Petter Nesser es investigador senior del Grupo de Investigación sobre Terrorismo del Instituto de Investigación de la Defensa Noruega. Es autor de “Terrorismo islamista en Europa: una historia (“Islamist Terrorism in Europe: A History”. C. Hurst & Co. 2015).
Es politólogo, historiador y arabista formado en la Universidad de Oslo (UiO) y en la Universidad Americana de El Cairo (AUC). El Dr. Nesser ha dirigido extensas investigaciones sobre yihadismo europeo por más de una década, centrándose en las razones y las formas en que nacen las células terroristas y el modo en que operan.
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S.B.: Uno de sus artículos más recientes, publicado en Politico, está atrayendo mucha atención toda vez que toca un tema crucial: el error común de medir una amenaza terrorista en función al número de ataques perpetrados. En lugar de ello, Ud. sugiere que nos enfoquemos además en los planes desarticulados por las tareas antiterroristas. ¿Por qué cree Ud. que esto es imprescindible? ¿Debiera ello involucrar tanto a la comunidad contraterrorista europea como a la sociedad en general?
P.N.: Los ataques llevados a cabo son el remanente que queda luego que los servicios de inteligencia hayan cumplido con su trabajo de frustrar planes. Necesitamos incluir los ataques frustrados para tener una mejor comprensión de la amenaza. Si sólo observamos los ataques perpetrados, corremos el riesgo de no estar preparados para las amenazas del futuro.
Cuando comencé a estudiar el yihadismo europeo allá por el año 2003, no existían ataques, sólo planes frustrados. Estos planes me indicaban que algo se estaba preparando y que mostraban que los yihadistas buscaban atacar a los países europeos que se habían sumado a la “Guerra contra el Terror” conducida por los EE.UU. Entonces sucedió: Madrid en 2004 y Londres en 2005. Hubo un patrón similar desde 2011 hasta 2014 con relativamente pocos ataques, pero varios planes señalaban que algo estaba a punto de ocurrir. Entonces, luego del 2014, tuvo lugar la oleada de ataques vinculados con el Estado Islámico (EI).
Otra razón está en que centrándose únicamente en ataques perpetrados se distorsiona el análisis de las tendencias acerca de cómo los terroristas se organizan y operan. Por ejemplo, antes de los ataques a cafés, una sala de conciertos y un estadio de fútbol en Paris en noviembre del 2015, muchos creían que la amenaza en Europa consistía simplemente en “lobos solitarios” que llevaban a cabo ataques pequeños y simples por su cuenta. Sin embargo, cuando eché un vistazo a los planes frustrados durante los años previos a dichos ataques, había muchos planes de grandes células para realizar ataques complejos “estilo Mumbai” en Europa. Y entonces justamente un ataque de esas características tuvo lugar en Paris, en tiempos en que la capacidad de los servicios de seguridad europeos estaba exigida al máximo, debido al aumento de combatientes extranjeros europeos y a la crisis de refugiados.
Además, otra cosa que podemos aprender estudiando planes frustrados es que los combatientes extranjeros han estado más involucrados de lo que parece si sólo tuviésemos en cuenta ataques perpetrados. Los planes frustrados muestran que hay muchos casos en que combatientes extranjeros han intentado realizar los ataques tras su retorno o bien han dirigido a alguien a quien conocían en su país de origen para llevar adelante el ataque, mediante aplicaciones digitales encriptadas.
En cuanto a la pregunta acerca de si es o no imprescindible analizar planes frustrados, diría que lo es, tanto para los investigadores como para los especialistas en contraterrorismo. En lo que respecta a la sociedad en general, generalmente pienso que es mejor proporcionar tanta información y tan precisa como sea posible en relación a una amenaza, si bien aún me encuentro en conflicto al respecto. Conocer acerca de los planes frustrados puede acrecentar el temor y la polarización. También puede provocar un contagio si los extremistas se nutren de la información proporcionada.
En cualquier caso, es muy importante que los políticos entiendan que una disminución en los ataques no significa necesariamente que la amenaza esté desapareciendo. Existen muchas cosas en las que preferiríamos gastar nuestro dinero antes que en extremismo, pero si deseamos evitar futuras olas de ataques, mantener y fortalecer las medidas preventivas es crucial.
S.B.: El 2018, muchos países europeos desarticularon ataques y bloquearon planes bien documentados. ¿Podría Ud. darnos algunas cifras relevantes?
P.N.: ·Existen muchas cifras circulando, basadas en distintas definiciones e información. No existe una interpretación común sobre el tipo de incidentes que debe incluirse en las estadísticas, ni tampoco una base de datos oficial.
Yo tengo mi propio sistema para hacer seguimiento de planes terroristas, que he venido desarrollando desde el 2003. Reúno información sobre todos los planes que pueda encontrar mediante un monitoreo diario de los medios de comunicación, reportajes y otras fuentes, y sigo una cronología. Utilizando este método logro monitorear la mayor parte de planes, pero con seguridad paso por alto algunos.
Si voy a incluir algún incidente, debe existir información concreta sobre un ataque -o planificación de ataque- por parte de alguien que se considere que tiene motivaciones yihadistas. Debe existir también un cierto grado de planificación. Actos de violencia espontáneos por parte de extremistas o “crímenes de odio” no son algo que me interese.
Luego hago una evaluación cualitativa de la información sobre el autor, su blanco y la evidencia, dividiendo los planes entre casos bien documentados y otros más imprecisos. Baso mi análisis sobre los casos bien documentados. Los planes imprecisos son colocados en suspenso hasta verificar si surge más información para determinar si finalmente puedo incluirlos. Alguien podría también ver los casos bien documentados como una cifra conservadora. Si incluyésemos los casos imprecisos, obtendríamos un escenario muy pesimista en términos del alcance de las planificaciones.
Varias bases de datos registran planes terroristas yihadistas en Europa, pero las más grandes, como ser la Base de Datos de Terrorismo Global (Global Terrorism Database – GTD) comprende todo tipo de terrorismo y no incluye sistemáticamente planes frustrados. La información de GTD difiere mucho de la mía sobre Europa.
El “Informe de Europol sobre situación y tendencias del terrorismo en la U.E.” (EU Terrorism Situation & Trend Report) proporciona estadísticas basadas en lo que les reportan los Estados miembros. Incluye también planes desarticulados y descripciones de casos. Hace algunos años me di cuenta que la información de la U.E. difería de aquella que yo había reunido, pero últimamente mis datos parecen ser más similares a la información emitida por Europol.
Para el 2018 he contado 23 planes en total hasta ahora, de los cuales defino 12 como bien documentados y 11 como imprecisos. Han ocurrido seis ataques. En comparación, en 2017 conté 23 planes bien documentados, 23 planes imprecisos y 16 planes ejecutados, incluyendo los ataques en Manchester y Barcelona con resultados fatales. Éste último pudo haber sido mucho mayor si no hubiese sido por la explosión del sitio donde los terroristas fabricaban las bombas en Alcanar, atribuida a un error durante la fabricación de los dispositivos.
S.B.: Durante los últimos años, una tendencia unánimemente reconocida por los expertos en terrorismo y radicalización ha sido la simplificación gradual de los ataques. Los actos terroristas no requieren necesariamente planificación de largo plazo ni capacidades logísticas significativas. En concordancia con los conocidos llamamientos del fallecido portavoz de ISIS, Mohammed el-Adnani, los autores frecuentemente emplean armas simples como cuchillos o vehículos, y los planes pueden ser desarrollados por un único atacante por sí sólo. ¿Piensa Ud. que esta tendencia continuará caracterizando a las amenazas terroristas del futuro? ¿Se tornarán los ataques cada vez más simples?
P.N.: Bueno, puede ser que la mayoría de los ataques en el futuro cercano sean del tipo menor y simple, tal como son los ataques con cuchillo ejecutados por un único atacante, debido a las fortalecidas contramedidas europeas y a la derrota militar del EI. Sin embargo, una vez más, es importante considerar los planes frustrados para apreciar el amplio espectro de las posibles modalidades de ataque. Cuando en mi Instituto analizamos las tendencias a lo largo del tiempo, incluyendo tanto ataques perpetrados como frustrados, observamos que, si bien existe una tendencia hacia la simplificación de los ataques desde los últimos años de la década del 2000, también han existido planes para lanzar ataques a gran escala en todo este tiempo. Considero que los yihadistas prefieren trabajar en grupo y utilizar bombas en la medida que el marco de seguridad se los permita.
Si echamos un vistazo únicamente a los planes desarticulados el 2018, no cabe duda que quienes apoyan a EI han tenido la intención de perpetrar ataques a gran escala en Europa. El plan de un grupo de yihadistas en Países Bajos para atacar un evento público con rifles automáticos y granadas de mano mientras activaban un coche bomba en otro lugar es evidencia de ello. Dos planes para emplear el veneno de ricina para ejecutar ataques, uno detectado en Paris y el otro en Colonia, también indican que los terroristas no rehúyen de modalidades de ataque más complejas. Es cierto que EI y al-Qaeda han llamado a ejecutar ataques simples por parte de sus simpatizantes cada vez que enfrentaban presión y derrota militar. Esto ha contribuido a un relativo aumento de ataques a pequeña escala. Pero definitivamente los ataques a gran escala son todavía parte del panorama.
Existe un debate en curso acerca de si los yihadistas necesitan o no tener control territorial sobre un área para poder llevar a cabo ataques como aquellos de Paris en noviembre de 2015 y de Bruselas en marzo de 2016. Si bien existen pocas dudas de que el control territorial y los campos de entrenamiento ayudaron a armar las capacidades de al-Qaeda antes del 2001, y de EI antes del 2017, es importante recordar que al-Qaeda logró llevar a cabo sus ataque más importantes en Europa durante los años 2000, los ataques con bombas en Madrid y Londres, sin tener control territorial alguno.