El extremismo y la radicalización posiblemente hayan formado parte de la existencia misma del ser humano por miles de años. Algunos de los actos de terrorismo documentados más antiguos datan de hace 2000 años, hacia la era del Imperio Romano [1], mientras que el terrorismo moderno se remonta a la Secta de los Asesinos del siglo XI. [2] Sin embargo, el concepto de “radicalización” como un camino hacia el extremismo y la violencia es relativamente nuevo. Por siglos, el radicalismo fue una connotación del progreso social. Si bien la violencia podía ser parte de este progreso, el radicalismo no era necesariamente considerado como un camino hacia la violencia. Sólo en los años que siguieron a los ataques del 11/S -específicamente entre 2004 y 2005- surgió el término “radicalización” como un marco conceptual para comprender cómo y por qué los individuos llegaban a adherirse a ideologías extremistas y a perpetrar actos de terrorismo. [3]
Por ello, el campo de estudios sobre radicalización es una disciplina académica reciente. Sin duda las investigaciones sobre terrorismo se vienen realizando desde hace mucho más tiempo. Los anarquistas del siglo XIX fueron objeto de investigación académica, así como también la ola de terrorismo de extrema izquierda en Europa y los EE.UU. durante las décadas de los sesenta y setenta, o también el conflicto de Irlanda del Norte. En estos casos los investigadores también analizaron las motivaciones para el terrorismo, el papel de factores como las desigualdades y las estructuras de personalidad, así como también las estructuras organizacionales de los grupos y sus estrategias de reclutamiento, trabajando sobre la base de investigaciones acerca de movimientos sociológicos o sociales existentes. Sin embargo, la radicalización, entendida como un proceso para el desarrollo de una cierta mentalidad extremista y un marco general para entender factores personales, sociales y de múltiples niveles que faciliten ideologías extremistas y conduzcan a los individuos para cometer actos de violencia, ha pasado recientemente a la primera línea de la investigación académica.
Mientras que una sorprendente cantidad de investigaciones sobre radicalización ha sido publicada y se ha alcanzado un progreso en desvelar los procesos que llevan a la adopción de ideologías extremistas, subsisten algunos problemas clave. Hasta ahora, entender el proceso de radicalización ha demostrado ser difícil para la comunidad de investigadores, tanto en la teoría como en la práctica. Existen muchos desafíos asociados con la investigación y el planteamiento de modelos para los procesos de radicalización, incluyendo claridad conceptual, la naturaleza del fenómeno bajo investigación y la naturaleza del proceso.
Claridad conceptual
Pese a la noción popular de “lo sabré cuando lo vea” [4], encontrar una definición común para radicalización ha demostrado ser tan difícil como llegar a un acuerdo sobre la definición universal de terrorismo, si bien se han hecho esfuerzos para alcanzar un consenso académico al respecto. [5] Quién y qué vaya a ser considerado como extremo y fuera de la corriente principal dependerá del punto de vista que se emplee como referencia y esto cambia con el tiempo. Por ejemplo, mientras que el derecho a voto de las mujeres es parte del conjunto de derechos y valores ordinarios de sociedades occidentales, no lo era en Europa y los EE.UU. durante el siglo XIX. Abogar por tales derechos durante el siglo XIX era considerado extremo por el grueso de la sociedad. Adicionalmente, etiquetar a un individuo o a un grupo de individuos como “radicalizados”, “extremistas” o “terroristas” conlleva implicaciones políticas y puede llegar a justificar acciones políticas contra los mismos. Por ello, tales términos podrían ser utilizados en discursos, a fin de formar una determinada percepción de la realidad, alentar el apoyo hacia ciertas acciones y deslegitimizar a protagonistas que pudiesen ser considerados -o no- como extremistas bajo las diferentes definiciones académicas de dicho término.
La actual realidad sociopolítica ha demostrado ser particularmente difícil para desarrollar una claridad conceptual sobre la radicalización. Quién o qué es radical o extremo es relativo. En los últimos años se ha visto un cambio en la denominada Ventana de Overton, esto es, en los valores e ideas que pueden ser considerados parte de la corriente política común. Hemos sido testigos de una especie de “pasokificación” [6] -la caída del centrismo así llamada en honor al otrora dominante partido socialdemócrata griego Pasok, cuyo apoyo popular cayó del 45% al 4% en 2015 tras ser aplastado por fuerzas más extremas en Grecia- en muchos países occidentales, y la inclusión de ideas y valores en el discurso popular que habrían sido consideradas extremas y periféricas hace diez años. [7] ¿Debiera cambiar la definición académica de radicalización en función del contexto social actual? Después de todo, el estudio de la radicalización no sólo involucra la radicalización violenta y conductual, sino también la investigación de la radicalización cognitiva, que es simplemente la radicalización de las ideas. Si cada vez más ideas extremas ingresan al discurso común, ¿será necesario redefinir a quiénes debe considerarse como radicalizados? ¿Será necesario desarrollar diferentes modelos de radicalización para distintos contextos políticos?
La falta de una claridad conceptual plantea un problema al momento de generar un modelo de radicalización, ya que los modelos desarrollados inevitablemente requerirán construirse sobre una línea de base, como una forma de diferenciar a los radicalizados de “los otros”. Si una línea de base es poco clara o cambia continuamente, los modelos se levantarán sobre bases potencialmente inestables.
La naturaleza del fenómeno
El hecho que las actividades extremistas sean en gran parte clandestinas constituye un obstáculo obvio para la investigación de la radicalización. El material de propaganda puede alcanzar a más gente hoy en día gracias a las redes sociales, lo que en teoría facilita la investigación de la radicalización. Esto se debe a que monitorear comunicaciones online resulta mucho más fácil que hacerlo en lugares físicos como librerías o mezquitas. Sin embargo, debe diferenciarse entre el material distribuido por organizaciones extremistas y su resonancia con la audiencia. Si la simple exposición al material de propaganda causare radicalización, cientos de investigadores acabarían radicalizados. Si no se conoce a los receptores de la propaganda y lo que diferencia a aquellos que se radicalizan de quienes se exponen a la misma pero no cambian su punto de vista, la accesibilidad a las redes sociales no necesariamente se constituye en una ventaja para comprender los procesos de radicalización.
Asimismo, las redes sociales deben ser consideradas parte de lo que Goffman denomina el “escenario principal”. [8] Lo que se publica y se muestra online no necesariamente es indicativo de la realidad social del usuario fuera de las redes. Los trolls, por ejemplo, publican intencionalmente comentarios controvertidos para provocar una discusión, pero estos comentarios no necesariamente corresponden a su sincera opinión. Por lo tanto, juzgar la radicalización a través de comunicaciones online, especialmente las públicas, debe hacerse con cautela. Rastrear el historial en redes sociales de un individuo podría facilitar una comprensión de la progresión de las ideas extremistas dentro de la perspectiva global de dicho individuo, pero basar un modelo de radicalización únicamente sobre tales escenarios públicos muy probablemente resulte incompleto o sesgado hacia factores compartidos públicamente por el individuo, en lugar de proporcionar un panorama más holístico.
La naturaleza del proceso
El tercer desafío es la naturaleza del objeto de investigación. De manera similar a la investigación del terrorismo, los estudios sobre la radicalización dependen mucho de los sujetos que fueron detenidos, porque quienes no lo fueron todavía no son fácilmente accesibles. Esto usualmente significa que la investigación realizada sobre individuos radicalizados tiene lugar en una etapa tardía de su proceso de radicalización, ya que si no hubiesen actuado contra la ley, no habrían sido detenidos y por lo tanto no habrían estado disponibles para la investigación. Para obtener modelos de radicalización precisos, los investigadores necesitarían tener acceso a los sujetos en cada etapa del proceso de radicalización. Esto resulta un objetivo imposible de alcanzar y la falta de acceso significa que los modelos de radicalización serían, en el mejor de los casos, reconstrucciones de procesos de radicalización o proyectos teóricos. Las declaraciones retrospectivas usualmente son sesgadas. Esto se debe a que el estado mental o el sistema de creencias en funcionamiento con frecuencia alteran la memoria de eventos y motivaciones del pasado. Los sujetos bajo estudio podrían inconscientemente enfatizar excesivamente o subestimar determinados factores en sus declaraciones, o podrían no estar al tanto de los factores que los condujeron a cambiar su forma de ver la realidad. Los seres humanos somos agentes reflexivos, pero a través de procesos multifacéticos de cambios cognitivos o conductuales, podríamos no ser capaces de brindar una declaración completa de las razones y de los factores subyacentes que provocaron tales cambios.
La radicalización es un proceso altamente individualizado. Ranstorp se refiere a un “caleidoscopio de factores” [9] que contribuyen a la radicalización y la figura resultante en cada caleidoscopio es diferente en cada individuo. La radicalización no sigue etapas, escaleras, pirámides o canales uniformes, aun cuando los modelos incorporen una amplia gama de factores y permitan un cierto grado de flexibilidad. [10] Trazar modelos de radicalización conlleva el riesgo de acabar simplificando o de excluir factores que los investigadores desestimen por considerarlos de poca importancia. Esto es particularmente cierto porque las diferencias individuales que son difíciles de observar -como sería el caso de la percepción de la propia eficacia- dificultan distinguir entre la radicalización cognitiva y la conductual. [11]
Para ponerlo en términos simples, ningún modelo podrá explicar adecuadamente todos los casos de radicalización. Esto es así ya que la mayor parte de los modelos (el grueso de las investigaciones sobre extremismo) se enfoca en el yihadismo. Mientras que existen modelos que buscan explicar la radicalización de derecha, otras formas de extremismo como ser el extremismo de izquierda y el terrorismo de objetivo único no son investigadas lo suficiente en lo que respecta a la radicalización. Si los mecanismos subyacentes de la radicalización son los mismos para los extremistas religiosos, etnonacionalistas, de derecha, de izquierda o aquellos con un objetivo único, no es algo que se haya podido determinar. No obstante, es poco probable que un sólo modelo de radicalización pueda abarcar adecuadamente tanto la variedad individual como la ideológica, y pueda ser aplicable en todo contexto.
Conclusiones
Cómo se conceptualice y modele la radicalización no es simplemente un tema de debate académico. Ello dará forma a las políticas de prevención y combate del extremismo violento (P/CVE, por sus siglas en inglés), guiará el desarrollo, implementación y evaluación de programas, y brindará apoyo a quienes llevan adelante trabajos de desradicalización. Por lo tanto, se requiere continuar el debate sobre la naturaleza de los procesos de radicalización, y sobre las condiciones y etapas que los facilitan. Se necesita más investigación que compare y contraste las vías de radicalización a través de distintas ideologías y en distintos medios políticos para permitir un entendimiento más holístico de la radicalización y, por ende, una aproximación más holística para contrarrestar el extremismo y la radicalización en el mundo de hoy.
Referencias
[1] Koomen, W. and van der Pligt, J., The Psychology of Radicalization and Terrorism, Routledge: Oxon (2018).
[2] Khosrokhavar, F. Radicalization: Why Some People Choose the Path of Violence. The New Press: New York (2017).
[3] Schmid, A., Radicalisation, De-Radicalisation, Counter-Radicalisation: A Conceptual Discussion and Literature Review, ICCT Research Paper, Disponible en: https://www.icct.nl/download/file/ICCT-Schmid-Radicalisation-De-Radicalisation-Counter-Radicalisation-March-2013_2.pdf (2013).
[4] Gewirtz, P., On “I know it when I see it”, Yale Law Journal. Vol. 105 (4). Disponible en: https://digitalcommons.law.yale.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=7665&context=ylj (1996).
[5] Bötticher, Towards Academic Consensus Definitions of Radicalism and Extremism, Perspectives on Terrorism, Vol. 11 (4), Disponible en: http://www.terrorismanalysts.com/pt/index.php/pot/article/view/623/html (2017).
[6] Bartlett, J., Radicals Chasing Utopia: Inside the Rogue Movements Trying to Change the World. Nation Books: New York, (2017).
[7] Ibid.
[8] Goffman, E., The Presentation of Self in Everyday Life, Penguin Books: London, (1990 [1959]).
[9] Ranstorp, M., RAN Issue Paper: The Root Causes of Violent Extremism, Disponible en: https://ec.europa.eu/home-affairs/sites/homeaffairs/files/what-we-do/networks/radicalisation_awareness_network/ran-papers/docs/issue_paper_root-causes_jan2016_en.pdf (2016).
[10] De Coensel, S., Processual Models of Radicalization into Terrorism: A Best Fit Framework Synthesis, Journal for Deradicalization, Vol. 17, pp. 89-127, (2018).
[11] Schlegel, L., “Yes, I can”: what is the role of perceived self-efficacy in violent online-radicalisation processes of “homegrown” terrorists?, Dynamics of Asymmetric Conflict, (2019).