El 28 de noviembre en los Países Bajos, European Eye on Radicalization cooperó con LINKS Europe y The Hague Humanity Hub para organizar la cuarta serie de Conversaciones sobre Conflicto, las que tocaron varios aspectos de radicalismo en diferentes ubicaciones y condiciones de estabilidad.
La primera expositora fue Amanda Paul, una analista superior del European Policy Centre y coeditora de un reciente estudio llamado Armas y Gloria: Criminalidad, Encarcelamiento y Extremismo Yihadista en Europa. El estudio era un caso de estudio de diez personas de los Balcanes Occidentales, y la Sra. Paul habló sobre algunas de las lecciones de esta y sus otras investigaciones.
Primero, la Sra. Paul trató el problema complejo del a menudo invocado “nexo crimen-terrorismo”. Es cierto, ella mencionó, que un número de yihadistas holandeses que fueron a Siria para unirse ya sea al Estado Islámico (IS) o Al-Qaeda tenían antecedentes criminales. Pero no había evidencia de un vínculo sistémico entre el crimen organizado y el yihadismo, del tipo que existe entre sindicatos criminales en Europa y, por ejemplo, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Existe una cooperación transaccional donde sus necesidades se superponen- para adquirir armas, documentos falsificados y así sucesivamente- y no más.
Entrando en profundidad a los datos, y señalando que difícilmente puede ser concluyente a partir de una muestra de ese tamaño, la Sra. Paul menciona que los combatientes yihadistas extranjeros compartían varias características: por lo general eran hombres jóvenes, socialmente excluidos, de áreas con gran desempleo y bajos ingresos, muchos tenían problemas de salud mental o historial de abuso de substancias, cantidades significativas tenían parientes criminales o radicales o ellos mismos habían pasado tiempo en prisión y casi todos eran de familias disfuncionales.
Estos eran hombres que venían de “sociedades paralelas”, en ciudades europeas donde la integración no había tomado lugar y los predicadores salafistas habían tomado ventaja de su distanciamiento y la debilidad de las autoridades, que estaban tan paralizadas por el miedo a ser acusadas de “racismo” para hacer cualquier cosa cuando veían las tendencias negativas emergentes ante sus ojos.
IS y grupos similares vieron esta oportunidad para el reclutamiento. Los criminales tienen habilidades útiles para hacer funcionar una iniciativa terrorista- extorsión, conspiración y asesinato entre otras cosas. IS también aprovechó medios “más suaves” de encontrar una “entrada”, así como la controversia sobre el velo musulmán que hizo a tantos sentirse poco bienvenidos en los países que habían pensado que eran suyos.
Quizás ante todo, IS ofreció redención. Dijo a criminales menores y a personas cuyas vidas estaban a la deriva, que tenía un camino a la salvación, una forma de absolver a las personas de sus pecados pasados – concretamente, el yihad. IS incluso promovió este aspecto en su campaña de reclutamiento. “Algunas personas con los peores pasados crean los mejores futuros”, como decía una de las propagandas de IS.
El peligro por parte de los yihadistas no cesa después de que han sido reclutados. Aquellos que son arrestados plantean un problema separado en las prisiones, donde una cantidad de ellos fueron radicalizados en primer lugar. En Bélgica, Gran Bretaña y otros estados occidentales, el radicalismo en prisión se ha vuelto una seria amenaza, no obstante una muy poco entendida.
Hay muy pocos recursos destinados a siquiera evaluar el tamaño del problema del radicalismo en las prisiones occidentales. Las prisiones son muy pequeñas, demasiado repletas y el personal no está entrenado. Los Países Bajos han hecho algún progreso, al separar a los terroristas del resto, pero como siempre la mejor respuesta a la radicalización es la prevención.
Un Investigador Asociado del King Faisal Center for Research and Islamic Studies (Centro King Faisal para Investigación y Estudios Islámicos), Kamel al-Khatti, trabaja sobre movimientos izquierdistas y nacionalistas en la Península Arábiga, así como los movimientos chiitas en su provincia oriental nativa en Arabia Saudita.
El Reino Saudita se vio seriamente agitado por dos eventos en 1979, uno externo y otro interno, ambos que empujaron al país hacia un curso más reaccionario a medida que trataba de contener el caos que se expandía.
El triunfo final de la revolución islamista que duró un año en Irán, había derrocado la monarquía secular en enero, de modo que, teniendo al sah en exilio, los extremistas se extendieron al poder en un frenesí sangriento. Luego vino la toma de la Mezquita Haram en La Meca en noviembre de 1979 por un culto apocalíptico liderado por Juhayman al-Utaybi. Este último evento es frecuentemente confundido con el evento anterior- y ciertamente, ya que sucedió dos semanas después de que la Embajada de los Estados Unidos en Teherán fuera tomada por los nuevos agentes de la República Islámica, se confunde todavía más en la memoria colectiva. Pero los diseños de Juhayman estaban completamente separados a los de Irán.
Para tratar de mantener la línea contra estas nuevas corrientes de revolución islamista violenta y sectaria desde fuera, así como tendencias religiosas deformadas desde dentro, el estado saudita aumentó el poder y la influencia del clero, esperando educar a la población de manera correcta en la fe, y esto mayormente funcionó, con soluciones intermedias contra la incipiente modernización a medida que se reafirmó la ortodoxia.
Antes de este punto, no habían existido grupos chiitas sectarios clandestinos. La mayoría de los chiitas saudís se resistieron a las intromisiones de Irán, pero algunos no lo hicieron, con la creación del clon saudita de Los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) de Irán, Hizballah al-Hijaz, el grupo responsable por el bombardeo de Khobar Towers en 1996.
Los teóricos tales como Ali Shariati habían introducido una corriente marxista en la revolución iraní y esto tuvo un impacto en Arabia Saudita a medida que el régimen clerical en Irán, nacido de esta fusión marxista-islamista, exportaba su revolución. Muchos movimientos de izquierda en el Golfo simpatizaban con los islamistas como agentes de cambio, tal como lo habían sido en Irán- hasta que el nuevo régimen acabó con ellos, uno por uno.
El estado saudita fue golpeado después por un choque sistémico en 2003, cuando una rebelión yihadista sunita apareció liderada por Al-Qaeda. El estado comenzó con una respuesta de seguridad, aunque se adaptó rápidamente para traer todos los elementos de su poder para reprimir la rebelión. Las lecciones aprendidas, especialmente sobre las ciudades marginalizadas que habían engendrado la insurrección, fueron aplicables a través de la secta.
El expositor final fue Jonne Catshoek, el fundador y director de Elva Community Engagement, que se especializa en alcanzar- y adquirir información de- poblaciones difíciles de alcanzar atrapadas en conflictos. Catshoek se enfocó en el área del Lago Chad en Nigeria, donde el “Estado Islámico en África Occidental” (ISWAP) está ahora en ascenso, habiendo canibalizado al infame Boko Haram. Sólo en los puntos críticos de este conflicto, ECE podría llevar a cabo hasta 50.000 entrevistas este año.
Catshoek mencionó que la doble vía de la política- seguridad y desarrollo- permanece desconectada en un alarmante número de casos, Nigeria siendo uno de ellos, y esto debilita cualquier esperanza de un progreso a largo plazo. Para ponerlo de forma sencilla, no tiene caso construir escuelas que no puedan ser protegidas y no tiene caso deshacerse de un grupo terrorista en un área sin un plan para asegurar el periodo posterior.
La última parte- la fase de “resguardo”- depende de la relación entre los proveedores de seguridad y las comunidades sobre las que gobiernan, sin embargo en África esta relación rara vez es saludable. Es tan malo, que incluso en situaciones autopercibidas como “buenas”, las poblaciones notarán que las fuerzas de seguridad son brutales y rapaces- apenas un poco menos brutales y rapaces en comparación a alguna otra experiencia reciente que tuvieron. Esta relativa satisfacción es poca base para una paz durable.
Un ciclo familiar de desconfianza entonces toma lugar cuando los soldados- usualmente ajenos a las áreas que están resguardando, incluso si son del mismo país- rápidamente llegan a sospechar, no siempre sin buena razón, que la población sabe más de lo que realmente quiere decirles sobre las operaciones terroristas entre ellos. Entonces los servicios de seguridad comienzan a tratar a toda la población como sospechosa, si no hostil, y esto se va alimentando hasta que escala a la confrontación. Esto es peligroso ya que el arresto de un familiar o amigos es una de las más importantes razones para que la gente se una a los extremistas.
Los militares en cuestión usualmente son corruptos, como era de esperar ya que son muy mal pagados, y- considerando el genuino peligro del terrorismo- no es de extrañar que traten a la población con tanto desprecio, priorizando su propia seguridad sobre personas que, nuevamente, en la mayoría de los casos, no consideran como “suyas”. No existe indicador más importante en términos de contrainsurgencia que el estado de la relación entre las fuerzas de seguridad y la población. Pasos básicos como tener militares entrenados en ley de derechos humanos sería un largo camino para ayudar.