El debate público acerca de qué exactamente debe hacerse con las “novias-yihadis” ha cobrado vigor, en las últimas semanas, con el surgimiento de la repatriación de combatientes extranjeros (FFR, por su sigla en inglés) del último reducto del así llamado califato (Daesh) del Estado Islámico. En medio de tan reflexivo comentario, en la reacción popular hubo expresiones de frustración, enojo y, en un grado alarmante, de odio abierto. Se corre el peligro de pensar como un terrorista Daesh.
En las redes sociales hubo malvadas expresiones de odio; una de las imágenes utilizadas como el objetivo en un campo de tiro y los sondeos públicos muestra un incontenible deseo de no permitir la repatriación y no tener piedad, junto a exhortaciones a la pena de muerte para algunos. Al parecer existe una batalla existencial entre los que aún creen en la humanidad y los que están dispuestos a comerciar con ella y no precisamente por la seguridad nacional sino por venganza.
Cómo reacción frente a la FFR, la retórica extremista utilizada por Daesh y Al-Qaeda, en la demarcación a brocha gorda de “nosotros versus ellos” entre un grupo interno y otro externo se refleja en quienes se consideran opuestos a los yihadistas, algo que ha tenido lugar con demasiada frecuencia durante la “Guerra Global contra el Terrorismo”. En ningún caso esto ha sido tan evidente como con Shamima Begum, nacida en Gran Bretaña, que tenía 15 años cuando fue adiestrada por Daesh y atraída hacia Siria.
Con relación a los terroristas formados en el país y los casos de FFR, en una sociedad democrática debemos tratar de equilibrar la penalización con el tratamiento y no permitirnos pensar o comportarnos inconscientemente como Daesh.
Es posible que Daesh esté a punto de perder su territorio físico en Siria e Iraq, pero pervive la terrible amenaza a la paz y seguridad en la región y fuera de esta. La ideología yihadi-Salafi de Daesh no está derrotada, y los factores socioeconómicos y políticos que brindaron coyuntura para su resurección y levantamiento aún están por explorar.
Es urgente que los gobiernos y otras partes interesadas relevantes se comprometan en un esfuerzo concertado de coordinación, en el ámbito tanto nacional como internacional, para crear un régimen efectivo que encare el problema de los FFR. Tal régimen equilibraría la penalización y el tratamiento, cumpliría los requerimientos de ley y justicia, sería legítimo y sostenible en el ámbito local, al mismo tiempo que combatiría la ideología extremista desde sus raíces.
Es de prever la frustración del público al confrontar a conciudadanos que se unieron a una fuerza enemiga y no se arrepienten por ello. Pero las sociedades deben apreciar que un enemigo ideológico que busca atemorizar a toda la humanidad no puede derrotarse, descendiendo al nivel de los terroristas, con inhumanidad. El peligro mayor para las sociedades democráticas es que respondan al terrorismo permitiendo la propagación del odio y la polarización.