Kyle Orton, analista de investigación centrado en Siria
Muchos años atrás, Al-Qaeda tomó la decisión estratégica de abstenerse de participar en operaciones terroristas en el extranjero, retomando un enfoque para integrarse a conflictos locales más cercanos y alejándose así de espectáculos globales. Las violentas campañas de 2014 a través de Irak y Siria realizadas por la facción rebelde iraquí que otrora perteneciera a Al-Qaeda, el Estado Islámico (ISIS), brindó oportunidad e incentivos adicionales a favor de los replanteados esfuerzos de largo plazo. Sin embargo, recientemente se han presentado signos de un vuelco de regreso hacia operaciones de terrorismo en el exterior, precisamente cuando ISIS sufre un revés y Al-Qaeda tiene la oportunidad de reafirmar su dominio en el escenario jihadista,
Tómese en caso de Samiun Rahman, ciudadano británico de origen bangladesí, que está siendo juzgado en India por crímenes relacionados con terrorismo. El caso de Rahman recobró atención gracias a The Sunday Times. Rahman, de 28 años, creció en un departamento de los servicios municipales cerca de Gray’s Inn Road en Bloomsbury, en el centro de Londres.
Según el The Sunday Times, Rahman se radicalizó el 2010 mientras se encontraba en prisión por delitos no relacionados con terrorismo. Tras su liberación, Rahman empezó conduciendo taxis, oficio que mantuvo hasta que partió rumbo a Siria a fines del 2013, uniéndose a la entonces facción de Al-Qaeda en el país, Jabhat al-Nusra. Al-Nusra es actualmente conocida como Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) y aparentemente habría cortado su relación de subordinación con Al-Qaeda “central”.
Rahman empleaba los kunyas “Ibn Hamdan Miah” e “Ibn Hamdan al-Bengali”. Pasó cuatro meses en Siria con Al-Nusra, antes de poder regresar a Reino Unido. Cuando fue interrogado, declaró ser un trabajador humanitario. Tal como lo hace notar The Sunday Times, Rahman publicaba material en Facebook bajo el pseudónimo de “Miah”, demostrando claramente su militancia. Pero esto pasó desapercibido por las autoridades.
Hacia marzo del 2014, Rahman logró viajar a Bangladesh utilizando su pasaporte británico, donde fue arrestado seis meses más tarde mientras intentaba reclutar jihadistas para ser enviados a Siria. Rahman fue acusado erróneamente en ese momento de pertenecer a ISIS, justo después que el “califato” de dicha agrupación fuese declarado. Liberado de la prisión bangladesí en abril de 2017, Rahman fue arrestado en India en septiembre de 2017. Y es aquí donde el tema se pone interesante.
Los medios locales reportaron en ese entonces que a Rahman le había sido “encomendada … la tarea de reclutar a refugiados rohinyas de la India” y recaudar dinero por el líder de HTS/Al-Nusra, Ahmad al-Shara (Abu Muhammad al-Jolani). Rahman confesó haber ingresado a la India en julio de 2017, y reclutado doce personas que debían ser enviadas a la frontera con Birmania, donde el ejército efectuaba una limpieza étnica contra los musulmanes rohinyas.
India mantiene que Rahman ingresó al país siguiendo órdenes de Al-Shara “para preparar una célula terrorista en Delhi que lleve a cabo sus ataques y para reclutar musulmanes en Cachemira y en la vecina Birmania aprovechando la tensión en la región”, según el The Sunday Times.
Días antes que Rahman fuese arrestado, Al-Qaeda publicó una importante declaración intentando capitalizar la situación birmana, presentándose a sí misma como guardiana de una población musulmana abandonada por el mundo.
Las implicaciones de los cargos presentados contra Rahman son potencialmente profundos.
La estrategia de integracionismo regional de Al-Qaeda se ha tornado más pronunciada con los años desde el 2014, alcanzando su cúspide en Siria bajo el
liderazgo de Al-Shara — si bien incluso entonces Al-Qaeda mantuvo una robusta red transnacional dentro de Turquía y el Golfo. HTS/Al-Nusra ha asegurado su dominio sobre los restos de la insurgencia siria, que se halla ahora estratégicamente derrotada y se concentra en la provincia noroeste de Idlib, nominalmente patrullada por Turquía y rodeada por todos los flancos.
La única forma concebible en que HTS no sea sometida a un ataque total y abierto, y Turquía no se vea desestabilizada por una oleada de refugiados, está en que HTS logre convencer al mundo exterior que su severo sistema de gobierno islámico no representa ningún peligro más allá de los límites de la provincia de Idlib. El caso de Rahman amenaza dicha narrativa, y no se trata de un caso completamente aislado.
El Servicio de Seguridad Federal (SSF) de Rusia sostiene que los ataques de abril de 2017 perpetrados contra el metro de San Petersburgo, y el intento de ataque simultáneo contra el metro de Moscú, y el desbaratado plan de Día de Mayo de 2016, fueron dirigidos por Al-Nusra desde Siria. Si bien las declaraciones oficiales de los servicios de seguridad rusos difícilmente pueden ser tomados en serio, sobre todo en lo que respecta a Siria, existe evidencia mucho más creíble desde los EE.UU.
Abdirahman Sheik Mohamud fue acusado por un Gran Jurado por dos crímenes relacionados con terrorismo y un cargo por mentir durante la investigación en abril de 2015, y condenado en enero de 2018. Durante el juicio se reveló que Mohamud había “admitido viajar al extranjero … y recibir entrenamiento por parte de terroristas”, específicamente Al-Nusra, y también “admitió haber regresado a los EE.UU. planeando perpetrar ataques en suelo estadounidense.”
Quedan muchas preguntas sobre cuán cercana fue la dirección de Al-Nusra sobre Mohamud, hasta qué nivel su misión había sido autorizada, y si éste era para ellos descartable. Cualesquiera sean las respuestas, éstas violan los compromisos contraidos en la primera entrevista de Al-Shara, en cuanto a que las áreas bajo el control de su organización no serían utilizadas “como base para lanzar ataques contra Occidente”.
Mientras ISIS acaparaba los titulares y mantenía ocupados a los servicios de seguridad de Occidente intentando someter al mundo entero en una sola movida, Al-Qaeda ajustaba su estrategia y se la jugaba por el juego a largo plazo. El colapso del “califato” de ISIS difícilmente será el fin, incluso de los ataques externos, que continúan desde Francia pasando por Afganistán y alcanzando las Filipinas. Pero el impulso del terrorismo global de ISIS muy probablemente quedará reducido por el momento, mientras se recupera y lleva adelante su guerra de guerrillas en Irak y Siria.
Esto proporciona una ventana para Al-Qaeda, armada con una poderosa narrativa de “se los advertí” respecto a la conveniencia de declarar un califato, para retomar de esta manera la agenda jihadista. Este impulso a su legitimidad — la apariencia de Al-Qaeda como la facción jihadista adulta y seria — sin duda estimulará el reclutamiento.
En términos más materiales, Al-Qaeda y sus derivaciones capearon la tormenta de ISIS en zonas cruciales como Siria, Yemen, y gran parte del Maghreb, atrincherados de tal manera que resulta difícil separar a los jihadistas de las dinámicas locales — y prácticamente imposible atacarles en represalia si una de estas zonas es empleada para atacar a Occidente.
Si Al-Qaeda decidiese incorporar a las operaciones externas a su plan por la hegemonía jihadista, todo parece indicar que podrán hacerlo.
El escándalo nacional en Reino Unido por el caso de Shamima Begum se debió a que el gobierno manejó el problema de los combatientes que regresaban de manera muy pobre. Sólo 40 de 400 terroristas de regreso han sido procesados, lo que demuestra la seriedad del problema, como lo hizo también la facilidad con que Rahman cruzó el Reino Unido. Aun así, ese hecho sugiere también que Al-Qaeda todavía no ha virado por completo hacia un terrorismo enfocado en Occidente: en el pasado, un operativo como Rahman con seguridad habría sido enviado a Reino Unido por Al-Qaeda, y en lugar de ello fue despachado al subcontinente.
Pero incluso un enfoque más regional por parte de Al-Qaeda es motivo de preocupación. Por momentos Al-Qaeda pareciera querer explotar el enconado ambiente sectario para presentarse como un aliado práctico para los países del Golfo y Turquía. Al-Shara sin lugar a dudas alberga intenciones de ganar auspicios — y protección — estatales para HTS si puede. Estos pactos son siempre más peligrosos para los estados que los aceptan, y estos casos recientes dejan entrever que Al-Qaeda mantiene la capacidad para dispersar operativos a lo largo de Medio Oriente y Asia, para colocar a sus agentes en posición si y cuando decidiesen reiniciar sus ataques contra los intereses de Occidente y de sus aliados.