Kyle Orton, investigador independiente
A la 1 AM el día 3 de enero, el ataque de un dron estadounidense mató al jefe de la Fuerza Quds de Irán, la división de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) encargada de exportar la revolución islámica, y a su jefe adjunto iraquí, Jamal al-Ibrahimi (Abu Mahdi al-Muhandis). Sulaymani fue el impulsor estratégico de la política expansionista de Irán en el Medio Oriente, así como el orquestador de su terrorismo y asesinatos más lejos en el campo. A diferencia del asesinato del líder de Al-Qaeda Osama bin Laden en 2011 o Ibrahim al-Badri (Abu Bakr al-Baghdadi) del Estado Islámico en octubre, donde la dinámica cambió poco, la muerte de Sulaymani abre preguntas sobre la dirección en la cual se moverá el Medio Oriente de ahora en adelante.
LA OPERACIÓN
El Presidente de los Estados Unidos Donald Trump anunció que él estaba retirando a los Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), y restaurando el régimen de sanciones contra Irán el 8 de mayo de 2018. Sin embargo, durante un año las exenciones se dejaron en vigor para China, India, Japón, Corea del Sur y Turquía para comerciar con petróleo con la teocracia iraní. Ha habido una creciente serie de ataques por parte de Irán contra los intereses de los Estados Unidos en la región desde mayo de 2019, cuando las exenciones de sanción fueron canceladas y la administración de Trump declaró su intención para “llevar las exportaciones de petróleo de Irán hasta cero”.
Poco después, Irán comenzó a montar provocaciones contra los envíos internacionales en el Golfo, a lo cual Estados Unidos no respondió. Irán derribó un dron estadounidense en junio y Trump disminuyó las opciones del Pentágono para las represalias. Finalmente, en septiembre, los iraníes atacaron el suministro de petróleo para la orden mundial liderada por Estados Unidos en las instalaciones de ARAMCO en Abqaiq y Khurais en Arabia Saudita, cruzando la más roja de las líneas rojas, e incluso así no hubo respuesta de los Estados Unidos. Los Emiratos Árabes Unidos ya habían comenzado la reconciliación con Irán y su régimen sustitutivo en Damasco, liderado por Bashar al-Asad y tras el ataque a ARAMCO los saudís hicieron lo mismo.
Los ataques más recientes sucedieron el 27 de diciembre, con el lanzamiento de treinta misiles por una milicia sustitutiva iraní, Kataib Hizballah, el cual fue liderado por Al-Ibrahimi contra la base militar K1 en Kirkuk, matando a un contratista estadounidense – el undécimo ataque de este tipo contra bases con fuerzas estadounidenses tan sólo en los últimos dos meses – y luego el 31 de diciembre el asalto a la Embajada de los Estados Unidos en Bagdad por parte de Kataib Hizballah y sus seguidores, resultando solamente en daño criminal esta vez, a diferencia del infame episodio en Teherán en 1979.
En medio de estos dos eventos, el 29 de diciembre, los Estados Unidos habían demostrado por primera vez la disposición de usar algo más que sanciones en contra de Irán, atacando a cinco objetivos de Kataib Hizballah entre Irak y Siria que mataron a veinticinco de los milicianos de Irán y quizá dejaron el doble de heridos. Más tarde ese mismo día, en su resort Mar-a-Lago en Florida, Trump estaba buscando tomar la respuesta de Estados Unidos al derramamiento de sangre estadounidense hasta su origen.
De acuerdo con The Washington Post, las razones para la decisión de Trump no son completamente claras, incluso entre sus allegados, pero parece ser que las consideraciones políticas internas y el asunto estrechamente relacionado a su presentación mediática fueron la raíz de ello. Trump no deseaba tener un incidente como el del ataque de septiembre de 2012 por parte de Al-Qaeda sobre el Consulado de Estados Unidos en Bengasi, Libia, donde la indecisión de los Estados Unidos llevó a que personas fueran asesinadas y siguió persiguiendo al Presidente Barack Obama mucho después. Trump también estaba disconforme con la cobertura de los medios que lo hicieron lucir débil después de que se rehusara a tirar del gatillo en junio, algo que solamente empeoró después de que Trump permitiera que los iraníes se salieran con la suya con ARAMCO.
La gota que colmó el vaso bien pudo ser cuando se le informó a Trump, dice Post, que Sulaymani se dirigía a Bagdad, y en el cálculo de sus oficiales de alto rango esto era para burlarse de los estadounidenses al demostrar su inmunidad incluso después de haber matado a un ciudadano de Estados Unidos. Es claro que Sulaymani no se sentía vulnerable en Irak y se comportó en consecuencia. Esto puede verse en la seguridad operacional de su presencia en el Aeropuerto Internacional de Bagdad, donde fue asesinado. (Se desconoce si elementos de las fuerzas de seguridad iraquíes estuvieron involucrados en dar la ubicación de Sulaymani; existen indicios, logística y lógicamente, pero también es cierto que Sulaymani operó a plena vista en Irak.) En otro posible fallo en la metodología causada por el exceso de confianza – o podría haber sido una amenaza arrogante a los estadounidenses – se reportó que una conversación telefónica había sido interceptada el 29 de diciembre en la que Sulaymani dio órdenes para el ataque a la Embajada de los Estados Unidos dos días después; la intención era tomar rehenes.
En la noche del 31 de diciembre, después de que la Embajada había sido despejada, Trump twiteó, “Irán será plenamente responsable por las vidas perdidas o daños incurridos a cualquiera de nuestras instalaciones. ¡Ellos pagarán un PRECIO MUY ALTO! Esta no es una Advertencia, es una Amenaza.” La mañana siguiente, el Líder Supremo de Irán Ali Khamene’I twiteó para Trump, “No puedes hacer nada”, canalizando al fundador de la República Islámica, el Gran Ayatola Ruhollah Khomeini,[1] quien adoptó el slogan, “Estados Unidos no puede hacer ni una maldita cosa contra nosotros” tras la toma de la Embajada de Estados Unidos en Teherán en noviembre de 1979, una ocupación que mantuvo a cincuenta y dos estadounidenses en cautiverio durante 444 días.
Trump dio la orden final para matar a Sulaymani poco después de que el dron despegara, aparentemente desde su campo de golf en Florida.
Existe una narrativa que está siendo circulada por los oficiales del Pentágono, afirmando que la decisión de Trump de matar a Sulaymani ocurrió porque él eligió “la respuesta más extrema” disponible y esto dejó “estupefactos” a los oficiales militares presentes. Este es casi ciertamente un esfuerzo burocrático para cambiar de dirección la culpa: muchas personas en el Departamento de Defensa tienen razones para querer deshacerse de Sulaymani, y si no hubieran querido llevar a cabo esta opción ellos podrían haberla detenido, como lo han hecho en otros casos. Es probable que el Departamento simplemente quiera echarle toda la culpa a Trump por cualquier represalia iraní.
Otra narrativa dudosa, la cual circula desde la otra dirección – por parte de los allegados a Trump como el Secretario de Estado Mike Pompeo – es que había una amenaza significativa, a corto plazo, que esta acción frustró. Sulaymani estaba “conspirando activamente… una gran acción, como la describió él, que hubiera puesto docenas si no es que cientos de vidas estadounidenses en riesgo”, afirmó Pompeo. En términos legales, Sulaymani era ciertamente una amenaza “inminente”; esto no requiere “evidencia de que un ataque específico contra personas e intereses de los Estados Unidos [se esté planificando]… en el futuro inmediato”, simplemente que hay una “permanente” amenaza de un individuo. Bajo cuestionamiento, la narrativa de una amenaza “inminente” en el sentido lingüístico fue virtualmente abandonada por Pompeo.
Además de la evidencia de que la “inminencia” no era la consideración primaria está un reporte a profundidad de Reuters, basándose en fuentes de seguridad de Irak, algunas de ellas desde dentro de las mismas milicias de Irán, de que Sulaymani dio la orden inicial a Al-Ibrahimi para que los representantes iraquíes de Irán incrementen sus ataques sobre fuerzas estadounidenses a mediados de octubre de 2019. Durante la reunión “en una villa en las orillas del Río Tigris” en Bagdad, en medio de las protestas anti-gobierno y anti Irán en Irak, menciona Reuters, Sulaymani “tenía la intención de provocar una respuesta militar [de los Estados Unidos] que redirigiría esa creciente ira hacia los Estados Unidos”. Dos semanas antes, Sulaymani había enviado “armas más sofisticadas – tales como lanzacohetes Katiusha y misiles que se disparan al hombro que podrían derribar helicópteros – a Irak a través de dos pasos fronterizos”. Sulaymani instruyó a Al-Ibrahimi y sus otros representantes en Irak el crear un grupo frontal separado de modo que la intervención de Irán en el caos podría ser negable. Y luego está la evidencia que Pompeo sugirió en primer lugar para matar a Sulaymani meses atrás, y trabajó diligentemente para darle forma a la burocracia de tal manera que esto se hiciera posible.
En pocas palabras, se consideró a Sulaymani como una amenaza continua, lo cual es en cualquier caso mucho más importante que una amenaza inminente. Sulaymani podría haber sido eliminado justificablemente en cualquier momento allá por el 2005. La decisión de perdonar a Sulaymani en 2008 por razones legalistas, cuando MOSSAD de Israel y la CIA podrían haberlo matado junto al comandante militar libanés Hezbolá y oficial de IRGC Imad Mughniya fue un terrible error, uno que ahora se ha rectificado con demora.
ORÍGENES DE LA FUERZA QUDS
Tras las revueltas que duraron un año, el Sah, no estando dispuesto a derramar sangre para conservar su trono, dejó Irán en enero de 1979, dejando tras de él a un Gobierno Interino. La revuelta había sido liderada por islamistas, quienes fueron capaces de movilizar a las masas, y esto había sido reforzado por importantes grupos terroristas, los Fedayeen Comunistas y el culto Marxista-Islamista, el Mojahedeen-e-Khalq (MEK), los cuales habían recibido entrenamiento militar de la Organización para la Liberación de Palestina (PLO) con ayuda indirecta de la Unión Soviética y dinero del errático dictador de Libia Muammar al-Qaddafi.
Después de un mes de la salida del Sah, los islamistas llevaron a cabo su coup d’état que habían planeado durante mucho tiempo, y el IRGC se establecieron mediante un decreto el 5 de mayo de 1979, encargado de proteger la revolución en el país y exportarla al extranjero, un papel que fue consagrado en la constitución de la República Islámica meses después.. IRGC se creó deliberadamente de forma separada al Ejército de Irán (Artesh), una institución en la que Khomeini no tenía confianza ya que tenía “al Sah en su sangre”.[2] La iteración inicial de los IRGC partió de entre los komitehs (comités revolucionarios) que se habían distribuido por todo Irán y desde los hezbollahis (bandas reunidas alrededor de varias mezquitas),[3] pero ya existía un núcleo de Guardias Revolucionarios que habían sido entrenados en Líbano a finales de los años 70 por PLO.
La OLP continuó entrenando operaciones IRGC dentro de Irán después de la revolución,[4] pero el primer contacto se hizo en 1973.[5] Khomeini envió a un asistente de confianza, Ali Akbar Mohtashamipur,[6] para tratar con la OLP y poco después los cuadros jomeinistas fueron enviados a las bases de la OLP, específicamente la unidad Force 17 en el Líbano, para recibir entrenamiento de inteligencia y terrorismo. Para el líder de la OLP, Yasser Arafat, esta fue una oportunidad para ser una figura regional e incluso mundial; para Jomeini, recibió una base en las fronteras de Israel.[7] La Fuerza 17, cuyo papel principal era proteger a Arafat, fue dirigida por Ali Hassan Salameh (Abu Hassan), un alto funcionario de la OLP que también fue crucial en la creación de la organización “desautorizable” del Septiembre Negro, que proporcionó distancia entre la OLP y sus peores atrocidades. Entre las filas de la Fuerza 17 en este momento se encontraba el futuro comandante militar de Hizballah (y oficial de la Fuerza Quds) Imad Mughniya,[8] luego utilizado por Irán para establecer relaciones con Al-Qaeda. Este ambiente y estas redes son el verdadero origen de lo que ahora es el Hezbolá libanés, mucho antes de la desastrosa invasión israelí del Líbano en 1982, un componente orgánico de la revolución islamista que tomó el poder en Irán, de hecho, el preludio de esa revolución.
Poco después de la caída del Sah, a medida que los islamistas estaban asesinando a cualquiera que pudieran relacionar con el régimen antiguo, los revolucionarios empezaron a ser purgados también. Los liberales y los demócratas fueron primero. Los líderes “moderados” de los revolucionarios islamistas que solían ganar simpatía en el occidente, Mehdi Bazargan y sus colegas del Movimiento de Liberación, eran los siguientes. MEK fue expulsado después de eso. Y luego la Izquierda, desarmando a Fedayeen en dos etapas, inicialmente con los “moderados” y el establecido Partido Comunista (Tudeh) que apoyaba a la República Islámica, antes el remanente “moderado” de los Fedayeen fue consumido y finalmente Tudeh fue destruido.
En muchas formas el más interesante de estos – y no solamente porque todavía está vigente – es MEK. Siendo una parte importante del ala violenta de la revolución que instaló Khomeini, MEK encontró a la República Islámica carente. Un análisis de la Agencia Central de Inteligencia del verano de 1981, en el tiempo en que el líder de MEK, Masud Rajavi, voló al exilio con el entonces presidente Abolhassan Banisadr, mencionaba que el grupo tenía antiamericanismo entre las “piedras angulares de sus políticas” y daba todas las muestras de ser amistoso hacia los soviéticos. MEK se había vuelto quizás el movimiento líder de oposición en aquel momento, pero solamente porque “nunca había aceptado el régimen de Khomeini como un gobierno islámico adecuado [es decir, suficientemente extremo]”, deseando la “permanente revolución”. La importancia en el contexto de la formación de IRGC es la afirmación de la CIA de que más de la mitad de los 10.000 hombres de MEK se separaron para unirse a los IRGC a pocos meses tras la caída del Sah, lo cual es parcialmente el por qué MEK – a pesar de contar con simpatizantes en puestos elevados y la capacidad de llevar grandes multitudes a las calles – no había sido capaz de montar una resistencia verdaderamente nacional y efectiva cuando cayó en conflicto con Khomeini.[9]
IRGC se forjó durante la Guerra con Irak de Saddam Husayn. Lo que comenzó como una invasión de Irán por parte de Saddam en septiembre de 1980 se haría eterno por otros ocho años más. Inicialmente Irán estaba a la defensiva, pero después de 1982 las fuerzas iraquíes fueron expulsadas del territorio iraní y una decisión activa fue tomada por Khomeini y la élite revolucionaria para tratar de infestar Bagdad e instalar una república hermana. En ambas fases de la guerra, los IRGC probarían ser cruciales. El fanatismo de sus miembros significaba que daban la bienvenida a la muerte y eran usados en ataques de “oleadas humanas” y para despejar campos minados.[10]
Sulaymani se unió a los IRGC poco después de que se formara. Sulaymani proviene de humildes orígenes en Kermán, y tales detalles – así como su supuesta rutina de estar en cama a las 9:30 PM – fueron parte de la mitología y el misticismo. Habiendo mostrado poco interés previo en cuanto a política mientras estaba en su pueblo natal, Sulaymani evidentemente mostró algunas aptitudes: muy pronto estuvo a la cabeza de una unidad de IRGC durante la Guerra Irán-Irak.[11]
Una experiencia importante para Sulaymani fue, en julio de 1985, convencer a los superiores de abandonar un plan propuesto para apoderarse de dos islas en el canal Shatt al-Arab. El episodio fortaleció su confianza. Sulaymani se opuso al desperdicio de vidas, lo que lo hizo popular entre los rangos inferiores del IRGC, pero sus relaciones con el liderazgo fueron mucho más tensas. Un episodio crucial ocurrió en diciembre de 1987, donde Sulaymani había hablado y acordado con Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, el orador parlamentario y subcomandante en jefe, que una ofensiva de Al-Faw propuesta por el jefe del IRGC Mohsen Reza’i fue un terrible error. Sin embargo, durante la reunión, Sulaymani no habló a favor de Rafsanjani, posiblemente porque sintió que estaba mal alinearse con el liderazgo civil contra los militares en presencia de sus colegas del IRGC, o por razones más personales. En cualquier caso, Sulaymani continuó criticando a Reza’i y, por lo tanto, ganó poderosos enemigos tanto entre la élite civil como el IRGC.[12]
Aun así, la relación de Sulaymani con Rafsanjani es una de las partes más fascinantes y ambiguas de su vida. Rafsanjani fue el mentor del actual presidente iraní, Hassan Rowhani. Al igual que Rowhani, los occidentales solían etiquetar (falsamente) a Rafsanjani como “moderado”. En verdad, Rafsanjani es uno de los arquitectos de la República Islámica, probablemente el arquitecto más influyente individualmente después de Jomeini. Rafsanjani comenzó el programa secreto de armas nucleares, entre otras cosas. Las diferencias entre Rafsanjani y Sulaymani no eran, por lo tanto, parte de una competencia entre moderación y extremismo; eran tácticos y algo culturales.
Por ejemplo, la interpretación del liderazgo civil de la “Defensa Sagrada” (Guerra Irán-Iraq) fue que un IRGC desorganizado había perdido la guerra, y sería mejor controlar a los Guardias fusionándolos con Artesh, una propuesta que Khomeini rechazado. El IRGC respondió que habían sido apuñalados por la espalda cuando estaban cerca de la victoria por parte de clérigos corruptos en Teherán. Una vez que Khamene’i tomó el poder en 1989, una sucesión orquestada por Rafsanjani, y Rafsanjani se convirtió en presidente, Rafsanjani y Rowhani buscaron racionalizar y centralizar el régimen. Parte de eso implicaba la reconciliación con el IRGC. Fue Rafsanjani quien introdujo a los Guardias en la vida económica de Irán, con la esperanza de que estos beneficios de la reconstrucción le permitieran cooptar un componente previamente hostil del sistema (cometió un error: en cambio, los Guardias crecieron en poder y lo suplantaron) . El Consejo Supremo de Seguridad Nacional (SNSC) se creó para coordinar mejor las cuestiones de seguridad y la política exterior. Fue el SNSC, encabezado por Rafsanjani, quien llevó a cabo la campaña de terrorismo extranjero en la década de 1990, que se extendió desde Berlín a Buenos Aires, y la ola de asesinatos contra disidentes en Europa.[13]
La caída de Rafsanjani se produjo en 2009, cuando, en contra de los deseos de Khamene’i, apoyó a Mir-Hossein Musavi y al “movimiento verde”, en lugar de Mahmoud Ahmadinejad, en las elecciones presidenciales amañadas. Una década antes, Rafsanjani había apoyado a Khamene’i cuando ordenó a IRGC y Basij que aplastaran las protestas estudiantiles; esta vez Rafsanjani se quejaría mientras las protestas fueron violentamente aplastadas. Rafsanjani fue marginado y no recuperó su estatus, incluso después de que su protegido, Rowhani, asumiera la presidencia en 2013. A pesar de esto, Sulaymani hizo una rara aparición pública en el funeral de Rafsanjani en enero de 2017 y, aunque reconoció sus diferencias en “ciertas tácticas”, elogió a Rafsanjani por “permanecer igual desde el principio hasta el final”.
Después de la guerra Irán-Iraq, el paradero de Sulaymani se vuelve vago. Parece que trabajó en operaciones antinarcóticos a lo largo de la frontera con Afganistán, no lejos de Kerman, entre 1988 y 1991. Posteriormente, Sulaymani se unió a Birun Marzi (“Fuera de las Fronteras”), una unidad que había pasado los años 80 trabajando junto con Hezbolá en Líbano,[14] antes de que se convirtiera formalmente en la Fuerza Quds en 1990, una división externa especializada dentro de IRGC. Sulaymani había trabajado en operaciones contra narcóticos junto a la frontera con Afganistán durante la mayor parte de los 90, no lejos de Kermán, tomando control de la Fuerza Quds en algún punto a finales de 1997 o a comienzos de 1998. Para ese momento, Departamento 1000 (o el Cuerpo de Ramadán) dentro de la Fuerza Quds estaba luchando activamente una guerra en las sombras en el interior del Irak de Saddam.[15] Entre su grupo se encontraba Al-Ibrahimi, un iraquí y pleno miembro de la Fuerza Quds.[16]
LA REVOLUCIÓN IRANÍ EN IRAK
El régimen de Saddam se había alarmado por el auge del islamismo en los 70 y había puesto fin a una serie de disturbios, en 1977 y luego después del triunfo de Khomeini en 1979. Las consideraciones en cuanto a una posible revolución islámica sobre el modelo iraní son parte de lo que motivó la invasión de Saddam en 1980. Poco después del comienzo de la guerra, sin embargo, Saddam se encaminó hacia una dirección distinta, involucrando a los islamistas en política exterior y en última instancia, islamizando internamente.
Este movimiento lejos del secularismo duro fue insuficiente para aplacar a los chiítas iraquíes quienes se tomaron la ideología de la revolución iraní, wilayat al-faqih, seriamente, y en el contexto de la guerra la propaganda del régimen Ba’thista no solamente se volvió racial contra los persas (con la cual los chiitas árabes pudieron haber lidiado) pero fue bastante sectaria. Eso abrió espacio para Irán. Entre la oposición islamista chiita iraquí organizada y los prisioneros de guerra iraquíes capturados, muchos de los conscriptos chiitas que habían sido atrapados entre el terror Ba’thista y las armas iraníes, Irán creó el Cuerpo Badr y lo envió a la batalla junto a sus propias tropas, contra sus compatriotas. Saddam respondió en especie al instrumentalizar a MEK para usarlo contra Irán, incluyendo para la última batalla de la guerra, un empuje de un contingente de MEK ligeramente armado en Irán que terminó en masacre a manos de IRGC.[17]
Los iraquíes que se fueron al lado iraní, Al-Ibrahimi personalmente, fueron movilizados por campañas terroristas por la región, siendo la ola de bombardeos en Kuwait en diciembre de 1983 un clásico caso, ocurriendo en secuencia con los ataques de Hezbolá sobre la Embajada de los Estados Unidos y las barracas Marines en Líbano.
En marzo de 1991, después de que la anexión de Saddam de Kuwait se revirtiera, una rebelión surgió en el sur de Irak entre las fuerzas en retirada. Irán se mostró indeciso a involucrarse debido a que estaban recelosos de los estadounidenses. El derribo accidental de los Estados Unidos del Vuelo de Irán 655 en julio de 1988 en el cual murieron 290 personas, fue crucial para terminar la Guerra Irán-Irak. El régimen iraní creyó que esto fue deliberado y señaló la entrada completa de los Estados Unidos al lado de Saddam. Siendo que los IRGC ya tenían los nervios de punta, convenció a Khomeini de que la guerra tenía que terminar y por fin firmó el alto al fuego,[18] una decisión que él memorablemente describe como “más letal que tomar veneno”. No obstante, mientras que Irán quería evitar un enredo directo con los estadounidenses, estaba dispuesto a permitir que entre 5.000 y 10.000 operativos del Cuerpo Badr cruzaran al sur de Irak a través de los pantanos alrededor de Basora.
El involucramiento de los representantes iraníes en el levantamiento chiita o Sha’ban Intifada fue devastador: incendiaron licorerías y hoteles internacionales como primera orden del día, para luego arrasar con todo, saqueando y masacrando a oficiales Ba’thi de bajo rango, conscriptos militares y otros “enemigos de Dios”, algunas veces después de breves juicios espectáculo en frente de tribunales sharia. Esto también se extendió a Kerbala, aunque en Nayaf los notables locales fueron capaces de mantener mejor el orden y proteger al área de la intromisión de Irán. Al pintar el levantamiento con tintes de sectarismo y extremismo, el Cuerpo Badr contuvo el flujo de desertores militares, la necesidad vital si el levantamiento fuera a tener éxito; proporcionó propaganda a Saddam que le permitió reunir a varios segmentos de la población iraquí en torno al régimen; y asustó a los estadounidenses, contribuyendo al fracaso definitivo de los Estados Unidos para brindar apoyo a los insurgentes.[19]
A lo largo de los años 90 existió una guerra en las sombras de golpe por golpe entre el Irak de Saddam y el Irán Clerical, siendo que se le permitió a MEK realizar incursiones periódicas en Irán y el Cuerpo Badr se infiltró a Irak, concentrándose en la provincia de Mesena pero extendiéndose por todos los pantanos y otras áreas en su mayoría chiitas, asesinando oficiales y llevando a cabo una guerrilla de bajo nivel.[20]
El quiebre llegó para Irán y las redes Badr en 2003, con la invasión angloamericana que derrocó a Saddam. Badr retrocedió, al igual que lo hizo su brazo político, la Asamblea Suprema por la Revolución Islámica en Irak (SCIRI), para tratar de dar forma al orden post-Saddam, y no terminaron sin éxito. Sin embargo Irán – Sulaymani personalmente – no había dejado las cosas al azar al solamente involucrarse con sus propios agentes. Sulaymani se había vuelto bien conocido y forjó relaciones de varias clases, con todas las figuras líderes de la oposición iraquí, no solamente los tan llamados exiliados pero quizás figuras más importantes como Jalal Talabani, el líder kurdo del partido Unión Patriótica de Kurdistán (PUK).[21] Talabani se volvió presidente de Irak tras las primeras elecciones libres del país y serviría en el puesto durante buena parte de una década; sus sucesores son incluso más cercanos a Sulaymani.
Otra instancia de influencia iraní en el Irak post-Saddam fue Muqtada al-Sadr, un joven que ni siquiera llegaba a los 30 años de edad, el vástago de una familia clerical. El padre de Muqtada, el Gran Ayatola Muhammad Sadeq al-Sadr, había sido asesinado por Saddam en 1999, y antes de él, el primo de Sadeq el Gran Ayatola Muhammad Baqer al-Sadr había sido salvajemente asesinado – posiblemente por el mismo Saddam – después de que su hermana fuera violada y asesinada en frente de él. Hubo un cierto nivel de crédito que Muqtada heredó ya que su familia había puesto mucha resistencia al régimen Ba’th, y el hecho de que la tendencia Sadrista tratara conscientemente de mantener distancia de Irán y había permanecido dentro de Irak durante la larga noche del gobierno de Saddam. Pero no se pudo ocultar el hecho de que Muqtada era un novato que parecía saber más acerca de juegos de computadora que de religión.
La ignorancia de Muqtada se extendió más allá de esto, también: estaba desconcertado por el concepto de las Naciones Unidas, dejándole saber a su representante que él no tenía ningún problema con “organizaciones cristianas”. Para compensar este déficit en credibilidad y apoyo popular fuera de los suburbios chiitas en el sur de Bagdad, Muqtada recurrió a Irán. Al-Sadr fue a Irán en mayo de 2003, y por entonces ya era un asesino, habiendo matado a Abd al-Majid al-Khoe’i, el hijo del Gran Ayatola Abu’l-Qassem al-Khoe’i, el más influyente clérigo chiita en el mundo en el momento de su muerte en 1992, momento en el cual fue reemplazado por el Gran Ayatola Ali al-Sistani, hasta el día de hoy el más emulado clérigo chiita. En Irán, Al-Sadr conoció al Gran Ayatola Kazem al-Husayni al-Haeri, el clérigo que proporcionó el peso teológico que a él le faltaba, así como a Sulaymani y a Abdurreza Shahla’i,[22] un operativo de la Fuerza Quds que proporcionó armas y explosivos para la incursión de enero de 2007 en Kerbala que asesinó a cinco estadounidenses y financió el plan de 2011 para hacer estallar al Embajador saudí en los Estados Unidos en un café de Washington D.C. Al-Shahla’i se encuentra actualmente en Yemen supervisando a los hutíes. En el momento en que Muqtada escenificó su levantamiento en 2004, Sulaymani tenía un representante del Departamento 1000 de la Fuerza Quds insertado en su milicia Jaysh al-Mahdi para asegurar que las cosas salieran como las planeó Sulaymani.[23]
El Departamento 1000 de IRGC se unió a la Unidad 3800 de Hezbolá para entrenar a los “Grupos Especiales” o milicias chiitas en los campos en Irán.[24] Los operativos de Hezbolá Libanés ayudaron a romper la barrera del idioma para aquellos que fueron reclutados para la causa de Sulaymani,[25] y amortiguaron las tendencias supremacistas de los instructores persas al lidiar con los árabes.[26] Esto subrayó el hecho de que el “eje de resistencia” – IRGC/Fuerza Quds, Hezbolá, las milicias chiitas iraquíes – era una red transnacional integrada.
Tanto del grupo Badr como Jaysh al-Mahdi, la Fuerza Quds se separaría de las facciones, tal como los IRGC se habían derivado de una separación del Movimiento Amal en Líbano.[27] Esta proliferación de grupos ha continuado. Las separaciones, las cuales pueden parecer “atomización” son en realidad “más reminiscentes de duplicación celular”, explicó Phillip Smyth del Washington Institute en su influyente trabajo sobre este tópico, “teniendo a nuevos grupos simplemente expandiendo el tamaño e influencia de una red y modelo más amplios creados por IRGC.” Puesto de otro modo por la historia oficial de la guerra en Irak del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, “el apoyo del régimen iraní” es el “común denominador” y “todas estas redes militantes chiitas le deben su potencia – e incluso su existencia – a” la Fuerza Quds y a Sulaymani.[28]
A pesar de las quejas de los políticos iraquíes, Irán los superó a todos en astucia – y a los estadounidenses – para capturar al Ministro del Interior iraquí a lo mucho a mediados de 2005. Los estadounidenses podrían haber estado suficientemente conscientes para vetar el evidente nombramiento del líder del Cuerpo Badr, Hadi al-Ameri, como Ministro del Interior, pero el sustituto apenas importaba y la creación de un “estado profundo” comprometido con Irán se incorporó al Nuevo Irak en una etapa temprana, sólo solidificándose en el tiempo.[29] En 2016, tras una vasta expansión de los representantes de Irán como parte de su capitalización de la guerra contra el Estado Islámico, estas milicias – reunidas bajo la bandera de al-Hashd al-Shabi – fueron formalmente integradas al estado iraquí sobre el modelo de IRGC en Irán o Hezbolá en Líbano.
Para el 2006, los representantes de Irán representaban aproximadamente una quinta parte de las bajas de la coalición, a pesar de que sus ataques eran menos frecuentes que los de la insurgencia sunita. Las milicias chiitas tenían armas mucho más avanzadas, especialmente los penetradores formados explosivamente (EFPs) anti-tanques, así como mejor entrenamiento. En diciembre de 2006, los Estados Unidos comenzaron a tratar de cortar las alas de la Fuerza Quds en Irak e incluso casi arrestaron al General de División Muhammad Ali Jaafari, el jefe de los IRGC y superior de Sulaymani en papel, aunque en realidad Sulaymani solamente respondía de forma directa al Líder Supremo. Lo más notable fue que Jaafari fue capaz de evitar a las fuerzas especiales de los Estados Unidos ya que se le dio refugio en una casa de seguridad manejada por otra figura importante iraquí kurda, Masud Barzani, el líder del Partido Democrático de Kurdistán (KDP), el cual aparentemente difería del PUK de Talabani al no ser pro-Irán.[30]
Incluso después de reconocer el problema de un modo serio, Estados Unidos tuvo problemas para detener el crecimiento del poder de Irán en Irak: para mediados de 2007, los militares de los Estados Unidos habían concluido que “Irán está… conduciendo la guerra sobre los Estados Unidos en Irak”,[31] y a lo largo de ese año la influencia de Irán continuó expandiéndose por medio de la rama de poder blando de la Fuerza Quds, Kosar Bureau; el peligro de Irak significaba que solamente los “antiguos” oficiales de IRGC se atrevían a aventurarse allí.[32] La tendencia no se ha alterado a través de los años desde entonces, aunque tomó hasta alrededor del 2011 para que el nombre de Sulaymani y su rol en Irak salieran a relucir de mayor manera en los medios occidentales.
LA FUERZA QUDS Y AL-QAEDA
A pesar de que la política extranjera de Irán es abiertamente sectaria en este punto, el gobierno revolucionario de Irán se esforzó en sus primeros años para no ser sectario, formando relaciones con radicales de toda clase que deseaban pelear contra Estados Unidos, Israel y la influencia occidental. Esto es lo que llevó a Irán a formar sólidas relaciones con HAMAS y Yihad Islámica Palestina en Gaza, por ejemplo, y con el gobierno islamista (sunita) de Alija Izetbegovic en Bosnia. Irán proporcionó un importante apoyo al gobierno de Izetbegovic durante la guerra a principios de los 90, y parte de este apoyo involucró organizar, entrenar y dirigir a los combatientes extranjeros que llegaron para dar su apoyo en Sarajevo desde varios grupos militantes islámicos, incluyendo a Al-Qaeda. Fue este conflicto el que transformó a Al-Qaeda en una marca mundial y le proporcionó redes a nivel global, y el régimen clerical en Irán jugó un papel crucial en ello.[33]
No solamente fue la casualidad lo que llevó a Irán y Al-Qaeda a estar alineados en Bosnia. Las relaciones habían sido establecidas en 1991, por Mughniya y Bin Laden en persona, de modo que siguieron profundizándose a lo largo de los 90 a medida que Al-Qaeda se volvía más letal. El Informe de la Comisión del 9/11 incluso menciona que Irán había facilitado que hasta diez de los diecinueve terroristas suicidas se movieran a Afganistán. La Comisión pidió más investigación sobre este asunto, lo cual nunca sucedió.[34]
Sulaymani ha continuado con este enfoque “originalista” hasta cierto punto, incluso cuando lideró a la legión extranjera de yihadistas chiitas y desarrolló un culto de personalidad que era claramente chiita. (Esta autopromoción hizo que Sulaymani se llevara críticas dentro del sistema iraní, el que sentía que estaba poniendo en riesgo lo que Irán había ganado al antagonizar a los sunitas, incluso a medida que el culto en sí mostró señales de desbordarse hacia la prensa occidental.) Fue Sulaymani quien dio la orden en enero de 2002 para aceptar que los operativos de Al-Qaeda volaran de Afganistán a Irán,[35] y fue Sulaymani quien mantuvo a la familia Bin Laden y al liderazgo militar de Al-Qaeda bajo lo que algunos llaman “arresto domiciliario” en Irán,[36] de forma segura fuera del alcance de los drones estadounidenses. Gran parte del liderazgo militar de Al-Qaeda continúa en Irán; el qué se hará con ellos en ausencia de Sulaymani está todavía por verse.
LA DÉCADA DE IRÁN
Mientras Estados Unidos pacificaba a la insurgencia sunita, para entonces capturada por el movimiento del Estado Islámico, en Irak entre 2007 y 2009 a través del Surge y Sahwa, los operativos de Sulaymani continuaron asegurando su poder en Irak. Entre otras cosas, Asaib Ahl al-Haq, una de las milicias iraquíes más poderosas de la Fuerza Quds, hizo un movimientohacia la política. La retirada de los Estados Unidos de Irak en diciembre de 2011 permitió que esto fuera aún más lejos, e incluso mientras Estados Unidos tenía fuerzas en Irak, Sulaymani estaba planeando operaciones terroristas en los Estados Unidos que ascendieron hasta ser lo que el ex Secretario de Defensa James Mattis denominó como “acto de guerra”.
El estallido de la rebelión siria en 2011 y la (falta de una) respuesta de la “comunidad internacional” dieron a Irán la oportunidad para salvar el régimen de Bashar al-Asad. Miles de milicianos iraquíes de la Fuerza Quds que habían solido pelear contra los estadounidenses fueron movidos a Siria en 2012-13, y las cosas continuaron viéndose inestables hasta que Sulaymani arregló que los rusos ingresaran a la lucha abiertamente en septiembre de 2015. Mientras tanto, la Fuerza Quds había involucrado a los estados del Golfo liderados por Arabia Saudita en una guerra en Yemen al tratar de crear un estado con el modelo de Hezbolá en las fronteras de Arabia Saudita a través de Ansarallah (los hutíes). Incluso cuando Sulaymani no fue capaz de exportar el modelo completo de Hezbolá, se crearon redes, como es el caso de Nigeria, que dejaron abierta la posibilidad para más, después.
Sulaymani enfrentó serios obstáculos internos a sus diseños; algunos pensaron que Asad estaba perdido o que en cualquier caso debía desvincularse del mismo, habiendo asesinado a medio millón de personas y desplazado a diez millones más. Pero Sulaymani encontró al aliado más inesperado en la administración de los Estados Unidos, cuando el Presidente Barack Obama tenía la intención de reorientar la política en una dirección favorable para Irán, como medio de crear un “balance” autosustentable que permitiría a los Estados Unidos retirarse y aliviarse de la carga de la vigilancia local. El JCPOA facilitaría esto, así como lo haría la campaña anti Estado Islámico, donde Obama podía afirmar que era un punto de interés común y la “plantilla” que surgió donde Estados Unidos proporcionaba apoyo aéreo cercano y otros para las milicias de Irán, lo que podía ser declarado como un asunto de urgencia.
Por supuesto, los resultados no fueron como se los presentó y es imposible creer que la administración de Obama se creyera su propio mensaje sobre este asunto, ya que en términos prácticos la política de Obama dependía de Sulaymani y su clase. Teniendo a sus “patrimonios” respetados y a Estados Unidos apoyando “estructuras estatales” bajo el control de facto de Irán en Líbano e Irak, el régimen revolucionario en Irán no se moderó; no deseaba tener ningún acuerdo con los Estados Unidos y sus aliados. Sulaymani se metió a los bolsillos todas las concesiones y continuó trabajando para el total derrocamiento del sistema de los Estados Unidos en el Medio Oriente, al tiempo de dirigir un ritmo constante de ataques letales fuera de la región, en el mismo occidente. La apuesta dio resultados repetidas veces, hasta que ya no lo hizo más. Al final fue un ataque letal en la región lo que selló el destino de Sulaymani y con él el legado de Obama.
SIGUIENDO ADELANTE
El fallecimiento de Sulaymani fue ampliamente celebrado en la región como un acto de justicia muy atrasado. El reemplazo de Sulaymani, Ismail Qaani, no cuenta con su carisma y estatura. Qaani’s se ha centrado en el teatro “Af-Pak”, tratando de proteger la frontera de Irán con Pakistán, reclutando a chiítas Hazara de Afganistán para el batallón afgano de la Fuerza Quds (Liwa Fatemiyun), que se ha utilizado para rescatar el régimen de Asad y para establecer contacto con los talibanes, uno de los muchos grupos extremistas que se molestaron por la muerte de Sulaymani. Esto no es sorprendente porque la Fuerza Quds ha estado brindando apoyo a los talibanes, contra la coalición y el gobierno de Kabul, durante mucho tiempo.[37] Aparentemente, Qaani también tiene “relaciones cercanas“ con “grupos de resistencia” en los estados de mayoría musulmana en África, lo que solo aumenta las sospechas sobre un papel iraní en el ataque del 5 de enero en Kenia, reclamado por la rama somalí de Al-Qaeda, Harakat al-Shabab al-Mujahideen (HSM), que mató a tres estadounidenses (y casi a algunos ciudadanos británicos también). Sin comentar sobre la relación de Irán con Al-Qaeda “central”, Kenia es un entorno establecido para los espías y terroristas de Irán, y HSM ha sido utilizado por otros estados extranjeros, especialmente Qatar recientemente, para atacar a sus rivales.
Si bien la eliminación de Sulaymani es un evento estratégico sísmico, otros fundamentos permanecen en gran medida sin cambios.
El sistema imperial que Irán ha creado todavía sigue en pie. En Irak, la postura de personas como Muqtada al-Sadr, quien convocó a una reunión con las milicias de Irán y creó una fuerza unificada que se conocería como “las Legiones de Resistencia Internacionales”, pasará, pero sigue siendo extremadamente difícil el oponerse a Irán abiertamente. Jamal al-Ibrahimi ha sido reemplazado como el jefe formal de Hashd por Hadi al-Ameri, asegurando una continuidad casi perfecta.
Hay pocas señales de que Trump haya cambiado su visión de la región. La gran pregunta en la que muchos gobiernos occidentales se enfocan es, “¿De qué manera tomará represalias Irán?” Considerando que Sulaymani, el hombre que usualmente sería responsable por darle forma a tal represalia, ya no está, y que Trump se ha apartado tan violentamente de las reglas de compromiso tácitas, al continuar twiteando amenazas de una respuesta “desproporcionada” en caso de que Irán haga algo ahora, es posible que Irán no esté dispuesto – o quizás no puede – hacer mucho a corto plazo. Quizás a mediano plazo la respuesta podría venir de forma “negable” la cual no califique realmente como venganza. Trump está manteniendo nominalmente la campaña de “presión máxima”, hasta ahora sólo financieramente, finalmente designando a Asaib Ahl al-Haq como un grupo terrorista. Trump no quiere usar su ventaja; después de haber asustado al liderazgo iraní, solo espera disuadir a Irán de atacar a las fuerzas estadounidenses, cuya única misión sigue siendo luchar contra el Estado Islámico, y probablemente cree que matar a Sulaymani ha hecho más probable un acuerdo con Irán. No es imposible que el asesinato de Sulaymani sea visto en retrospectiva como el tiro de despedida estadounidense, más que una revitalización del rol de Estados Unidos.
Los estados del Golfo también permanecen en curso de “disminución”. El bloque del Golfo liderado por Arabia Saudita se ha movido inmediatamente para tratar de calmar las cosas con Irán – o por lo menos ponerse fuera de la línea de fuego. El Primer Ministro de Irak Adel Abd al-Mahdi dijo que Sulaymani fue asesinado mientras iba a Bagdad para reunirse con él sobre una iniciativa saudita para alcanzar un modus vivendi, que ha incitado sospechas entre los dirigentes conspiratorios en Irán y sus seguidores de que los sauditas guiaron a Sulaymani hacia una trampa. Riad está ansioso por dispersar esta impresión. Los EAU fueron por este camino meses atrás y se reconciliaron con la dependencia de Irán en Damasco mucho antes de eso. Por otra parte, el viaje del Ministro de Asuntos Exteriores de Qatar a Teherán, que tenía la intención de reducir tensiones, fue apoyado por los Estados Unidos, una necesidad para Qatar ya que está muy cerca a Irán, ya sea que los reportes de que el dron que mató a Sulaymani despegara de la Base Aérea Al-Udeid en Doha sean ciertos o no.
La situación interna en Irán es la más difícil de leer. Bajo presión en cuanto a las sanciones y la rebelión más seria de la era de la República Islámica, que vio la matanza de 1.500 personas en el lapso de tres semanas en noviembre, es posible que el sistema pueda desmoronarse desde dentro ahora que ha perdido uno de sus pilares, quizás el pilar del futuro. Por otra parte, la magnitud del luto en Irán no puede explicarse únicamente como el producto de la coerción por parte de un estado policial. El pueblo iraní optó, conscientemente si vagamente, por la teocracia en 1978-79; muchos indicadores sugieren que han cambiado de parecer, pero no todos lo han hecho y quizás menos de lo que se cree comúnmente.
Nibras Kazimi da razones persuasivas de que “no hay reemplazo” para Sulaymani, quien se convirtió en la “personificación” de la misión de la teocracia, y con su muerte el Líder Supremo ha “perdido su legado”, el hombre al que había encomendado para llevar su fervor revolucionario a casa y restaurar el “vigor y vitalidad” de la República Islámica. Existen claros y fuertes indicios de que Sulaymani tenía un rol político interno en mente, y para eso habría tenido que tener la autorización del Líder Supremo. El si la cancelación de sus planes por sucesión y renovación desmoraliza a Khamene’i y disminuye su voluntad de luchar, o incita mayor agresividad hacia los enemigos del proyecto islamista, internamente o en el exterior, sólo el tiempo lo dirá.
European Eye on Radicalization tiene como objetivo publicar una diversidad de perspectivas y, como tal, no apoya las opiniones expresadas por los escritores. Las opiniones expresadas en este artículo representan solo al autor.
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[1] Khomeini was given the title “grand ayatollah” after he staged an uprising against the Iranian monarchy in June 1963. Then-Prime Minister Asadollah Alam had secured control of the security forces from the Shah and given orders to arrest Khomeini and suppress the rebellion with lethal force if necessary, an order he knew the Shah would never give. In the aftermath, the senior clergy in Qom led by the Marja’iya, Grand Ayatollah Muhammad Kazem Shariatmadari, came to an arrangement with Hassan Pakravan, the head of SAVAK, who had struck up a relationship with Khomeini while he was in custody. There is considerable controversy about whether it was ever proposed to execute Khomeini. Pakravan was a decent man; he had banned torture and opened channels of dialogue to the opposition, even striking up a relationship with Khomeini while he was in custody. Pakravan advised strongly against executing Khomeini, which likely means it was never a realistic option. The move by Shariatmadari, however, seemed to get everyone off the hook: the regime couldn’t execute a grand ayatollah, and since it would be known that Khomeini was promoted because of politics not merit it would limit his appeal and allow the more moderate clergy to keep this radical under wraps. In the course of events, everyone miscalculated: Khomeini outmanoeuvred and neutralised Shariatmadari during the Islamist revolution, and Pakravan was murdered in the first weeks of the Islamic Republic’s existence in 1979. For full details see Andrew Scott Cooper’s The Fall of Heaven: The Pahlavis and the Final Days of Imperial Iran (2016), pp. 113-18.
[2] Steven Ward, Immortal: A Military History of Iran and Its Armed Forces (2009), p. 238.
[3] Afshon Ostovar, Vanguard of the Imam: Religion, Politics, and Iran’s Revolutionary Guards (2016), pp. 41-2.
[4] Vanguard of the Imam, p. 45.
[5] Ronen Bergman, Rise and Kill First: The Secret History of Israel’s Targeted Assassinations (2018), p. 368.
[6] Mohtashamipur returned to Iran with Khomeini and helped set up the IRGC as a Praetorian division for the new revolutionary government. With the regime secure, at least internally, he was appointed ambassador to Syria (1982-6), a post he held when Iran/Hizballah pioneered Islamist suicide bombing, attacking the U.S. Embassy (twice) and the Marine Barracks in Beirut, operations he was almost certainly implicated in. Mohtashamipur has made no secret of the fact he was overseeing the training of Iranian IRGC personnel at Hizballah camps in the Bekaa Valley during this period, which is hardly unusual since Iran’s Embassy in Syria has never been just a diplomatic facility; the 1996 Khobar Towers attack in Saudi Arabia was run out of this facility, for example. Evidence presented in U.S. courts names Mohtashamipur as the man who relayed a message from MOIS/VEVAK to one of Iran’s terrorist leaders in Lebanon—Husayn al-Musawi (pp. 31-2), a protégé of Mostafa Chamran’s, who led the now-defunct Islamic Amal, a splinter from Imam Musa’s Amal Movement—demanding he take “spectacular action” against the U.S.-led peacekeepers, and it was at the “direction” of Mohtashamipur that IRGC/Hizballah then met in Baalbek to plan the Marine barracks bombing. The IRGC operative who gave the direct order and provided the money and training to hit the Marine barracks was Hossein Dehghan, later Iran’s defence minister. The operational leader of the attack on the Marines was Imad Mughniya, whom Dehghan handled. Mohtashamipur was Interior Minister for the latter half of the 1980s and then a some-time MP. He is still alive.
[7] Rise and Kill First, pp. 368-9.
[8] Matthew Levitt, Hezbollah: The Global Footprint of Lebanon’s Party of God (2013), pp. 28-31.
[9] “Iran: The Mujahedin”, Central Intelligence Agency, August 1981, available at: https://www.cia.gov/library/readingroom/document/cia-rdp06t00412r000200380001-7
[10] Vanguard of the Imam, pp. 75-6.
[11] The Endgame, p. 314.
[12] Ali Alfoneh, “Iran’s Most Dangerous General”, American Enterprise Institute, July 2011, available at: https://www.aei.org/wp-content/uploads/2011/10/MEO-2011-07-No-4-g.pdf
[13] Reuel Marc Gerecht and Ali Alfoneh Persian, “Truths and American Self-Deception: Hassan Rouhani, Muhammad-Javad Zarif, and Ali Khamenei in Their Own Words”, Foundation for the Defence of Democracies, April 2015, pp. 13-14, available at: https://s3.us-east-2.amazonaws.com/defenddemocracy/uploads/publications/Truths-and-American-Self-Deception.pdf
[14] The Endgame, p. 314.
[15] The Endgame, p. 314.
[16] Michael Gordon and Bernard Trainor, The Endgame: The Inside Story of the Struggle for Iraq, from George W. Bush to Barack Obama (2012), p. 103.
[17] Vanguard of the Imam, pp. 100-01.
[18] Ray Takeyh, Guardians of the Revolution: Iran and the World in the Age of the Ayatollahs (2009), p. 104.
[19] Kanan Makiya, Cruelty and Silence: War, Tyranny, Uprising and the Arab World (1993), pp. 90-1.
[20] Wendell Steavenson, The Weight of a Mustard Seed (2009), p. 170.
[21] The Endgame, p. 314.
[22] The Endgame, pp. 100-1.
[23] The Endgame, p. 101.
[24] For the most complete write-up of Hizballah’s Unit 3800, see Levitt’s Hezbollah, pp. 285-310.
[25] The Endgame, pp. 315-18.
[26] Author interviews: American intelligence official, 2016; Australian military officer, 2017.
[27] Amal had been led by Musa al-Sadr, an opponent of Khomeini’s wilayat al-faqih doctrine. Musa is now remembered as the “vanished imam”, having disappeared in August 1978 while on a trip to Libya as part of a conspiracy between Qaddafi, PLO leader Yasser Arafat, and Khomeini; this tripartite alliance was at that moment close to its goal of toppling the Shah’s government, the most pro-American and pro-Israel state in the region, and Musa threatened to derail the revolution by coming to terms with the Shah and providing Iranian Shi’is another way. See: The Fall of Heaven, pp. 479-80.
[28] Joel Rayburn and and Frank K. Sobchak, The U.S. Army in the Iraq War, Vol. 2: Surge and Withdrawal, 2007-2011 (2019), p. 65.
[29] The Endgame, pp. 140-1.
[30] The Endgame, pp. 324-5.
[31] The Endgame, pp. 424.
[32] The Endgame, pp. 515.
[33] For an extended account of this story, see: John Schindler’s Unholy Terror: Bosnia, Al-Qaida, and the Rise of Global Jihad (2007)
[34] “The 9/11 Commission Report”, 2004, pp. 240-1, available here: https://www.9-11commission.gov/report/911Report.pdf
[35] Adrian Levy and Catherine Scott-Clark, The Exile: The Flight of Osama bin Laden (2017), p. 104.
[36] The Exile, pp. 281-2.
[37] The Quds Force has various departments for dealing with separate areas: “Nabi al-Akram Corps for Pakistan, the Hamza Corps for Turkey, the Ansar Corps for Afghanistan, and, the largest of them, the Ramazan Corps for Iraq”. See: The Endgame, p. 314.