Wasiq Wasiq, asesor de Musulmanes Contra el Antisemitismo (MAAS)
Desde la reciente liberación de la trabajadora humanitaria italiana, Silvia Romano, del control de un grupo aparentemente vinculado a Al-Qaeda en Somalia, Al-Shabaab, Catar nuevamente se encuentra acusado de financiar el terrorismo. Después de haber tratado de posicionarse como parte del esfuerzo de liberación, Catar se encuentra acusado de tener estrechos vínculos con Al-Shabaab y usar esos vínculos para enviar dinero al grupo mientras cosecha recompensas políticas de alguien que está mejor posicionado: Abdullahi Mohamed Ali (alias Sanbalolshe), el exdirector de la agencia de espionaje de Somalia (NISA, por su sigla en inglés). El tiempo dirá si esta acusación específica es real, lo cual no significa que no haya nada cierto en ello.
Una de las afirmaciones hechas por Sanbalolshe en una entrevista en el canal de televisión árabe al Arabiya, es que Catar ayuda a Al-Shabaab a financiarse organizando los pagos de los rescates después de que Al-Shabaab secuestra a rehenes occidentales. Si bien esto puede o no ser real, ciertamente no es la única forma en que el grupo genera ingresos. Sabemos que Al-Shabaab tiene una variedad de fuentes de financiación.
En 2015 se informó que Al-Shabaab estaba haciendo decenas de millones de dólares vendiendo azúcar de contrabando a Kenia. Además, en el informe del Consejo de Seguridad de la ONU de 2018, se afirmó que el grupo logró ganar más de 7.5 millones de dólares por año, así como millones del comercio de carbón. Además de esto, el grupo ha creado un sistema de “impuestos paralelos” extorsionando a los agricultores y aldeanos. Si bien cobrar impuestos a las poblaciones locales no es nuevo, no genera ingresos inmediatos y suficientes como lo hacen los secuestros.
Los secuestros, particularmente de occidentales, también brindan a Al-Shabaab la oportunidad de llamar la atención de los medios. En un informe reciente del Royal United Services Institute, los resultados sugieren que existe una relación simbiótica entre los medios y las organizaciones terroristas. En otras palabras, en la búsqueda del rating de titulares sensacionalistas, las organizaciones de medios brindan a los terroristas lo que la ex primera ministra británica Margaret Thatcher llamó el “oxígeno de la publicidad” en el que se basan. Por lo tanto, en un análisis de costo-beneficio, a Al-Shabaab le interesa continuar con los secuestros como estrategia para la financiación y para ganar la atención de los medios, en lugar de ser solo un resultado en sí mismo.
La acusación de la participación de Catar en tales asuntos no es nueva. Desde 2014, las afirmaciones de que Catar fue uno de los principales financiadores del terrorismo se han convertido en algo normal. Los miembros del Congreso de los Estados Unidos expresaron su preocupación por Catar y su apoyo abierto -y de otras maneras- a los grupos islamistas que atacan a los Estados Unidos y sus aliados.
Los pagos de rescate han sido una parte importante en la financiación de Al-Qaeda durante muchos años, y Catar estuvo involucrado en una serie de pagos de rescate a Jabhat al-Nusra, la filial de Al-Qaeda en Siria. Uno de los rehenes occidentales liberados por Al-Nusra, un estadounidense, ahora ha presentado una demanda contra el Banco Islámico de Catar por facilitar el financiamiento del terrorismo. El periodista de Medio Oriente Georges Malbrunot ha estimado que Doha ha pagado más de 100 millones de dólares a terroristas solo por rescates. Parece que Catar es la mina de oro que las organizaciones terroristas necesitan para recaudar fondos rápidamente, y en algunos casos, bastante fácilmente.
Catar también fue el arquitecto clave de un “acuerdo” de rescate masivo en 2017 que involucró casi mil millones de dólares canalizados a Al-Nusra y extremistas sunitas aliados por un lado, y extremistas chiitas controlados por Irán por el otro, así como la limpieza étnica de cuatro ciudades en Siria.
Además de esto, Catar continúa teniendo estrechos vínculos con la organización terrorista Hamas, que ha prolongado el sufrimiento y la desestabilización en Gaza durante décadas, así como también continúa su campaña de ataques contra el Estado de Israel con misiles que a menudo se quedan cortos y matan habitantes de Gaza. Sin embargo, las acusaciones no terminan aquí.
En noviembre del año pasado, se alegó que Catar no compartió información sobre el ataque de Irán contra dos petroleros sauditas, un petrolero noruego y un buque de los Emiratos Árabes Unidos cerca del puerto de Fujairah. Considerando que estas acusaciones pueden ser ciertas y que la cooperación internacional es vital contra el terrorismo, Catar tiene una forma peculiar de demostrar que es un aliado.
Catar aún no ha seguido el ejemplo de sus vecinos al catalogar a la Hermandad Musulmana como una organización terrorista. Esta renuencia no favorece a Catar en la corte de opinión pública, sino que fortalece el caso de que Catar es un Estado patrocinador del terrorismo, o destaca la desconexión cognitiva entre este y sus vecinos. Lo que está claro es esto: si Catar desea librarse de estas acusaciones, entonces debe demostrar que hay cierto nivel de acuerdo acerca de quién es y quién no es una organización terrorista.
Al parecer, hay algo en las afirmaciones de Sanbalolshe que se suma a la evidencia de que Catar es un financiador del terrorismo global. Esto tiene implicaciones importantes para la lucha contra el terror, particularmente cuando se necesita un frente unido contra las fuerzas desestabilizadoras.
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