A mediados de enero, los talibanes aceptaron dar un paso hacia un acuerdo con Estados Unidos para reducir la violencia en Afganistán, como condición para reanudar las conversaciones con Washington. Estados Unidos inició negociaciones con los talibanes en octubre de 2018, y en diciembre las suspendió luego de un atentado talibán a la base aérea de Bagram. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ofreció luego su aprobación condicional a la firma de un tratado de paz con los talibanes, siempre que acaten un cese al fuego de al menos siete días. Sobre estas premisas, el pasado 29 de febrero concluyeron 18 meses de negociaciones en Doha, con la firma de un acuerdo de paz entre el Representante Especial de EE.UU. para la Reconciliación de Afganistán, Zalmay Khalilzad, y Mullah Abdul Ghani Baradar, cofundador de los talibanes.
Introducción
El tratado de paz, formalmente conocido como “Acuerdo para llevar la paz a Afganistán entre el Emirato Islámico de Afganistán -que no es reconocido por Estados Unidos como Estado sino como los talibanes- y Estados Unidos de Norteamérica” consta de cuatro partes.
Se incluyen en el acuerdo dos reafirmaciones y garantías mutuas entre las partes. En primer lugar, garantía de que el suelo afgano no será utilizado por ningún grupo que amenace la seguridad de Estados Unidos y sus aliados.
En segundo lugar, el anuncio de un plan de trabajo para el retiro de todas las fuerzas estadounidenses y de la OTAN de Afganistán. Posteriormente, existe un compromiso de iniciar negociaciones entre los talibanes y representantes de Afganistán para el 10 de marzo próximo.
Un cese del fuego permanente será la base de las negociaciones dentro de Afganistán, junto con mecanismos de implementación conjunta y control mutuo de sus respectivos compromisos. Por su parte, las conversaciones dentro de Afganistán se constituyen en el fundamento para los acuerdos políticos de alto nivel respecto al futuro de Afganistán.
Los compromisos de EE.UU.
Estados Unidos y sus aliados se han comprometido con un plan de trabajo detallado para los próximos catorce meses.
Habrá una reducción a 8.600 soldados en las fuerzas estadounidenses en 135 días (cuatro meses y medio), junto a una reconfiguración gradual de las fuerzas de coalición en el país y el retiro total de cinco bases militares.
Estados Unidos, sus aliados y las Fuerzas de Coalición completarán el retiro de todas las fuerzas restantes de Afganistán en el curso de los nueve meses y medio restantes. También existe un compromiso de Estados Unidos de trabajar en medidas de desarrollo de confianza a fin de fortalecer la seguridad mutua entre las partes. Estados Unidos ha aceptado el compromiso de presionar al Gobierno de Afganistán para la liberación de 5000 prisioneros talibanes a cambio de apenas 1000 efectivos de las fuerzas de seguridad estatales retenidas por los talibanes y sus aliados.
Estados Unidos comenzará a trabajar en una reestructuración exhaustiva, así como en la reversión de las sanciones específicas en contra de los talibanes, tanto del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (OFAC) como las adoptadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Aunque Estados Unidos se ha comprometido a la retirada definitiva -no solo de las fuerzas militares, sino también de contratistas- en teoría ha hecho de esto una maniobra basada en condiciones, como explicó el secretario de defensa, Mark Esper, durante su reciente visita a Kabul. Estados Unidos iniciará un “proceso de monitoreo y verificación” para asegurar que los talibanes cumplan sus compromisos. En caso contrario -si no llegan a un arreglo político de buena fe con el Gobierno afgano- Estados Unidos no tendrá la obligación de retirar sus tropas.
Aquí se plantean algunos problemas, ya que el presidente Trump podría desautorizar a sus diplomáticos y ordenar una retirada, como ocurrió en Siria, independientemente de lo que hagan los talibanes.
Las ventajas de los talibanes
Los talibanes continúan sin reconocer formalmente al Gobierno afgano, al que consideran un “régimen títere”. Han rechazado el diálogo directo con funcionarios del Gobierno, y el acuerdo con Estados Unidos fomenta y justifica esta intransigencia. Es más, los talibanes no han repudiado a Al-Qaeda, solo se comprometieron -vagamente- a no dejar que el territorio afgano sea utilizado por quienes puedan amenazar a Estados Unidos y sus aliados. Si está en duda la voluntad de los talibanes de romper lazos con los grupos vinculados a Al-Qaeda, su capacidad de hacerlo lo está mucho más.
La cooperación entre los talibanes y Al-Qaeda siempre ha sido considerada una necesidad estratégica por parte de ambos grupos. Su lealtad mutua es fuerte: Al-Qaeda tiene un juramento de fidelidad con el líder de los talibanes, y los talibanes han preferido sacrificar su régimen antes que entregárselo al líder de Al-Qaeda, Osama bin Laden, después del 11/S. A la existencia de vínculos espirituales tan fuertes entre grupos se suma al apoyo en el campo de batalla. Muchos qaedistas muyahidines son incorporados a las filas y la estructura de comando de los talibanes, lo cual hace que cortar sus relaciones mutuas sea muy complicado.
De hecho, pese a la promesa formal de los talibanes de reducir la violencia, el grupo no es monolítico, sino que es una red tentacular con facciones de líneas extremadamente duras, que se muestran hostiles a un acuerdo con Estados Unidos y que podrían influir en la efectividad del cese al fuego.
Muchos sectores del Gobierno de Estados Unidos se sienten reconfortados por el hecho de que los talibanes consideren enemigo al Estado Islámico del Gran Jorasán (ISK, por su sigla en inglés) y hayan luchado en su contra. Esto significa que los talibanes evitarán que ISK utilice a Afganistán como base para sus actividades, siguiendo el razonamiento, haciendo suposiciones sobre una voluntad y una capacidad que están lejos de ser comprobadas.
Diplomacia desconcertada
No está claro qué ocurriría si no se produce un cese de la violencia o si los intereses, soldados o aliados de Estados Unidos son atacados. Como se vio en 2019, cualquier atentado en el cual la víctima sea un estadounidense podría llevar a suspender las conversaciones de paz -o no- dependiendo de la decisión del momento.
EE.UU. tiene asimismo un Acuerdo de Seguridad Bilateral con Afganistán, con una sólida coalición destinada a acabar con el terrorismo, y un compromiso de apoyar y capacitar a las fuerzas afganas de seguridad. El acuerdo está vigente hasta 2024, a menos que una de las partes le ponga fin con una notificación de dos años de antelación. No está claro cómo abordará Estados Unidos este acuerdo, dado que aun en caso de existir una notificación inmediata de planes para terminarlo, eso llevaría a EE.UU. a la fecha límite acordada con los talibanes para una retirada total.
Junto al acuerdo con los talibanes se realizó una declaración conjunta entre Estados Unidos y el Gobierno afgano.
La denominada Joint Declaration between the Islamic Republic of Afghanistan and the United States of America to bring peace to Afghanistan (Declaración Conjunta entre la República Islámica de Afganistán y Estados Unidos de Norteamérica para llevar Paz a Afganistán) consta de cuatro partes, a saber:
- la garantía de que los grupos terroristas no utilizarán el país para lanzar ataques en contra de Estados Unidos y sus aliados;
- un cronograma para el retiro de todas las fuerzas de EEUU y la coalición de Afganistán;
- un acuerdo político resultante de las conversaciones afganas internas;
- un cese al fuego permanente y global.
En la declaración conjunta, Estados Unidos “reafirma sus compromisos respecto al apoyo a las fuerzas de seguridad afganas a fin de desalentar y responder a las amenazas internas y externas, que están en consonancia con sus compromisos en virtud de los acuerdos de seguridad entre los dos Gobiernos. Este convenio abarca el apoyo a las fuerzas de seguridad afganas para evitar que Al-Qaeda, ISK y otros grupos terroristas internacionales o individuos utilicen el suelo afgano para amenazar a Estados Unidos y sus aliados.”
La declaración destaca que, luego del acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes, el actual nivel de la fuerza militar de EE.UU. y sus aliados ya no será necesaria para lograr los objetivos de seguridad, pero Washington también reafirma su compromiso de capacitar, equipar y apoyar a las fuerzas de seguridad afganas, de modo que puedan actuar y operar de manera independiente para defender al país de las amenazas internas y externas. El tamaño y composición de las fuerzas especiales y el aparato de inteligencia en el país para misiones antiterroristas es todavía confuso y controvertido, con Washington considerándolo necesario y el trato con los talibanes siendo poco claro sobre el tema, no mencionándolo de manera directa.
La dificultad del proceso político
Existe un compromiso estadounidense para contribuir al inicio de un diálogo intraafgano, pero ¿con quién? El presidente Ashraf Ghani fue eventualmente el ganador en las elecciones presidenciales, pero su principal oponente, Abdullah Abdullah, no reconoce los resultados. De modo que ni siquiera existe acuerdo en torno a la composición del lado del Gobierno en las negociaciones, lo cual es una debilidad que los talibanes ciertamente explotarán en un proceso de negociación intraafgano que ya se ve como una lucha cuesta arriba.
El negociador de los talibanes, Sher Mohammad Abbas Stanikzai, señaló que desde el 1 de marzo no habrá más guerra entre el Emirato Islámico de Afganistán y Estados Unidos, pero que aún se necesita un acuerdo general con las fuerzas de la “administración de Kabul” (término utilizado por los talibanes para referirse al Gobierno afgano). Agregó que no había posibilidad de negociación directa con el Gobierno de Ghani, porque no hay Gobierno, las elecciones no han sido transparentes, e incluso si lo hubiesen sido, la participación fue tan baja que pone en tela de juicio la legitimidad del resultado.
Entonces, los talibanes han condicionado el comienzo de las negociaciones a la liberación de los 5000 prisioneros talibanes por el Estado afgano. Una demanda que el presidente Ghani ha rechazado con indignación, recordando a los aliados estadounidenses que las decisiones sobre liberación de prisioneros es competencia del Gobierno afgano y no de los estadounidenses. Ghani insiste en que esta liberación de prisioneros sería algo que los talibanes deben negociar, y no algo que reciban como condición para entablar negociaciones.
Conclusión
La efectividad de los mecanismos de aplicación en el acuerdo de paz entre EE.UU. y los talibanes está clara, como así también lo están las dificultades inherentes al proceso de negociación que se vislumbra entre las partes.