El colocar bajo custodia a individuos potencialmente vinculados a organizaciones terroristas o con una potencial susceptibilidad a la radicalización ha sido un tema conflictivo por mucho tiempo, pero ha pasado a ocupar el centro de la discusión pública ahora que las naciones occidentales se han visto obligadas a manejar el regreso de combatientes extranjeros desde los territorios ocupados por ISIS en Siria e Irak. Adicionalmente a los varones y mujeres que vuelven, las naciones han estado debatiendo sobre la forma correcta de atender a los niños que regresan, que podrían haber sido adoctrinados o no, pero que sin duda estarán seriamente traumatizados. El tema de equilibrar la tensión entre la seguridad y los esfuerzos humanitarios no se limita a las naciones occidentales; de hecho, el problema de individuos traumatizados que podrían volcarse hacia el extremismo y a la violencia es todavía más crítico para las sociedades de Medio Oriente en vías de recuperación.
El vínculo entre las condiciones de salud mental y las acciones terroristas es más evidente en los estudios sobre terrorismo en manos de actores solitarios. Por ejemplo, un estudio estratégico de 2016 por van Zuijdewijn y Bakker, encontró que los denominados lobos solitarios tienen más probabilidades de sufrir problemas de salud mental que el resto de la población.[1] Concluyen que, en lo que respecta a los lobos solitarios, es de crucial importancia contar con los puntos de vista de múltiples protagonistas para realizar una evaluación, así como también bajar las barreras sociales e institucionales para los tratamientos de salud mental.
Tales opiniones no están recibiendo mucha atención desde la caída de ISIS y el flujo de individuos que regresan a Europa. Combinada con la aún dura situación en las áreas del “califato”, la tensión entre seguridad y humanitarismo se ha intensificado. La salud mental no es un problema únicamente bajo el contexto del terrorismo de un protagonista solitario en Occidente. El trauma y las implicaciones en la salud mental de largo plazo tras vivir violencia severa, son ahora un asunto evidentemente urgente para un grupo mucho más grande de individuos con potencial para cometer actos terroristas. Mientras que la conclusión de todo conflicto violento conlleva el riesgo de que el trauma ocasione nuevos ciclos de violencia, el surgimiento de ISIS y sus subsecuentes ataques alrededor del mundo han capturado la atención de los países de Occidente. En lugar de tener que preocuparse únicamente por la región desestabilizada de Irak y Siria con potenciales escenarios de guerra civil y sectaria, el “éxito” de ISIS es testimonio de la amenaza mundial que los ciclos renovados de extremismo y violencia podrían traer.
Ian Bradbury, anteriormente miembro de las fuerzas armadas canadienses y fundador de la organización sin fines de lucro comprometida por el apoyo a la paz y el desarrollo civil. Es una de las voces que resaltan el riesgo de un nuevo ciclo de violencia que se está originando con aquellos tuvieron contacto con el denominado Estado Islámico. [2] Afirma que las víctimas podrían convertirse en perpetradores, especialmente aquellos a quienes él llama “muchachos perdidos”. Si bien existe ayuda humanitaria, programas de salud mental y otros para mujeres y niñas, incluidas aquellas de origen yazidi, no existen programas para niños varones, quienes son usualmente adoctrinados y forzados a perpetrar violencia. Declara que “las consecuencias por no reconocer o tratar a estos “muchachos perdidos” deberían estar claras. Es muy probable que dentro de cinco o diez años estemos combatiendo contra muchos de ellos, ya que existe un alto riesgo de que se conviertan en la siguiente generación de perpetradores de violencia y/o extremistas”. [3] Aunque puedan ser un riesgo potencial a la seguridad en el futuro, estas víctimas son actualmente una preocupación humanitaria, que muestre el vínculo estrecho entre seguridad y desarrollo civil tras conflictos violentos.
Si bien reconocer que las víctimas de conflictos violentos representan un riesgo mayor de acabar convirtiéndose en perpetradores más adelante no es algo nuevo,[4] el alcance global que ahora tienen las organizaciones terroristas magnifica el riesgo que los extremistas representan, no sólo para el medio que les rodea sino para la seguridad mundial en su conjunto. La comunidad internacional enfrenta ahora el dilema de tener que escoger entre la seguridad y los esfuerzos humanitarios, a nivel doméstico y global, especialmente en aquellas regiones que sufren las consecuencias de la destrucción de ISIS.
Internamente, estos países necesitan estrategias adecuadas para lidiar con los combatientes extranjeros que regresan, así como también con sus niños. Para ser claros, los menores traumatizados aun adoctrinados requieren ayuda de los servicios sociales y no la vigilancia o “control” de la policía. Se necesita alcanzar un delicado equilibrio, sopesando las preocupaciones por la seguridad contra los esfuerzos humanitarios en general, pero los niños y adolescentes requieren de protección especial sin importar cuáles sean las creencias ideológicas de sus padres. Lo mismo puede decirse respecto a los menores en territorios que se hallaban bajo el control de ISIS. El haber vivido la violencia y la brutalidad, así como también el muy posible adoctrinamiento a cargo de sus padres o de otros combatientes, habrá dejado a los niños vulnerables ante cualquier tipo de explotación.
Si las fuerzas de la coalición occidental se contentan con “derrotar” al grupo militar, es decir eliminar el control de ISIS sobre cierto territorio, habrán frotado apenas la superficie de una solución de largo plazo. Tal como lo plantea vívidamente Bradbury, sobre enfatizar la seguridad y menospreciar los esfuerzos humanitarios resultará en el inicio de un nuevo ciclo de violencia. Los niños privados de su niñez a causa de la(s) guerra(s) se volcarán hacia el extremismo el día de mañana.
En lo concerniente a los adultos, el tema es todavía más complicado. Mientras que los esfuerzos de poder blando deben ser firmes para prevenir tantos procesos de radicalización y ataques potenciales como sea posible antes de que tengan lugar, las preocupaciones por la seguridad pueden y deben formar parte de la ecuación. Hasta qué punto deba serlo es imposible de plantear en términos generalizados. Sin embargo, lo importante a tomar en cuenta es que el equilibrio entre la seguridad y los esfuerzos de poder blando necesita mantenerse exactamente como tal: un equilibrio. Por un lado, demasiado énfasis en la seguridad podría conducir a una desilusión frente a la sociedad que podría alimentar “aberturas cognitivas” hacia ideas extremistas. [5] Por el otro lado, nadie puede negar la necesidad de una dimensión de seguridad, en la que los esfuerzos contraterroristas y los servicios de policía y de seguridad son herramientas poderosas para disminuir los riesgos de actos violentos. En cada etapa de contraterrorismo, desde PVC hasta CVE, desde los esfuerzos de desradicalización hasta procesamientos criminales, este equilibrio debe mantenerse. De lo contrario, los esfuerzos contraterroristas acaban alimentando el mismo extremismo que se busca erradicar.
Referencias
[1] Van Zuijdewijn, J. y Bakker, E. (2016). Terrorismo de protagonista solitario. Estudio estratégico 1: Características personales de los terroristas solitarios (Lone-Actor Terrorism. Policy Paper 1: Personal Characteristics of Lone Actor Terrorists). Obtenido en: https://rusi.org/sites/default/files/201602_clat_policy_paper_1_v2.pdf
[2] Tat, E. (2018). Entrevista con Ian Bradbury: La caída de Daesh, los kurdos y el Irak de hoy (Interview with Ian Bradbury: Daesh collapse, the Kurds, and Iraq today). Obtenido en: http://natoassociation.ca/interview-with-ian-bradbury-daeshs-collapse-the-kurds-and-iraq-today/
[3] Bradbury, I. (2019). Los muchachos perdidos del Siglo XXI (The Lost Boys of the 21st Century). Obtenido en: https://www.youtube.com/watch?v=xYDgIxX90u8&fbclid=IwAR2wXJu4ZvXzsaKjIMzSR6VmB3O2Zf1I4ttUG07QkZ-PCwx-i4ZS9ovwQgU
[4] Smith, A. (2005). El “monstruo” en todos nosotros: Cuando las víctimas se convierten en perpetradores (The „Monster” in All of Us: When Victims Become Perpetrators). Obtenido en: https://scholarship.law.georgetown.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1218&context=facpub
[5] Wiktorowicz, Q. (2005). Aumento en el Islam Radical: Extremismo musulmán en Occidente (Radical Islam Rising: Muslim Extremism in the West). Rowman and Littlefield: London