En la novela Engleby de Sebastian Faulks, una escena clave se desarrolla al inicio, durante una entrevista universitaria. Su protagonista es un candidato que está siendo entrevistado y a quien se le pide hacer una comparación entre los trabajos de T.S. Eliot y D.H. Lawrence. Engleby, un joven duro y arrogante, no cree que haya mucho por comparar.
“Pensé que estaba bromeando”, declara. “Un banquero estadounidense interesado en los ritmos de la liturgia anglicana y el hijo de un minero que desea escapar de Nottingham[.] … ¿Compararlos? … Respondí refiriéndome a su uso del verbo, intentando hacerla sonar como si hubiese sido una pregunta racional.”
En cierto modo, el propio Engleby se asemeja a Lawrence. Ambos pueden ser considerados astutos pero también brutales, y en ambos puede encontrase el deseo de escapar de las circunstancias materiales y del historial de clase, definidos desde la cuna.
“Puedo lidiar con la realidad tal como es”, declara más adelante Engleby. “El pobre anciano Eliot pensaba que los humanos no podían soportarla mucho. Pero yo puedo tolerar tanto como estés dispuesto a arrojar sobre mí. O por lo menos tanto como D.H. Lawrence.”
En la novela, el deseo de Engleby por confrontar la realidad lo conduce a menospreciar a sus contemporáneos, y más tarde hacia una violencia alarmante. Lawrence sentía el mismo desprecio hacia la gente con la cual creció. Tal sentimiento condujo a sus pensamientos más íntimos, expresados en un lenguaje privado, muy cerca del fascismo.
“No creo ni en la libertad ni en la democracia. Creo en la autoridad real, sagrada e inspirada”, escribió Lawrence a un corresponsal. A otro declaró “dejemos atrás esta torpe forma de gobierno y esta idea de control democrático. Sometámonos a la certeza de que los aristócratas y los plebeyos nacen, no se hacen. Algunos son aptos para gobernar, y algunos son aptos únicamente para ser gobernados.”
Tanto Engleby como Lawrence eran personajes difíciles, cuya inteligencia les provocaba disgusto por aquellos entre quienes vivían, lo que más tarde se transformaría en desprecio. Sentimientos de este tipo pueden proporcionar una motivación importante para la radicalización, lo cual es algo bien sabido por quienes buscan propagar perspectivas extremas.
Una parte del panorama es la forma en cómo los extremistas encubren sus ideas bajo una falsa grandeza. Una guía de estilo producida para los suscriptores del Daily Stormer, una conocida publicación neonazi, sugería que no existe “demasiada exageración”.
“Aun cuando una persona diga ‘esto es ridículo’, se verá influenciada por ello a nivel emocional”, sugiere el autor de la guía. Señala que los escritores deben “referirse a los adolescentes que son arrestados por mensajes racistas en Twitter como ‘nobles combatientes de una guerra divina por proteger la herencia de sangre de nuestros ancestros sagrados’.” Incluso el absurdo evidente de esta redacción brinda notoriedad a una actividad extrema que, si se repite de manera lo suficientemente frecuente, logrará atraer a quienes ansían tener una causa noble y un manto heroico.
Por su parte, la retórica y las ideas de extrema derecha pueden propagarse mientras se adhieran a sentimientos de autorealización y autoaprendizaje. Una reciente investigación del New Yorker sobre el grupo británico de extrema derecha Acción Nacional (National Action) proporcionó evidencia sobre la cultura pseudointelectual de la organización. Robbie Mullen, el sujeto de análisis, es descripto como un chico “brillante” cuya “educación fue truncada [;] que durante nuestras conversaciones por momentos carecía del vocabulario necesario para expresar pensamientos y sentimientos complicados”. La educación formal de Mullen fue inconsistente y se vio inmerso en un contexto que su madre consideraba inadecuado. Careciendo de buena educación y de conocimientos, al finalizar la escuela, solo consiguió trabajos que no requerían habilidades.
La falta de educación formal de Mullen le permitió abrirse hacia el grupo radical al que finalmente acabó uniéndose. Entre un entorno poco interesante y relaciones que presentaban un pobre desafío, la visión global racista de National Action se presenta como una educación perversa en sí misma, en la que “miembros más consolidados del grupo educaron a Mullen en lo que parecía una sofisticada visión del mundo”, de resentimiento racial y radicalismo político.
Los métodos de difusión de National Action incluían la revista cómica -disfrazada de intelectual- titulada Attack y sus líderes describieron el centro de su organización no sólo como apoyado en sus miembros, sino además en “sus ideas”. “Enseñando” a personas socialmente inadaptadas y con poca instrucción como Mullen, los grupos radicales pueden adoctrinar bajo la apariencia de estar educando. Mientras que sus políticas públicas proporcionan una causa directa y su compromiso con la acción brinda una motivación, otros factores -más sutiles- pueden atraer a aquellos que están aburridos o que sienten atracción por agresivas políticas pseudointelectuales.
Matthew Collins, quien es actualmente una figura relevante de la organización antiextremista Hope not Hate (Esperanza, no odio), comenzó su participación política como un joven atraído por la extrema derecha. “Durante la secundaria, Collins se convirtió, según palabras de sus profesores, en ‘racista’ y ‘abusivo’. En la biblioteca, empezó a investigar al National Front (Frente Nacional) y a otros grupos fascistas”. Estas investigaciones condujeron a un muchacho, más tarde descrito en las memorias de Collins como “sin dirección” y “aburrido”, hacia una abierta radicalización.
El aburrimiento y el deseo de desafíos encajan con otro tema común: el deseo de mejorarse a sí mismo en su sentido más amplio. En foros y plataformas online tales como 4chan, que brinda puntos de encuentro para opiniones apartadas de las corrientes ordinarias, quienes publican pueden discutir sobre diversos temas, desde cómo mejorar el gusto propio o de terceros en materia de libros y películas, o mejorar su condición física, tan fácilmente como compartir material claramente radical. La gran mayoría del material compartido en estos sitios web es casi inocuo, si bien extrañamente específico y raro. Todo, en otras palabras, diseñado tanto para escapar del aburrimiento como con cualquier otro objetivo.
Pero las cosas pueden, y muy posiblemente lo hagan, llevar un extraño tono entre líneas en estas comunidades, definidas tanto por su recelo y vulgaridad, como por cualquier otra cosa.
Las discusiones sobre acondicionamiento físico, por ejemplo, no estarán enteramente libres de extraños mensajes entre líneas. No sólo discutirán usuarios sobre su deseo por mejorar su atractivo; otros, ya sea de manera irónica o sincera, comentarán sobre su deseo por ponerse en forma para la guerra racial que afirman estarse aproximando. Hasta estas plataformas contienen aspectos del espíritu de los sectores políticamente más extremos, y sirven como algo parecido a un anexo a la búsqueda más amplia de políticas extremas. En las plataformas dedicadas a la literatura, es más probable que se recomiende el canon occidental que los trabajos del intelectual fascista Julius Evola. Y no obstante, en la búsqueda por leer libros, es posible que se induzca a los visitantes a leer las biografías del fascista británico Oswald Mosley o de Huey Long -el gobernador populista de Louisiana- trabajos que complementan discursos más radicales sobre raza y nación.
El deseo por mejorarse a sí mismo y la autoformación puede conducir al lector incauto por caminos extraños y poco comunes, todos nacidos de un deseo -como lo muestra Engleby- de ver la vida como lo que es realmente. Este deseo tiene consecuencias poco agradables. Puede encaminar a algunos a buscar instruirse en asuntos alejados de las corrientes ordinarias, ya sea política radical u odio. Su búsqueda puede causar que otros desarrollen menosprecio hacia sus semejantes, como lo hizo Lawrence, y decidir, tras años de esfuerzo intelectual, que la mayoría de las personas merece ser gobernada en lugar de detentar el poder.
De todas maneras, dado su deseo por escapar de su historial provinciano a través de conocimiento de todo tipo -intelectual y sensorial- no es sorpresivo que la política de Lawrence se haya desarrollado de la forma que lo hizo. Para él, un muchacho de clase trabajadora, provinciano, torpe e inteligente, fue más fácil convertirse en un ser despectivo, toda vez que Lawrence -en su opinión- se había mejorado a sí mismo, pero encontraba que sus pares prácticamente se encontraban en las mismas condiciones en que los había dejado.