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¿Extremista y no violento?

Explorando la amenaza planteada por los extremistas no violentos, su atractivo y su capacidad para mantener miembros a largo plazo

14 julio 2020
in Artículos
Extreme and Non-Violent? Exploring the Threat Posed by Non-Violent Extremists

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Dra. Elisa Orofino, Conferencista asociada en materia policial y antiterrorismo, Universidad Anglia Ruskin (ARU), Policing Institute for the Eastern Region (PIER)

Durante mucho tiempo, el extremismo fue monopolizado por los grupos islamistas, pero ello está cambiando rápidamente con el advenimiento de grupos extremistas de extrema derecha y ecoradicales. Grupos diferentes, con ideologías diversas, están surgiendo y presentando una seria amenaza para el orden establecido.

Pero mientras que los extremistas violentos han sido extensamente discutidos y estudiados por los investigadores, los extremistas no violentos han sido ignorados con frecuencia. Comúnmente relegados en la literatura académica, los extremistas no violentos constituyen un sector que se encuentra activamente comprometido en desafiar ideológicamente al Estado. En Occidente, operan libremente gracias a su rechazo a la violencia. No obstante, su papel como posible “cinta transportadora hacia el terrorismo” [1] ha desatado extensas demandas para prohibirlos en países occidentales.

La teoría de la cinta transportadora

La hipótesis sugiere que la retórica de odio de los extremistas no violentos contra el Estado podría provocar que algunos individuos cometan actos violentos. Este es el caso de Hizb ut-Tahrir (Partido de Liberación), una organización política internacional, panislamista, que aboga por el establecimiento de un califato (un Estado islámico). Hizb ut-Tahrir llama a sus miembros a distanciarse de los occidentales toda vez que éstos son kuffar (infieles) que viven una vida inmoral contraria a la visión radical del grupo sobre los principios del islam. [2][3][4] Si bien el grupo rechaza la violencia, manifiesta abiertamente su oposición a la democracia como un concepto haram (prohibido) en el islam. Esta convicción nace de la creencia de Hizb ut-Tahrir que la autoridad política debe pertenecer únicamente a Dios, y no al hombre. Por esa razón, se prohíbe a los miembros participar en actos políticos como votar o postularse en elecciones. Esta aversión hacia los principios políticos, económicos y sociales de Occidente surge de la creencia de Hizb ut-Tahrir en que todo sistema que no se halle basado sobre la shari’a (la ley islámica) es ilegítimo. [5][6]

La rigidez de la ideología de Hizb ut-Tahrir, conjugada con el importante número de seguidores a nivel internacional, ha llevado a muchos expertos a creer que el grupo podría actuar como una “cinta transportadora hacia el terrorismo”. [1] De hecho, esto fue cierto en el caso de Omar Bakri -un destacado miembro de Hizb ut-Tahrir a fines de los noventa- que decidió formar su propio grupo terrorista, Al-Muhajiroun. Bakri fue un seguidor de Hizb ut-Tahrir, pero luego concluyó que su rechazo a la violencia no resultaba efectivo a la hora de lograr una transformación completa de la sociedad y la reinstauración del califato.

Otro ejemplo de la teoría de la cinta transportadora es Brenton Tarrant, un joven australiano que asesinó a 51 fieles musulmanes en dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, en 2019. Antes de perpetrar la masacre, Tarrant donó 2.200 euros al grupo extremista no violento francés de extrema derecha Génération Identitaire (GI). Si bien no estaba oficialmente afiliado al grupo, Tarrant había adoptado plenamente su ideología y había decidido poner en marcha su propia metodología para combatir las amenazas resaltadas por GI, como ser el “gran reemplazo”. El “gran reemplazo” es la teoría conspirativa de los nacionalistas blancos de extrema derecha que postula que la población blanca autóctona pronto será reemplazada por gente no europea -especialmente por pueblos musulmanes de África y Oriente Medio- mediante migración, crecimiento demográfico y la caída de la tasa de natalidad europea. Al igual que Hizb ut-Tahrir, GI funciona como un ejemplo cabal de grupo extremista no violento que es todavía legal en muchos países del mundo. Nuevamente, aunque el grupo no es violento, puede llevar a la gente a adoptar métodos violentos.

Estos dos ejemplos, de grupos no violentos funcionando como cintas transportadoras hacia el terrorismo resaltan la compleja frontera entre violencia y no violencia dentro del extenso universo del extremismo. Estos grupos utilizan el marco general de los derechos humanos (como la libertad de expresión y de asociación) para justificar sus actividades y difundir su ideología antigubernamental, especialmente en Occidente. También se encuentran en una posición muy singular en la que, pese a no ser violentos, pueden ser igualmente peligrosos, pero no tanto como para ser prohibidos directamente.

La importancia de los marcos  

Para entender la dinámica de los grupos no violentos, es útil verlos como movimientos sociales. Los movimientos sociales son redes para la interacción entre una pluralidad de individuos, grupos y/u organizaciones, enfocados en conflictos políticos o culturales, sobre la base de una identidad compartida. [7] Como todo grupo extremista no violento, los movimientos sociales se enredan en un conflicto ideológico continuo con el Gobierno o con grupos específicos de la sociedad, como ser judíos, musulmanes, etc. Intentan reclutar más recursos -tanto humanos como materiales- divulgando marcos específicos. Los marcos son esquemas de interpretación que permiten a los individuos “localizar, percibir, identificar y etiquetar sucesos bajo el espacio en el que viven y por todo el mundo”. [8] Estos grupos se aseguran que los marcos específicos sean adoptados por sus miembros y se conviertan en la principal fuerza reguladora en sus vidas.

Una vez adoptados por los miembros, los marcos ejercen un fuerte impacto en su visión del mundo, sus prioridades y su idea de lo bueno y lo malo. Los marcos son esenciales para los líderes del movimiento, pues sirven a propósitos esenciales, como ser reclutar miembros nuevos, movilizar adherentes y fortalecer su lealtad. [8] Los marcos son empleado también para identificar problemas, a quién o a qué responsabilizar y sugerir una solución viable.

Teniendo en cuenta que el conflicto con las autoridades es una característica esencial de los movimientos sociales, los marcos son lo que diferencia claramente a estos movimientos con el orden establecido formal, definiendo su esencia como modelos alternativos a las autoridades nacionales e internacionales. [9][10] Más aún, los marcos dan forma a las categorías sociales -como ser religión, género y etnia- estableciendo los límites al interior y hacia el exterior del grupo, y definiendo las fronteras imaginarias dentro de las que los individuos deben vivir sus vidas. Una vez aceptados por el individuo, los marcos precisos y las categorías sociales dictan con rigidez su comportamiento, sus preferencias y solidaridad.

El proceso de encuadre, los marcos colectivos de acción relacionados y las categorías sociales definen los elementos centrales de la denominada identidad social del individuo al interior del movimiento. [11] La identidad social deriva del conocimiento que el individuo tiene acerca de su pertenencia a cierto grupo al que éste adhiere un valor emocional y un significado. [12] [10]

Promoviendo una identidad social

A través de un continuo proceso de encuadre, los movimientos sociales definen los elementos centrales de la identidad social como la roca sobre la que estos movimientos existen, se expanden y funcionan. Cada movimiento construye su identidad social sobre dos conjuntos de valores: terminales e instrumentales. Tal como sugiere su nombre, los valores terminales señalan los objetivos últimos que el grupo busca alcanzar, mientras que los valores instrumentales guardan relación con las formas de conducta que los miembros deben adoptar para lograr el objetivo deseado. [13]

En el caso de Hizb ut-Tahrir, el objetivo terminal es instaurar holísticamente el islam como un din (forma de vida) mediante el establecimiento de un califato. Para lograrlo, los valores instrumentales entran en juego, alentando a los miembros del grupo a adoptar ciertos comportamientos vitales hacia el destino final. Ejemplos de estos comportamientos adoptados por miembros de Hizb ut-Tahrir son: separarse de los kuffar, no participar en la vida política e imponer sus ideas sobre otras personas para reclutar más miembros. [10] [14]

La importancia de la interacción

Dado que no existe una doctrina escrita, los miembros más antiguos interactúan continuamente con los miembros nuevos para transmitirles las normas, creencias, presuposiciones y la forma de pensar del grupo. [15] Los nuevos miembros son poderosamente influenciados por los miembros antiguos y rápidamente internalizan los valores constitutivos que conforman su visión del mundo y produce efectos en su interpretación de la realidad.

Un ejemplo de esta interacción -para el caso de Hizb ut-Tahrir- tiene lugar durante los halaqaat (círculos de estudio) a los que los miembros deben asistir una vez a la semana. Los grupos de estudio típicamente se ajustan a niveles específicos de membresía, ya sean veteranos, junior y estudiantes. El mushrif (instructor) está a cargo de adoctrinar a los miembros sobre los conceptos centrales tal como son concebidos por el liderazgo central. [14]

Estas interacciones conducen a fuertes vínculos entre los individuos y los grupos. A diferencia de los cultos, en los que los miembros forman fuertes vínculos con el líder, el vínculo dentro de estos grupos no son con una sola persona, sino con el espíritu de la propia organización. Es más probable que los miembros acaben abandonando un grupo si su conexión es con el líder antes que con el grupo. Esto porque si se dedican a una persona, existe una mayor probabilidad que dicha persona pueda decepcionarlos, dejar el grupo o morir. Mientras que si la persona se dedica a los principios del grupo, ésta desarrollará una fuerte identidad social que no se relacionará con una persona sino con el grupo mismo.

Conclusiones

Tal como se menciona anteriormente, mediante un continuo proceso de encuadre, los miembros acaban internalizando la visión que el grupo tiene del mundo, las conductas relacionadas y se ven a sí mismos como una “extensión del colectivo en su conjunto”. [16] Su vida queda fuertemente conectada a su membresía en el grupo. Para estos miembros que tienen una fuerte identidad social, dejar el grupo representa matar una parte de sí mismos, enterrarla y volver a comenzar. Grupos como Hizb ut-Tahrir brindan a la gente un propósito en la vida y pautas sobre cómo vivir una “buena vida que agrade a Dios”. Renunciar al grupo es demasiado abrumador para individuos que han pasado muchos años cultivando su identidad social. Por esa razón, la mayoría de los miembros de estos grupos permanece leal durante toda su vida.

 

Referencias

[1] Baran, Z. “Fighting the War of Ideas.” Foreign Affairs, vol. 84, no. 6, 2005, pp. 68-78.

[2] An-Nabhani, T. The Islamic State. London: Al-Khilafah Publications, 1998.

[3] Hizb ut-Tahrir. The American Campaign to Suppress Islam. London: Al-Khilafah Publications, 1996

[4] Hizb ut-Tahrir. The Inevitability of the Clash of Civilisations. London: Al-Khilafah Publications, 2002.

[5] An-Nabhani, T. The System of Islam. London: Al-Khilafah Publications, 2002.

[6] An-Nabhani, T. Concepts of Hizb ut-Tahrir. London: Al-Khilafah Publications, 2007.

[7] Diani, M. “The Concept of Social Movement.” The Sociological Review, vol. 40 no. 1, 1992, pp. 1–25.

[8] Benford, R. D., & Snow, D. A. “Framing Processes and Social Movements: An Overview and Assessment.” Annual Review of Sociology, vol. 26, 2000, pp.611–639.

[9] Perry, D. L. The Global Muslim Brotherhood in Britain: Non-violent Islamist Extremism and the Battle of Ideas. London: Routledge, 2018.

[10] Orofino, E. “Framing, New Social Identity and Long term Loyalty. Hizb ut-Tahrir’s impact on its members.” Social Movement Studies, 2020.

[11] Melucci, A. “The New Social Movements: A Theoretical Approach.”  Social Science Information, vol. 19, no. 2, 1980, pp. 199–226.

[12] Tajfel, H. “Experiments in a Vacuum.” The Context of Social Psychology: A Critical Assessment, vol. 7, 1972, pp. 69–119.

[13] Kenney, M., Horgan, J., Horne, C., Vining, P., Carley, K. M., Bigrigg, M. W., & Braddock, K. (2013). “Organizational Adaptation in an Activist Network: Social Networks, Leadership, and Change in al-Muhajiroun.” Applied Ergonomics, vol. 44, no. 5, 2013, pp. 739–747.

[14] Orofino, E. Hizb ut-Tahrir and the Caliphate. London: Routledge, 2020.

[15] Jones, G. R. Organizational Theory, Design and Change (5th ed.). Upper Saddle River, New Jersey: Pearson Prentice Hall, 2007.

[16] Al-Raffie, D. “Social Identity Theory for investigating Islamic Extremism in the Diaspora.” Journal of Strategic Security, vol. 6, no. 4, 2013, pp. 67–91.

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