European Eye on Radicalization
En su más reciente libro Contrarevolución: El ascenso global de la extrema derecha (Counterrevolution. The Global Rise of the Far Right), el profesor Walden Bello, académico y ambientalista de las Filipinas y Director Ejecutivo de Focus on the Global South (Enfoque en el sur global), proporciona un exhaustivo análisis histórico y teórico de los elementos y requisitos que propiciaron el ascenso de la extrema derecha durante la última década, tanto en occidente como en otras regiones.
En su opinión de distinguido experto en los movimientos de derecha, Bello explica: “Quizá mi posición pueda compararse adecuadamente con la de un virólogo absorto en el estudio de virus exóticos pero letales por razones científicas y comprometido en el desarrollo de una vacuna contra los mismos.”
El libro es una ampliación del artículo que el autor escribió originalmente atendiendo a una solicitud del Journal of Peasant Studies para escribir sobre el impacto de los movimientos autoritarios en sociedades rurales en el hemisferio sur, y este mismo trabajo fue publicado en el marco de la Serie sobre Campesinos y Cambios Agrícolas.
El punto de partida es que, ya sea que uno denomine a los movimientos bajo análisis como fascistas, como autoritarios o como populistas, no cabe duda que fuerzas iracundas, contrarias a ideales y prácticas democráticas liberales y adoptando el uso de la fuerza para resolver problemas sociales profundos profundamente arraigados, están aumentando a nivel global. Para lograr comprender las consecuencias de estas tendencias, necesitamos estudiarlos como protagonistas contrarevolucionarios que aprovechan estrategias específicas para hacerse del poder o, alternativamente, influir en la creación de políticas cuando no lo detentan.
Utilizando las nociones de “contrarevolución” y “contrarevolucionario”, el autor hace referencia a dos importantes tipos de movimientos políticos.
El primero es la clásica contrarevolución impulsada por la lucha de clases, que enfrenta a una clase menor insurgente comprometida con un movimiento revolucionario o reformista contra las élites.
El segundo tipo de movimiento está dirigido contra un régimen democrático liberal que es percibido como corrupto, incompetente e incapaz de cumplir con una reforma social o la seguridad individual,
Bello proporciona un sagaz examen de los principales mitos y narrativas de los movimientos de extrema derecha, que van desde ilusiones reaccionarias acerca de una era dorada del pasado, hasta la retórica centrada en orden, tradición, jerarquía, autoridad, disciplina y lealtad.
Al mismo tiempo, el autor es capaz de identificar las tendencias contemporáneas que caracterizan la actual ola de extrema derecha y acción contrarevolucionaria.
De forma muy hábil resume esas tendencias: “En un mundo que fluye continuamente, donde las demandas por emancipación e igualdad emergen de nuevos protagonistas politizados, los contrarevolucionarios abrazan la política de masas para promover sus objetivos, apelando a los niveles más bajos de la ciudad o del país, inflamando o manipulando el resentimiento contra quienes se ubican por encima, el temor hacia los que se ubican por debajo, y su alineación del mundo real.”
En lo que respecta a la estructura del libro, la primera parte es una profunda exploración histórica de las experiencias de seis países de contrarevoluciones llevadas adelante exitosamente por actores de extrema derecha – esto es, donde las fuerzas de la extrema derecha alcanzaron el poder o lograron hegemonía. La segunda parte incluye una disertación más teórica sobre las razones del ascenso de la extrema derecha en lo que también el autor denomina el Norte del mundo, es decir Europa y los EE.UU.
Los casos investigados en la primera parte se enfocan en los siguientes países: La Italia fascista, Indonesia, Chile, Tailandia, India y las Filipinas.
Analizando el caso del fascismo en Italia, Bello enfatiza el rol decisivo del área rural, subrayando la no muy conocida influencia de los intereses sobre la tierra en la promoción del fascismo.
En efecto, aun después de su ascenso al poder, los líderes fascistas predicaban que ellos eran la “Italia rural”, romantizando al campesinado italiano como los sucesores del antiguo agricultor-soldado romano. Con Benito Mussolini como el “Primer Granjero” del país.
Mussolini, quien había sido expulsado del Partido Socialista, vio una oportunidad para explotar el descontento de los trabajadores, compitiendo con los socialistas. Los soldados rasos de este movimiento eran principalmente miembros de la clase media insatisfecha.
Pese a todo, fue la “confluencia letal entre la necesidad de labor de los terratenientes y la búsqueda de acción sin sentido de la juventud de clase media” lo que determinó el éxito del movimiento.
El autor hace hincapié en otra dinámica que es igualmente típica en muchos movimientos de extrema derecha: sólo perpetuando la “situación revolucionaria” podía el movimiento fascista menoscabar el Estado liberal y mantener su puja por el poder político.
En el segundo caso de estudio el autor echa un vistazo a Indonesia, que es considerada por muchos como la excepción democrática en un Sudeste Asiático que se desplaza hacia el autoritarismo.
Los sucesos en Indonesia entre 1965 y 1966 son generalmente considerados como los casos más horrorosos de contrarevolución de la última mitad de siglo. Aún hoy se desconoce cuántos murieron en este pogromo social, pero se calcula un mínimo de 500.000 y un máximo de dos millones.
Al igual que en otras guerras civiles que desembocaron en la creación de naciones, los dos bandos en esta guerra se ligaban a intereses de clase básicos. La movilización política era progresivamente impulsada por las fuerzas del proletariado y el campesinado bajo un liderazgo personificado en el presidente Sukarno.
Del otro lado se tenía una alianza entre partidos que representaban los intereses de los terratenientes y el ejército.
La mayoría de las versiones coinciden en que este era u auténtico caso de contrarevolución dirigida desde la cima, llevada a cabo principalmente por el ejército. Asimismo, el asesinato de comunistas fue indiscriminado, teniendo por blanco no solamente a los líderes del partido sino también a las bases, llegando incluso hasta personas cuyo único crimen había sido votar por los comunistas.
Tras la experiencia de Indonesia, Bello pasa a analizar el caso de Chile en la década de los 70’s, donde, al igual que Indonesia, la reforma agrario fue un importante frente de batalla y la dinámica de los conflictos rurales estuvo íntimamente relacionada con la agenda de los partidos políticos.
Cuando la Unidad Popular (UP) llegó al poder tras las elecciones presidenciales de septiembre de 1970, se planteó la misión de conducir al país por el “pacífico camino constitucional del socialismo”. Poco tiempo después, la política nacional se vio polarizada con la UP en un extremo y una alianza contrarevolucionaria entre la élite, la burguesía y la clase media en el otro.
El derechismo buscó convencer a la clase media que el socialismo significaría una redistribución de la pobreza, su descenso hacia la clase obrera y la colectivización de los pequeños campos agrícolas.
Para fines de 1971, una fuerza contrarevolucionaria sin precedentes conformada por la clase media irrumpió en la escena política, con movilizaciones masivas caracterizadas por la presencia de los denominados grupos de choque, grupos paramilitares similares a los squadristi fascistas, que provocaron violentos enfrentamientos con los seguidores de la UP.
La cúpula militar bajo el mando de Augusto Pinochet lanzó un sangriento golpe de estado el 11 de septiembre de 1973, y bajo ese régimen se asesinó o provocó la desaparición a 3.065 personas, y otras 40.018 fueron torturadas o hechas prisioneras en la conocida matanza masiva.
Después de Chile, Bello regresa a Asia y se enfoca en Tailandia. En septiembre de 2006, los militares tailandeses derrocaron al Primer Ministro Thaskin Shinawatra, y un año después se celebraron las elecciones para conformar un nuevo gobierno civil. En mayo de 2014, ingresó nuevamente a la política expulsando al gobierno liderado por la hermana de Thaskin mientras se aprontaba para permanecer en el poder por un periodo de tiempo más largo.
Una vez más, el movimiento pasó de ser insurgente para convertirse en contrarevolucionario.
El siguiente caso de estudio echa un vistazo a India y lo que el autor denomina “la contrarevolución hindú y su recreación violenta de un pasado imaginario”.
Desde el punto de vista del autor, India es única en tanto brinda un fascinante, si bien perturbador, nexo directo entre un movimiento contrarevolucionario en marcha y el fascismo clásico de la Europa de principios de siglo.
La principal organización nacionalista de derecha hindú en India es la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), generalmente traducida al inglés como National Volunteer Corps (Cuerpo Nacional de Voluntarios).
Fue fundado en 1925, precisamente cinco años después de la fundación del partido nazi en Alemania. Quizá no sea para sorprenderse que las imágenes de los camisas negras fascistas y los camisas marrón nazi sean evocadas en los desfiles de las unidades del RSS.
Sin embargo, la inspiración fascista va más allá de uniformes y símbolos. El fascismo europeo tuvo una influencia ideológica directa sobre la Derecha Hindú y el principal ideólogo de la RSS, Vikayak Damodar Savarkar, quien declaró: “Sin duda Hitler sabe lo que sirve mejor a Alemania. El simple hecho que Alemania o Italia se hayan recuperado tan maravillosamente y se hayan hecho tan poderosas, como nunca antes, gracias al toque de la varita mágica nazi o fascista, es prueba suficiente de que estos “ismos” políticos fueron los tónicos más empáticos que su salud exigía.”
Según Bello, el actual Primer Ministro Narendra Modi es un admirador de Savarkar y comenzó su carrera política como organizador de la RSS, si bien no proporciona mayores detalles sobre ello.
Las Filipinas son el último caso de estudio perteneciente a lo que el autor define como el Sur. Bello resalta al Presidente Rodrigo Duterte en el panteón contrarevolucionario.
De acuerdo al escritor, Duterte, quien siempre contó con su base de apoyo entre la clase media, encaja en la categoría de fascista.
Explica que Duterte no es simplemente una reproducción de protagonistas del pasado, sino un “fascista original”.
Este es uno de los capítulos más interesantes del libro. Según Bello, Duterte, interpretando su mandato como un cheque en blanco para hacer lo que fuese necesario para “defender la nación”, ha revertido el modelo usual que sirvió para que los fascistas y los populistas autoritarios se hagan del poder.
Bajo el modelo convencional del fascismo subrepticio, la personalidad fascista comienza con la violación de derechos civiles y políticos, seguida por el ansia de poder absoluto, tras lo cual llega una represión indiscriminada.
Duterte, por el contrario, comenzó con una represión masiva e indiscriminada – esto es, la matanza impune de miles de drogadictos – dejando la violación de libertades civiles y el acaparamiento del poder total como una operación para “limpiar” la atmosfera social en que el terror neutralizaba en gran medida a la oposición. Bello llama a esta forma de acción una “blietzkrieg fascista” en contraste con el fascismo subrepticio.
Tras completar el examen de cada caso de estudio, Belo vuelca su atención al ascenso de la extrema derecha en Europa y los Estados Unidos.
El ascenso de la extrema derecha durante la última década dentro de lo que eran consideradas democracias estables ha sido uno de los golpes políticos más grandes de la última generación.
En tan sólo ocho años – de 2010 a 2018 – el mundo ha visto a la extrema derecha pasar de los pasillos externos del poder al centro mismo de éste.
En noviembre de 2015, Viktor Orban llegó al poder en Hungría, el partido Alternativ für Deutschland (Alternativa para Alemania) ganó 94 escaños de los 630 que componen al Bundestag (congreso) alemán en las elecciones de septiembre de 2017, y la Liga Antinmigrante – anteriormente Liga del Norte – llegó al poder en alianza con el Movimiento Cinco Estrellas en Italia como consecuencia de las elecciones de marzo de 2018.
No obstante, bajo su agudo análisis el autor proporciona una perspectiva clave: los partidos de extrema derecha descubrieron, que para llegar a ser un protagonista decisivo no necesitan ser el partido gobernante o siquiera formar parte de una coalición de gobierno; tan sólo con aumentar su cuota de votos significativamente, podrían empujar las políticas en dirección a la derecha, como fue el caso de Alemania el 2018, donde fueron capaces de forzar a Angela Merkel a retroceder en su política liberal hacia la inmigración.
En lo que respecta al acalorado debate sobre la noción de populismo, Bello claramente establece que los ejemplos precedentes de fuerzas de extrema derecha son populistas en la medida que por “populista” se entienda un estilo político para alcanzar directamente a la población y no depender de intermediarios como los partidos políticos. Desde este punto de vista, estos líderes son ciertamente populistas.
A su vez, el autor sostiene que usar la palabra “populista” para describir el contenido del programa de extrema derecha, en sentido de ser para el pueblo, tiene limitado valor: los movimientos de extrema derecha, si bien retóricamente son anti-elitistas y adoptan medidas a favor del pueblo, en realidad no buscan un cambio significativo en las estructuras de poder, mientras dirigen la ira y furia de la mayoría de la población contra los estratos más bajos de la sociedad, es decir las comunidades minoritarias, los inmigrantes.
Más aún, la extrema derecha se apropió de la agenda anti-liberal de la izquierda independiente y ganó la pugna, tanto contra la izquierda como contra la centro-izquierda, en torno al tema del déficit democrático en la Unión Europea, conquistando así el monopolio sobre una de las narrativas más poderosas de la Europa moderna.
La combinación entre el miedo a los migrantes, la alienación de la tecnocracia de la UE, y la preocupación por la pérdida de trabajos fueron traducidos por los partidos de derecha en un discurso conspirativo explosivo.
Según Bello, en los Estados Unidos existe en marcha un proceso psico-sociológico similar. Los arranques del ahora Presidente de los EE.UU. Donald Trump durante su campaña, acerca de enviar de regreso a México a sus criminales a través del Río Grande, fueron expresión de un temor más profundo compartido por la mayoría blanca, de acabar convirtiéndose en una minoría si no se redujese drásticamente la migración.
Según el autor, los movimientos y gobiernos de derecha en Europa y los Estados unidos podrán no ser contrarevolucionarios en el sentido de surgir principalmente de la lucha de clases, pero merecen dicha calificación porque son respuestas políticas fundamentalistas y exhaustivas a una gama de amenazas así percibidas por la gran masa de sus bases.
Las dinámicas de estos movimientos, aunque puedan parecer rudimentarias, son un impulso contrarevolucionario para restaurar el status quo imaginario.
Al cierre del libro, el autor incluye un comentario final acerca de la adopción en Brasil del presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro. En efecto, el libro fue concluido antes de su crítico triunfo electoral el 28 de diciembre de 2018.
Con un lenguaje provocador que glorificó la dictadura militar que se impuso en Brasil entre 1964 y 1985, amenazó con “exterminar” a la izquierda, apoyar a ejecución extrajudicial de presuntos criminales, y tachó a un miembro del parlamento de no ser digna de ser violada por él mismo, Bolsonaro – que ganó con el 56% de los votos – encaja fácilmente en la lista de gobernantes de extrema derecha del autor.
Tratando con los contrarevolucionarios, a quienes el autor describe como “teóricamente interesantes y políticamente peligrosos”, este libro resulta perspicaz, históricamente riguroso y notoriamente oportuno.