Dennis Sammut, Director de LINKS (Diáologo, análisis e investigación) y observador y comentador veterano en asuntos del Golfo.
El viernes se anunció el deceso del sultán Qabus bin Said, que había gobernado el sultanato de Omán y a sus cinco millones de habitantes por casi cincuenta años. Bajo su régimen, Omán emergió como un estado moderno, en paz consigo mismo y con sus vecinos.
El sultán Qabus asumió el liderazgo de Omán en julio de 1970. El primer hombre había llegado a la Luna un año antes, pero Qabus heredó de su padre un país que parecía atascado en la Edad Media: aún existían esclavos; su sistema de educación consistía en apenas tres escuelas primarias; contaba solamente con un hospital; y no existía la prensa. Lo último no era en absoluto una sorpresa, pues el analfabetismo era casi universal. Para muchos, Omán parecía haber sido olvidado en el tiempo.
Qabus tomó el poder mediante un golpe instigado por los británicos, quienes se encontraban en proceso de retirarse del “este del Suez”. Bajo el sistema de protectorado británico, la política exterior y la de defensa eran prerrogativas de Londres, mientras que el sultán controlaba las demás. El padre de Qabus, Said bin Taymur, gobernante desde 1932, mantuvo a Omán en una burbuja de tiempo, aislándose de su pueblo y negándose a adoptar la modernidad, excepto en aquellas áreas en que le convenía – principalmente la militar, para proteger su régimen, y la explotación de petróleo, que le proveía de recursos. Los británicos habían sufrido un fuerte golpe en la vecina Yemen, expulsados por una revolución comunista que creó el único estado marxista que existió alguna vez en el mundo árabe: Yemen del Sur. Con esta base para el poder soviético alimentando la capacidad militar de la rebelión comunista en la región de Dhofar al oeste de Omán, los británicos buscaban neutralizar el atractivo político de la insurgencia mediante la divulgación de un descontento generalizado. Said bin Taymur se rehusó a efectuar las reformas necesarias, menoscabando los esfuerzos de contrainsurgencia de los británicos y del sah de Irán, por lo que Londres procedió a reemplazarlo. Qabus, que había sido entrenado como oficial militar en Sandhurst, y cuya relación con su padre era extremadamente difícil, aceptó a regañadientes.
Las circunstancias alrededor del ascenso de Qabus al poder llevaron a algunos a etiquetarle en consecuencia simplemente como un fantoche británico. Si bien Qabus continuó siendo un comprometido anglófilo toda su vida, la determinación por modernizar su país y llevar adelante los tantos y muy necesarios cambios fueron su propia iniciativa.
Tan importante como pudieron haber sido los esfuerzos militares, las políticas benignas de Qabus – que por primera vez beneficiaron a los omaníes con un servicio de salud y un sistema de educación que hasta entonces ni siquiera habían soñado – ayudaron a reducir la base de apoyo para la rebelión de Dhofar.
Quizá la parte más sorprendente de la historia de Qabus radica en que durante cincuenta años él logró aislar a Omán de los problemas de sus vecinos. Omán es casi enteramente musulmán, pero los omaníes siguen distintas tradiciones islámicas: sunismo, chiismo e ibadismo. En una época en que los conflictos sectarios dividieron a los países del Golfo, Omán permaneció inmune, principalmente porque las políticas del sultán permitían, al menos dentro de este campo, una libertad individual. Esta tolerancia se reflejaba en su política exterior, siendo Omán uno de los pocos países que mantenían buenas relaciones con un Irán chiita y con una Arabia Saudita sunita, frecuentemente ofreciendo sus buenos oficios a la comunidad internacional para desactivar aluna crisis regional. Ello significa al mismo tiempo que los omaníes rara vez están presentes en los grupos islamistas radicales en el golfo – un logro nada despreciable. El contraste es sorprendente: mientras que su padre era un gobernante distante e impopular, Qabus viajaba a través de su país, encontrándose con la gente, escuchando sus preocupaciones, y equilibrando lo que es de hecho una sociedad muy compleja.
La transformación de Omán durante los últimos cincuenta años, y particularmente los saltos significativos en cuanto a calidad de vida para sus habitantes comunes, su exitosa búsqueda por una política exterior independiente en una era de crisis constantes en la región del Golfo, y el genuino respeto que la mayoría de los omaníes tenían por el sultán y su memoria, son testimonio de los logros de Qabus.
El sultán Qabus no deja un heredero. La familia gobernante deberá elegir ahora a su sucesor. Para el caso que no logren hacerlo, Qabus dejó una carta en un sobre sellado en la que expresa su deseo de quién desea él que le suceda. Es muy probable que tenga lugar un proceso de negociación entre las varias ramas de la familia Al-Busa’idi para asegurar una cohesión. Sin importar lo que esté escrito en esa carta, la transición no será asunto fácil. Muchos sostienen que la pregunta importante no es quién sucederá a Qabus, sino qué tipo de gobierno tendrá el país. La carta podría tratar ese tema o no, pero preguntas como si Omán podrá hacer la transición entre una monarquía absoluta y una constitucional, el papel de las fuerzas armadas, y el establecimiento de un parlamento, son asuntos que ahora se discuten abiertamente. Es poco probable que el nuevo líder quiera tomar pronto decisiones sobre estos asuntos, pero un plan de acción podría surgir pronto.
Los asuntos de gobierno seguramente dominarán las primeras etapas de la era post-Qabus. Bajo Qabus, Omán consiguió encontrar soluciones omaníes para problemas omaníes y la pregunta es si esto podrá continuar. Si bien un aumento de la representación popular en los procesos para toma de decisiones podría tener lugar, lo más probable es que esto resulte modesto. Omán, al igual que otros países del Golfo, encuentra en la experiencia parlamentaria de Kuwait un modelo a evitar antes que emular. El nuevo líder podría, no obstante, estar dispuesto a fortalecer el papel de los ciudadanos en la conducción de municipios y mediante una participación activa en agrupaciones profesionales y comerciales.
El rápido crecimiento económico de Omán a lo largo de los últimos cincuenta años ha sido impulsado por las ganancias provenientes de petróleo y gas. Comparado con otros países miembros del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, estas ganancias han sido modestas. El hecho que las reservas de petróleo estén bajando, la volatilidad del precio del petróleo en el mercado, y un deseo por dejar atrás la dependencia de fuentes de energía, ha llevado al gobierno a buscar desarrollar otros sectores de la economía. En un documento titulado Visión 2040 publicado pocas semanas atrás, el gobierno de Omán identifica cinco sectores en los que desea enfocarse como alternativas, o al menos como complementos, al sector de petróleo y gas. Se trata de agricultura y pesca, manufactura, logística y transporte, energía y minería, y turismo.
El documento Visión 2040 declara: “Buscando convertirse en un país desarrollado, el sultanato de Omán está construyendo una economía productiva y diversificada, fundada en la innovación, la integración de roles e igualdad de oportunidades; aprovechando las ventajas competitivas de Omán, impulsadas por el sector privado hacia la integración con la economía mundial y la contribución activa al comercio internacional; para alcanzar en última instancia un desarrollo inclusivo y sostenible, basado en un liderazgo económico efectivo que opere bajo un marco institucional de políticas económicas y leyes coherentes y contemporáneas, para asegurar sostenibilidad financiera y diversidad de ingresos públicos.” La visión y la ambición están presentes, pero el nuevo líder tendrá que volverlas realidad.
Una clave para el éxito de Visión 2040 es la política de omanización – el proceso de promover la capacidad de la población local para reemplazar a los expertos y trabajadores expatriados, usualmente también más caros. Esta política se está llevando a cabo desde hace algún tiempo pero con resultados mixtos. Bajo Qabus, Omán desarrolló un buen sistema de educación, pero el país todavía no genera suficiente mano de obra con educación y capacidades suficientes en las áreas donde es más necesaria.
Bajo el sultán Qabus, Omán buscó un nicho en la política internacional, equilibrando sus relaciones entre Arabia Saudita e Irán, entre distintos países que integran el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, e incluso entre el mundo árabe e Israel. Omán estableció contactos informales con Israel mucho antes que otros países árabes. Si bien Reino Unido mantiene una posición privilegiada en Omán, hoy por hoy esto es en gran parte simbólico y es probable que se vaya diluyendo aún más en la era post-Qabus a medida que Omán aumente sus relaciones comerciales con Asia.
Actualmente Omán destina 10% de su PIB anual en defensa, mucho más que el promedio internacional de 2,2%. El 2015, destinó más del 16%, convirtiéndole en el mayor inversionista en defensa del mundo ese año (en términos de porcentaje del PIB). Un nuevo líder probablemente haga una revisión de los gastos en defensa, pero cortes severos podrían provocar el descontento en las fuerza armadas – cosa que el nuevo líder no podría enfrentar. Por medio siglo, las fuerzas armadas fueron dominio personal de Qabus, y será entre los militares donde su ausencia sea más perceptible. Es aquí en especial donde la omanización se pondrá a prueba.
La mayoría de los omaníes nacieron y vivieron en la era de Qabus. El fin de dicha era traerá consigo desafíos y oportunidades. El sultán Qabus definió al Omán moderno. El país se encuentra ahora en mucha mejor condición que cuando él tomó las riendas cincuenta años atrás y mucho de ese éxito es gracias a él. Sus sucesores deberán enfrentar un conjunto de desafíos distintos y el cambio es inevitable.
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