Luego que el líder del Estado Islámico (ISIS) Abu Bakr al-Baghdadi declarase en la Gran Mezquita de al-Nuri en Mosul a mediados del año 2014, proclamándose a sí mismo “Califa Ibrahim” y a las áreas bajo control de su grupo en Irak y Siria como un califato renacido, miles de combatientes extranjeros jihadistas (CEJ’s) se vieron atraídos desde distintas partes del globo, muchos de ellos trayendo a sus propias familias. ISIS, conocido en la región por su sigla árabe Daesh, ya ha perdido control sobre gran parte de su llamado califato, con apenas algunos enclaves territoriales bajo su control alrededor del pueblo de Baghouz en la provincia Deir al-Zor al este de Siria. En Baghouz se halla apertrechado un pequeño número de miembros recalcitrantes leales a Daesh, cuya resistencia sucumbirá pronto bajo la presión de las fuerzas terrestres kurdas y los ataques aéreos de la coalición liderada por los EE.UU., según el Presidente de los EE.UU. Donald Trump.
La pregunta de qué hacer con los cientos de CEJ’s capturados de nacionalidad europea es objeto de intenso debate en los medios de prensa mundiales. Pero al parecer el impacto de liberar a los CEJ’s africanos capturados, quienes podrían regresar a un continente más vulnerable y más expuesto al peligro que Europa, debido a las limitadas capacidades técnicas y estructurales de los Estados africanos, ha sido ignorado. Un flujo de combatientes extranjeros de regreso (CER) representa un mayor riesgo de inestabilidad para la propia África, que ya se destaca como una región fértil para jihadistas tanto de Daesh como de Al-Qaeda, y otros más.
Durante el apogeo del llamado califato de Daesh, muchos Estados de la Unión Europea y de África no hicieron suficiente para evitar que sus ciudadanos más vulnerables tuviesen acceso al material de propaganda de Daesh en línea, ni para cortar tácticas de reclutamiento cara a cara más tradicionales. Los sujetos radicalizados y sus familias fueron capaces de emprender el viaje hasta Levante para unirse a Daesh, convirtiéndose en combatientes, en novias, o en misioneros ideológicos y religiosos. En algunos casos, principalmente en el de Rusia, las entidades estatales no sólo desviaron la mirada, sino que incluso alentaron a jóvenes que mostraban señales de extremismo y de apoyo a la ideología retorcida de Daesh, para viajar a áreas controladas por los terroristas. Estos Estados esperaban que se tratase de viajes de una sola vía que eliminase un problema de seguridad interior.
La creencia que aquellos que viajasen para vivir en el llamado califato de Daesh no querrían retornar, o que morirían allá, era común en muchos gobiernos. Esta creencia no era falsa: el temido flujo de CER’s y sus familias tras el colapso del pseudo-estado de Daesh no se cumplió, y muchos otros CEJ’s murieron. De entre los CEJ’s sobrevivientes, muchos permanecen en el área, algunos dentro de los límites del del “califato” en ruinas y otros desplazados, ya sea actuando como células durmientes e insurgentes, ya capturadas por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) lideradas por los kurdos y apoyadas por Occidente. Los Estado de Europa y África que “exportaron” esos CEJ’s enfrentan ahora la poco envidiable tarea de preparar la repatriación de sus ciudadanos radicalizados, endurecidos por el combate, desde las improvisadas prisiones de las FDS.
Como resultado de la “guerra contra el terrorismo” enfocada hacia el corazón de Daesh en Irak y Siria, se estima que más de 800 CEJ’s europeos se encuentran bajo custodia de las FDS. Esta cifra no incluye a los CEJ’s de Daesh que mantienen operaciones de guerrilla contra varias de las autoridades regulares en Siria e Irak. Tampoco incluye a los más de 700 “novias jihadistas” y 500 niños que viajaron al llamado califato y se encuentran viviendo ahora en campos rudimentarios para personas desplazadas internamente (PDI’s).
Lo que sucederá con los CEJ’s y sus familias:
El Presidente de los EE.UU. Donald Trump ha declarado que las fuerzas de los EE.UU. y de la coalición pronto liberarán a los últimos territorios bajo control de Daesh, y que tras ello planea retirar rápidamente las “botas en terreno” y muchos otros recursos físicos estadounidenses en la región. Ha invitado a los Estados de la Unión Europea e indirectamente a otros a asumir su responsabilidad por aquellos ciudadanos que se unieron a Daesh y ahora se encuentran en prisiones de las FDS.
La retención de los CEJ’s está agotando los recursos de los EE.UU. y de las FDS en Siria. Mientras que esta presión aumenta sobre los EE.UU. y las FDS, otras naciones no están cumpliendo con las expectativas en compartir la carga. Trump ha insinuado que existe un riesgo potencial que los ideólogos jihadistas de línea dura, experimentados y entrenados vayan a ser liberados. De forma similar, en un intento por convencer a Estados de la Unión Europea, africanos y otros para que actúen de manera consecuente, las FDS han declarado que no pueden mantener control indefinido sobre los CEJ’s capturados, y que están seriamente preocupados que los jihadistas vayan a escapar de los campos y salir hacia el extranjero.
¿Qué deberían hacer los Estados africanos con su cuota de jihadistas capturados?
El prospecto de traer de regreso a casa a CEJ’s de línea dura y potencialmente peligrosos, junto con sus novias adoctrinadas y niños inocentes, es tema candente de debate público y gubernamental en Europa, ahora que la realidad legal sobre la responsabilidad de los países de origen respecto a los CEJ’s de Daesh y sus familias les alcanza – en especial en aquellos casos en que los CEJ’s no cuentan con doble nacionalidad y por lo tanto no pueden ser despojados de su ciudadanía si ello significa dejarlos apátridas.
A la vez que las naciones europeas debaten proactivamente sobre las medidas a aplicar en la medida que cada país se enfrenta a recibir de regreso a ciudadanos ideológicamente tóxicos y potencialmente peligrosos que viajaron para unirse a Daesh, los países africanos están pasando por la misma experiencia. Miles de africanos se unieron al llamado califato y ahora están detenidos por las FDS.
Las FDS han sostenido que no liberarán prisioneros Daesh en Siria, aun afirmando que no pueden lidiar solos con este problema e invitando a los europeos y a otros gobiernos a recabar a sus ciudadanos. Es igualmente poco probable que el gobierno de Irak vaya a hacerse cargo del problema de los CEJ’s por gobiernos extranjeros, pese a que gran parte de su conducta terrorista y criminal fue cometida en suelo iraquí.
El comisionado para la paz y la seguridad de la Unión Africana ha advertido que con la caída de las capitales gemelas de Daesh, Raqqa y Mosul, y el inminente fin de los últimos vestigios de su llamado califato, 6.000 africanos podrían convertirse en CER’s, y esta cifra es posiblemente una subestimación. Existen líneas de comunicación entre Siria y Libia, y si los CER’s africanos logran llegar a Libia, encontrarán ahí fronteras permeables extendiéndose hacia Sahel, Lago Chad y África Central.
África ha estado por mucho tiempo plagada de inestabilidad política. Líderes rebeldes y otros grupos armados representan un serio peligro para la autoridad gobernante en Libia, y en menor medida también en Túnez y Egipto. Existe un vínculo creciente entre los jihadistas de Al-Qaeda y elementos del crimen organizado en el Magreb islámico, desde Argelia hasta Burkina Faso y Mali. El A—Shabaab de Al-Qaeda y Daesh se encuentran activos en Somalia, Kenia y otros Estados de África Oriental. Las luchas religiosas, étnicas y políticas, algunas de ellas de naturaleza secesionista, afligen los Estados de África Central como la República de África Central (RAC), la República Democrática del Congo (RDC), Camerún, Gabón y Guinea Ecuatorial. Pese a una división dentro del movimiento de Daesh operando en África Occidental y en la Cuenca de Chad, las dos filiales, Boko Haram y la Provincia de África Occidental del Estado Islámico (PAOEI), continúan aterrorizando Nigeria, el norte de Camerún, Niger, Chad y Benin.
El continente africano rico en recursos, por ende, es sede de algunos de los jihadistas más activos de Daesh y Al-Qaeda y de algunos de las organizaciones de crimen organizado más peligrosas del mundo. El vínculo entre estas dos fuerzas conforma el peligro. Aun así, la mayoría de los Estados africanos alcanzan una baja calificación en lo que se refiere a voluntad política para priorizar la paz nacional y estrategias de seguridad de largo plazo. Esto se ve empeorado por la severa corrupción a todos los niveles del Estado, generando espacios sin gobierno ni control.
En lo que respecta a los CEJ’s y a sus familias, la mayoría de Estados africanos cuenta con limitados recursos para sus sistemas de justicia penal, que tendría problemas para investigar y procesar efectivamente a los CER’s. Estos Estados carecen de un marco estructural efectivo de seguridad nacional y contra-terrorismo, y de infraestructura de capacidades de coordinación y colaboración regional que se necesitarían para manejar con el problema de los CER’s a esta escala.
Estos vacíos en capacidad estatal hacen de África un ambiente de alto riesgo para depositar a los CER’s. Los países africanos no están preparados, tanto técnica como políticamente, para manejar efectivamente su cuota de CEJ’s de línea dura capturados y sus familias.
Recomendaciones
• Cada Estado soberano tiene plena responsabilidad por atender a sus ciudadanos, dentro y fuera de sus fronteras. En África, el mal manejo de los recursos estatales, la falta de oportunidades y un ineficiente sistema de control de fronteras, se destacan como factores clave que permiten el reclutamiento jihadista. El continente africano es tierra fértil para los operativos de Daesh y de Al-Qaeda en búsqueda de refugio, y para quienes buscan planificar y llevar a cabo ataques contra sus enemigos jurados. Tratar estos temas haría de África una elección menos ideal para los CER’s.
• Para que los Estados puedan lidiar con jihadistas que surgen dentro de su territorio, sean netamente internos o sean de los que regresan de conflictos en el exterior, necesitan contar con un sistema de justicia criminal fuerte y sin corromper. Se necesita crear consciencia entre el público acerca de los peligros de la radicalización para intentar evitar que la gente se vea atraída por grupos como Daesh, y poner en marcha programas de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) para aquellos individuos que hayan sido arrastrados por esos grupos. Estos programas pueden contar con asistencia técnica del exterior, pero deben basarse en contexto y dinámicas locales para ser sostenibles a largo plazo.
• Luchar contra el terrorismo global y el crimen organizado es más efectivo cuando se cuenta con información, cuando las medidas adoptadas son proporcionadas, cuando existe comunicación efectiva, y cuando la información, la práctica y los retos son compartidos de manera adecuada entre protagonistas locales, nacionales, regionales e internacionales, trabajando hacia un objetivo común.
Conclusiones:
Los grupos juhadistas de Daesh y Al-Qaeda en África continúan provocando inestabilidad, dañando las perspectivas del continente hacia un desarrollo socioeconómico. Estos grupos explotan el frágil ambiente que ellos ayudaron a crear, mientras se benefician del regreso del CER’s experimentados en otros campos de batalla. Los terroristas toman ventaja de los vacíos de seguridad en el continente para reagruparse, y para planificar y ejecutar sus ataques contra gobiernos locales y los intereses de Occidente.
África debería asumir su cuota de responsabilidad en la “guerra contra el terrorismo”. Desarrollar capacidades regionales equitativas contra el terrorismo beneficia a toda la comunidad internacional, incluyendo a los protagonistas más importantes – los EE.UU., Reino Unido, China y Rusia – que en ocasiones han menoscabado la seguridad africana. Este es el momento para que los protagonistas encuentren medidas efectivas para lidiar con los CER’s; no debería dilatarse hasta que se agote la paciencia de las FDS y ésta comience a expulsar de sus prisiones a CEJ’s de línea dura y profundamente molestos, dejándoles seguir su atribulado camino de vuelta a casa.
El importante equilibrio de poderes en el Siglo XXI va más allá de armamento convencional. Un Estado soberano que no puede asegurar su territorio dentro de sus fronteras, construir una resistencia ideológica y física contra las amenazas asimétricas del tipo de Daesh y Al-Qaeda, y mantener paz y orden internos para sus ciudadanos debería considerar “cerrar el negocio”.