Hifsa Haroon-Iqbal, MBE. Hifsa es Coordinadora de Prevent en la región de West Midlands (Inglaterra)
Impactos del odio
Hace poco fui tachada de racista en las redes sociales. Un término curioso para una británica-pakistaní musulmana que pasó su infancia en un barrio marginal de Leeds, y quien desafortunadamente fue víctima del racismo en primera persona. Crecí en una ciudad donde en esa época, el partido neofascista National Front (Frente Nacional) era muy activo. Más recientemente, a través de peligrosas alianzas, se ha mostrado como un movimiento político legítimo, tanto en Gran Bretaña como en Europa y en los Estados Unidos.
Durante mi adolescencia, en la década de los setenta, notaba que el Frente Nacional era claramente visible y ferviente en Leeds. La imagen de skinheads (“cabezas rapadas”) tatuados, marchando con sus botas Dr. Martens y realizando el saludo nazi en nuestro vecindario era aterrador. No es una imagen que pueda olvidarse fácilmente.
La mayor parte de las personas con las que he crecido experimentaron alguna forma de abuso racista en esa época. “Pakis go home” (Pakis fuera) era probablemente el grafiti más visto en las paredes. Además, nos tildaban de pakis a diario, ya sea en el parque o cuando pasábamos caminando sin meternos con nadie.
Recuerdo claramente algunos incidentes: cuando al regresar del colegio con una “amiga”, ella me dijo, “odio a los pakis, pero contigo no hay problema Hifsa”; o cuando un grupo de chicos intentó prenderme fuego el cabello en el autobús en el que volvía del colegio; o cuando depositaron heces humanas en el jardín de nuestra casa. En comparación con muchos otros incidentes, estos no son tan importantes, pero su impacto me ha acompañado por más de 30 años.
Nuevos rostros en la extrema derecha
Desde mis experiencias, el rostro de la extrema derecha ha cambiado, de la misma manera que se han transformado sus objetivos y su visible apariencia, así como también su nom de guerre.
Desde la British Union of Fascists (Unión Británica de Fascistas) en la década del treinta, hasta el Frente Nacional en los ochenta, la extrema derecha se enfocaba mayormente en el antisemitismo, en temas de raza y de etnia. Sin embargo, los movimientos populistas de extrema derecha contemporáneos han redirigido sus hostilidades hacia otro adversario: los musulmanes.
Aunque para muchos estos movimientos no son más que grupos de prepotentes ultras de fútbol (hooligans), en realidad son sofisticados. Han incluido a estudiantes universitarios de clase media y “hombres de traje”, que utilizan preocupaciones genuinas como el temor al terrorismo, a las bandas organizadas, el desempleo, la pobreza y la indigencia, para atacar a todos los musulmanes.
Ya sea concentrando su atención en combatir al yihadismo o promoviendo un discurso racial basado en la supremacía blanca, sus argumentos tóxicos apuntan a toda persona que pertenece a esta religión, como la raíz de todos los problemas que existen en la sociedad. Estigmatizan a los musulmanes, seguidores de la religión del Islam, como el enemigo.
Esta intolerancia religiosa no es un fenómeno nuevo. Desde al siglo XVII, los católicos han enfrentado hostilidades en toda Europa y su relación con los protestantes se considera en gran parte como la causa de los conflictos en Irlanda. Aunque me encantaría decir que el antisemitismo ahora está “pasado de moda”, lamentablemente no es así. Pese a nuestra exhortación para que no ocurra “nunca más” y de las enseñanzas del pasado, al holocausto del que Europa fue testigo durante la Segunda Guerra Mundial siguieron genocidios posteriores en Camboya, Ruanda, Bosnia y Darfur.
El holocausto no logró poner fin al antisemitismo, al cual junto con el anticatolicismo, se le agrega ahora un nuevo enfoque de xenofobia religiosa. A los musulmanes ahora se los describe como una amenaza a la civilización blanca, invadiendo “nuestro” país, deseando la aplicación de la Sharia, esperando que todos coman carne halal y obligando a todas las mujeres a cubrirse.
Las crecientes divisiones están manipuladas
En esencia, lo que estos movimientos callejeros han creado es lo que Neil Basu, Comisario Adjunto de la Policía Metropolitana de Londres, describió hace poco como una atmósfera convulsionada, que es explotada por estos grupos y por personas influyentes.
Han dividido a nuestras comunidades, atacando la estructura misma de la cohesión social y han convertido en sus armas a genuinas reivindicaciones en torno a la inmigración, los ataques del Estado Islámico y bandas organizadas, y han radicalizado a personas jóvenes y vulnerables. Estos temas se han manipulado para deshumanizar a todos los musulmanes, y siendo musulmana, sinceramente me preocupa a dónde nos llevará todo esto en última instancia.
El odio hacia un determinado grupo de personas fue la chispa que desencadenó los genocidios en Camboya, Ruanda, Bosnia y Burma. Cuando se enciende el odio hacia un grupo específico de personas, este se propaga como el fuego. Referirse a las personas como “gusanos”, “cucarachas” y “parásitos” las humilla y deshumaniza.
Cada 28 de enero tienen lugar incontables conmemoraciones en todo el país, que nos recuerdan el horror de los genocidios anteriores. Genocidios que, según la Anti-Defamation League (Liga Antidifamación), fueron la culminación de conductas sesgadas. Al ascender dentro de lo que ellos denominan la “pirámide del odio”, los comportamientos cambian, con consecuencias que amenazan y ponen en peligro la vida. Los “niveles de odio” varían desde lo que puede ser un insulto aparentemente inofensivo, la esteriotipación, el acoso o la discriminación, para pasar luego a la aniquilación deliberada y sistemática de todo un pueblo. No olvidemos que alguien ya se ha referido al “genocidio musulmán” en las redes sociales.
Es lamentable que los medios de comunicación convencionales en el Reino Unido hayan contribuido a transformar este “odio callejero” hacia los musulmanes en una charla normal. Han pasado ocho años desde que la Baronesa Sayeeda Warsi observó por primera vez que el odio antimusulmán había superado la “prueba de la charla durante la cena”* (dinner table test).
Es la equiparación con las atrocidades terroristas perpetradas por un pequeño grupo de musulmanes, lo que se utilizó –y aún se utiliza– para provocar el sentimiento antimusulmán, dividir a las comunidades y crear un ambiente nocivo en el cual sufre la gente común.
Víctimas como Muhammad Saleem, asesinado por el ucraniano Pavlov Lapshyn, un miembro de la extrema derecha que vino a Gran Bretaña a matar musulmanes o como la parlamentaria Jo Cox, quien fue asesinada por un individuo con conexiones tanto con el Frente Nacional como la English Defence League (Liga de Defensa Inglesa), simplemente porque creía que Cox defendía la inmigración y por tanto era una “traidora” a los blancos.
La parlamentaria Rosie Cooper, era otra política en el objetivo del grupo de supremacistas blancos ahora proscrito, National Action (Acción Nacional), que planeó matarla porque también era considerada una traidora a la Gran Bretaña blanca.
Protección – perpetradores como presas
Es necesario reconocer, sin embargo, que en algunos casos no solo las víctimas de estos grupos de extrema derecha y neonazis son el objetivo de estas alianzas y de quienes ejercen influencia. En ciertos casos, son los propios autores quienes han sido presa fácil, y esto aplica especialmente para los jóvenes, influenciables y vulnerables, que han sido manipulados para que adopten una visión particular del mundo.
En una sesión de capacitación a un grupo de jóvenes de diecisiete años, uno de ellos describió los puntos de vista y los vínculos de su padre con un grupo de extrema derecha y cómo, debido a que discrepaba fuertemente con él, tuvo que salir de la habitación cuando su padre comenzó a expresar sus opiniones, ya que manifestar su desacuerdo habría significado que le “pateara la cabeza”.
Pero no todos tienen la habilidad de alejarse, y así lo demostró un joven que, a la edad de 12 años, se unió a la Aryan Strikeforce (Fuerza de Ataque Aria), fabricaba bombas caseras y producía ricina, para ser aceptado por su padre.
La visión del mundo que se presenta a personas vulnerables puede ser la ideología islámica que ve todo en términos de correcto o incorrecto, del bien o del mal, o la vida misma como una batalla entre el Islam y los “infieles”. Asimismo, puede provenir del discurso racial que se desarrolla en torno a la supremacía blanca, que considera a los musulmanes como una amenaza a la seguridad, como “el enemigo interno” y caracteriza a una forma agresiva de nacionalismo y de xenofobia.
Hemos visto hacia donde nos puede conducir el odio hacia una comunidad, pero también nos tienen que preocupar esos jóvenes vulnerables que siguen siendo arrastrados a una red de odio y mentiras que sistemáticamente culpan “al otro”. Tenemos el deber de salvaguardar a estas personas, ya que solo entonces protegeremos a la sociedad de manera efectiva, evitando que sean atraídos a un mundo que apoya el terrorismo, y lo que es peor, pueden acabar cometiendo ellos mismos un hecho terrorista.
* Se refiere a una especie de “prueba simbólica” utilizada para decidir si un tema es generalmente aceptable para sus compañeros o si es adecuado para una conversación cordial, como en la mesa de la cena.