Mohammed Sinan Siyech, analista senior del International Centre for Political Violence and Terrorism Research – (ICPVTR)
Introducción
En los meses siguientes al anuncio de la proclamación del denominado Estado Islámico (EI) en 2014, los analistas observaron el gran número de musulmanes de toda la región que se trasladaban para luchar en Irak y Siria. Sus motivaciones para unirse al grupo iban desde un deseo por derrocar al gobernante sirio Bashar al-Assad, auxiliar a la población local para resistir contra los crímenes de guerra de al-Assad, apoyar al proyecto de califato, la atracción por el dinero y/o por las “novias yihadistas” y la emoción de la aventura, entre otras.
En su punto más alto, el EI comandaba cerca de 30.000 combatientes extranjeros. Además de algunos Estados árabes, Europa fue el mayor contribuyente al conflicto, con países como Dinamarca proporcionando casi 3.000 combatientes pese a tener una pequeña población de apenas un millón de musulmanes.
Con este telón de fondo, continúa sorprendiendo a muchos analistas que en cuanto a musulmanes indios se refiere -que alcanzan más de 150 millones de personas, con importantes factores de presión, como las varias medidas de discriminación establecidas por el Gobierno nacionalista indio- sólo hubieran alrededor de 100 individuos trasladándose para tomar parte en la yihad siria. Una variedad de razones han jugado un rol en la limitación del flujo de combatientes extranjeros indios. Las operaciones cibernéticas del Gobierno indio contra potenciales reclutas yihadistas y la identidad indo-musulmana que se encuentra (relativamente) bien arraigada en un ethos secular son aspectos que ya han sido analizados en alguna medida. Los aspectos históricos y logísticos son áreas de investigación que quedan por explorar.
La yihad afgana y el papel de la historia
La yihad afgana de la década de los ochenta jugó un papel limitado pero importante en reducir el establecimiento de combatientes extranjeros indios en la región. Durante los años ochenta, la yihad afgana atrajo aproximadamente 20.000 combatientes extranjeros para luchar contra la ocupación de la Unión Soviética y las atrocidades en Afganistán.
La mayoría de combatientes extranjeros eran apoyados, al menos tácitamente, por sus respectivos Gobiernos en librar una guerra que en efecto se alineaba con los Estado Unidos en contra de la U.R.S.S. dentro del contexto de la Guerra Fría. Países como Pakistán, Arabia Saudita y Yemen acabaron como grandes “contribuyentes” a la corriente combatiente extranjera antisoviética. Una vez que el Ejército Rojo abandonó Afganistán, este movimiento de combatientes derivó luego en considerables problemas para la seguridad.
El traslado de los “árabes-afganos” en particular hacia proyectos más grandes y globales, con manifestaciones regionales en países como Argelia, fue bien recibido por algún tiempo, pero grupos terroristas más locales como Jamaat ud-Daawa, y su subsidiaria Lashkar e-Taiba, así como también Jamaat ul-Mujahideen Bangladesh, que operan en Pakistán y Bangladesh respectivamente, son los remanentes sudasiáticos de la yihad afgana.
Los musulmanes indios fueron siempre un caso aparte. Ellos tenían sus propios problemas internos con el Estado, principalmente el ascenso del extremismo de derecha hindú y los casos de derechos civiles, como ser el juicio Shah Bano de 1986.
Adicionalmente, India se mantuvo silenciosamente alineada con la U.R.S.S. durante la Guerra Fría y en especial respecto al conflicto afgano. Por esa razón, Delhi se oponía al traslado de insurgentes musulmanes hacia Afganistán. Cumpliendo la alianza entre las organizaciones regulares indo-musulmanes y -la entonces primera ministro- Indira Gandhi, organizaciones destacadas como Deoband prohibieron a los indios musulmanes tomar parte en el conflicto.
El impacto a largo plazo de la ausencia de los musulmanes de la India en Afganistán durante los ochenta, fue privar a la comunidad islamista india de los importantes intercambios ideológicos que desembocaron en el yihadismo salafista y, a nivel práctico, de la experiencia insurgente y de los contactos que podrían haber conducido a una red yihadista más poderosa y conectada globalmente en India
A medida que las redes yihadistas se expandían por todo el mundo durante la década de 1990 y principios del 2000, muy pocas surgieron en India, y los grupos formados localmente que lograron organizarse fueron rápidamente desintegrados o neutralizados. Esta ausencia de un contexto yihadista significó que aspirantes a yihadistas en India, en la era del EI, tuviesen mayor dificultad para encontrar una ruta hacia el Levante.
Razones logísticas
Las dificultades logísticas de los indios para llegar a Siria durante el conflicto fueron y son considerables. Mientras que los musulmanes europeos podían unirse al conflicto en Irak y Siria tomando un vuelo barato hacia Turquía, el procedimiento para que los indios viajen al extranjero es por lo general engorroso y los desafíos para obtener una visa para Turquía eran en sí mismos un desincentivo.
Obtener visas de viaje desde India hacia Turquía requiere documentación costosa, un saldo bancario considerable, boletos aéreos de regreso, reservas de hotel y un itinerario de viaje completo, todo lo cual sirvió para frenar a los aspirantes a yihadistas. A las dificultades en los procesos para la obtención de visa se sumó la tasa generalmente baja de titularidad de pasaportes en India (5% en 2017).
Además de eso está el hecho que, a diferencia de Europa, más del 70% de indios musulmanes provienen de clases económicamente bajas, con un ingreso por hogar promedio debajo de los 200 dólares anuales. Este nivel de ingreso representaba un desafío a la hora de obtener un pasaporte y también de obtener una visa para Turquía.
Estas importantes barreras psicológicas y financieras para los indios musulmanes que quisieran viajar al exterior se encontraban entre las razones para que pocos emprendieran el viaje al “califato” del EI.
La identidad musulmana india y su interacción con la ley y el orden
Tal como lo proponen académicos como Adil Rasheed, es igualmente importante entender que los musulmanes indios ya han rechazado la creación de un Gobierno basado en el islam al decidir permanecer en la India en lugar de trasladarse a Pakistán entre 1947 y 1948, y esta decisión sólo ha sido reforzada por la trayectoria de los hechos acaecidos desde entonces. De esa manera, el proyecto de califato del EI, con base en los distantes Irak y Siria, ofrecía poco atractivo para los indios musulmanes y las instituciones clericales que lo veían simplemente como una idea abstracta.
El desarrollo de una identidad indo-musulmana dentro del marco de un Estado oficialmente secular y democrático, con el ejemplo de un Estado Islámico amenazante y en vías de fracasar con el que se comparte fronteras, colaboró a asegurar una conducta pacífica. Por ejemplo, varios movimientos religiosos de India, sin importar cuan “extremos” fuesen, desde Deobandis hasta Jamaat e-Islami y desde los salafistas hasta los sufíes barelvíes, han condenado la violencia y la participación en conflictos extranjeros, invitando en lugar de ello a una mayor participación en el proceso democrático indio. En efecto, las protestas de diciembre de 2019 en India vieron a musulmanes de todo el país disentir pacíficamente contra el Gobierno indio, abogando por la protección de la Constitución.
Esta tradición del islam subcontinental lleva siglos, comenzando incluso antes del Raj británico. El sustento teológico para la presencia (y el orgullo) musulmán en India fue desarrollado por una institución clerical india que, a falta de otra motivación, tenía interés en asegurar que los gobernantes musulmanes estuviesen habilitados para gobernar a la población hindú sin continuas problemáticas.
Las costumbres de pensamiento y prácticas que surgieron de esta tradición clerical entre las grandes familias en India (con frecuencia de más de 50 personas) se tradujeron en que las intervenciones para bloquear o denunciar a potenciales combatientes terroristas extranjeros (CTE) usualmente resultaren exitosas. Tales políticas de policía comunitaria brindaron al Gobierno estructuras con las que trabajar al tiempo de diseñar medidas antiterroristas, como se apreció en el Estado de Kerala en 2018. Combinadas con campañas de desinformación cibernéticas y otros esfuerzos de las oficinas de inteligencia indias, muchas personas fueron disuadidas de viajar para unirse al EI.
Más allá de los estereotipos comunes
Los analistas que estudian la relativa ausencia de yihadistas indios en Siria e Irak tienden a sobredimensionar explicaciones simplistas, como la práctica sufí del islam en India o la mayor armonía interreligiosa de ese país en comparación con sus vecinos. Sin embargo, tales narrativas bidimensionales pierden de vista las dinámicas ilustradas precedentemente, históricas, logísticas, familiares.
Como países empeñados en evitar que sus ciudadanos se conviertan en CTE o que deban lidiar con CTE de retorno, es importante contar con un cuadro claro de todos los casos para elaborar una política más adecuada. Conforme a ello, el análisis de la presencia de los CTE podría beneficiarse significativamente de un estudio multidimensional de todos los factores que facilitan o evitan que la gente viaje para participar en zonas de conflicto en el extranjero.