European Eye on Radicalization
El pasado 23 de abril, el Geneva Centre for Security Policy (GCSP) organizó un seminario web sobre el tema: «El impacto del COVID-19 en el terrorismo global y el extremismo violento». En las observaciones introductorias se observó que los yihadistas salafistas han tratado de aprovechar la situación para alentar a las personas a convertirse a “su versión” del islam, al tiempo que alientan a sus propios partidarios a aprovechar la situación distendida de la seguridad en los Estados occidentales. Algunos ya lo han hecho: Abdel-Majed Abdel Bary, quien se creía que era el asesino «Jihadi John» del Estado Islámico (EI), entró a Europa con la distracción del coronavirus, con una mascarilla para evitar la detección. Mientras tanto, en los EE. UU. ha habido un aumento notable en las búsquedas online de contenido de extrema derecha, y la extrema izquierda está utilizando esta situación para reclamar contra los pilares políticos y económicos de las sociedades occidentales, a los que muestran como tiránicos. En esta terrible situación, una serie de expertos ofrecieron algunas ideas.
La Dra. Andreea Stoian Karadeli, investigadora visitante a la Universidad de Gales del Sur y miembro asociado del GCSP, argumentó que la falta de confianza y el miedo causado por el coronavirus es peor que el virus en sí, y esto es algo que los grupos como el EI han aprovechado. Las tres categorías de extremistas (yihadistas, extrema derecha y extrema izquierda) han utilizado este momento para reforzar su ideología, a menudo utilizando noticias falsas y teorías conspirativas.
En el caso del EI, fue decir que el virus es un castigo para los infieles. La extrema derecha ha apuntado hacia los asiáticos y extranjeros en general como la fuente del virus, así como a los judíos, que son en todas partes -y siempre- un objetivo. La extrema izquierda culpó a la naturaleza del sistema capitalista y afirmó que las cuarentenas implementadas para generar distanciamiento social y desacelerar la propagación del virus, para que los sistemas de salud no se vean colapsados, son en realidad complots del Gobierno para restringir las libertades. Con esta premisa, la extrema izquierda ha estado activa en llamar a ataques contra símbolos capitalistas.
Karadeli dijo que lo que es destacable, es que si bien estas tres fuerzas extremistas son oponentes nominales, todas se alinean en una intención retórica y estratégica, para generar desinformación que distorsiona la naturaleza de la realidad, para exacerbar los problemas preexistentes, incluida la distribución de recursos a nivel nacional, la cooperación de Estado a Estado a nivel internacional y para sembrar desorden.
Concluye Karadeli, que los tres deben ser tratados por igual, que se necesitan mejores índices para medir el terrorismo interno, que será necesaria una ofensiva contra la desinformación, y se necesitará una mejor investigación multidisciplinaria para detectar los vínculos entre estos grupos.
La Dra. Christina Schori Liang, directora de terrorismo y prevención del extremismo violento (PEV) en el GCSP, se centró en la amenaza de extrema derecha, que según ella había ido en aumento desde 2011 en los Estados Unidos, Europa y Oceanía, convirtiéndose en una amenaza global, y que ahora se había convertido en un hecho más serio por la pandemia. La expansión global de la extrema derecha ha sido posible gracias a la creciente disponibilidad de redes sociales y viajes baratos, así como a los eventos mundiales, desde la elección de Barack Obama y Donald Trump, el Brexit, los ataques del EI en Occidente y la ola de refugiados en Europa de 2015.
La extrema derecha ha desarrollado un modelo casi estereotipado para sus ataques, con un manifiesto, el intento de filmar el evento e informes posteriores a la acción, señalando lo que salió mal e incitando a peores ataques. Las características de estos entornos también son bastante reconocibles en este momento, desde el nihilismo hasta el humor juvenil, la creencia en la supremacía blanca y la convicción reciente de que el virus podría ayudarlos a llegar a la guerra racial que tanto anhelan.
La Dra. Liang destaca dos formas amplias de contrarrestar la extrema derecha, una temporal y una virtual. Dado que la extrema derecha, desea atacar abiertamente a «objetivos débiles» como hospitales y centros de culto, estos pueden endurecerse y el historial de haberlo hecho en Gran Bretaña, Francia y Suecia, es bastante bueno. Contrarrestar las narrativas que la extrema derecha usa para reclutar es mucho menos simple, pero una combinación de educación en Internet, operaciones contra la desinformación, verificadores de datos y una mayor vigilancia de la deep web pueden ayudar.
Christian Picciolini lidera el Proyecto de Radicales Libres, que ayuda a los jóvenes estadounidenses a separarse de los grupos de extrema derecha. Picciolini fue reclutado por los Skinheads del área de Chicago (CASH por su sigla en inglés) a los 14 años en 1987. CASH fue el primer grupo neonazi organizado en los Estados Unidos, y él permaneció dentro de la organización durante ocho años. En 1990/91, también creó una banda de música racista. Picciolini dice que fue una búsqueda de identidad, comunidad y propósito lo que lo llevó a CASH, y no la ideología. Picciolini afirma que en el proyecto de Radicales Libres a menudo encuentra la misma situación.
En términos de desradicalización, Picciolini aboga por tratar el extremismo como un problema de salud pública y “reparar la base de las personas”, a través de la terapia, capacitación laboral, coaching, etc. Para Picciolini, lo que lo sacó del grupo extremista, una atmósfera similar a un culto en su desconfianza hacia las fuentes externas, fue su contacto con los “grupos externos” que pensó que odiaba, y ver su humanidad a través de sus esfuerzos para demonizarlos. Esto ha permitido a los Radicales Libres “desconectar” a 300 personas de grupos de la extrema derecha, dice Picciolini.
El coronavirus ha proporcionado una tormenta perfecta para los grupos extremistas, con su incertidumbre y miedo, dice Picciolini. Ya hay activistas y propagandistas que se han puesto a trabajar, llamando a la pandemia el “virus chino”, que Picciolini considera es un insulto racial en lugar de una descripción de sus orígenes, y la extrema derecha también está utilizando la misma narrativa que la extrema izquierda, afirmando que el Gobierno de los Estados Unidos está quitándoles sus derechos.
Algunos de los que han comenzado la agitación de extrema derecha son una amenaza insignificante en un sentido terrorista, como el conocido y fastidioso Alex Jones, otros representan una amenaza de violencia política (generalmente en simbiosis con la extrema izquierda) como los Proud Boys, y luego están los grupos tipo milicia como los Oath Keepers y Three Percenters (3%ers), que son potencialmente más problemáticos, ya que van armados a sus protestas e intentan intimidar a las personas que están alrededor del lugar.
Picciolini concluye señalando que todos los grupos de extrema derecha están ligados a un antisemitismo virulento, que en el caso más reciente ha tomado la forma de decir que los judíos son la verdadera plaga y muestran imágenes de ratas con la estrella de David. Estos grupos se están diversificando en sus estrategias de reclutamiento, buscando en sitios web de juegos e incluso sitios web médicos, particularmente para personas autistas.
Jean-Paul Rouiller, jefe del Grupo de Análisis Conjunto de Terrorismo (T-JAG por su sigla en inglés) dentro del GCSP, habló sobre la comunicación, que es «la sangre vital de los grupos terroristas». Las diversas estrategias de mensajería han sido muy interesantes.
Al-Qaeda publicó un documento dirigido a sus propios dirigentes y a externos, ofreciendo una visión del mundo fundamentalmente religiosa, explicando que el virus ha afectado a los no creyentes. El EI, en su periódico semanal Al-Naba, dijo lo mismo y ofreció consejos para enfrentar la pandemia. Rouiller señala que, junto con estas declaraciones oficiales, hay “divulgadores” no oficiales e incluso creadores. Nuevamente esto se aplica a todos.
La extrema derecha les dijo a sus partidarios que compraran hachas o gas pimienta, y circularon instrucciones para la impresión en 3D de un arma de fuego. Mientras tanto, la extrema izquierda ha dicho a sus partidarios que “la lucha no está en la cuarentena” y continuaron impulsando sus narrativas sediciosas que echan la culpa inmerecidamente a las sociedades que les dan refugio, a diferencia de la extrema derecha que culpa a los extranjeros.
Todos estos grupos han tenido que intentar elaborar un mensaje que pueda incitar e inspirar a las personas, han tenido que descifrar cómo comunicarse con las personas y también capacitarlas online, y todos ellos impulsan el envío de mensajes destinados a infundir miedo y llevar a la sociedad al caos y al colapso.
Jean-Pierre Keller, analista senior adjunto del T-JAG, se centró particularmente en el noreste de Siria, donde 600.000 personas aún están desplazadas después de la caída del califato, y las fuerzas kurdas, que son extremistas políticos, están reteniendo a 10.000 prisioneros del EI, así como también a decenas de miles de personas inocentes en los campos de Al-Hol y Al-Roj.
Hay 40 respiradores artificiales en toda la zona, los centros de salud están abarrotados y hubo pánico cuando el virus comenzó a extenderse porque, entre otras cosas, ya era difícil mantener una buena higiene antes de que todo esto comenzara. El EI, al ver la oportunidad, alentó una escalada de la actividad insurgente, aprovechando las condiciones corruptas e inadecuadas que las milicias kurdas han creado, y cuando Occidente retrocedió para hacer frente a su agitación interna, se infiltraron en las comunidades locales, organizaron fugas carcelarias de yihadistas y erosionaron lo que queda de la capacidad occidental de recopilación de inteligencia.
Keller concluye que no está claro si el EI actuará de la misma manera a nivel global, ya que sus wilayats extranjeros («provincias» o sucursales) podrían sufrir una falta de comunicación debido a la necesidad de los líderes de distanciarse, o posiblemente tomará el rumbo en África, donde el EI ha intensificado su presión sobre los Estados opositores durante su época de fragilidad y caos.
Munir Zamir, asesor contra el terrorismo y contra el extremismo violento (CEV) y candidato a doctorado en la Universidad de Gales del Sur, concluyó la sesión hablando sobre cómo las redes particularmente yihadistas e islamistas están mirando hacia el futuro, hasta el punto en que la crisis del coronavirus se acabe. Por ahora, los actores no estatales violentos han sido sorprendidos tan desprevenidos como las democracias occidentales que intentan destruir, pero son más pequeños, y por lo tanto, es probable que alterar su estrategia sea más fácil que las de las grandes burocracias.
Dicho esto, los grupos extremistas tienen trabajo que hacer solo para mantener su terreno. Tienen que explicar cómo se relaciona su causa con el coronavirus para mantener a su audiencia comprometida. El uso de teorías de conspiración, narrativas de agravios y opresión, y en algunos casos “narrativas de acción”, es decir, actos terroristas, estarán entre las opciones. Algunos grupos se readaptarán en parte o en su totalidad, y si el virus ha interrumpido sus planes, logística, esfuerzos de reclutamiento y/o capacidad en los medios, el grupo podría tener que pasar por un cambio de imagen total.
Los grupos extremistas no solo tienen que gestionar las consideraciones institucionales. Las personas también cuentan, y los grupos tienen que hacer frente a sus realidades en algún punto. Si sus simpatizantes y sus miembros temen por sus vidas todos los días, el grupo debe tener esto en cuenta al involucrarlos y trabajar en aumentar su motivación y darles apoyo, ya sea pasivo o activo. En definitiva, los grupos extremistas también están formados por humanos.