La caída del “califato” del Estado Islámico ha tenido un enorme impacto en el activismo yihadista en Internet. En un corto lapso de tiempo hemos sido testigos de un viraje, de un ecosistema que giraba alrededor del liderazgo de una organización fuerte –capaz de respaldar la iniciativa y gran parte del trabajo necesario para la visibilidad del mensaje yihadista en Internet– a un modelo diferente; cuya base es un núcleo mucho más pequeño, en el cual la iniciativa ha sido tomada por una amalgama de actores no coordinados y de menor escala que buscan llenar el vacío dejado por una organización en repliegue.
Los activistas de base popular y las “plataformas de las redes sociales” que carecen de lazos efectivos con las organizaciones terroristas han cobrado un papel cada vez más destacado, paralelamente al “endurecimiento” de la reglamentación de Internet respecto a diseminar mensajes de los radicales. La combinación de estos dos factores ha dado lugar al surgimiento de tres tendencias.
Tendencia Uno: Nuevas formas de activismo impulsadas por la necesidad de acceso continuo a plataformas importantes
Como resultado de una postura mucho más proactiva, adoptada por servicios como Youtube, Twitter y Facebook, al mensaje yihadista le está siendo cada vez más difícil llegar a la audiencia a la cual está dirigido.[1] El problema no es solamente una brecha de tiempo más corta entre la publicación del material radical y su posterior retiro, con algoritmos capaces de detectar y bloquear el contenido ilegal antes de completarse el proceso de publicación. Más bien, por primera vez, la dificultad real que enfrenta el yihadismo ya no es mantener su presencia en las redes sociales más populares, sino de hecho lograr acceso a ellas.
Las empresas antes mencionadas han introducido gradualmente procedimientos de registro más duros, que hacen difícil crear perfiles anónimos o generar cuentas masivas utilizando procedimientos automatizados. Uno de los métodos más comunes es el requisito de proporcionar un número de teléfono móvil con el cual se requiere interacción para verificar la identidad del usuario y completar el registro. Vencer tales obstáculos, utilizando medios técnicos, se hace cada vez más difícil ya que los sistemas experimentan mejoras constantes y son más y más sofisticados.
Una solución a corto plazo adoptada por los yihadistas consiste en estimular nuevas formas de colaboración por parte de los activistas para que ayuden a evadir estos problemas de acceso. Se han detectado, por ejemplo, casos de activistas que utilizan secretamente los móviles de amigos y familiares para crear nuevas cuentas. De igual manera, se han adquirido tarjetas SIM ilegalmente y en cantidades masivas con el solo propósito de crear nuevos perfiles de redes sociales, que luego son “donadas” a los propagandistas.[2]
EN esa misma línea, uno puede asumir que se adoptarán un sinfín de procedimientos por medio de los cuales el fraude o iniciativas selectivas se utilizarán para reclutar a más y más personas para la ardua tarea de garantizar acceso a las principales plataformas.
Tendencia Dos: La colonización de espacios pequeños
Los ciberyihadistas han sido obligados a ocupar otros espacios que no les permiten llegar a una audiencia masiva, pero que no obstante les sirven de repositorios virtuales, puntos de encuentro para actividades comprometidas, y espacios donde las comunicaciones privadas pueden hacerse de un modo más seguro.
Cuanto más pequeña sea la infraestructura humana que respalda tales servicios, más probable es que los yihadistas operen en ellos relativamente sin dificultad. Las empresas en cuestión son generalmente recién creadas, donde la idea es lograr un acceso rápido con un gasto financiero limitado.
En este modelo de firmas recién creadas, los recursos disponibles son dirigidos casi exclusivamente para proporcionar el servicio y generar ingresos adicionales, intentando inducir la adopción masiva del producto en el Internet antes de que se instale la parálisis financiera. Esto significa que aspectos como la supervisión en términos de uso o de satisfacción de solicitudes constantes de colaboración, por parte de las autoridades, se consideren distracciones costosas. El efecto secundario no deseado de esta filosofía es que los adoptantes tempranos de estos nuevos productos de Internet cuenten con más y más partidarios del yihadismo entre sus filas.
Tendencia Tres: Creciente importancia de las redes de apoyo a los medios de comunicación
En años recientes se ha visto la proliferación de nuevos nombres y “plataformas de redes sociales” dedicadas a la producción y difusión de contenidos producidos por ellos mismos. Estos medios de escape se inspiran en directrices emitidas por grupos como Al-Qaeda y el Estado Islámico, pero no son controladas directamente por estos grupos y su resultado es una calidad técnica inferior: tienden a contener reiteraciones o pastiches de propaganda existente en lugar de material totalmente novedoso.
Dicho esto, la capacidad de estos puntos de distribución de “fanáticos” para atraer la atención de las redes sociales Occidentales es considerable, y superan con creces la amenaza real que representan. Esto se debe a varias razones.
En primer lugar, las “plataformas de redes sociales” en cuestión apenas se inhiben cuando de publicar amenazas no rubricadas o de atribuirse la autoría de incidentes no relacionados con el terrorismo se trata; como la alarma provocada por agujas ocultas en frutillas vendidas en supermercados de Australia.[3] Más bien publicitaron en gran detalle fechas y objetivos de tales ataques con la esperanza de que sus convocatorias inciten actos espontáneos de terrorismo. El gran impacto logrado en las redes se ha visto facilitado por la ignorancia o sensacionalismo de ciertas partes de la prensa, que se apresuraron a describir estas declaraciones como “mensajes del Estado Islámico”, pese a que los autores no tenían lazos directos con el grupo terrorista.
En segundo, estos actores han demostrado considerable creatividad, al igual que capacidad para extraer lecciones del ambiente al cual desean influir. Un magnífico ejemplo es la campaña de amenazas en contra de la Copa Mundial 2018 en Rusia. Después de la extensa cobertura de los medios de comunicación, generada por fotografías teatralizadas de futbolistas descritos como secuestrados a punto de ser decapitados,[4] los propagandistas diseminaron una cantidad de versiones diferentes de este inesperado golpe propagandístico. Su hiperactividad acabó teniendo un efecto contraproducente: al saturar el espacio de información con tal contenido, los medios de comunicación pronto concluyeron que su aparición ya no valía la pena.
Mientras el Estado Islámico invirtió meses intentando racionalizar –para su audiencia– una avalancha de malas noticias surgidas de la caída de su mini estado en Iraq y Siria, y esforzándose por mantener vivas sus operaciones en las redes sociales, las plataformas antes mencionadas acceden fácilmente a la opinión pública. Las organizaciones establecidas necesitan proteger su reputación y no pueden comprometer su credibilidad con promesas específicas de ataques que saben que no pueden llevar a cabo. En cambio, estas plataformas “no oficiales” pueden crear un impacto inmediato en los medios de comunicación con una amenaza vacía –que a su vez brinda atención al Estado Islámico. Cuando se desacredita una marca “oficiosa”, puede reemplazarse rápidamente por otra que explota la misma ambigüedad sobre sus vínculos con la estructura del comando de terroristas e individuos que desean perpetrar un ataque para llamar la atención.
Sin embargo, los réditos por estas prácticas están disminuyendo. Aunque inicialmente las acciones de esta naturaleza eran útiles para permitir al yihadismo lograr un equilibrio, en la mente de los fieles, las derrotas experimentadas en el terreno por estas redes de apoyo a mediano plazo han dañado la credibilidad del Estado Islámico, ya que era evidente que estos grupos –aunque independientes– tenían cierto nivel de aprobación del Estado Islámico. A medida que se imponía esta dinámica, el Estado Islámico se sintió apremiado a distanciarse públicamente mediante un comunicado alertando a sus seguidores a prestar oído únicamente a mensajes distribuidos por canales “oficiales”.[5]
Todo lo anterior ha dado lugar a una situación paradójica, en la cual las acciones de propaganda, de organizaciones yihadistas y de las redes de sus seguidores en Internet, respectivamente, se han convertido en espacios diferenciados que no solo compiten entre sí por la misma audiencia, sino que se dañan mutuamente, pese a perseguir la misma meta.
Referencias
[1] CONWAY, Maura; KHAWAJA, Moign; LAKHANI, Suraj; REFFIN, Jeremy; ROBERTSON, Andrew & WEIR, David. “Disrupting Daesh: measuring takedown of online terrorist material and it’s impacts”, Policy Report VOX-Pol (2017). http://doras.dcu.ie/21961/
[2] CASCIANI, Dominic. “Islamic State ‘Sim card man’ jailed”, BBC News, 27 de abril 2017. https://www.bbc.com/news/uk-43927338
[3] AFP. “’Food terrorism’: Australian strawberry scare continues as more needles found in fruit in copycat attacks”, The Journal, (18/9/2018). https://www.thejournal.ie/australia-strawberry-needles-4241100-Sep2018/
[4] BAKER, Neal. “ISIS releases sick poster of Lionel Messi crying blood in captivity in chilling Russia World Cup 2018 threat”, The Sun, 24 de octubre 2017. https://www.thesun.co.uk/news/4758926/lionel-messi-isis-world-cup-2018-russia-threat/
[5] ESISC. “Islamic State reconsiders its online propaganda strategy in a bid to distance further from pro-IS media accounts and to better target western audience”, (28/9/2018). https://t.co/OmKTY5dapv