esto generó inquietud acerca de las consecuencias que -hasta ahora- han demostrado ser bastante alarmistas. La eliminación de Soleimani aparentemente ha traído una reconsideración sobre el régimen de Irán y ha proporcionado una medida de consuelo a los aliados de los EE.UU. que les ha permitido apoyar de manera pública la política de los EE.UU.